miércoles, 22 de mayo de 2024

La oración es para seguir a Jesús


                                       

  


Jesús pasaba sus noches en intimidad con el Padre, así también fue la vida de los santos como Santo Domingo de Guzmán,que vivía sus noches en intimidad con el Señor hablando a Dios de los hombres y de día, en su predicación, hablaba a los hombres de Dios. Cuánta falta nos hace ser faros que iluminen la noche oscura en la que la humanidad está sumida. Siendo intercesores ante Dios por los que no creen, por los que han perdido la esperanza o ven la vida sin sentido. 


¿Cómo habrá orado Jesús que sus discípulos le pidieron: “Maestro, enséñanos a orar”? Y les enseñó el Padre Nuestro,dónde por primera vez a Dios le decíamos Padre. Esa es la gracia que recibimos en la oración: hablar con Quién sabemos que nos ama, nos espera y no nos juzga, sino que siempre está atento a cada uno como un Padre, un Amigo, un Compañero de camino.


Fruto de la oración de Jesús es la elección de los 12 apóstoles. Cada uno de nosotros,llamados a seguirlo,somos fruto de esa noche de oración. Cómo aquella oración del Evangelio de San Juan dónde Jesús ruega al Padre por los que compartieron su vida pública, por los que gracias a ellos creerán en Él, rezando para que seamos uno y nos consagre el Padre en la verdad.






Es fuerte pero real, afirmar que, sin oración, no hay seguimiento. La oración es algo central y fundante en el seguimiento de Cristo. Sin oración podrá haber cumplimiento de normas, preceptos, incluso sacramentos, pero no seguimiento. Como creyentes en Jesús, el seguimiento es una cuestión de relación personal, de encuentro en un tú a tú vinculante, de comunicación interior hasta el enamoramiento, hasta la unión de personas, hasta establecer a Cristo en nuestro más profundo centro, como dice Santa Teresa  “en el centro de ella (del alma)  se me representó Cristo nuestro Señor” (V 40,5). Quien ocupa nuestro espacio interior es Jesús. La oración nos impregna de su vida, su Palabra y de su persona, en definitiva, nos va conformando e igualando con Él. 


Personajes bíblicos han comprendido quién es Dios luego de un encuentro personal, como Job que al final dice: “sólo te conocía de oídas, pero ahora te han visto mis ojos”. Nos puede pasar de conocer a Jesús de oídas pero por medio de la oración lo conocemos porque tocamos su corazón como él toca el nuestro. En esa intimidad,dejamos de ser siervo y somos amigos, porque “nos ha dado a conocer todo lo que ha oído del Padre”, porque comparte su Cuerpo y su Sangre.


Seguimiento-oración-relación, van  intrínsecamente unidos, no se pueden desvincular. Forman un todo fundante. Implican una manera de ser y vivir.  Santa Teresa aconseja: “Representad al mismo Señor junto con vos y mirad con qué  amor y humildad os está enseñando; y creedme, mientras pudiereis, no estéis sin tan buen amigo. Si os acostumbrais a traerle con vos, y él ve que lo hacéis con amor y que andáis procurando contentarle, no le podréis como dicen echar de vos; no os faltará para siempre; ayudaros ha en todos vuestros trabajos; tenerle en todas partes. ¿Pensáis que es poco un tal amigo al lado?” (C 26)


San Pablo es el testimonio cercano de que en la oración encontramos la fortaleza para sobrellevar nuestra debilidad, porque su gracia se manifiesta en ella. 


La Iglesia naciente de Pentecostés estaba en oración cuando recibió el Espíritu Santo y en compañía de la Virgen, nuestra Madre. Pidámosle a María, Madre de la Iglesia, mujer orante y de una fe inquebrantable que nos enseñe a guardar todo en el corazón y a hacer todo lo que Jesús nos diga,  por eso le pedimos que nos alcance la gracia del abandono y la confianza para buscar a Jesús y dejarnos encontrar por Él.


Hna. Graciela Correa Brito OP


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