sábado, 3 de agosto de 2024

Meditamos el Evangelio del Domingo con el P. Juan Manuel Gómez


Lecturas del día: Libro del Éxodo 16,2-4.12-15. Salmo 78(77),3.4bc.23-24.25.54. Carta de San Pablo a los Efesios 4,17.20-24.

Evangelio según San Juan 6,24-35.

Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.

Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo llegaste?".

Jesús les respondió: "Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse.

Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello".

Ellos le preguntaron: "¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?". Jesús les respondió: "La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado".

Y volvieron a preguntarle: "¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas?

Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo".

Jesús respondió: "Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo".

Ellos le dijeron: "Señor, danos siempre de ese pan".

Jesús les respondió: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.

Homilía Pbro. Juan Manuel Gómez:

En este Domingo, la Palabra de Dios es clarísima en un signo tan visible y presente para cualquiera de nosotros porque es parte misma de nuestra vida cotidiana: el Pan.

En la primera lectura del libro del Éxodo se nos propone mirar al pueblo de Israel, luego de ser liberados y salvados de la esclavitud en Egipto, peregrinan en el desierto y comienzan a protestar contra Moisés y desde su humanidad frágil  a dudar de la obra de Dios. Pareciera que no fue suficiente todo lo que Dios les demostró de su presencia y de su amor por ellos con todos los signos y grandes milagros que realizó. Quizás también nosotros podamos identificarnos en ellos cuando en nuestra vida cotidiana aún habiendo conocido el amor de Dios y experimentado su poder salvador, cuando aparece alguna privación o prueba, nuestra fe parece nublarse y perderse.

Sin embargo, Dios escucha a su pueblo y no lo abandona, siempre nos da lo que necesitamos, tal vez no lo que queremos, observemos bien, sino lo que necesitamos. Al pueblo de Israel le da la carne de las codornices y hace caer el pan desde lo alto del cielo en esa “cosa tenue y granulada” que aparece sobre la superficie del desierto con la cual ellos luego elaboran el “Maná”. Es el pan que el Señor les ha dado como alimento para que sigan peregrinando en su camino.

Dios da el pan de cada día en nuestro camino cotidiano. Él nos provee el sustento necesario en cada paso. Ese pan es sinónimo de vitalidad y fuerza para caminar, para que cuando creamos que ya no podemos seguir adelante renueve nuestras fuerzas y sigamos andando en nuestra vida porque Dios va con nosotros.

Nuestro querido Beato Monseñor Enrique Angelelli en una de sus homilías nos ayudaba a iluminar esta idea, donde nos decía:

“La Eucaristía es el Sacramento de lo cotidiano. Lo primero que recogemos de nuestra experiencia es el PAN, lo cotidiano es el pan, lo decimos diariamente: "el pan nuestro de cada día..." El pan alimenta, da vida. El maná es un ejemplo de ello; es necesario un pan que pudiera convertirse, mientras vivimos aquí en la tierra, en el tiempo, de errante en peregrino; un pan "espiritual"; un pan que alimente para la vida definitiva; que lleve hasta el encuentro con el Padre de los cielos.” (Homilía del Beato Monseñor Enrique Angelelli 28 de mayo de 1970 Celebración de de Corpus Christi) 

Cada vez que comemos de este Pan en cada Misa, Dios se vuelve nuestro  alimento de vida. Pero preguntémonos ¿Dios es mi alimento? ¿Busco a Dios porque me da algo o porque lo necesito?

Y así llegamos hasta el relato del Evangelio de este Domingo. Nos encontramos en un pasaje del capítulo 6 del Evangelio según San Juan (que les aconsejo que si pueden lean todo el capítulo en su oración personal durante la semana). Después del gran acontecimiento y el milagro de la multiplicación y fracción de los panes, donde esta multitud de personas había comido hasta saciarse, al no ver a Jesús en ese lugar salen a buscarlo. ¡Buscan que Jesús les dé más! Y allí el Señor revela estas palabras: “Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre…”

Estas personas parecen no ver más allá del signo maravilloso de Jesús y no llegan a entender lo más profundo, se quedan en lo superficial. Quieren que Jesús les facilite el alimento, que les de comida hasta hartarse. 

Nosotros también podemos tener muchas veces esas actitudes si buscamos en Dios solamente que me de aquello que quiero y perder de vista que Él es todo lo que necesito. Como decía Santa Teresa de Ávila: “No buscar los consuelos de Dios sino al Dios de todos los consuelos”. 

