lunes, 29 de abril de 2024

El camino del Resucitado - Vía Lucis







El papa Francisco nos ha invitado a vivir el año de la oración, en este tiempo pascual te invitamos a rezar el Via Lucis.

Podemos decir que los católicos tenemos varios eventos importantes, pero ninguno de ellos tiene tanta trascendencia como la Semana Santa.Ya sea porque vemos alguna película relacionada con la vida de Jesús o porque tenemos un fin de semana largo. Sea cual sea el motivo, esa semana es especial. Te invito a sentarte junto a tus padres o abuelos preguntarle cómo vivían ellos la semana santa, nos gustaría que puedas compartir con nosotros a través de los comentarios como la vivieron ellos y como la vivís vos ahora.

Quizás algunos coincidan con aquella tradición de ir a un determinado lugar, ya sea un templo, un campo, un cerro, donde la familia acompaña simbólicamente a Cristo a través del rezo del Vía Crucis. Especialmente el Viernes Santo. Donde se recuerdan algunos de los momentos más significativos de Jesús, desde que es apresado hasta que muere en la cruz.

Una vez que termina la cuaresma, con el Domingo de Resurrección empezamos una nueva etapa, el tiempo de  la Pascua. En este tiempo estamos invitados a caminar junto a  Jesús Resucitado. Es decir, así como seguimos los pasos de Jesús hacia su martirio durante la cuaresma y la semana santa, ahora recorremos los momentos que ocurrieron luego de su resurrección hasta la venida del Espíritu Santo.

Tanto el Vía Crucis como el Vía Lucís son modos de oración. El Vaticano a través de sus documentos los reconoce  como “ejercicios de piedad”[1].Al recorrer las estaciones del Via Lucis nos hacemos testigos de la resurrección y herederos de la misión que Jesús encomendó a sus discípulos: llevar la buena noticia por todo el mundo.

El Vía Lucís es una manera de recordar que desde el Domingo de Resurrección hasta Pentecostés hay cincuenta días llenos de acontecimientos inolvidables y trascendentales que fueron vividos muy intensamente por los discípulos de Jesús, e incluso por María. Y nosotros no debemos dejarlo pasar así nomás.La historia de Jesús no termina con la muerte en cruz.

Jesús expresó mediante la cruz cuanto amor siente por nosotros, ahora, a través de la resurrección quiere compartir con nosotros su alegría de habernos reconciliado con el Padre. Podríamos decir que allí se realiza efectivamente nuestra historia de salvación. Al vencer el pecado y la muerte, Jesús abre para nosotros las puertas de la eternidad.

De esta manera complementamos el Vía Crucis con el Vía Lucís para recordar que nuestra fe no termina con Cristo crucificado y muerto en la cruz, sino que nuestra fe se fundamenta en un Cristo que pasó por la cruz y resucitó.

Después de aquel gesto de amor infinito, al morir en la cruz, nos deja su presencia eterna a través del Espíritu Santo. El Espíritu nos permitirá encontrar el sentido profundo de todo lo que hizo Jesús.

Te invito a rezar el Vía Lucís con tu familia, con tu comunidad, o quien quieras compartirlo. Descargaraquí el Via Lucis

  

Cristo ha resucitado, Aleluya!

 

 



[1]Directorio sobre la piedad popular y la liturgia. (s. f.). https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/ccdds/documents/rc_con_ccdds_doc_20020513_vers-direttorio_sp.html

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sábado, 27 de abril de 2024

Meditamos el Evangelio del 5° Domingo de Pascua con Fray Paul OP



Hechos de los Apóstoles 9,26-31. Salmo 22(21),26b-27.28.30.31-32. Epístola I de San Juan 3,18-24.


Evangelio según San Juan 15,1-8.


Jesús dijo a sus discípulos:

Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador.

El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía.

Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié. Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde. Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán. La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.»


