"Queridos
hermanas y hermanos, buenas tardes. Ustedes hoy van a caminar con Jesús. Jesús
es «el camino» (Jn 14,6) y vamos a caminar con él, porque él caminó, cuando
estuvo entre nosotros Jesús caminó, caminó curando a los enfermos, atendiendo a
los pobres, haciendo justicia, caminó predicando, enseñando al otro. Jesús
camina, pero el camino que más está grabado en nuestro corazón es el camino del
Calvario, el camino de la cruz y hoy ustedes van con la oración, nosotros, yo
también, con la oración a renovar el camino de la cruz. Y miremos a Jesús que
pasa y caminemos con él. El camino de Jesús es Dios que sale de sí mismo, sale
de sí mismo para caminar entre nosotros. Eso que escuchamos tantas veces en la
Misa, “y el Verbo se hizo carne y caminó entre nosotros”. ¿Se acuerdan? “Y el
Verbo se hizo hombre y caminó entre nosotros”, y eso lo hace por amor. Y la
cruz que acompaña cada Jornada Mundial de la Juventud es el ícono, es la figura
de este camino. La Cruz es el sentido más grande del amor más grande. Ese amor
con Jesús quiere abrazar nuestra vida. ¿Nuestra? Pero sí, la tuya, la tuya, la
tuya, la de cada uno de nosotros. Jesús camina por mí, lo tenemos que decir
todos. Jesús empieza este camino por mí, para dar su vida por mí, y nadie tiene
más amor que el que da la vida por sus amigos, el que da la vida por los demás.
No se olviden esto, nadie tiene más amor que quien da la vida y esto lo enseñó
Jesús. Por eso cuando miramos el crucificado, que es tan doloroso, una cosa tan
dura, vemos la belleza del amor que da su vida por cada uno de nosotros.
Decía
una persona muy creyente, una frase que a mí me tocó mucho. Decía así: “Señor,
por tu inefable agonía puedo creer en el amor”. Y Jesús camina pero espera
algo, espera nuestra compañía, espera que miremos. No sé, espera abrir ventanas
de mi alma, de tu alma, del alma de cada uno de nosotros.
Qué
feas son las almas cerradas, que siembran para adentro, sonríen para adentro,
no tienen sentido, Jesús camina y espera con su amor, espera con su ternura
darnos consuelo, enjugar nuestras lágrimas.
Yo les hago una
pregunta ahora, pero no la contesten en voz alta. Cada uno se la contesta para
sí: ¿Yo lloro de vez en cuando? ¿Hay cosas en la vida que me hacen llorar?
Todos
en la vida hemos llorado y lloramos todavía. Y ahí está Jesús con nosotros, Él llora
con nosotros. Porque nos acompaña en la oscuridad que nos lleva al llanto. Voy
a hacer un poquito de silencio y cada uno le diga a Jesús por qué llora en la
vida. Cada uno de nosotros se lo dice a Jesús ahora, en silencio.
Jesús
con su ternura enjuga nuestras lágrimas escondidas. Jesús espera colmar con su
cercanía nuestra soledad. Qué tristes son los momentos de soledad. Él está ahí,
Él quiere colmar esa soledad. Jesús quiere colmar nuestro miedo, tu miedo, mi
miedo. Esos miedos oscuros, los quiere colmar con su consolación. Y Él espera a
empujarnos, a abrazar el riesgo de amar. Ustedes lo saben, lo saben mejor que
yo. Amar es riesgoso. Hay que correr el riesgo de amar. Es un riesgo, pero vale
la pena correrlo y Él nos acompaña en esto. Siempre nos acompaña, siempre
camina, siempre a lo largo de la vida está junto a nosotros.
Yo
no quisiera abundar más cosas. Hoy vamos a hacer el camino con él, el camino de
su sufrimiento, el camino de nuestras ansiedades, el camino de nuestras
soledades.
Ahora,
un segundito de silencio y cada uno de nosotros piense en el propio
sufrimiento, piense en la propia ansiedad, piense en las propias miserias. No
tengan miedo, piensen y piensen en las ganas de que el alma vuelva a sonreír. Y
Jesús camina a la cruz, muere en la cruz para que nuestra alma pueda sonreír.
Amén."
