Un nuevo año, una nueva cuaresma que ya está con nosotros, un tiempo litúrgico especial que nos invita a prepararnos para algo grande. Para quienes no creen, una parte más del año. Para los cristianos, una nueva oportunidad de hacer las cosas de manera diferente.
Cuaresma, una nueva oportunidad… ¿desperdiciada?
Puede que al iniciar esta cuaresma hayas planteado objetivos a cumplir antes de la pascua. O tal vez seas de los cristianos que se dejan llevar por el tiempo a ver cómo avanza. Quizás seas de aquellos que ni se enteraron que la cuaresma ya estaba sobre nosotros. No te preocupes, no hablaremos aquí de cómo te tomó esta cuaresma, sino de cómo la terminarás.
Normalmente, si nos preocupamos de nuestra vida espiritual, en algún momento de la cuaresma (a veces es más de un momento), comenzaremos a plantearnos objetivos a cumplir antes de que la cuaresma termine. Tal vez rezar más, asistir a misa con más devoción, ayudar más a la gente… Pero, extrañamente, solemos terminar la cuaresma preguntándonos dónde quedaron esos objetivos. Parece que cada año, sin importar cuanto lo intentemos, terminamos reprochándonos por no cumplir aquello que prometimos.
No te asustes, no quiero criticar tus objetivos. Plantearnos objetivos para crecer en nuestra vida espiritual es sumamente importante. Debemos tener siempre una sed de grandeza, de buscar cosas grandes, necesitamos la locura de la santidad. Siempre plantearnos el ir más allá es parte del camino. Tenemos que animarnos a soñar en grande.
Pero la pregunta sigue en pie, ¿por qué siempre terminamos fallando la mayoría de los objetivos que nos planteamos en este tiempo? Voy a arriesgar una respuesta: porque la mayoría de los objetivos que nos proponemos miran a lo que YO QUIERO para este tiempo y raramente miran a AQUEL al que debería QUERER ENCONTRAR en este tiempo.
Nos olvidamos que la cuaresma es un camino de encuentro con Aquel que me ama. Mi vida espiritual no es un trabajo que hago en soledad, es un camino con el amado. ¿Por qué no comienzo con preguntar que es lo que él me pide para este tiempo?
El tiempo y tu tiempo
Seamos sinceros, no nos sobra el tiempo. Te diré algo, no importa si trabajas, si estudias o si tienes todo día libre, no tendrás tiempo para las cosas espirituales si no luchas por ellas. Aunque tengas muchas horas libres en tu día, si te descuidas, ni siquiera tendrás esas horas, porque pasarán cuando tu no estas prestando atención. Por eso no perdamos el tiempo pensando en la mansión espiritual que vas a construir esta cuaresma, sino que comencemos preparando los cimientos. Para eso nos plantearemos la primera pregunta: ¿qué me pide la santa madre iglesia en este tiempo? La oración colecta de la misa de miércoles de ceniza puede ayudarnos:
“Dios nuestro, acompaña con tu benevolencia
los comienzos de nuestro camino penitencial
para que nuestras prácticas exteriores
expresen la sinceridad de nuestro corazón…”
La respuesta está en las “prácticas exteriores” que son el ayuno, la limosna y la oración. Practicas que deben estar siempre en la vida del cristiano, pero que en este tiempo deben acrecentarse.
Las practicas exteriores: Oración, ayuno y limosna
SI estas avanzado en tu vida espiritual, tal vez las claves que te daré a continuación te parezcan poca cosa. Recuerda que la vida cristiana tiene un piso (un mínimo) pero no tiene un techo. No te conformes con lo poco si puedes alcanzar lo mucho. Pero tampoco busques lo mucho si no puedes alcanzar este mínimo.
La oración
Nuestra vida siempre es un combate, ya nos lo afirmaba el libro de Job “¿No es una milicia lo que hace el hombre en la tierra...?” (Jb 7,1) Y los cristianos tenemos la certeza de que ese combate se gana con la oración. Este tiempo de cuaresma es para que la oración que tengas, poca o mucha, se intensifique. La oración es nuestra fuerza en la debilidad, es dialogo de amor, es encuentro reparador. ¿Por qué le escapas a ese momento?
Algunas claves de ayuda para la oración:
¿No tienes tiempo? ¡Prográmalo! Y luego respeta esa palabra que te diste. ¿Cómo?:
Como mínimo: Siempre una palabra al Señor a la mañana.
Siempre un agradecimiento al Señor en la noche.
Siempre darle gracias por el alimento. ¡Bendice tu comida!
•Me es difícil o no puedo dar gracias en mi trabajo o bendecir la comida porque hay gente que no comparte mi fe. No importa, usa tus pensamientos para dar gracias y pedir la bendición del Señor.
Alguno podrá decirme: “¡Tenemos que demostrar que somos cristianos ante todos! No podemos ocultar que somos cristianos.” Si tú puedes hacerlo, Bendito sea el Señor. Si no puedes o no lo haces, hazlo al menos mentalmente.