Venimos al encuentro con Jesús que es nuestro alimento de vida. Dios es nuestro alimento, nuestra vida. Jesús es  el gran signo de que Dios no abandona nunca a su pueblo.

Las palabras de Jesús en este Evangelio son iluminadoras y muy compasivas, pero a la vez exigentes. Jesús nos pide dar un paso más allá de lo superficial: que trabajemos no sólo por el pan que perece, que se acaba, que se agota, que nos satisface el hambre pero no nos llena el corazón, sino por el que permanece hasta la Vida eterna. ¿Cuál es ese pan?

Me parece que una vez más el Beato Monseñor Angelelli nos da una pista clara:

“Lo cotidiano es pan, o sea, el vivir. Pero vivir es una forma de estar con el "otro", vivir es convivir, vivir es ser solidarios. Así como el pan se lo come con otro, se lo recibe de otro, se lo come conversando con otro. Comer el pan es un acto de participación en el otro.” (Homilía del Beato Monseñor Enrique Angelelli 28 de mayo de 1970 Celebración de de Corpus Christi)

Ciertamente no podemos buscar en un intimismo encerrado el Pan de la vida, es en comunidad, es en el compartir, partir con el otro el Pan de la vida, llevar el pan que el otro no tiene nos convoca a la Misión de la Vida Eterna. 

Dice Jesús: “ La obra de Dios es que ustedes crean en Aquél que él ha enviado”.

¿Cuántos hermanos no tienen esto?

Somos llamados a anunciar y compartir lo que hemos oído y aprendido como nos decía el Salmo. Tenemos que evitar la frivolidad de una búsqueda de Dios sin un encuentro con el otro. Al partir el pan con el hermano se hace presente la verdadera Comunión, el pan de Vida: Jesús.

Por eso sus palabras cobran sentido en nuestra vida cuando tomamos conciencia de que recibirlo nos capacita para llevarlo a los demás. Dice el Señor: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.”

Sólo hace falta que abramos el corazón para que veamos y creamos en sus signos amorosos, descubriendo también en el hermano esa presencia viva y real.

Pidamos con fe y confianza: “Señor, danos siempre de ese pan”.

Providencialmente este Domingo celebramos también el día de los sacerdotes. Antiguamente era el día del párroco en honor a la figura de San Juan María Vianney, el “santo cura de Ars”, quien se santificó en el ejercicio de su sacerdocio, pero el Papa Benedicto XVI en el Año Sacerdotal lo modificó como el día de todos los sacerdotes, sin distinción de rango. Así también como Iglesia en Argentina celebramos el Martirio del Beato Monseñor Enrique Angelelli quien fue Obispo de la Diócesis de La Rioja.

Dos grandes ejemplos de vida cristiana entregada:

San Juan María Vianney, el santo cura de Ars, nombrado desde el año 2010 por el Papa Benedicto XVI al cierre del año sacerdotal no sólo como patrono de los párrocos sino como patrono de todos los sacerdotes. Vivió despojado de todo, humilde en todo sentido, no se guardó nada para sí mismo sino que dio todo a los demás.

Y nuestro Beato y querido padre obispo Enrique Angelelli, pastor y obispo de nuestro pueblo riojano que no mezquinó nada por el anuncio del Evangelio y la fe de la Iglesia hasta incluso dar su vida en el martirio por la defensa de los humildes y los más postergados.

Nos enseñan a hacernos pan partido y repartido para dar vida a todos.  Dios Padre nuestro, ayúdanos a imitar el amor de Cristo Jesús Pan de Vida para todos…. todos… todos los que tienen hambre y sed de justicia, de paz y de libertad, que manifestaron y vivieron tus servidores y santos. Que seamos siempre mártires, que significa testigos, de la Eucaristía y del servicio de la Comunión.

¡FELIZ DÍA A TODOS NUESTROS SACERDOTES! Tomando estas palabras que decía Pedro Casaldáliga: “El vino de sus venas nos provoca. El pan que ellos no tienen nos convoca a ser contigo el pan de cada día.” Y como decía Monseñor Enrique Angelelli que aprendamos a ser con los hermanos el pan de cada día porque “hay que seguir andando nomás”. Amén.


Información sobre el año de la oración (2024):



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