Homilía por Fray Paul OP 


La imagen de la viña es una parábola que Jesús usa en los evangelios sinópticos para enseñar cómo es el Reino de los Cielos, el fruto de la vid es la Eucaristía. Sin embargo, en el evangelio de Juan vemos que Jesús mismo es la Vid Verdadera, es uno de los tantos "Yo soy" que emplea para desvelar el misterio de su nombre divino y de su persona. Jesús es la Vid de verdad y el Padre el viñador. El Padre es el encargado de purificar los sarmientos, es decir, a Él le compete la tarea de cortar, podar y limpiarnos para poder dar más fruto. Si creemos que ya somos fructíferos por nuestras buenas obras, Dios nos invita a ser más fecundos todavía. 


La Palabra de Dios es la que ayuda a purificarnos. Esta palabra "purificar" en griego es "katarsis". Se trata de una poda, de cortar y extirpar todo aquello que nos hace daño y contamina el alma. Hay que dejar que la fuerza de la Palabra divina haga éste efecto sanador en nosotros. 


El Evangelio debe cumplir la tarea de una podadora para embellecer nuestro corazón. De este modo permaneceremos en Él, así como Él permanece en nosotros. La permanencia, el estar arraigados y firmes en la fe cristiana, es la garantía para dar cada vez más frutos, porque sin Él nada podremos hacer. Si alguno se aleja de su presencia, Él mismo se encargará de podarnos  y avivarnos con su fuego purificador. Lo fascinante de todo esto es que nosotros podemos colaborar con el Viñador en ésta tarea. Estamos llamados a consolar a los que se han alejado de la Viña del Señor para restablecerlos a la fe. Esto podemos pedirlo al Señor. Ser sus instrumentos, así como el Viñador necesita de herramientas para recoger los frutos, así mismo Dios quiere necesitar de obreros y operarios para deleitarse de lo dulce de la Vid. 


San Ireneo decía que "la gloria de Dios es que el hombre viva". Pienso que lo decía inspirado en éstas palabras de Juan "la gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto". Porque ciertamente una vida estéril e infecunda no es vida. La vida nos ha sido dada para fructificarla, para multiplicar los dones que el Señor nos ha regalado, en el estilo de vida que vivamos, en la vocación particular que fuera, estamos llamado a dar frutos en abundancia, porque al final de todo, "por sus frutos los reconoceréis" (Mt 7,20).


¿Sabias que el papa Francisco nos invitó a vivir el año de la Oración? Más información aquí



Homilías de Pascua:






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sábado, 20 de abril de 2024

Meditamos el Evangelio del 4° Domingo de Pascua con Pbro. Pablo Montaño


Hechos de los Apóstoles 4, 8-12. / Salmo 118(117), 1.8-9.21-23.26.28.29. / Epístola I de San Juan 3, 1-2.


Evangelio según San Juan 10, 11-18.


Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas.

El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa.

Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas.

Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí -como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas.

Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor.

El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla.

Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre".


Homilía por el Pbro. Pablo Montaño:


Estamos celebrando hoy el cuarto Domingo de Pascua, rezando especialmente hoy junto a toda la Iglesia en la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones.


Como todos los años, la figura que nos acompaña y habla es la de Jesús Buen Pastor, y qué bonito dejar que el pastoreo de Jesús nos hable a todos, no sólo a los sacerdotes o consagrados, sino a todos! Porque en definitiva, todos de un modo u otro, pero muy concretamente, hacemos eco y realidad en la Iglesia y en el mundo el pastoreo de Jesús.


Si pudiésemos resumir la liturgia de la Palabra de este fin de semana, creo que podríamos usar una palabra: COMPROMETERSE.


Vamos a ir de atrás para adelante…

¿Por qué el Buen Pastor es capaz de dar su vida por las ovejas? ¿Por qué las conoce?. Porque se comprometió apasionadamente por cada una, por cada uno de nosotros. Y justamente el compromiso es eso, con la propia vida, actitudes, decisiones, saber decirle al otro "sos importante para mi" "doy la vida por vos". Y es justamente lo que Jesús hizo, y nos repite a cada rato. Él, como Buen Pastor no se deja llevar por la "aparente multitud" del rebaño; tiene la delicadeza, la grandeza de saber comprometerse con la vida, la historia y la realidad de cada una.


