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sábado, 22 de junio de 2024

Meditamos el Evangelio del Domingo con Fr. Emiliano Vanoli OP




Job 38,1.8-11. Salmo 107(106),23-24.25-26.28-29.30-31. II Carta de San Pablo a los Corintios 5,14-17.

Evangelio según San Marcos 4,35-41.

Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: “Vamos a la otra orilla del lago”. Entonces los discípulos despidieron a la gente y condujeron a Jesús en la misma barca en que estaba. Iban además otras barcas.

De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua. Jesús dormía en la popa, reclinado sobre un cojín. Lo despertaron y le dijeron: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” Él se despertó, reprendió al viento y dijo al mar: “¡Cállate, enmudece!” Entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma. Jesús les dijo: “¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?” Todos se quedaron espantados y se decían unos a otros: “¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?”

Homilía de Fray Emiliano Vanoli OP

¿Quién es éste?

El modo en que conocemos el mundo es más complejo de lo que a primera vista parece. No solo vemos colores, olfateamos olores, sentimos texturas y temperaturas, oímos sonidos y sentimos sabores. Eso es solo el comienzo. La experiencia recibida a través de estas ventanas al mundo exterior que son los sentidos, luego se combinan en nuestra inteligencia con otros elementos que permiten reconocer y poner un nombre a las cosas. Las experiencias previas, las expectativas y la disposición interior, por ejemplo, juegan un rol muy importante en la comprensión de la realidad.

Jesús sabía esto, y lo utilizó en su predicación. Este es el sentido que tiene el empleo de parábolas para enseñar al pueblo: “a fin de que miren y no vean, oigan y no entiendan” (Mc. 4, 10-12). No bastaba, por lo tanto, con ser testigo ocular de sus milagros u oyente directo de sus palabras, hacía falta algo más, algo interior, para descubrir en él al Mesías. Era necesario una adhesión a su persona, es decir, la fe. Solo mirando y sintiendo con fe era posible descubrir en este predicador al Hijo de Dios, y, por el contrario, si no había fe, el resultado era todo lo contrario: el escándalo y el rechazo. De esto se trata el Evangelio de este domingo.

Luego de revelarse a los escribas y fariseos (Mc. 1,14-3,6), Jesús se revela al pueblo en general, del cual obtendrá, al igual que de los primeros, el rechazo. La experiencia previa y la expectativa era tan fuerte y desencaminada sobre cómo debería ser el Mesías, que llevará a desestimar la realidad que tenían delante de sus propios ojos. Así funciona la incredulidad.

El pasaje de la tempestad calmada que se nos proclama hoy viene precisamente después de las enseñanzas de Jesús al pueblo a través de parábolas, y la declaración a sus discípulos de esta estrategia pedagógica enigmática para permitir que se manifiesta la fe. Este episodio portentoso de dominio sobre la naturaleza es el primero de varios signos en torno al lago de Genesaret (seguirán el endemoniado de Gerasa, la curación de la hemorroísa y la resurrección de la hija de Jairo).

Si unas enseñanzas a modo de comparaciones habían desorientado a la gente por su falta de fe, cuánto más este acontecimiento: “Despertándose, [Jesús] increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio! ¡Cállate!»” Ni los discípulos parecían comprender, pues Jesús les recrimina su miedo y falta de fe. Finalmente el evangelista nos presenta el estado de ánimo de los discípulos con que remata el pasaje: “Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen»”?

¿Quién es éste? Todos en algún punto de la vida, aunque seamos cristianos desde la cuna, debemos hacernos esta pregunta: ¿quién es éste? Llega el momento en que las respuestas de las catequesis, de las tradiciones familiares, de la forma de rezar, etc., es decir, absolutamente nada parece ser suficiente. ¿Quién es este? No lo que dicen los demás, o las respuestas “prefabricadas”. 

Porque, en realidad, la pregunta completa es esta: ¿quién es este… en mi vida? Y hay una solo respuesta posible que no procede de todo lo que hemos recibido de afuera, sino del interior de nuestro corazón; la única respuesta que podrá evitar el escándalo, el rechazo, y el miedo, y logrará desactivar todas nuestras resistencias y expectativas desencaminadas que conducen a la incredulidad. Solo sabremos quién es este si confiamos y adherimos a él, solo descubriremos cómo Jesús es el mesías, verdadero hombre y Dios, nuestro salvador, si nos entregamos completamente a una relación personal con Él. 


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