Nos encontramos celebrando la Navidad, la octava de Navidad. Sin dudas es una navidad distinta para nuestro mundo, aunque cierto ya no estamos en el confinamiento por la pandemia, los desafíos y las crudezas de este mundo siguen presentes.
Debo confesarles que me interpela la realidad de hoy en día:
tanto por las dificultades que estamos enfrentando como país, como por los
conflictos armados que se están dando. Y un gran dolor produce la noticia que
no se pudieron celebrar las misas de navidad en la misma tierra donde nació
Jesús. Qué difícil es celebrar la Navidad sabiendo que tantas cosas tan
dolorosas están pasando.
La fragilidad de las cosas terrenas se hace más presente que nunca y al darle vueltas a esta idea me preguntaba cómo encontrar el verdadero espíritu navideño… o más bien: ¿qué es el espíritu navideño?
La primera respuesta que me surge en el corazón es que el
espíritu navideño es Jesús. Los regalos, que expresan el cariño entre los seres
queridos, y la cena de navidad también es fruto de la gracia de Dios y del
saber que Cristo ha nacido. Y ahí esta el centro de nuestra fiesta y de nuestra
fe. La alegría está en un Cristo que salva, un Cristo que nos salva y un Cristo
que salva en la medida en la que lo miremos, busquemos amarlo y centremos
nuestra vida en Él. Nuestra alegría es Cristo.
¿Cómo se conjuga esa alegría con la crudeza de la realidad
actual? Pues sobreabundan las fotografías de niños y mujeres palestinos muertos
o desesperados. Pero la realidad misma del cristianismo esta plagada de
paradojas.
La primera paradoja la encontramos en la esperanza mesiánica
del mundo judío que ansiaba un liberador del tipo político-económico que les
devolviera la autonomía y los liberara del poder de los romanos. Otra paradoja
es que ese Niño-Dios que vino para salvarnos lo hizo de manera tan sencilla y
humilde, tanto que le fue rechazado hasta un lugar digno para nacer. Y si
reflexionamos sobre la navidad vemos que está llena de paradojas. Nuestra
propia vida de fe está llena de paradojas.
En el pesebre la presencia de lo sobrenatural totalmente
inserta en lo pequeño, lo ordinario y lo natural. Dios obrando desde lo
concreto y ordinario, desde dentro del tiempo y de los acontecimientos, Dios
obrando desde dentro de la materia. Siempre me imaginé la gracia de Dios y Dios
obrando como (Alerta Spoiler) Neo en Matrix I, cuando logra ver los números que
crean la Matrix. Asi como toda la realidad de la matrix esta compuesta por esos
números, en nuestro mundo real todo está repleto de la gracia de Dios y todo es
para nuestra santificación.
Hay que reconocer que cuesta ver esa gracia de Dios obrante en tanto mal, ya que la libertad de poder elegir el mal es algo que excede nuestra capacidad de entendimiento. Empezando “por casa” y los propios pecados, obviamente. Pero la luz que trae ese pequeño niño entre tanta oscuridad es absolutamente deslumbrante. Y lo más lindo de todo es que solo se deja ver a quienes abren los ojos a la gracia y buscan ver el mundo con asombro sencillez. «Dios eligió lo que el mundo tiene por necio, para confundir a los sabios; lo que el mundo tiene por débil, para confundir a los fuertes» (1 Cor. 1,27) nos dice Pablo y no porque sea un dios sádico que le guste confundirnos, sino más bien para ubicarnos en nuestra realidad de creaturas frente al Creador.
Difícil tarea es la de volver a dejarse sorprender y volver a nacer en la inocencia, sin perder la conciencia del mal en el mundo. Pero esto también puede ser un aliciente para animarnos a ir a por los más pequeños y sufrientes, los alter christus (otros cristos) despojados y rechazados y olvidados. Por otro lado, sobran los casos de santos que ofrecieron las incomodidades y sufrimientos que les tocó padecer por aquellos otros pequeños y olvidados. El poder de la oración y la intercesión es impresionante.
Navidad en tiempos difíciles es una invitación para volver a animarnos a buscar lo sobrenatural en lo natural, y para obrar en lo que nos toca de cada día, o bien ayudando un gran capital de gracia al rezar y ofrecer lo diario por aquellos más necesitados de gracia y conversión. Cristo vuelve a hacerse hombre para volver a decirnos que Él esta y estará con nosotros hasta el fin de los tiempos.
“Los ángeles siguen cantando”
vuelve a hacerse niño
para decirnos
que Dios no está lejos.
“Paz en la tierra
a los hombres que ama el Señor”
Pidámosle
a su indefensa omnipotencia
que doblegue y disipe
la arrogancia de la violencia;
que cancele en los corazones
el odio
e infunda en ellos
el amor;
que dentro de poco
ninguna nación del mundo
recuerde ya
lo que es la guerra
(Chiara Lubich)[1]
[1] Chiara Lubich, Navidad para todos, (Bs.As., Ciudad Nueva, 1999)
Autor: Victor Grinenco
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