Es justamente lo que los Apóstoles aprendieron, y de lo que nos habla la primera lectura. El testimonio de quienes supieron comprometerse con el que estaba al borde del camino, hasta olvidado…


Si leemos un poco antes de esta parte de los Hechos, encontramos una frase de Pedro que nos puede ayudar mucho a entrar en lo que celebramos este fin de semana; dice así: “No tengo ni plata ni oro, pero te doy lo que tengo” (Hch. 3,6). No dieron algo ajeno, no dieron lo que sobraba, se dieron ellos mismos, como lo hizo Jesús. Qué bonito poder imaginar que en el corazón de los Apóstoles resonaban las palabras de Jesús: “Tomen, coman, esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes”... Tomen, esto soy yo, me entregó totalmente por ustedes, sin guardar ni reservar nada.


Y ése es el desafío de vivir la vocación al modo de Jesús; hoy él nos invita a vivir nuestra vocación al modo de su pastoreo: nos llama a comprometernos, a jugárnosla, a darnos del todo por el otro que tiene un nombre y un rostro concreto. Por eso hablamos de vocación, porque nos compromete toda nuestra existencia para que seamos don para los demás.


Así nos pastorea Jesús, y así nos quiere pastoreando. No de un modo "déspota" u opresor, encerrando a las ovejas en el corral de mis propias lógicas, sino aprendiendo mirar con corazón de pastor tanto a las que están, cómo a las que deciden dejar el corral; y tanto para unas y otras, aprender a gastar la vida. Un calzado gastado, con la suela finita es signo que se ha usado mucho, que tiene mucho caminado… Qué lindo que nuestra vida también se vea así, no prolija, no extremadamente cuidada… Gastada. Por cada uno, porque Jesús me envía, me confía tantas personas, y porque gastar la vida por los demás nos puede hacer sumamente felices y plenos!!


Para esto qué necesario es detener la marcha del camino, aunque sea por este fin de semana, y desde aquí contemplar al Pastor, y pedirle sólo una gracia: poder comprometernos como Él se compromete con nosotros.


Qué lindo que hoy podamos rezar especialmente por los jóvenes, y comprometernos con ellos para que puedan descubrir lo que Dios sueña para sus vidas, la vocación que ha pensado desde siempre para ellos. Por eso les regalo está pequeña parte del mensaje de Francisco para este fin de semana:

“Por todo esto les digo una vez más, como durante la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa: “Rise up! – ¡Levántense!”. Despertémonos del sueño, salgamos de la indiferencia, abramos las rejas de la prisión en la que tantas veces nos encerramos, para que cada uno de nosotros pueda descubrir la propia vocación en la Iglesia y en el mundo y se convierta en peregrino de esperanza y artífice de paz. Apasionémonos por la vida y comprometámonos en el cuidado amoroso de aquellos que están a nuestro lado y del ambiente donde vivimos.


Se los repito: ¡tengan la valentía de involucrarse! Don Oreste Benzi, un infatigable apóstol de la caridad, siempre en favor de los últimos y de los indefensos, solía repetir que no hay nadie tan pobre que no tenga nada que dar, ni hay nadie tan rico que no tenga necesidad de algo que recibir.



Homilías de Pascua:





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sábado, 13 de abril de 2024

Meditamos el Evangelio del 3° Domingo de Pascua con Fray Josué González Rivera OP


Hechos de los Apóstoles 3,13-15.17-19. Salmo 4,2.4.7.9. Epístola I de San Juan 2,1-5a. 


Evangelio según San Lucas 24,35-48.


Los discípulos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes".

Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu,

pero Jesús les preguntó: "¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas?

Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo".

Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies.

Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen aquí algo para comer?".

Ellos le presentaron un trozo de pescado asado;

él lo tomó y lo comió delante de todos.

Después les dijo: "Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos".

Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras,

y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día,

y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados.

Ustedes son testigos de todo esto."


Homilia por Fray Josué González Rivera OP


El Evangelio de la liturgia de este domingo nos relata la experiencia que los discípulos tuvieron con Jesucristo resucitado según san Lucas. En este tiempo de Pascua que, como esos seguidores de Jesús, también nosotros nos reunimos en el cenáculo como comunidad creyente y confiamos en que esa “paz” dada por el Señor también puede llegar a nuestras vidas, familias y comunidades. 


