En este año 2024 el Papa Francisco nos invita a vivirlo desde y en la oración, preparándonos para la gracia del año jubilar el próximo 2025 y lo hacía con las siguientes palabras: “«Me alegra pensar que el año 2024, que precede al acontecimiento del Jubileo, pueda dedicarse a una gran “sinfonía” de oración; ante todo, para recuperar el deseo de estar en la presencia del Señor, de escucharlo y adorarlo».
Y en este mes tan especial que es octubre, algunos pensamientos sobre el Rosario nos pueden ayudar a vivir más en plenitud nuestra unión con Jesús y María. “Al Cristo que encontramos en el Evangelio y en el Sacramento lo contemplamos con María en los diversos momentos de su vida gracias a los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos. Así en la escuela de la Madre aprendemos a configurarnos con su divino Hijo y anunciarlo con nuestra vida” Benedicto XVI
El Rosario es una oración mariana que nos ayuda a centrar nuestra mente y corazón en Jesús. Esta sencilla plegaria nos introduce en un ritmo contemplativo que nos pone «en comunión vital con Jesús a través-podríamos decir-del corazón de su Madre». Es poder ir pasando por nuestro corazón junto al corazón de María, los misterios de la vida de Jesús. “María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón.” (Lc. 2,19)
Y así es como lo viven a la largo y ancho del mundo los contemplativas y así fue como lo vivió de manera especial Santa Teresita del Niño Jesús, teniendo de modelo a la Virgen María, monja Carmelita y patrona de las misiones. Una de las grandes pasiones de Teresita era la evangelización. Ella sentía un ardiente celo por anunciar el Evangelio a todos los pueblos, especialmente a los más alejados y necesitados. Ella sabía que su vocación era permanecer en el Carmelo, viviendo la contemplación. Decidió ser misionera desde su celda, uniéndose espiritualmente a los misioneros que trabajaban en las distintas latitudes; adoptando como hermanos espirituales a dos sacerdotes misioneros que estaban en China y en Indochina, escribiéndoles cartas llenas de ánimo y de consejos, enviándoles rosarios y estampas bendecidas, y sobre todo asegurándoles sus oraciones y sus sacrificios. También rezaba por todos aquellos que no conocían a Jesús, pidiendo que todos lo conocieran y amaran.
Que María Santísima nos ayude a vivir en plenitud esta misión tan hermosa que tenemos todos los bautizados de escuchar y guardar en el corazón toda palabra, gesto, actitud de Jesús para que, con amor materno, acompañemos a los hijos e hijas de la Iglesia en todo momento, pero sobre todo en la desgracia.
Autor: Sor Maria Mercedes Monestés OP
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