domingo, 30 de junio de 2024

Meditamos el Evangelio del Domingo con el diácono Diego Olivera



Sabiduría 1,13-15.2,23-24. Salmo 30(29),2.4.5-6.11.12a.13b. Corintios 8,7.9.13-15.


Evangelio según San Marcos 5,21-43.

Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: "Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva". Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados. Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: "Con sólo tocar su manto quedaré curada". Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal. Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: "¿Quién tocó mi manto?". Sus discípulos le dijeron: "¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?". Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido. Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad. Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad". Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: "Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?". Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: "No temas, basta que creas". Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: "¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme". Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: "Talitá kum", que significa: "¡Niña, yo te lo ordeno, levántate". En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.

Homilía del diácono Diego Olivera

En este Evangelio nos encontramos con Jairo que desesperado pide la ayuda de Jesús para su hija, que se está muriendo, él siendo jefe de la sinagoga se reconoce necesitado de Dios y reconoce que Jesús puede obrar ante esta dolorosa situación, confía en que él puede sanarla y devolverle la vida.

Pensemos en padres y madres que están desesperados por la enfermedad de sus hijos, rogando a Dios por su salud, también pensemos en aquellos niños desaparecidos  y el dolor de sus padres. Oremos por ellos, podemos interceder ante Dios pidiendo por nuestros hermanos que sufren, tengamos presente a Loan y a su familia (niño de 5 años desaparecido en Corrientes, Argentina el 13 de junio).

Jesús se dirige a la casa de Jairo, en medio de una gran multitud, una mujer que padecía de hemorragias toca su manto confiando que quedará sanada y así sucede, se produce la sanación. En ese mismo momento Jesús se da cuenta de lo sucedido y preguntó: “¿Quién ha tocado mi manto?”.  Busca encontrarse con la persona que recibió la gracia de la sanación. La mujer, asustada confiesa que ella lo tocó y Jesús no la regaña, seguramente la miró con ternura y le dijo: “Hija tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda sanada de tu enfermedad”.

Jesús continúa su camino y llega a la casa de Jairo, donde todos lloran la muerte de la niña, pero él invita a entrar a la habitación al padre y a la madre de la pequeña y también a Pedro, Santiago y Juan. En la intimidad de esa habitación se produce una irradiación de vida, Jesús toma de la mano a la niña y le dice: “¡Niña, yo te lo ordeno, levántate!” . La niña se levantó y comenzó a caminar. 

A lo largo de este relato bíblico vemos como Jesús va más allá de las leyes, pone en primer lugar la humanidad sufriente. En esa cultura judía, las mujeres eran consideradas inferiores, pero Jesús las convierte en protagonistas, tiene contacto directo con dos mujeres, una de ellas padecía hemorragias (se consideraba que una mujer con flujo de sangre era impura como así también quien la tocaba, por lo tanto al consecuencia era el aislamiento social Cf. Levítico 15,19. 25)  Jesús pone misericordia por sobre la ley, no se escandaliza por la mujer que lo toca, la mira, le dirige la palabra, la sana, le devuelve la dignidad de ser parte del pueblo sin sufrir exclusión. 

Luego Jesús decide tocar a otra mujer, a una niña que la lloraban porque estaba muerta. Jesús la invita a levantarse y le devuelve la vida, sin lugar a dudas también le devuelve la alegría a sus familiares y amigos sumergidos en la tristeza y el dolor. 

Hoy Jesús también te dice a vos: “¡Levántate! No te quedes tirado en esa situación de muerte, yo quiero darte una nueva vida”

 Ahora pensemos y pidamos con mucha fe: 

¿Cuáles son aquellas situaciones de dolor que vengo cargando hace años?

Y digamos: Ven Jesús a liberarme de este dolor

¿Cuáles son aquellas situaciones o cosas que me excluyen de la comunidad?

Y digamos: Ven Jesús a restaurar mi pertenencia a la comunidad

¿Cuáles son aquellas situaciones de tristeza que sufre mi familia?

Y digamos: Ven Jesús a devolvernos la alegría

¿Cuáles son aquellas situaciones de muerte en  las que estoy sumergido?

Y digamos: Ven Jesús a darme la vida que brota de ti.

Jesús quiere salvarnos a todos, sin exclusión de nadie


Información sobre el año de la oración (2024):




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jueves, 27 de junio de 2024

"Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas" - Homilía


En el marco del "Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas" se realizó una jornada comunitaria en la ciudad de Chilecito - La Rioja, Argentina, uniéndose a la movida nacional: "Ni un pibe/a menos por la droga". 