1 | Jesús es
condenado a muerte
Señor,
Pilatos firmó el decreto. Firmó el decreto que extinguió Tu futuro. "Este
ser humano debe morir; ya no tendrá futuro".
Muchos
jóvenes sienten esto hoy, Señor, que nos quitan el futuro. Se nos dice que la
vida está llena de oportunidades, pero es difícil ver dónde están esas oportunidades
cuando el dinero no alcanza, cuando no se consigue trabajo y cuando tener
acceso a la educación es en la práctica, muchas veces imposible.
Señor,
incluso cuando te condenaron a muerte, no te dejaste abatir. Le explicaste a
Pilato que no tendría poder sobre Ti si Dios no lo permitía. Y con el Padre a
tu lado, seguiste adelante, confiando en el futuro. Enséñanos a hacer lo mismo.
2 | Jesús toma la cruz sobre sus hombros
Pusieron
sobre Tu espalda un pesado tronco de madera. Y ya Te habían torturado. ¡Qué
violencia, Señor! Viviste en un mundo violento y fuiste víctima de esa
violencia.
El
mundo en el que vivimos quizá no sea muy distinto. Guerras, bombardeos,
tiroteos masivos, pero también violencia en los matrimonios y en las
relaciones, maltrato infantil, acoso escolar, abuso de poder, familias en las
que se lanzan palabras que son peores que las piedras.
Te
pusieron una cruz en la espalda, pero tú, Señor, no te rendiste. ¿Dónde
encontraste la fuerza para caminar? Te imagino diciéndote a ti mismo: "El
amor triunfará sobre la violencia". Señor, dame la fuerza para amar.
3 | Jesús cae por primera vez
Lo
siento, Señor, no estoy acostumbrado a ver a mis héroes abandonados en el suelo
con la boca llena de tierra. ¿Por qué te has sometido? Es demasiado abandono;
es demasiada soledad.
Tú,
solo. Así me siento también a veces cuando espero un mensaje que no llega o un
abrazo que no aparece. A veces pienso que es culpa mía, que no sirvo para esto
y que me cierro en mí mismo; otras veces pienso que vivo en un mundo egoísta en
el que cada uno sólo piensa en sí mismo. No lo sé, sólo sé que hay muchos
jóvenes solos; incluso cuando están rodeados de gente.
Te
miro caído en el suelo. Te imagino levantando la cabeza y mirándome. Te imagino
diciendo: "Caigo contigo para levantarte conmigo. Vamos, levántate y
avanza. Vayamos juntos".
4 | Jesús se encuentra con su Madre
Probablemente,
entre los gritos de la multitud, oyó la voz de Su madre. Una voz suave e
inconfundible. "Hijo mío. Estoy aquí". Buscaste su rostro. Lo
encontraste sereno diciendo "sí" con la cabeza. "Sí". Eso
era todo lo que necesitabas ver. Una señal de confirmación. Una señal que venía
del amor puro. Como diciendo: "Adelante, comprométete, comprométete con el
Bien. Dios te ayudará".
Háblame
al oído, madre de Jesús. Háblame de amor, háblame de compromiso. De compromiso
con el Bien. No dejes que me siente a esperar. Esperando el "momento
ideal", a la persona ideal, al trabajo ideal, a la Iglesia ideal. No me
dejes sentarme y preguntarme, mientras el mundo sigue adelante sin mí y sin lo
que yo tendría que darle. María, ayúdame a abrazar mi vocación.
5 | Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la Cruz
Los
soldados obligaron a un hombre llamado Simón a llevar la cruz de Jesús. No se
lo pidieron, le obligaron. A la fuerza. Era un campesino. Ni siquiera era
romano. No valía, no tenía derecho a decir si quería o si no quería.
Hoy,
el mundo también está lleno de exclusiones e intolerancias. Hay minorías que no
tienen derecho a hablar, ni siquiera a existir. En muchos países, ni siquiera
puedes practicar tu religión. Muchas personas no pueden expresar libremente sus
ideas. Cada grupo quiere imponer su manera de ver y expulsar a quien piense
diferente. A veces incluso dentro de la Iglesia. A veces incluso dentro de
nuestros propios corazones.
Tú,
Señor, has sido víctima de la intolerancia. Pero no te dejaste dominar por el
odio. Y por eso puedes ser puente entre todos. Enséñanos a ser constructores de
puentes allí donde estemos.
