El Adviento es el comienzo del Año Litúrgico, empieza el domingo más próximo al 30 de noviembre y termina el 24 de diciembre. Son los cuatro domingos anteriores a la Navidad y forman una unidad con la Navidad y la Epifanía del Señor.
“Reflexionemos brevemente sobre el significado de esta palabra: Adviento, que se puede traducir por "presencia", "llegada", "venida". En el lenguaje del mundo antiguo era un término técnico utilizado para indicar la llegada de un funcionario, la visita del rey o del emperador a una provincia. Pero podía indicar también la venida de la divinidad, que sale de su escondimiento para manifestarse con fuerza, o que se celebra presente en el culto. Los cristianos adoptaron la palabra "Adviento" para expresar su relación con Jesucristo: Jesús es el Rey, que ha entrado en esta pobre "provincia" denominada tierra para visitar a todos; invita a participar en la fiesta de su Adviento a todos los que creen en él, a todos los que creen en su presencia en la asamblea litúrgica. Con la palabra adventus se quería decir substancialmente: Dios está aquí, no se ha retirado del mundo, no nos ha dejado solos. Aunque no podamos verlo o tocarlo, como sucede con las realidades sensibles, él está aquí y viene a visitarnos de múltiples maneras. Por lo tanto, el significado de la expresión "Adviento" comprende también el de visitatio, que simplemente quiere decir "visita"; en este caso se trata de una visita de Dios: él entra en mi vida y quiere dirigirse a mí”. (Benedicto XVI)
Lecturas del día: Libro de Jeremías 33,14-16. Salmo 25(24),4-5ab.8-9.10.14. Primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 3,12-13.4,1-2.
Evangelio según San Lucas 21,25-28.34-36.
Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas.
Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán.
Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria.
Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación".
Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes
como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.
Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre".
Homilia del P. Diego Olivera
Querida comunidad comenzamos el tiempo del Adviento, el tiempo de la Esperanza. La certeza de nuestra Esperanza es Cristo. “Adviento es también la síntesis de nuestra propia existencia, con todo lo que ella encierra de “gozo y esperanza, de dolores y angustias”, pero con la certeza que da la Fidelidad del Señor que es “nuestro Padre” y nosotros la obra de sus manos” (Mons. Angelelli)
En la primera lectura se afirma: “yo cumpliré la promesa que pronuncié acerca de la casa de Israel” esa promesa consiste en la liberación definitiva del pueblo de Israel por la llegada del Mesías. Esa promesa es para nosotros también, Jesús quiere liberarnos de la esclavitud del pecado y de todas nuestras ataduras, él quiere caminar con nosotros para aliviar nuestras angustias y dolores. Debemos confiar en su promesa y elevar nuestra alma al Señor como dice el salmista. Si queremos que Jesús renazca en nuestros corazones digamos: Ven Señor, sin miedo, no nos quedemos callados e indiferentes ante Dios que quiere habitar en nosotros. Así lo expresaba la venerable Antonietta Meo unos días antes de recibir la primera comunión en Navidad: “Jesús, ven pronto a mi corazón, que te abrazaré fuerte y te besaré! ¡Oh Jesús! Quiero que siempre te quedes en mi corazón” (quien falleció al año siguiente con casi 7 años)
Un signo concreto de que queremos que Dios habite en nosotros es el amor mutuo como lo enseña San Pablo en la segunda lectura. Amor entre nosotros los miembros de la comunidad y amor hacia los demás, los que todavía no están en la comunidad. Si no somos capaces de experimentar un amor de verdad con signos concretos no quedamos tan solo en el discurso: Ven Señor Jesús. Nosotros tenemos que recibir a Jesús en nuestros corazones y ser instrumentos para que otros lo reciban, no podemos encerrarnos en un intimismo con Dios. El encuentro es comunitario, Dios sale al encuentro de su pueblo. Quizás nos cuesta construir la civilización del amor por nuestras propias fragilidades, tenemos que expresar lo que leemos en el salmo: “Muéstrame Señor tus caminos, enséñame tus senderos”.
En el Evangelio encontramos dos claves para vivir el tiempo del Adviento: “tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación”. A pesar de las dificultades tenemos que levantar la cabeza y poner la mirada en él, nuestro salvador, nos liberará de nuestras esclavitudes y de todo aquello que no nos permite amar de verdad. Y la segunda clave para vivir el Adviento es: “Estén prevenidos y oren incesantemente…” preparemos realmente el corazón para vivir este tiempo hermoso previo a la Navidad, que no pase desapercibido por vernos sumergidos en múltiples actividades de fin de año, no le aflojemos a la oración, nos mantengamos firmes en un dialogo de intimidad con Dios diariamente para salir al encuentro y al dialogo con nuestros hermanos. Anunciemos que Jesús quiere nacer en nuestra comunidad, en nuestra sociedad, anunciemos que Jesús hace nueva todas las cosas con su nacimiento, anunciemos la Esperanza en este tiempo que muchas veces nos vemos sumergidos en la desesperanza. La vida cristiana tiene que estar marcada por la Esperanza en Cristo nuestro salvador. Levantemos la cabeza, miremos a Jesús que viene y se hace presente en nuestra historia.
Pidamos al Espíritu Santo que encienda nuestros corazones para vivir con esperanza y alegría y que nos ayude a ser verdaderos discípulos misioneros que contagian esperanza y alegría a los más desanimados de nuestra sociedad
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