En la plaza "Caudillos Federales" se instaló un stand desde las 15:30 hasta las 18:30Hs con información sobre los espacios de contención que brinda la iglesia local para acompañar a personas con adicciones y a sus familiares: Grupo Esperanza Viva (Fazenda), Alcohólicos Annimos y el Centro Barrial Virgen de Lourdes del Hogar de Cristo.

También se realizó una campaña de prevención con el lema "probá no probar", campaña que viene difundiendo la Acción Catolica Argentina desde el año 2008







A las 19Hs se realizó la celebración Eucaristica en el Santuario de Santa Rita, a continuación compartimos la homilia del diácono Diego Olivera:

En el Evangelio de hoy escuchamos: "Cuidado con los falsos profetas. Se acercan a ustedes disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”

Hoy existen falsos profetas que anuncian un alivio del dolor y una escapatoria a los problemas cotidianos ofreciendo el consumo de drogas. Ellos son lobos rapaces disfrazados de ovejas, solo desean enriquecerse a costa de la vida de los demás y esclavizan a muchas personas convirtiéndolos en adictos.

Oremos y acompañemos a las personas que han caído en adicciones, abandonemos el prejuicio: son malos, son ladrones, son violentos, son mala gente, etc. 

También escuchamos en el Evangelio “Todo árbol bueno da frutos buenos y el árbol malo da frutos malos”. San Juan Bosco afirmó: ¡No hay jóvenes malos. Solo hay jóvenes que no saben, que pueden ser buenos… Y alguien tiene que decírselo!.  Nosotros tenemos que anunciarles que hay una Vida nueva, una vida distinta, la verdadera vida, vivir como cristianos hijos de Dios. Tenemos que decirles que pueden ser buenos y que pueden hacer mucho bien a nuestra sociedad. 

Les comparto unas palabras del papa Francisco en la catequesis de hoy: 

Cada toxicodependiente trae consigo una historia personal distinta, que debe ser escuchada, comprendida, amada y, en lo posible, sanada y purificada [...] Siguen teniendo, y más que nunca, una dignidad en cuanto personas que son hijos de Dios. 

La reducción de la drogadicción no se consigue liberalizando el consumo – esto es una fantasía – como se ha propuesto, o ya se ha aplicado, en algunos países. Y esto: se liberaliza y se consume más. Después de haber conocido tantas historias trágicas de drogadictos y de sus familias, estoy convencido de que es moralmente justo acabar con la producción y el tráfico de estas sustancias peligrosas. Cuántos traficantes de muerte hay –¡porque los traficantes de droga son traficantes de muerte! 

En mis viajes por distintas diócesis y países, he podido visitar varias comunidades de recuperación inspiradas en el Evangelio. Son un testimonio fuerte y esperanzador del compromiso de sacerdotes, personas consagradas y laicos para poner en práctica la parábola del buen samaritano. 

Queridos hermanos y hermanas, ante la trágica situación de toxicodependencia de millones de personas en todo el mundo, ante el escándalo de la producción y el tráfico ilícitos de estas drogas, «no podemos ser indiferentes». El Señor Jesús se ha detenido, se ha acercado, ha curado las llagas. Siguiendo el estilo de su proximidad, también nosotros estamos llamados a actuar, a detenernos ante las situaciones de fragilidad y dolor, a saber escuchar el grito de la soledad y la angustia, a inclinarnos para levantar y traer de vuelta a una vida nueva a quienes caen en la esclavitud de la droga.  Y recemos por los criminales que proporcionan drogas a los jóvenes: ¡son criminales, son asesinos! Recemos por su conversión. 

En este Día Mundial contra la Droga, como cristianos y comunidades eclesiales, renovemos nuestro compromiso de oración y trabajo contra la droga. (Francisco, audiencia general 26 de junio 2024)

Ahora yo me pregunto ¿Y nosotros como comunidad de Chilecito que vamos a hacer con estas palabras del papa Francisco? Solo escucharlas, haciendo de cuenta que entran por un oído y salen por otro o nos vamos a comprometer. Esta dura realidad nos compromete a todos. Todos podemos aportar algo para ayudar.