En esta reunión que nos presenta san Lucas podríamos notar elementos análogos a los que conservamos en nuestras liturgias actuales: hay una comida (aunque este momento solo se dice que Jesús comió) y hay una revisión de las Sagradas Escrituras, siendo similar a lo que vivieron esos dos discípulos en Emaús. 


Teniendo esto en el horizonte, particularmente llama la atención que, incluso viendo y quizás tocando al resucitado, los discípulos aún no lograban superar el impacto de su presencia. La comida fue importante para demostrar la solidez de su cuerpo y para revivir la comunión compartida con el Señor, pero también fue necesario que comprendieran las Escrituras. 


Esto último puede confrontarnos nosotros hoy, haciendo que nos preguntemos: ¿qué lugar ocupa la Palabra de Dios en nuestra vida? ¿Podemos decir que entendemos las Sagradas Escrituras? ¿Acaso nuestras incredulidades y “dudas” también necesitan esa iluminación con la Palabra de Dios para poder comprender mejor, creer más firmemente y poder reconocer al resucitado?


En el Evangelio de este domingo es Jesús quien les explica las Escrituras, y nosotros contamos con esa misma presencia mediante su Espíritu, que es el mismísimo Espíritu Santo que habita personalmente en la comunidad de los bautizados. Como bien enseña el Concilio Vaticano II: “la Sagrada Escritura hay que leerla e interpretarla con el mismo Espíritu con que se escribió para sacar el sentido exacto de los textos sagrados” (Dei Verbum, 12). Así que, cada vez que leamos la Biblia de forma personal o de forma comunitaria, debemos de invocar al Espíritu Santo para que nos ilumine y ayude a comprender acertadamente su mensaje de salvación. 


La celebración litúrgica es el mejor contexto para la lectura de la Palabra de Dios. Aquellos que pueden hacerlo diariamente no deberían desaprovechar la oportunidad, y quienes no, deberían al menos escuchar la Palabra cada domingo. Además, es muy beneficioso que cada día leyéramos el evangelio o algún pasaje, de tal forma que siempre estemos en contacto con este mensaje que nos ofrece la Escritura. Pues, así como es importante el Pan Eucarístico, el Pan de la Palabra también es alimento que nos nutre, por ello “la Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escrituras al igual que el mismo Cuerpo del Señor” (Dei verbum, 21). 


Comprender el Antiguo Testamento a luz de la vida de Jesucristo es la clave, bajo la iluminación que les dio el Espíritu Santo, es parte del impulso que motivó a las primeras comunidades cristianas para salir del temor e ir al mundo a predicar que Dios cumple sus promesas, nos trae la vida plena y nos enseña un camino de salvación. Con ello termina el Evangelio de este domingo, si estamos dispuestos a tener este encuentro con el resucitado, nutriéndonos con su Palabra, como los primeros discípulos también nosotros nos convertiremos en testigos capaces de predicar con palabras y con obras. 


"Ustedes son testigos de todo esto", dice el Señor, los cuales deben predicar en su Nombre a todas las naciones la conversión. De esa forma, en la primera lectura, escuchamos una parte del kerigma que san Pedro predicó en Jerusalén, anunciando de forma explícita la Buena Nueva. Pero ese discurso testimonial que podemos hacer debe ir acompañado de las obras, como nos lo recuerda San Juan en la segunda lectura. Así, palabras y obras son parte de ese testimonio por el cual reconocemos que Jesucristo resucitado nos reconcilia con Dios y nos da vida plena. 


Que podamos recibir su enseñanza con humildad y vivir según su ejemplo, compartiendo el amor y la paz que Él nos ofrece. Que nuestras palabras y acciones sean testimonio. Que, bajo la iluminación del Espíritu a nuestras inteligencias, busquemos en las Sagradas Escrituras la guía y el consuelo que necesitamos en nuestros días. Que extendamos la mano de reconciliación y amor a aquellos que nos rodean, siguiendo el modelo de nuestro Salvador. Que nos comprometamos a ser verdaderos discípulos de Jesús, llevando su luz a un mundo que tanto lo necesita.


