domingo, 21 de julio de 2024

Meditamos el Evangelio del Domingo con el P. Ezequiel Luján




Lecturas del día: Jeremías 23, 1-6 / Salmo 22 / Efesios (2,13-18)

Evangelio según San Marcos 6,30-34.

Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que hecho y enseñado. El les dijo: "Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco". Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer.
Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos. Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.

Homilía del P. Ezequiel Lujan (diócesis de San Rafael)

El Domingo pasado leíamos en el evangelio cómo nuestro Señor Jesucristo enviaba a los apóstoles de dos en dos a predicar la Buena Noticia, "exhortando a la conversión, expulsando demonios y curando enfermos" (Mc. 6, 13). En este domingo el evangelio nos cuenta la vuelta de los apóstoles, donde le dan cuenta al Maestro de "lo que habían hecho y enseñado".
Pero Jesús al reunirse con los Doce tiene un gran gesto con ellos, y los lleva aparte a descansar. Suben a la barca para ir a un lugar desierto, pero como no cruzaron al otro lado del lago, sino que solo la utilizaron para trasladarse a algún lugar cercano, costeando la costa, la gente los reconoció desde la orilla y siguieron la barca. Al llegar al lugar, nuestro Señor tiene otro gesto de compasión, pero ahora con el gran gentío que había llegado siguiéndolos.

Tanto los apóstoles como la gran muchedumbre acuden a Jesús. Los primeros porque saben muy bien que Él es su pastor, y por lo tanto, en Él hallarán el verdadero descanso, pues "los conduce a las aguas tranquilas para reparar sus fuerzas" (cf. Sal. 22, 2b-3a). Ellos partieron a su misión confiados en el Señor, sabiendo que teniéndolo como pastor nada les puede faltar. Ahora vuelven, como ovejas sedientas, a la fuente de las aguas vivas, vuelven al Pastor que les había dicho: "vengan a mí todos los que estén afligidos y agobiados" (Mt. 11, 28), pues Él nos "hace descansar en verdes praderas" (Sal. 22, 2a).
Pero en cuanto a la muchedumbre Jesús los reúne entorno a sí, porque ve que "eran como ovejas sin pastor"; cumpliéndose la profecia de Jeremías, que leemos en la primera lectura: "el Señor reunirá al resto de sus ovejas", es decir su pueblo elegido, el pueblo de Israel, que por culpa de sus malos pastores estaban dispersas, desatendidas, abandonadas. Lo primero que hace es "enseñarles largo rato", pues el gran alimento es "toda palabra que sale de la boca de Dios" (Deut. 8,3). Con éstas enseñanzas los "guía por el recto sendero" (Sal. 22, 3b), y les hace conocer su voz, para que si son verdaderamente sus ovejas lo reconozcan y lo sigan, y así, "su bondad y su gracia las acompañarán a lo largo de su vida, hasta habitar en la Casa del Señor" (cf. Sal. 22, 6a)

Éste gesto de compasión de nuestro Señor, se va a completar en el evangelio del domingo que viene, cuando "prepare ante ellos una mesa" (cf. Sal. 22, 5a), pues después de alimentarlos espiritualmente con sus enseñanzas, los alimentará corporalmente.
Ahora bien, tanto los apóstoles como la muchedumbre nos han dejado un modo de obrar que tranquilamente podemos imitar, es más, yo diría que deberíamos imitar.

En primer lugar los apóstoles, como ellos al volver de su misión, también nosotros debemos acudir al Señor, para que contándole todo lo que hacemos (apostolado, obras de caridad, etc.) y enseñamos (consejos, catequesis, etc.), reconozcamos que de Él viene todo, y asi le demos gracias y no nos vanagloriemos de nuestras "buenas obras" (sus buenas obras). Además, solo en Él hallaremos el descanso necesario, y eso se logra, con la oración, esa búsqueda de Dios en la soledad (desierto).  
Por último, asi como la muchedumbre sin dudarlo acudió a Jesús, el "buen Pastor", asi también nosotros, anticipémonos a Él, vayamos en su búsqueda, "como la cierva sedienta busca las corrientes de agua, asi mi alma te busca Dios mío" (Sal. 42, 2). 

Que no me asuste el ir al desierto, pues allí está El, esperándome; que no me asuste el esfuerzo de ir a pie, pues Él "repara mis fuerzas"; que no me asuste nada en el camino, pues El está conmigo.

En definitiva, si en verdad el "Señor es mi pastor, nada me va a faltar", para llegar a "habitar en su Casa por muy largo tiempo".
 



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