En primer lugar pienso en mí, en mi vocación sacerdotal no puedo ser indiferente a esta realidad. Cómo pastor se me confía el cuidado del rebaño y no solo en la dimensión espiritual, tenemos que cuidar la vida integral de cada persona, no puedo quedarme de brazos cruzados viendo como los lobos rapaces destruyen la vida de las ovejas de este rebaño, mientras aumenta la distribución y el consumo de drogas en Chilecito. Me alegra mucho que el P. Jorge como pastor de esta comunidad pensó en crear un centro barrial del Hogar de Cristo desde fines del 2022, un deseo que se concretó el 11 de mayo de este año, en esta misión también me acompañan el diácono Juan Manuel y Matías, seminarista que hoy vive en nuestra comunidad.

Pero esta tarea no es solo del pastor, cada oveja debe preocuparme por las demás. Cada uno de ustedes tiene que ser un buen samaritano para los hermanos que están heridos y marginados a la orilla del camino siendo esclavos de las adicciones. Vos podés rezar, podés escuchar al que lo necesita, podés colaborar con donaciones de dinero o alimentos para esta obra, podés gestionar ayuda en las instituciones competentes, podés y tenés que denunciar está realidad.

Cabe destacar el camino que viene realizando el Grupo Esperanza Viva desde hace 12 años acompañando a familias de personas con adicciones y acompañando a los jóvenes que desean ingresar a la Fazenda como también el trabajo que realizan los hermanos de Alcohólicos Anónimos desde hace 30 años, narcóticos anónimos también y además contamos con instituciones y personal de salud pública dedicados a brindar contención ante este flagelo, no dudemos en acudir a ellos para pedir ayuda. Podemos ser un instrumento, un puente, no nos cansemos de pedir ayuda para el hermano que lo necesita.

Todos los movimientos y grupos de nuestra parroquia deben abrir las puertas y salir al encuentro de los hermanos que están heridos por distintas circunstancias de la vida.  No podemos quedarnos cruzados de brazos esperando que otros lo hagan. Diciendo: “A mí no me toca, a mí no me corresponde” porque dentro de poco nos puede tocar. La droga se está llevando la vida de nuestros vecinos, tenemos que frenar esto entre todos, entre todos. En cualquier momento la droga estará presente en cada uno de sus hogares, quizás lamentablemente ya llegó a sus casas. 

Cómo Iglesia queremos acompañar esta dolorosa realidad. Pidamos al Espíritu Santo el coraje, la perseverancia y la creatividad para anunciar la liberación a nuestros hermanos que son esclavos de las drogas. Somos nosotros los encargados de transmitir un mensaje de Esperanza con palabras y  con gestos concretos. 

Y ojala se pueda decir de nuestro pueblo lo que escuchamos en la primera lectura: "Y todo el pueblo se comprometió en la alianza", comprometerse en la alianza con Dios implica también comprometerse en la alianza con nuestros hermanos, especialmente con los que más sufren. Amén

En Buenos Aires dicen "Ni un pibe/a menos por la droga", aquí digamos juntos: "Ni un chango y ni una chinita menos por la droga"



En la celeración Eucaristica se presentaron: 

UNAS MANOS: con ellas queremos simbolizar el esfuerzo de tantas familias y personas que trabajan por mejorar la calidad de vida de tantos jóvenes que cayeron en las adicciones, para que Tu Señor fortalezcas y bendigas su trabajo. 

UNA MOCHILA: hay tantas cosas que los niños y jóvenes cargan en sus espaldas que los hacen caer. Sin darse cuenta en ellos pesan los intereses mezquinos de los narcos, de los comerciantes y de algunos dirigentes que quieren enriquecerse a costas de la vida de otros. Limpia Señor el corazón y el cuerpo de los adictos que están deseosos de dar frutos buenos.








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sábado, 22 de junio de 2024

Meditamos el Evangelio del Domingo con Fr. Emiliano Vanoli OP




Job 38,1.8-11. Salmo 107(106),23-24.25-26.28-29.30-31. II Carta de San Pablo a los Corintios 5,14-17.

Evangelio según San Marcos 4,35-41.

Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: “Vamos a la otra orilla del lago”. Entonces los discípulos despidieron a la gente y condujeron a Jesús en la misma barca en que estaba. Iban además otras barcas.

De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua. Jesús dormía en la popa, reclinado sobre un cojín. Lo despertaron y le dijeron: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” Él se despertó, reprendió al viento y dijo al mar: “¡Cállate, enmudece!” Entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma. Jesús les dijo: “¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?” Todos se quedaron espantados y se decían unos a otros: “¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?”

