domingo, 8 de diciembre de 2024

2° Domingo de Adviento - Homilía del P. Matías Pérez


Lecturas de día: Libro de Baruc 5,1-9. Salmo 126(125),1-2ab.2cd-3.4-5.6. Carta de San Pablo a los Filipenses 1,4-6.8-11.


Evangelio según San Lucas 3,1-6.


El año decimoquinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Felipe tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto.

Este comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro del profeta Isaías: Una voz grita en desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos.

Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos desparejos.

Entonces, todos los hombres verán la Salvación de Dios.


Homilía por el Pbro. Matías Pérez:


Queridos hermanos y hermanas, celebramos este  segundo domingo de adviento junto con la solemnidad de María santísima la madre de Dios, la madre de Jesús y no hay huella más segura que podamos pisar que no haya sido la que nos dejó María para encontrar el camino Hacia Jesús. 


De su mano sucede el gran encuentro que divide en 2 nuestra vida: un antes y después de encontrarnos con Jesús, de experimentar su amor, de experimentar su obra poderosa en nosotros y se nos está invitando en este tiempo de a poco a recorrer el mismo camino que recorrió María y José. Un camino en el que también hubo adversidades, y dificultades, pero había sobretodo amor, esperanza y confianza.

 

El amor que los movía todos los días a caminar un trecho más en el camino, buscando ese lugar, el indicado, el elegido, el posible. También en nuestras vidas el amor nos lanza hacia adelante encontrando en las diferentes circunstancias de la vida, el lugar indicado y la circunstancia posible en la que podemos  vivir, existir, donde Dios nos invita a transitar nuestro camino y nuestro proyecto concretándose así el llamado a la santidad: es lo que nos ha tocado, donde hemos sido puestos en este tiempo histórico.


María le tocó en aquel tiempo, a nosotros nos toca en este. Pero las huellas de María y por el amor que le puso a todo este proyecto, también nosotros podemos en ella transitar lo que nos toca: a veces con cosas que nos agradan más y a veces con cosas que nos agradan menos. 


La misma esperanza que también les hizo saber a María y a José que lo bueno de parte de Dios siempre estaba por llegar y por eso todos los días avanzaban un poquito más, sin claudicar ni siquiera los últimos instantes donde parecía que no había lugar para ellos, hasta que Dios les pudo indicar dónde. Y quizás no habrá sido lo que María había soñado para su hijo, no fue lo que José soñó para su hijo, pero fue lo que Dios dispuso en ese momento como posible. Así reconocieron María y José la providencia de Dios que les dio lo que necesitaban. Uno podría pensar que les dio mucho menos, porque la cueva de animales para el nacimiento del mesías parece un poco menos, pero en realidad en el plan de Dios fue lo que necesitaban: un lugar donde el reinado del mesías se manifestara de manera sobresaliente. Si hubiera nacido en un lugar ostentoso o lujoso, quizás aquel mesías tan importante hubiera estado en “compose” y confundido entre el lujo y las ostentación. Sin embargo aquí el niño, el mesías sobresale en medio de esa pobreza, en medio de esa sencillez y humildad. Está bien resaltado: el centro es Jesús y allí comprendemos que Dios en su providencia y en su plan escrito en renglones torcidos permite que Jesús nazca en la cueva.


De la misma manera así como hablamos del amor que los movió, la esperanza que los hizo aguardar lo bueno que estaba por llegar de parte de Dios, también la confianza, la fe de María y José, que nunca dejaron de confiar en Dios y aún con sus preguntas. María: “cómo va a ser esto?” Pero el Espíritu que interviene le da respuesta a sus cuestionamientos más profundos, también a nosotros.


La Inmaculada Concepción nos recuerda que María ha sido elegida, corrida de la suerte del resto de la humanidad. Corrida de hecho, porque Dios la preserva para algo especial: la venida de Jesús. Esto celebramos hoy: la Inmaculada Concepción. María concebida sin pecado: el “ave María purísima”, el “sin pecado concebida”, en tiempo especial que es el adviento. 


Damos un paso más en el adviento,  hoy de la mano de María, hoy tras las huellas de María y hoy mirando a María reconociendo en Ella un corazón bondadoso, un corazón fiel, un corazón confiado, y esperanzado.


Dios nos conceda la gracia de crecer en fe, esperanza y amor, en este tiempo y por intercesión de María santísima y que el Espíritu Santo sople sobre nosotros como sobre MARÍA. Que las maravillas vengan nuestras vidas, nos enseñe a servir, nos enseñe a glorificar el nombre de Dios en toda circunstancia.


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