Lecturas del día: Deuteronomio 4,1-2.6-8. Salmo 15(14),2-3a.3cd-4ab.4cd-5 Epístola de Santiago 1,17-18.21b-22.27
Evangelio según San Marcos 7,1-8.14-15.21-23.
Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar.
Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce.
Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?".
El les respondió: "¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.
En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos.
Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres".
Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: "Escúchenme todos y entiéndanlo bien.
Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre.
Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios,
los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino.
Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre".
Homilía por el Pbro. Abel Alfaro
"El Más Acá de las Apariencias"
Amigos, soy el padre Abel y hoy quiero hablarles de algo que nos toca muy de cerca: el verdadero significado de nuestra fe. El Evangelio de Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23 nos ofrece una reflexión que sigue siendo muy relevante en nuestra vida diaria.
En el tiempo de Jesús, los fariseos eran conocidos por su obsesión con las reglas y las tradiciones. Eran un grupo de líderes religiosos que se enfocaban en cumplir rigurosamente las normas ceremoniales y de pureza. Para ellos, la apariencia externa era todo. Ellos vivían el verdadero postureo. Si seguías al pie de la letra todas las reglas de la ley de Moisés, estabas bien con Dios. Tené en cuenta que eran 613 preceptos. Muchos de ellos considerados prácticas rituales y actitudes que norman aspectos básicos de la vida cotidiana, como cuantos pasos podías dar en el día sábado, por ejemplo.
Jesús viene a sacudir esta visión. En su confrontación con ellos les trata con firmeza tratando de mostrar el verdadero espíritu de la relación con Dios. El maestro les recuerda que no es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre (la exterioridad), sino lo que sale de ella (lo que está arraigado adentro nuestro). Señala que lo que nos aleja de Diosa menudo surge del corazón, de nuestras intenciones y pensamientos.
Pensemos la cultura en la que nacemos y de la cual somos hijos, ¿cuántas veces nos dejamos llevar por las apariencias? Vivimos en una era en la que las redes sociales y la presión por mantener una imagen perfecta pueden hacernos olvidar lo que realmente importa. La pregunta es: ¿estamos más enfocados en cómo nos ven los demás o en quiénes somos realmente por dentro?
A veces, uno siente que tiene que mostrarse fuerte, exitoso y feliz, aunque por dentro pueda estar pasando por un momento difícil. La fragilidad propia de la naturaleza humana esta mal vista. Puede que te sientas atrapado entre la necesidad de cumplir con las expectativas de los demás y tu propia realidad interna. Es una presión constante, y reconozcámoslo, muchas veces, lo que vemos en las redes no es más que una máscara. Nos muestran la versión editada y brillante de la vida, mientras que la verdad de nuestros corazones puede ser mucho más complicada.
En nuestra relación con Dios también es fácil caer en la trampa de realizar actos de culto como una mera rutina: ir a misa, rezar, cumplir con las prácticas religiosas. Estas acciones son importantes, pero lo que realmente cuenta es el corazón que las sostiene. Dios no se interesa solamente en los rituales que realizamos, sino en la sinceridad con la que nos acercamos a Él. Los sacramentos son eficaces por sí mismos, nunca están vacíos. El que no deja que ejerzan su efecto es el hombre. Vos y yo.
Dios busca una relación auténtica, una conexión real y profunda. Él quiere que nuestras oraciones, nuestro culto y nuestras acciones de fe fluyan desde un corazón transformado y sincero.
Les animo a que, al vivir nuestra fe, no solo sigamos las reglas externas sino que permitamos que nuestra relación con Dios sea una expresión genuina de lo que llevamos dentro. Que nuestras prácticas religiosas reflejan una vida interior llena de amor, compasión y autenticidad. No se trata de aparentar, sino de vivir nuestra fe de manera profunda y real.
En fin, la buena noticia del evangelio de hoy es el llamado que Jesús nos hace a concentrarnos en el más acá de las apariencias, es decir, en el corazón, la sede de los sentimientos más profundos y el lugar de la toma de decisiones. Es un llamado a una relación auténtica con Él, a una relación viva y personal, transformadora, capaz de hacer salir de nosotros un modo de proceder que refleje el evangelio de Jesús en lo cotidiano de cada día.
Te invitamos a conocer al Padre Abel, sacerdote de la Arquidiócesis de Mendoza y Evangelizador Digital.
Instagram: @p.abel_
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