Homilía de Fray Emiliano Vanoli OP

¿Quién es éste?

El modo en que conocemos el mundo es más complejo de lo que a primera vista parece. No solo vemos colores, olfateamos olores, sentimos texturas y temperaturas, oímos sonidos y sentimos sabores. Eso es solo el comienzo. La experiencia recibida a través de estas ventanas al mundo exterior que son los sentidos, luego se combinan en nuestra inteligencia con otros elementos que permiten reconocer y poner un nombre a las cosas. Las experiencias previas, las expectativas y la disposición interior, por ejemplo, juegan un rol muy importante en la comprensión de la realidad.

Jesús sabía esto, y lo utilizó en su predicación. Este es el sentido que tiene el empleo de parábolas para enseñar al pueblo: “a fin de que miren y no vean, oigan y no entiendan” (Mc. 4, 10-12). No bastaba, por lo tanto, con ser testigo ocular de sus milagros u oyente directo de sus palabras, hacía falta algo más, algo interior, para descubrir en él al Mesías. Era necesario una adhesión a su persona, es decir, la fe. Solo mirando y sintiendo con fe era posible descubrir en este predicador al Hijo de Dios, y, por el contrario, si no había fe, el resultado era todo lo contrario: el escándalo y el rechazo. De esto se trata el Evangelio de este domingo.

Luego de revelarse a los escribas y fariseos (Mc. 1,14-3,6), Jesús se revela al pueblo en general, del cual obtendrá, al igual que de los primeros, el rechazo. La experiencia previa y la expectativa era tan fuerte y desencaminada sobre cómo debería ser el Mesías, que llevará a desestimar la realidad que tenían delante de sus propios ojos. Así funciona la incredulidad.

El pasaje de la tempestad calmada que se nos proclama hoy viene precisamente después de las enseñanzas de Jesús al pueblo a través de parábolas, y la declaración a sus discípulos de esta estrategia pedagógica enigmática para permitir que se manifiesta la fe. Este episodio portentoso de dominio sobre la naturaleza es el primero de varios signos en torno al lago de Genesaret (seguirán el endemoniado de Gerasa, la curación de la hemorroísa y la resurrección de la hija de Jairo).

Si unas enseñanzas a modo de comparaciones habían desorientado a la gente por su falta de fe, cuánto más este acontecimiento: “Despertándose, [Jesús] increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio! ¡Cállate!»” Ni los discípulos parecían comprender, pues Jesús les recrimina su miedo y falta de fe. Finalmente el evangelista nos presenta el estado de ánimo de los discípulos con que remata el pasaje: “Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen»”?

¿Quién es éste? Todos en algún punto de la vida, aunque seamos cristianos desde la cuna, debemos hacernos esta pregunta: ¿quién es éste? Llega el momento en que las respuestas de las catequesis, de las tradiciones familiares, de la forma de rezar, etc., es decir, absolutamente nada parece ser suficiente. ¿Quién es este? No lo que dicen los demás, o las respuestas “prefabricadas”. 

Porque, en realidad, la pregunta completa es esta: ¿quién es este… en mi vida? Y hay una solo respuesta posible que no procede de todo lo que hemos recibido de afuera, sino del interior de nuestro corazón; la única respuesta que podrá evitar el escándalo, el rechazo, y el miedo, y logrará desactivar todas nuestras resistencias y expectativas desencaminadas que conducen a la incredulidad. Solo sabremos quién es este si confiamos y adherimos a él, solo descubriremos cómo Jesús es el mesías, verdadero hombre y Dios, nuestro salvador, si nos entregamos completamente a una relación personal con Él. 


Información sobre el año de la oración (2024):



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jueves, 20 de junio de 2024

Mi vínculo con Jesús en la oración

Vivimos junio, el mes que marca la mitad de nuestro recorrido anual, y más allá de lo trillada de la frase “el principio del fin”, esta paradoja nos hace caer en la cuenta de que empezamos la segunda mitad del año. 

Un año bien cargadito de cambios, de complejidades, hasta de desencuentros. Como lo dijo aquel tango homónimo del gran poeta y letrista Cátulo Castillo. No hace falta dar más adjetivos para la realidad de nuestro país.

