sábado, 24 de agosto de 2024

Meditamos el Evangelio del Domingo con Fr. Emiliano Vanoli OP


Lecturas del día: Josue 24,1-2a.15-17.18b. Salmo 34(33),2-3.16-17.18-19.20-21.22-23. Efesios 5,21-33.


Evangelio según San Juan 6, 60-69.


Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?".

Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen". En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó: "Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede". Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: "¿También ustedes quieren irse?". Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios".


Homilía de Fray Emiliano Vanoli OP


Punto de decisión


Seguramente todos podemos reconocer en nuestra vida esos momentos particulares en los cuales una decisión que tomamos marcó un rumbo con consecuencias importantes. Más allá de las pequeñas decisiones cotidianas que van preparando otras más grandes, existen esas grandes decisiones que ponen en juego algo fundamental. El estudio, el trabajo, la familia, y la amistad suelen ser el campo de juego habitual de estos puntos de decisión, pero entra aquí también la relación con Dios.


 La Palabra de Dios nos presenta este domingo esta situación, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. En el primero, por medio de Josué las tribus que conforman el Pueblo de Israel, luego de cruzar el río Jordán y antes de entrar en posesión de la tierra prometida, son interpeladas para que tomen una decisión: o sirven al Señor, o sirven al dios de la tierra en la que acaban de entrar.


En el Evangelio es Jesús quien plantea este punto de decisión a sus discípulos: “¿También ustedes quieren irse?” Jesús acaba de presentar la exigencia fundamental, la novedad absoluta que trae para vivir la relación con Dios: comer su carne y beber su sangre. Esto es, adherir y entrar en comunión con él, con su humanidad, para poder alcanzar a Dios. A este pasaje se le llama la “crisis de Galilea”, por el lugar donde sucede, y porque a partir de entonces “muchos de sus discípulos se alejaron de Él y dejaron de acompañarle.”


Más allá de tratarse de dos puntos de decisión cruciales, a mil años de distancia entre sí, las motivaciones y la perspectiva de futuro son muy distintas. En el caso del pueblo de Israel se deciden a seguir al Señor fundamentalmente por recordar todos los beneficios y prodigios que Dios había hecho por ellos y teniendo a la mira el cumplimiento de la promesa: entrar en posesión de una tierra que mana leche y miel.


Pero en el caso de Jesús es diferente. Ante su pregunta: «¿También ustedes quieren irse?», los discípulos deciden quedarse, expresando su fe y su amor de manera elocuente a través de Pedro: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios». Sin desconocer el bien que han encontrado en Jesús, los doce se deciden en contra de la mayoría de los discípulos que lo abandona, y, fundamentalmente, teniendo presente un futuro que aún no comprenden pero que los aterra: el camino de la cruz. En definitiva, se deciden por Jesús no por lo recibido sino porque lo aman y confían en Él.


Todos enfrentamos puntos de decisión, antes o después. Y aunque hayamos sido bautizados y confirmados de niños, en algún momento debemos tomar una decisión personal con relación a Jesús. Tal vez, en una primera aproximación, como en el Antiguo Testamento, pesarán mucho los beneficios recibidos y por recibir. Pero antes o después, si queremos madurar en la fe y entrar realmente en el misterio de Cristo, debemos confrontar las palabras de Jesús, pero esta vez dirigidas personalmente a cada uno: “¿Tú también quieres irte?”


¿Por qué querría uno dejar de seguir a Jesús? Porque la vida no es como esperaba, porque el Señor no parece cumplir lo que le pido, porque la Iglesia no es como antes o aún no es lo que debería ser, porque el obispo hace tal o cual cosa, o deja de hacer tal o cual otra, porque en mi comunidad no se aman como se lee en el Nuevo Testamento, porque… porque… porque… 


Decidirse por Jesús es asumir que uno no tiene todas las respuestas, ni todas las soluciones, que en el mundo existe el pecado. Decidirse por Jesús es querer caminar con él, poniendo en práctica el mensaje del amor que se entrega incluso hasta que duele física, moral o intelectualmente. Decidirse por Jesús es darle todo el peso al amor y la confianza en Él.

Por eso, llegado nuestro punto de decisión en la relación con Jesús, pidamos al Padre la gracia de poder decir junto a nuestros hermanos, sencilla y sentidamente las palabras de Pedro: Señor, ¿a quién iremos? ¡Tú tienes palabras de vida eterna! ¡Yo creo que tú eres Dios!



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