Lecturas del día: Libro de Génesis 2,4b.7a.18-24. Salmo 128(127),1-2.3.4-5.6. Carta a los Hebreos 2,9-11.
Evangelio según San Marcos 10,2-16.
Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?".
El les respondió: "¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?".
Ellos dijeron: "Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella".
Entonces Jesús les respondió: "Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes.
Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer.
Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre,
y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne.
Que el hombre no separe lo que Dios ha unido".
Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto.
El les dijo: "El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella;
y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio".
Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron.
Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: "Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos.
Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él".
Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.
Homilía por el Pbro. Matías Jurado:
Hoy Jesús nos habla de dos temas clave: la fidelidad y la vida. A veces resulta difícil entender lo que dice sobre el matrimonio, pero lo explica de manera sencilla, usando el ejemplo de un niño.
¿Por qué un niño? Porque los chicos confían sin dudar, son puros y se entregan por completo. Así es como Dios quiere que veamos el matrimonio: no solo como una obligación, sino como un gran regalo.
La fidelidad no es solo una carga; es la posibilidad de amar como Él sueña, con un amor que no tiene fecha de vencimiento.
Muchas veces nos enfocamos en lo complicado que es seguir lo que nos pide la fe, sin darnos cuenta de lo increíble que es recibir ese don. Fíjate en lo que hacen los fariseos cuando le preguntan a Jesús: le señalan la ley de Moisés que permitía el divorcio. Sin embargo, Jesús va más allá, hablando del plan de Dios en la creación, donde el matrimonio es para siempre.
Es como si Jesús nos dijera: “Esto es lo que Dios quería, y es lo mejor para ustedes.” Lo dice no para imponer, sino porque nos conoce y sabe lo que realmente nos hace felices.
Volviendo al ejemplo del niño, nos enseña que no siempre tenemos que andar discutiendo con Dios. A veces, solo hay que confiar, como un chico que confía en su papá. En un mundo lleno de dudas, necesitamos recuperar esa confianza simple en Dios.
La fidelidad en el matrimonio no es fácil, pero es un camino que trae felicidad si lo recorremos con sinceridad. Cuando el mundo nos empuja a probar cosas nuevas o nos dice que nuestras creencias ya no sirven, tenemos que ser sólidos.
No se trata de pelear o discutir con todos, ni de dejar de lado lo que creemos solo para contentar a los demás. Hay cosas que no se negocian. Podemos ser amables y respetuosos, pero también sinceros.
San Agustín decía que la Iglesia es como una esposa, y Cristo la hizo madre. El matrimonio es un reflejo de ese amor. Cada familia muestra ese amor más grande que Dios tiene por nosotros.
En un mundo que a veces desprecia la vida y propone cosas que no respetan a la persona, los jóvenes tienen un rol fundamental. Cada uno de nosotros puede hacer elecciones valientes, respetar a sus parejas, cuidar de la vida, y ser fecundos, no sólo teniendo hijos, sino creando cosas buenas.
Ser cristiano no es fácil, pero vale la pena. No vivan la vida de manera superficial; no todo es lo que parece. En el noviazgo, por ejemplo, es clave ir más allá de lo que se ve. Conocer de verdad a la otra persona implica más que quedarnos en lo superficial.
Si construyen una relación con respeto, diálogo y un entendimiento profundo del otro, van a poder enfrentar los momentos difíciles con mucha más seguridad.
Preparemos bien el corazón, tanto para el matrimonio -los que están llamados a esa vocación-, como para las decisiones importantes en la vida. No dejemos que el mundo nos robe lo que Dios tiene reservado para nosotros. Además, no nos olvidemos que la Virgen María, siendo joven, fue la que trajo al Salvador al mundo.
Que la Virgen nos acompañe en este camino, para que vivamos con fidelidad, con alegría y con mucho amor.
Información sobre el año de la oración (2024):
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