Por otro lado, Francisco nos propone vivir una fiesta muy especial, un jubileo, una celebración especial. (Por si no lo sabias puedes visitar nuestro artículo https://www.vivamosjuntoslafe.com.ar/2024/04/ano-de-la-oracion-senor-ensenanos-orar.html si deseas conocer un poco mas acerca de este evento). 

Nuestra realidad tan difícil y compleja, junto a la invitación del vicario de Cristo a prepararnos para un gran encuentro: “favorecer la relación con el Señor y ofrecer momentos de auténtico descanso espiritual” . 

Esta situación trajo a mi mente un momento muy significativo en el evangelio que se vincula con nuestra realidad:

Nuestra sociedad camina abatida, desilusionada, triste en medio de un mundo donde todos los procesos duran solo un instante, al “toque” nos ofrece alternativas y opciones a lo que sentimos y pensamos. Pero en nuestro interior hay, muchas veces, una sensación de desilusión a pesar de la inmediatez cuando las cosas no resultan como las esperábamos. Y en esa vorágine cotidiana de las cosas dejamos de ser conscientes del paisaje que nos rodea, de las personas que comparten su vida con nosotros. ¿Te suena familiar está situación?. 

Después de la muerte de Jesús, Lucas narra una anécdota nacida en una circunstancia parecida a la actual. Donde dos discípulos de Jesús, es decir seguidores, iban caminando juntos hacia un pueblo.


Lo curioso es que en alguna parte del camino es el mismo Jesús quien se acerca y camina con ellos, los acompaña, sumándose a la conversación angustiante que venían trayendo. Imagínate que cuando vas con tus amigos de pronto se acerca tu artista favorito… ¡Lo reconocerías inmediatamente! 

Esto nos dice mucho, de ellos y de nosotros. Claramente estaban afectados por la realidad que estaban atravesando, habían perdido toda esperanza en el Mesías, aquél que terminó en la cruz.

Se habían rendido. Ya no esperaban nada.

Por eso no pudieron reconocer al mismísimo Jesús Resucitado. Como nosotros, absortos en nuestra realidad, dejamos de estar atentos a nuestros hermanos y hermanas, al lugar donde vivimos, a las bendiciones que Dios sigue regalándonos día a día.

Además, hay un detalle muy importante… Jesús se acercó, no se presentó, caminó con ellos y se interesó por aquello que venían conversando: «¿Qué comentaban por el camino?» (Lucas 24, 17)

¿Te diste cuenta? Jesús no se impuso, no interrumpió el camino ni la conversación. Le interesa aquello que nos preocupa, y nos escucha mientras caminamos.

Caminar juntos es un verdadero desafío, por eso mismo la Iglesia está dando pasos muy importantes a través del sínodo de la sinodalidad.

Pero todo camino lleva hacia un destino, así también cuando estos discípulos llegan al suyo, ya casi anocheciendo ocurre algo muy interesante. Jesús hace el amague de seguir su camino, pero ellos le hacen un pedido con una frase muy auténtica y espontánea: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba» (Lucas 24, 29)

Te propongo hacer nuestras esas palabras, que  esta sea nuestra oración: Quédate con nosotros Señor.

Puede pasar que no reconozcamos a Jesús a nuestro lado en los momentos más complicados, pero él está. Aprendamos a sentir y gustar de su presencia en nuestros procesos. Pero por, sobre todo, lo invitemos a caminar con nosotros, con nuestras ansiedades y alegrías. Te puedo asegurar que está esperando esa invitación. 

Los discípulos, lo invitaron, compartieron una picadita con él… y cuando estaban por dar las gracias se dieron cuenta que estaban con su maestro, recién ahí pudieron comprender porque durante el camino sentían algo entrañable, una voz familiar que les daba esperanza. Un algo que les permitía disfrutar la presencia de aquel desconocido. Ahí está vivo Jesús,  en las personas: en la comunidad. 

La comunidad católica, es decir la Iglesia, es un lugar de hospitalidad, un hogar que acoge a todos. Por eso, los discípulos salen corriendo a buscar a los hermanos, quieren compartir con ellos su experiencia de Jesús resucitado.

Para terminar, quiero invitarte a profundizar en la experiencia de esos discípulos. En resumen, ellos pudieron reconocer a su Maestro en la fracción del pan después de haber caminado y conversado con él.

