domingo, 30 de junio de 2024

Meditamos el Evangelio del Domingo con el diácono Diego Olivera



Sabiduría 1,13-15.2,23-24. Salmo 30(29),2.4.5-6.11.12a.13b. Corintios 8,7.9.13-15.


Evangelio según San Marcos 5,21-43.

Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: "Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva". Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados. Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: "Con sólo tocar su manto quedaré curada". Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal. Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: "¿Quién tocó mi manto?". Sus discípulos le dijeron: "¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?". Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido. Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad. Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad". Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: "Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?". Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: "No temas, basta que creas". Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: "¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme". Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: "Talitá kum", que significa: "¡Niña, yo te lo ordeno, levántate". En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.

Homilía del diácono Diego Olivera

En este Evangelio nos encontramos con Jairo que desesperado pide la ayuda de Jesús para su hija, que se está muriendo, él siendo jefe de la sinagoga se reconoce necesitado de Dios y reconoce que Jesús puede obrar ante esta dolorosa situación, confía en que él puede sanarla y devolverle la vida.

Pensemos en padres y madres que están desesperados por la enfermedad de sus hijos, rogando a Dios por su salud, también pensemos en aquellos niños desaparecidos  y el dolor de sus padres. Oremos por ellos, podemos interceder ante Dios pidiendo por nuestros hermanos que sufren, tengamos presente a Loan y a su familia (niño de 5 años desaparecido en Corrientes, Argentina el 13 de junio).

Jesús se dirige a la casa de Jairo, en medio de una gran multitud, una mujer que padecía de hemorragias toca su manto confiando que quedará sanada y así sucede, se produce la sanación. En ese mismo momento Jesús se da cuenta de lo sucedido y preguntó: “¿Quién ha tocado mi manto?”.  Busca encontrarse con la persona que recibió la gracia de la sanación. La mujer, asustada confiesa que ella lo tocó y Jesús no la regaña, seguramente la miró con ternura y le dijo: “Hija tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda sanada de tu enfermedad”.

Jesús continúa su camino y llega a la casa de Jairo, donde todos lloran la muerte de la niña, pero él invita a entrar a la habitación al padre y a la madre de la pequeña y también a Pedro, Santiago y Juan. En la intimidad de esa habitación se produce una irradiación de vida, Jesús toma de la mano a la niña y le dice: “¡Niña, yo te lo ordeno, levántate!” . La niña se levantó y comenzó a caminar. 

A lo largo de este relato bíblico vemos como Jesús va más allá de las leyes, pone en primer lugar la humanidad sufriente. En esa cultura judía, las mujeres eran consideradas inferiores, pero Jesús las convierte en protagonistas, tiene contacto directo con dos mujeres, una de ellas padecía hemorragias (se consideraba que una mujer con flujo de sangre era impura como así también quien la tocaba, por lo tanto al consecuencia era el aislamiento social Cf. Levítico 15,19. 25)  Jesús pone misericordia por sobre la ley, no se escandaliza por la mujer que lo toca, la mira, le dirige la palabra, la sana, le devuelve la dignidad de ser parte del pueblo sin sufrir exclusión. 

Luego Jesús decide tocar a otra mujer, a una niña que la lloraban porque estaba muerta. Jesús la invita a levantarse y le devuelve la vida, sin lugar a dudas también le devuelve la alegría a sus familiares y amigos sumergidos en la tristeza y el dolor. 

Hoy Jesús también te dice a vos: “¡Levántate! No te quedes tirado en esa situación de muerte, yo quiero darte una nueva vida”

 Ahora pensemos y pidamos con mucha fe: 

¿Cuáles son aquellas situaciones de dolor que vengo cargando hace años?

Y digamos: Ven Jesús a liberarme de este dolor

¿Cuáles son aquellas situaciones o cosas que me excluyen de la comunidad?

Y digamos: Ven Jesús a restaurar mi pertenencia a la comunidad

¿Cuáles son aquellas situaciones de tristeza que sufre mi familia?

Y digamos: Ven Jesús a devolvernos la alegría

¿Cuáles son aquellas situaciones de muerte en  las que estoy sumergido?

Y digamos: Ven Jesús a darme la vida que brota de ti.

Jesús quiere salvarnos a todos, sin exclusión de nadie


Información sobre el año de la oración (2024):




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