6 | La Verónica limpia el rostro de Jesús
Señor,
una mujer atravesó la multitud para limpiar tu rostro y tu imagen quedó grabada
en su pañuelo. Amar es así, es dejarse conmover por el rostro del otro, aunque
esté desfigurado. El rostro del niño que amas, del amigo que amas, del pobre
que amas, de la mujer o del marido que amas. El rostro de la Iglesia que amas,
aunque esté desfigurado. Amar es dejarse atraer por el rostro del otro.
Pero
los jóvenes vivimos en un mundo individualista. Nos han dicho mil veces que lo
más importante es nuestra imagen y nuestra autorrealización. Que tenemos
derecho a ser felices y que debemos pensar primero en nosotros mismos. Y aquí
estamos, egocéntricos, cada uno centrado en su móvil, en su negocio, en su
isla, esperando una felicidad que no llega. Porque la verdadera felicidad está
en dejarse atraer por el rostro del otro.
7 | Jesús cae por
segunda vez
¿Otra
vez en el suelo, Señor? Cuando caemos una vez, pensamos que fue un accidente,
que fueron las circunstancias. Cuando caemos más a menudo, tenemos miedo. Miedo
de que haya algún problema profundo en nosotros. Un desequilibrio.
Hoy,
Señor, muchos jóvenes tenemos la cabeza complicada. Sufrimos ansiedades y
depresiones, problemas de alimentación, agotamiento. A veces nos cuestionamos
quiénes somos y si merece la pena vivir. A veces nos sentimos muy deprimidos,
con los pies en la tierra. Peor que tener un problema es ser un problema.
Te
miro tendido en el suelo. Te imagino diciendo: "Me caigo contigo para
levantarte conmigo. Sigue adelante, busca ayuda, ponte de pie y avanza. Vamos
juntos".
8 | Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén
En
el camino, Señor, te encontraste con mujeres que lloraban por ti: "No
lloréis por mí -les dijiste-, llorad por vosotras y por vuestros hijos".
No querías lágrimas fáciles que no cambiarían nada. Querías que pensaran en sí
mismas y en qué clase de mundo dejarían para la próxima generación, para el
futuro.
Nosotros
también nos preguntamos cómo será nuestro futuro en este planeta. Asistimos al
consumo incontrolado de los recursos de la Tierra, a la extinción de especies,
a la devastación de los bosques. Nos asusta el cambio climático y nos sentimos
muy inseguros ante el futuro. Y todo esto va asociado a estilos de vida
desequilibrados que hacen que algunos mueran de hambre mientras otros enferman
por comer en exceso.
Señor,
enséñanos a llevar estilos de vida más sencillos, más solidarios, más
conscientes de las consecuencias, más cercanos a lo esencial. Más como Tú.
9 | Jesús cae por tercera vez
¿Por
tercera vez en el suelo, Señor? Temo por Ti, temo que no seas capaz de
levantarte. O que vuelvas a caer en cuanto te levantes.
Tal
vez quieras acercarte a esos jóvenes que vuelven a caer cada vez que intentan
levantarse. Les acusan de ser débiles, de no ser capaces de resistir a las
drogas, a la pornografía, al alcohol. Les acusan de refugiarse en sus pantallas
hasta el punto de convertirse en adictos. Simplemente no entienden que
levantarse puede requerir una fuerza que ya no tienen. Y una fe que ya han
perdido.
Te
miro tendido en el suelo. Te imagino diciéndole a cada joven con una adicción:
"Caigo contigo para que puedas levantarte conmigo. Ve, busca ayuda,
levántate y sigue adelante. Conmigo, esta vez, lo lograrás. Vayamos
juntos".
10 | Jesús es despojado de sus vestidos
Te
han despojado, Señor, te han despojado de Tus vestiduras. Te miro, sereno y
confiado en Tu verdad desnuda. Incluso sin ropa Tú no dejas de ser quien eres
porque nunca te preocupaste de construir una imagen de Ti mismo. Tú en Tu
humildad, Tú en Tu integridad. Tú en tu verdad.
Pero
vivimos en una tierra de espejos donde lo que cuenta es la apariencia, la
imagen. Selfies y más selfies. La tiranía del cuerpo correcto y la sonrisa
perfecta. Fotos de ti mismo en las redes sociales en poses cuidadosamente
estudiadas. Posts artificiales a la espera de los likes de los demás. La
terrible sensación de no poder ser nosotros mismos, de tener que vendernos para
gustar y no estar aislados. Narcisismos que, al final, nos dejan solos en islas
lejanas.