En otras palabras, la vida nos muestra signos, quizás al principio no los comprendamos, pero ellos nos preparan de cierta forma para experimentar la presencia de Jesús en nuestras vidas. Para eso tenemos que invitarlo, sentarlo en nuestra mesa y compartir el pan, es decir nuestro trabajo, nuestras alegrías, tristezas, etc. Y luego de reconocerlo tenemos la misión de compartir esa experiencia con nuestros hermanos. Ese es el tipo de relación que Jesús busca tener con nosotros, caminar en nuestra vida, estar presente en nuestros procesos, quiere escucharnos, que lo invitemos, que compartamos con él… eso sí, con el compromiso de contar nuestra experiencia a nuestros hermanos.

 ¿Y vos cómo vivís tu relación con Jesús?

Autor: Víctor Ramirez.


sábado, 8 de junio de 2024

Meditamos el Evangelio del Domingo con Fr. Josué González Rivera OP



Génesis 39-15 / Sal 129, 1-8 / 2° Corintios 4, 13 - 5, 1

Evangelio según San Marcos 3,20-35.

Jesús regresó a la casa, y de nuevo se juntó tanta gente que ni siquiera podían comer. Cuando sus parientes se enteraron, salieron para llevárselo, porque decían: "Es un exaltado". Los escribas que habían venido de Jerusalén decían: "Está poseído por Belzebul y expulsa a los demonios por el poder del Príncipe de los Demonios". Jesús los llamó y por medio de comparaciones les explicó: "¿Cómo Satanás va a expulsar a Satanás? Un reino donde hay luchas internas no puede subsistir. Y una familia dividida tampoco puede subsistir. Por lo tanto, si Satanás se dividió, levantándose contra sí mismo, ya no puede subsistir, sino que ha llegado a su fin. Pero nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa. Les aseguro que todo será perdonado a los hombres: todos los pecados y cualquier blasfemia que profieran. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón jamás: es culpable de pecado para siempre". Jesús dijo esto porque ellos decían: "Está poseído por un espíritu impuro". Entonces llegaron su madre y sus hermanos y, quedándose afuera, lo mandaron llamar. La multitud estaba sentada alrededor de Jesús, y le dijeron: "Tu madre y tus hermanos te buscan ahí afuera". El les respondió: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?". Y dirigiendo su mirada sobre los que estaban sentados alrededor de él, dijo: "Estos son mi madre y mis hermanos. Porque el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre".

Homilía de Fr. Josué González Rivera OP

EL QUE HAGA LA VOLUNTAD DE DIOS, ESE ES MI HERMANO Y MI HERMANA Y MI MADRE

Retomamos los domingos del Tiempo Ordinario y continuamos con la lectura del Evangelio de San Marcos, correspondiente al ciclo litúrgico B en el cual nos encontramos. Este domingo, la liturgia nos invita a reflexionar sobre dos temas principales: el pecado y la gracia. Estos conceptos pueden considerarse una única temática, pues abarcan nuestra vida entera en relación con Dios. La gracia representa la presencia de Dios y nuestra cercanía con Él, mientras que el pecado simboliza la separación y el rechazo de esa compañía gratuita.

Para profundizar en estas ideas, me gustaría que consideráramos tres personajes en el Evangelio de este domingo: 1) los familiares de Jesús, 2) los escribas judíos y 3) la gente que estaba junto a Jesús. Aunque se trate de grupos compuestos por varias personas, ya que hablan y actúan en conjunto sin que destaque un individuo concreto, podemos considerarlos como un solo personaje en este relato. Entonces, ¿podríamos identificar la relación de estos personajes con Jesús? Para ello, comparto algunas ideas sobre cada uno.

Primero, contemplemos a los familiares de Jesús. Una vez que el Señor ha comenzado su vida pública, predica el Reinado de Dios y realiza signos que confirman esta Buena Noticia. Se da a conocer y atrae a mucha gente. Sus parientes piensan que algo puede estar mal, que "ha perdido la cabeza" porque ha comenzado algo nuevo que llama poderosamente la atención. La familia de Jesús tiene un temor legítimo, ya que es probable que supieran que ese tipo de movimientos eran reprimidos por el Imperio romano o por las autoridades judías. Había que proteger a Jesús. Este temor lo podríamos ver confirmado por la presencia del segundo personaje.

