jueves, 20 de junio de 2024

Mi vínculo con Jesús en la oración

Vivimos junio, el mes que marca la mitad de nuestro recorrido anual, y más allá de lo trillada de la frase “el principio del fin”, esta paradoja nos hace caer en la cuenta de que empezamos la segunda mitad del año. 

Un año bien cargadito de cambios, de complejidades, hasta de desencuentros. Como lo dijo aquel tango homónimo del gran poeta y letrista Cátulo Castillo. No hace falta dar más adjetivos para la realidad de nuestro país.

Por otro lado, Francisco nos propone vivir una fiesta muy especial, un jubileo, una celebración especial. (Por si no lo sabias puedes visitar nuestro artículo https://www.vivamosjuntoslafe.com.ar/2024/04/ano-de-la-oracion-senor-ensenanos-orar.html si deseas conocer un poco mas acerca de este evento). 

Nuestra realidad tan difícil y compleja, junto a la invitación del vicario de Cristo a prepararnos para un gran encuentro: “favorecer la relación con el Señor y ofrecer momentos de auténtico descanso espiritual” . 

Esta situación trajo a mi mente un momento muy significativo en el evangelio que se vincula con nuestra realidad:

Nuestra sociedad camina abatida, desilusionada, triste en medio de un mundo donde todos los procesos duran solo un instante, al “toque” nos ofrece alternativas y opciones a lo que sentimos y pensamos. Pero en nuestro interior hay, muchas veces, una sensación de desilusión a pesar de la inmediatez cuando las cosas no resultan como las esperábamos. Y en esa vorágine cotidiana de las cosas dejamos de ser conscientes del paisaje que nos rodea, de las personas que comparten su vida con nosotros. ¿Te suena familiar está situación?. 

Después de la muerte de Jesús, Lucas narra una anécdota nacida en una circunstancia parecida a la actual. Donde dos discípulos de Jesús, es decir seguidores, iban caminando juntos hacia un pueblo.


Lo curioso es que en alguna parte del camino es el mismo Jesús quien se acerca y camina con ellos, los acompaña, sumándose a la conversación angustiante que venían trayendo. Imagínate que cuando vas con tus amigos de pronto se acerca tu artista favorito… ¡Lo reconocerías inmediatamente! 

Esto nos dice mucho, de ellos y de nosotros. Claramente estaban afectados por la realidad que estaban atravesando, habían perdido toda esperanza en el Mesías, aquél que terminó en la cruz.

Se habían rendido. Ya no esperaban nada.

Por eso no pudieron reconocer al mismísimo Jesús Resucitado. Como nosotros, absortos en nuestra realidad, dejamos de estar atentos a nuestros hermanos y hermanas, al lugar donde vivimos, a las bendiciones que Dios sigue regalándonos día a día.

Además, hay un detalle muy importante… Jesús se acercó, no se presentó, caminó con ellos y se interesó por aquello que venían conversando: «¿Qué comentaban por el camino?» (Lucas 24, 17)

¿Te diste cuenta? Jesús no se impuso, no interrumpió el camino ni la conversación. Le interesa aquello que nos preocupa, y nos escucha mientras caminamos.

Caminar juntos es un verdadero desafío, por eso mismo la Iglesia está dando pasos muy importantes a través del sínodo de la sinodalidad.

Pero todo camino lleva hacia un destino, así también cuando estos discípulos llegan al suyo, ya casi anocheciendo ocurre algo muy interesante. Jesús hace el amague de seguir su camino, pero ellos le hacen un pedido con una frase muy auténtica y espontánea: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba» (Lucas 24, 29)

Te propongo hacer nuestras esas palabras, que  esta sea nuestra oración: Quédate con nosotros Señor.

Puede pasar que no reconozcamos a Jesús a nuestro lado en los momentos más complicados, pero él está. Aprendamos a sentir y gustar de su presencia en nuestros procesos. Pero por, sobre todo, lo invitemos a caminar con nosotros, con nuestras ansiedades y alegrías. Te puedo asegurar que está esperando esa invitación. 

Los discípulos, lo invitaron, compartieron una picadita con él… y cuando estaban por dar las gracias se dieron cuenta que estaban con su maestro, recién ahí pudieron comprender porque durante el camino sentían algo entrañable, una voz familiar que les daba esperanza. Un algo que les permitía disfrutar la presencia de aquel desconocido. Ahí está vivo Jesús,  en las personas: en la comunidad. 

La comunidad católica, es decir la Iglesia, es un lugar de hospitalidad, un hogar que acoge a todos. Por eso, los discípulos salen corriendo a buscar a los hermanos, quieren compartir con ellos su experiencia de Jesús resucitado.

Para terminar, quiero invitarte a profundizar en la experiencia de esos discípulos. En resumen, ellos pudieron reconocer a su Maestro en la fracción del pan después de haber caminado y conversado con él.

En otras palabras, la vida nos muestra signos, quizás al principio no los comprendamos, pero ellos nos preparan de cierta forma para experimentar la presencia de Jesús en nuestras vidas. Para eso tenemos que invitarlo, sentarlo en nuestra mesa y compartir el pan, es decir nuestro trabajo, nuestras alegrías, tristezas, etc. Y luego de reconocerlo tenemos la misión de compartir esa experiencia con nuestros hermanos. Ese es el tipo de relación que Jesús busca tener con nosotros, caminar en nuestra vida, estar presente en nuestros procesos, quiere escucharnos, que lo invitemos, que compartamos con él… eso sí, con el compromiso de contar nuestra experiencia a nuestros hermanos.

 ¿Y vos cómo vivís tu relación con Jesús?

Autor: Víctor Ramirez.


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