Y
tú desnudo, igual a ti mismo, sin vergüenza de ser quien eres. No viviste para
la imagen, sino para el Bien. Enséñame, Señor. Dame la fuerza para ser
diferente, para no vivir para la imagen, sino en fidelidad a mi conciencia.
11 | Jesús es
clavado en la cruz
Un
clavo en cada muñeca, un tercer clavo en los pies. Así fue atado. Aun así te
gritaban desde abajo: "¿No eres Tú el Hijo de Dios? ¡Baja de la Cruz! Pero
la Cruz no era una situación en la que te encontrabas por casualidad; era la
consecuencia inevitable de no haber renunciado a amar hasta el final. La
confrontación entre el amor y la violencia del mundo.
Hoy
en día, muchas personas tratan desesperadamente de huir de situaciones
inhumanas. Huyen de la guerra, del hambre, de la falta de agua, de la persecución
política. Su casa ya no es su refugio, sino el lugar probable de su muerte.
Intentan encontrar refugio en algún otro lugar del mundo, al que algún día
puedan llamar "hogar".
12 | Jesús muere en la Cruz
"Padre,
en tus manos encomiendo mi espíritu. Te abandonaste en los brazos del Padre.
Exhalaste el último suspiro y moriste. Y contigo murieron todas las palabras
que no pudiste decir, todos los abrazos que no pudiste dar, todas las
curaciones que no pudiste realizar.
Parece
un desperdicio, Señor. ¡Cuántas cosas buenas podrías haber hecho en unas
cuantas décadas más de tu vida! Y, sin embargo, tus palabras fueron: "Todo
está cumplido". No quedó nada por hacer. Porque allí, en la Cruz, nos
dejaste todo lo necesario para salvarnos: puro amor, aunque fuera impotente y
aparentemente inútil.
Hoy
sólo cuentan los que producen. Los ancianos no cuentan, los discapacitados no
cuentan, los parados no cuentan, los soñadores no cuentan. Y no cuentan los
juegos de los niños, tantas veces obligados a trabajar para ganar dinero o a
estudiar cada vez más para ser un día "verdaderos triunfadores" en el
mercado laboral.
Sin embargo, lo que salva es el amor. ¡Escóndeme en tus llagas de amor, Señor!
13 | Jesús es
bajado de la Cruz y entregado a Su Madre
Piedad.
Jesús en brazos de María. Un hijo en el regazo de su madre. La verdad más pura
del amor desinteresado. La Palabra que descansa en el silencio.
Y
nosotros, perdidos en un mundo saturado de palabras apresuradas, de
información, de noticias, de publicidad, de intereses, en el que ya no sabemos
qué es verdad y qué es mentira, ¡ni sabemos a quién creer!
Señor, no tengo que saberlo todo, no quiero saberlo todo. Sólo quiero saber lo que es importante saber para ser mejor persona y crear un mundo más humano. Dame un gran amor por todo lo que en el mundo es puro y verdadero y sencillo y humano.
14 | Jesús es
depositado en el sepulcro
El
cementerio. El fin. Cuando la piedra rodó sobre la entrada del sepulcro,
parecía que todo había terminado definitivamente. Parecía, Señor, que Tú y tu
camino de amor no habían sido más que una ilusión. Una engañosa esperanza en un
hipotético triunfo del bien sobre el mal.
Parecía
que todo se había acabado, que había que ser realistas, que el mundo era
realmente para los listos y no para los que sueñan con el bien, como Tú.
Muy
a menudo en nuestras vidas parece no haber futuro. No vemos ninguna luz al
final del túnel. Nos da miedo mirar hacia delante. No podemos tomar decisiones,
no vemos por dónde puede seguir la historia, sólo vemos el camino bloqueado por
grandes piedras ante nosotros.
Es
entonces cuando necesitamos oír la voz de María. Nos habla de los finales que
son comienzos, de la aparente muerte de un árbol en invierno cuando apenas se
está preparando para florecer en primavera. De las tumbas que son puertas a la
resurrección.
Jóvenes rezando el Vía Crucis en el parque Enrique VII |
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