La narración de esta “intervención familiar” tiene en el centro una confrontación con los escribas, representantes de las autoridades judías, quienes lanzan una seria acusación: este Nazareno usa el poder del demonio, de un espíritu impuro. Ante tales palabras, Jesús explica por qué esto es un sinsentido. Además de eso, la primera lectura nos ha recordado el protoevangelio que se puede identificar en el Génesis, es decir, un anticipo claro de la Buena Noticia. En la condena de Dios a la serpiente, reconocemos que Jesús es el hijo de aquella que aplastará la cabeza de quien siembra el pecado. Jesús es aquel más fuerte, capaz de liberar y conseguir el perdón de todo pecado que nos separa de Dios. A diferencia del temor que siente Adán, quien se esconde y después trata de justificar su mal; en Jesús podemos reconocer lo que se repite en el salmo: “En el Señor se encuentra la misericordia” y por ello se dice que “todo será perdonado”.

Descubrimos que Dios quiere perdonar. Él está constantemente ofreciendo su Gracia, nos invita a estar en relación con Él. Podemos fallar, vamos a fallar, pero podemos reconocer nuestros errores y reconciliarnos nuevamente. Solo hay un pecado que no se perdona: blasfemar contra el Espíritu Santo. ¿Cómo se comete ese pecado? Tradicionalmente se ha entendido que este pecado es justamente el rechazo y la negación de una relación con Él. Esta blasfemia es no reconocerlo, manteniéndose en una cerrazón de corazón y de entendimiento que no da lugar a su presencia reconciliadora y gratuita. Si Jesús ha sido concebido por el Espíritu y este también se ha manifestado en su bautismo, rechazar a Jesús es rechazar al Espíritu Santo. Aquí el pecado está en rechazar esa misma gracia que es Dios mismo, su Espíritu en el Hijo, lo cual significa cerrarse a la vida y al amor. Podríamos presuponer que esa era la situación del segundo personaje del evangelio, es decir, de quienes sospechaban de la actividad de Jesús pues no conseguían ver a Dios en Jesús.

Pero nuestra historia no está predeterminada, ni hay un destino fatal ya escrito. Mientras transcurre nuestra vida en este mundo, siempre está abierta la posibilidad de abrir el corazón, arrepentirnos de ese mal y convertirnos a una vida nueva, superando toda condición de pecado para acercarnos a Dios por medio de Jesús y recibir su Espíritu en nosotros.

El tercer personaje del evangelio es la gente que estaba junto a Jesús, los seguidores que mantienen una relación cercana con Él. Podríamos decir, con el esquema simple que he planteado en esta reflexión, que estos son los que están en gracia, los que mantienen una relación cercana con el Señor, llegando a considerarse sus familiares. Es Jesús mismo quien reconoce un vínculo “espiritual” incluso superior al determinado por la “genética”. Así, estar en gracia, según la reflexión que aquí propongo, es haber encontrado esa riqueza de la que nos habla San Pablo en la segunda lectura: una gracia encaminada hacia la vida eterna que alcanzaremos en el cielo, pero que debemos trabajar por anticipar en nuestra actualidad haciendo la voluntad de Dios.

Esa es parte de la Buena Noticia que debemos anunciar y compartir, no como una serie de reglas a seguir para “pertenecer a nuestro club”, sino como una constante invitación para que los otros también se relacionen con Dios. Y la principal invitación se hace con el ejemplo que tenemos que dar como parientes de Jesús, esforzándonos por andar como Él anduvo, actualizando sus palabras y sus gestos, los valores del Reinado de Dios en medio de nuestras vidas.

Que podamos vivir esa relación con Dios, alejando de nosotros todo pecado que nos impida gozar más hondamente de esa gracia, y que sepamos comunicar esa Buena Noticia. Pidamos el don de ser ese tercer personaje, seguidores que puedan ser llamados auténticamente hermanos y hermanas de Jesús. Amén.




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martes, 4 de junio de 2024

Ecce homo (he aquí el hombre)