¿Sabias que el papa Francisco nos invitó a vivir el año de la OraciónMás información aquí


Homilías de Pascua:




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viernes, 12 de abril de 2024

AÑO DE LA ORACIÓN - "SEÑOR ENSEÑANOS A ORAR"


El 21 de enero del año 2024, el Santo Padre Francisco ha inaugurado oficialmente el Año de la Oración, durante el Ángelus:

¡Queridos hermanos y hermanas!

“Los próximos meses nos conducirán a la apertura de la Puerta Santa, con la que comenzaremos el Jubileo. Les pido que intensifiquen la oración para prepararnos a vivir bien este acontecimiento de gracia y experimentar la fuerza de la esperanza de Dios. Por eso comenzamos hoy el Año de la oración, un año dedicado a redescubrir el gran valor y la absoluta necesidad de la oración en la vida personal, en la vida de la Iglesia y en el mundo”.

Ya en la Carta del 11 de febrero de 2022, dirigida al Pro-Prefecto, S.E. Mons. Rino Fisichella, para encargar al Dicasterio para la Evangelización del Jubileo, el Papa había escrito: «Me alegra pensar que el año 2024, que precede al acontecimiento del Jubileo, pueda dedicarse a una gran “sinfonía” de oración, ante todo, para recuperar el deseo de estar en la presencia del Señor, de escucharlo y adorarlo.

¿Qué es el Jubileo?

Jubileo es el nombre de un año particular.  Encontramos un dato en la Biblia (Levíticos 25,8119): Se convocaba cada 50 años, se proponía como la ocasión para restablecer la correcta relación con Dios, con las personas y con la creación, y conllevaba el perdón de las deudas, la restitución de terrenos enajenados y el descanso de la tierra.

El papa Bonifacio VIII, en 1300, convocó el primer Jubileo, llamado también “Año Santo”, porque es un tiempo en el que se experimenta que la santidad de Dios nos transforma. Con el tiempo, la frecuencia ha ido cambiando: al principio era cada 100 años; en 1343 se redujo a 50 años por Clemente VI y en 1470 a 25 años por Pablo II.

¿Cómo nos preparamos para el próximo Jubileo 2025?

Francisco nos invita a vivir la preparación para el próximo jubileo con una fuerte experiencia de oración personal y comunitaria.

"2024 será, por tanto, un Año de preparación al Jubileo que está a punto de comenzar y un Año durante el cual se perfilará el horizonte espiritual del acontecimiento jubilar que va mucho más allá de cualquier forma necesaria y urgente de organización estructural. El Año de la Oración se enmarca en este contexto para favorecer la relación con el Señor y ofrecer momentos de auténtico descanso espiritual. Un oasis para descansar del estrés cotidiano donde la oración se convierte en alimento para la vida cristiana de fe, esperanza y caridad”, afirmó Monseñor Rino Fisichella, Pro-Prefecto del Dicasterio para la Evangelización.

Este no es un Año con iniciativas particulares sino más bien un momento privilegiado para redescubrir el valor de la oración, la necesidad de la oración diaria en la vida cristiana; cómo orar, y sobre todo cómo educar a orar hoy, en la era de la cultura digital.

El Dicasterio para la Evangelización preparó un material (PDF) que se titula “Enséñanos a orar”, en el mismo encontrarán las enseñanzas del Papa Francisco sobre la oración, propuestas para: la oración en la comunidad parroquial, en la familia, la oración en los santuarios, la oración de los jóvenes y catequesis sobre la oración. Podes descargarlo aquí

 El Año de la Oración en Vivamos juntos la Fe

Desde Vivamos juntos la Fe también te invitamos a vivir el año de la oración. Todos los meses vamos a publicar contenido relacionado a la vida espiritual y la oración:

Abril: La Pascua y la Oración

Mayo: El Espíritu Santo y la Oración

Junio: El vínculo con Jesús en la oración

Julio: Caminar con otros en la vida espiritual

Agosto: La formación y la oración

Septiembre: La Biblia y la Oración

Octubre: La oración misionera

Noviembre: La oración y la Santidad

Diciembre: El Adviento y la Oración

 

Vivamos juntos el Año de la Oración


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sábado, 6 de abril de 2024

Meditamos el Evangelio del 2° Domingo de Pascua con Pbro. Renzo Gallo


Hechos de los Apóstoles 4,32-35. Salmo 118(117),2-4.16-18.22-24. Epístola I de San Juan 5,1-6.