•Si sueles “olvidarte” de rezar a la mañana y a la noche, pon en tu mesa de luz un papel pegado con una frase: “Bendito seas Señor…” y completa con una palabra o frase como, por ejemplo: Bendito seas Señor por este día. Te aseguro que harás el hábito de rezar cada vez que entres a tu cuarto.
•Toma una hoja de papel y escribe en ella, varias veces, el inicio del Ave María (Dios te salve María…). Corta cada trozo y ponlos en lugares o cosas que frecuentas (si estudias, ponlo en las hojas de tu libro o cuaderno). Cada vez que lo veas sigue la oración.
La misa del domingo no es una opción, es una necesidad. Este domingo el Señor te espera.
Tal vez la oración cueste al principio, tal vez te distraigas mucho. Tu haz oración, aunque tu mente no esté donde tú estás. La oración es un dialogo que puede ser muy imperfecto de nuestra parte, pero siempre es perfecto de parte de Aquel que te ama, te escucha y te habla. Persevera y veras que la oración te transforma y que toda tu vida puede (y debe) convertirse en oración.
El ayuno (y la abstinencia)
El ayuno tiene la doble función de poder ofrecer algo al Señor, hacer un sacrificio (sacrificio, sacrum-facere, hacer sagrado) y la de aprender a dominar las pasiones. Se nos pide un mínimo. Ofrece algo, prívate de algo por amor. La abstinencia implica privarnos de carne en ciertos días.
Recordemos que el cristiano no es un masoquista. No ayunamos para hacernos sufrir, sino por amor. El ayuno no es un fin en sí mismo, sino que es un camino de encuentro.
La Madre Iglesia nos pide que ayuno y abstinencia el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, y la abstinencia de carne también los otros viernes de cuaresma. (Cf. CIC 1251)
“La ley de la abstinencia obliga a los que han cumplido catorce años; la del ayuno, a todos los mayores de edad, hasta que hayan cumplido cincuenta y nueve años.” (CIC 1252)
Ayuno implica mucho más que privar al cuerpo de alimentos, implica aprender a apartar nuestra mirada de las cosas terrenas y dirigirlas más hacia el Cielo. No basta con privarnos de alimentos si no somos capaces de refrenar nuestras pasiones, nuestra crítica destructiva, nuestros enojos…
Algunas claves de ayuda para el ayuno
•Recuerda los días de ayuno y abstinencia.
•Recuerda que el ayuno no es el objetivo en sí mismo, sino que es para acercarte más al Señor.
•“Me cuesta mucho ayunar”
-Comienza con privarte de algo por amor. Y hazlo conscientemente.
-¡Hazlo oración! Esa factura, ese dulce que está sobre la mesa, ese pedacito de pizza que querías comer… déjalo ahí y dile al Señor: “Por ti Señor y por aquellos que sufren necesidad.”
•Los viernes nada de carne. Ese asadito, puede esperar al sábado.
•“Padre, yo ayuno los cuarenta días de cuaresma”
-El ayuno implica penitencia y los domingos son festivos… ¡no se ayuna en domingo!
-La caridad empieza por uno mismo, ¿qué fuerza tendrás para trabajar o para orar si no comes?
La limosna
Para el cristiano la limosna es esencial. Nace del corazón que se conmueve por la necesidad de los demás. Toda nuestra vida debe ser vista como don y debe ser ofrecida como don. No es dar las cosas que me sobran, sino aprender a privarme de algo por amor y ofrecerlo a alguien que lo necesite.
La limosna está estrechamente vinculada con la oración y el ayuno. La oración ablanda mi corazón y me hace ver las cosas desde una nueva perspectiva. Me hace consciente de mis hermanos, especialmente aquellos que más lo necesitan. El ayuno me ayuda a privarme de cosas por amor. La limosna me ayuda a poner en obra mi amor, ofreciendo aquello de lo que me he privado para saciar la necesidad de un hermano.
Algunas claves de ayuda para la limosna
•Ese bizcochuelo que sueles hacer para el mate, esa leche que ibas a tomar con tu café, ese suéter que tanto te gusta… ofrécelo. Llévalos a un merendero, a un comedor.
•“No tengo nada material que pueda ofrecer.”
-Sonríe más en tu trabajo
-En tu casa, con los tuyos… ¡la mejor de tus actitudes!
-Ofrece tu oído a quién lo necesite, aunque sea en ese tiempo que no tienes.
-Saluda, aunque no recibas un saludo a cambio.
Se perseverante, empieza por el mínimo, pero no te quedes en el mínimo. Si has hecho las cosas bien, al menos habrás conseguido el hábito de la oración en esta cuaresma. ¡No lo pierdas! Haz logrado algo grandioso.
¡Que el Señor bendiga tu vida y tu camino cuaresmal!
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