La Sagrada Escritura, aunque no es un tratado de antropología, contiene respuestas a las preguntas más profundas de la humanidad. Una de estas preguntas, recurrente tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, se refiere a la identidad, naturaleza, capacidades y, sobre todo, a la relación del hombre con su Creador.
La primera referencia a esta cuestión aparece en el libro del Génesis, donde el hombre es presentado como la culminación de la obra creadora de la Trinidad, dándole vida “desde la nada” en el sexto día. Este acto destaca porque el hombre no es creado como el resto de las criaturas, sino con una característica distintiva: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” (Génesis 1:26). Dios, como un artesano, modela del barro la vasija que contendrá el inmenso tesoro de participar en la vida eterna. Ser creados a imagen y semejanza de Dios significa no solo racionalidad y libertad como propiedades constitutivas de la naturaleza humana, sino también, desde el principio, la capacidad de una relación personal con Dios, como un “yo” y un “tú”, y, por ende, la capacidad de alianza reflejada en la comunicación salvífica de Dios al hombre (Dominum et Vivificantem, 34).
Esta pregunta sobre el hombre también se expresa en otros pasajes de la Escritura, que manifiestan admiración por su valor y dignidad y buscan comprender el amor y la distinción que Dios hizo para con él. En el Salmo 8:5-6 leemos: “¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo de Adán para que de él te cuides? Apenas inferior a un dios le hiciste, coronándole de gloria y de esplendor.” De manera similar, el Salmo 144:3 dice: “¿Qué es el hombre para que le conozcas, el hijo de hombre para que en él pienses?” Y en Job 7:17-18: “¿Qué es el hombre para que tanto de él te ocupes, para que pongas en él tu corazón, para que le escrutes todas las mañanas y a cada instante le escudriñes?” El Nuevo Testamento también recoge esta pregunta en Hebreos 2:6: “¿Qué es el hombre, para que lo recuerdes?”
La respuesta más profunda parece estar en el Evangelio de Juan, donde, después de la flagelación de Jesús, Pilato lo presenta a la multitud diciendo: “Ecce homo” (Juan 19:5). “He aquí al hombre”. Esta escena plantea una crucial paradoja sobre la condición humana. ¿Qué sucedió con esa criatura hecha a imagen divina, coronada de gloria y majestad? ¿Qué tiene de paradójico contemplar la imagen de un hombre cuya humanidad se presenta sangrando y en carne viva?


La escena de “Ecce homo” muestra la imagen más radical de la humanidad, marcada por el dolor, el sufrimiento y el flagelo del pecado. Al mismo tiempo, nos revela al Verbo, recordándonos el momento de la creación del hombre. “Ecce homo” podría significar “he aquí la carne, que, como barro deforme, es preparada para ser elevada al torno de la cruz, para una nueva creación”. Es una nueva acción de Dios para regalarnos “desde la nada”, gratuitamente, la salvación y la vida eterna.
La obra de redención realizada por el Verbo, que asumió nuestra herida naturaleza, se hace realidad también en nosotros mediante la gracia que recibimos a través de la oración. La oración actúa como un bálsamo que cura y un aceite que nos fortalece en la lucha espiritual. Así, la oración se convierte en un medio crucial para restaurar la relación con Dios y la semejanza divina en nosotros.
La caída de Adán y Eva no destruyó la imagen de Dios en el hombre, pero sí distorsionó la semejanza, introduciendo la corrupción y la muerte en la experiencia humana. La redención a través de Jesucristo, el nuevo Adán, es un proceso de restauración y perfeccionamiento de esta semejanza. En este contexto, la oración juega un papel fundamental, ya que es a través de la oración que el ser humano se abre a la acción transformadora de la gracia divina.
La oración no es simplemente una práctica piadosa, sino un medio de transformación ontológica. A través de ella, el creyente se une a Cristo y participa en su vida divina. La encarnación del Verbo es el punto culminante del plan de Dios para la humanidad, donde el Hijo de Dios se hizo hombre para que los hombres pudieran convertirse en hijos de Dios. Este proceso de divinización implica una transformación completa del ser humano, algo que se realiza principalmente a través de la oración y los sacramentos.
Al orar, el cristiano entra en comunión con el Padre a través del Hijo en el Espíritu Santo. Esta comunión no es una mera relación externa, sino una incorporación real a la vida divina, lo que permite al creyente ser transformado a imagen de Cristo. Así, la oración es tanto un medio de comunicación con Dios como un proceso de conformación del ser humano a la imagen de Cristo, para recuperar esa semejanza herida.
El “Ecce homo” es una invitación a dejarnos curar para restaurar nuestras heridas, para recuperar en nosotros la semejanza con que nuestra carne fue moldeada. A eso nos invita San Ireneo de Lyon que nos recuerda: “Pon en sus manos un corazón blando y moldeable, y conserva la imagen según la cual el Artista te plasmó; guarda en ti la humedad, no vaya a ser que, si te endureces, pierdas las huellas de sus dedos.”

Autor: José Antonio Carrascosa, Dr. en Educación



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