Evangelio según San Juan 20,19-31.


Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes". Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo.

Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan". Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!". Él les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré". Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe". Tomas respondió: "¡Señor mío y Dios mío!". Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!". Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.


Homilía por el Pbro. Renzo Gallo. 


Seguimos caminando este tiempo de Pascua, y los textos de este segundo Domingo nos invitan a seguir profundizando en el seguimiento de este Cristo que está vivo y nos invita a resucitar con Él.


En esta oportunidad los textos nos invitan a poner la mirada sobre nuestra fe. Sabemos que la fe es un don, es un regalo que nos viene de Dios, por lo que necesitamos pedir que se mantenga ardiendo en nuestro corazón y estar atentos para poder custodiarlo. 


Por un lado, los textos del libro de los Hechos como del cuarto Evangelio, nos sitúan en un contexto de persecución, donde los personajes experimentan el ser rechazados y amenazados. En el libro de Hechos, podemos verlo en los versículos anteriores (Hech. 4, 1-31), y en el caso del Evangelio de Juan lo encontramos en la expresión “…estando cerradas las puertas del lugar… por temor a los judíos…” (Jn. 20, 19). Sin embargo, estas situaciones que experimentan no es impedimento para que el encuentro con Jesús resucitado se dé, como así también se observan los frutos de ese encuentro. 


Nuestra fe está llamada a aferrarse y a crecer en contextos sociales, pero por sobre todo personales, en los que los problemas están presentes. No es extraño que Jesús, al presentarse a los discípulos, les regale su paz. El fruto de la paz que el Señor regala a aquellos que se dejan encontrar por Él, no es ausencia de dificultades, sino un regalo que posibilita hacer frente y encarar lo que se va suscitando en nuestras vidas y en nuestros entornos.


Debemos evitar la tentación de querer vivir nuestra fe como un modo de huir o de evitar hacer frente a las realidades que están presentes en nuestras vidas. Antes que eso, nuestro encuentro con el Señor nos puede ofrecer nuevos modos de encarar nuestra vida concreta.


Por otro lado, nos encontramos en el Evangelio de Juan a un discípulo que en la primera aparición no se encontraba en ese lugar: Tomás. Es este discípulo, quien nos deja otra enseñanza, la de querer que Dios obre como nosotros lo esperamos de Él. 


La fe de Tomás está en maduración, como la de cada uno de nosotros. Pero en nuestra experiencia de encuentro con el Señor, podemos caer en la dinámica de querer controlar a Dios o incluso de intentar manipularlo. Podemos poner ante Él nuestras expectativas y deseos personales, buscando que sea Él quien los cumpla. Otra tentación en nuestra vida de fe, puede ser la de intercambiar roles, donde es Dios quien ocupa el lugar de quien obedece o hace caso, y nosotros del que propone el camino. 


De cualquier modo, como se encuentre nuestro seguimiento del Señor, estamos llamados a no dejar que nuestra relación con Él decaiga, o se enfríe. Es Dios quien nos ha regalado su Espíritu Santo, y quien nos ha hecho sus templos, y miembros de su cuerpo por medio del Bautismo.


Que este tiempo de gracia, que es la Pascua, el Señor nos regale el seguir madurando y creciendo en nuestra fe, en el encuentro con Él. Ojalá podamos hacer nuestra, la expresión del salmista: “¡es eterno su amor!”. 


Nuestra experiencia del amor del Señor nos permitirá afrontar nuestra vida desde nuevos lugares, con una mirada renovada que solo Él nos puede regalar. Que este tiempo sea de paz y gozo en el Señor, y que en nuestras vidas podamos experimentar el gozo de anunciar al Señor, su resurrección y su amor por todos. 


Homilías de Pascua:


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