Hoy celebramos la festividad de san Juan, apóstol y evangelista. Y quiero invitarme a contemplar dos imágenes bíblicas del evangelio de Juan.
La tradición cristiana atribuye
la autoría del cuarto evangelio al apóstol Juan, aunque la redacción final del
libro es el resultado de una elaboración en la que también intervinieron los
discípulos de Juan, hijo de Zebedeo, quien junto con su hermano Santiago y con
Pedro, fue testigo de la transfiguración de Jesús.
“El discípulo a quien Jesús amaba”
es una expresión que aparece seis veces en el Evangelio de Juan para denominar
a uno de los discípulos del grupo original de seguidores de Jesús de Nazaret, y
que no aparece en ningún otro de los evangelios. Encontramos a este discípulo amado
que se reclinó sobre el pecho de Jesús, durante la última cena (Juan 13,
21-26); también aparece al pie de la cruz, junto a la madre de Jesús (Juan 19,
26-27). Es quien corre junto con Pedro hacia el sepulcro vacío (Juan 20, 2 –
Juan 20, 8). Es aquel discípulo que reconoció a Jesús resucitado en el Mar de
Tiberíades (Juan 21, 7) y por último encontramos esta expresión referida al discípulo
sobre el que Pedro le pregunta a Jesús acerca del destino del mismo: “Pedro, volviéndose, vio que lo seguía el
discípulo al que Jesús amaba, el mismo que durante la Cena se había reclinado
sobre Jesús…” (Juan 21, 20-23).
Una tradición que se inicia en el
siglo II con San Ireneo de Lyon (Adversus Haereses II, 22, 5; Adversus Haereses
III, 1, 1) y, después de él, San Agustín (Comentarios al Evangelio de Juan LXI,
4), y otros Santos Padres como San Juan Crisóstomo, San Gregorio y, más tarde,
Beda identifica al «Discípulo Amado» con Juan, el discípulo del Señor.
A lo largo de los siglos se generaron
distintos debates sobre esta expresión con la intención de identificar al “discípulo
amado”, pero más importante que saber el nombre del "discípulo
a quien Jesús amaba" es conocer qué posible significado implica
esta figura. Una implicancia posible es señalada por el autor Luis H. Rivas,
quien luego de recorrer todas las escenas donde se presenta esta expresión,
afirmó: A través de la figura del «Discípulo
Amado», el Evangelio según San Juan parece describir no solo a un personaje
histórico, sino además al cristiano ideal, como aquel que:
-
tiene familiaridad con Cristo y recibe sus
confidencias,
-
permanece junto a la cruz del crucificado y
recibe a María como a su propia madre,
-
permanece junto a Pedro.
-
tiene fe en la resurrección del Señor y sabe reconocer
al resucitado.
En resumen, todos estamos
llamados a ser ese “discípulo amado”,
abiertos a la experiencia del encuentro amoroso con Jesús.
Para seguir profundizando en esta
expresión te invito a contemplar dos imágenes bíblicas, en primer lugar la
imagen donde el “discípulo amado” se reclina sobre Jesús en la última cena,
esta escena refleja la profundad intimidad del discípulo con su maestro: Jesús.
(Juan 13, 21-25)
Esta imagen también posee una simbología
eucarística, el mismo autor Ronald Rolheiser, expresó:
“Lo que vemos en esta imagen (una persona, con su oído junto al corazón
de Jesús), es cómo Juan quiere que nos imaginemos a nosotros mismos cuando
participamos en la Eucaristía, ya que en el fondo la Eucaristía es eso
precisamente, un reclinarnos físicamente sobre el pecho de Cristo. En la
Eucaristía Jesús nos ofrece, físicamente, un pecho donde reclinarnos, dónde
nutrirnos, dónde sentirnos sanos y salvos y desde donde podemos mirar al mundo.”
El beato Carlo Acutis, se sintió siempre muy cercano a la figura de san Juan apóstol, el discípulo amado[2]. Este joven que falleció con 15 años, realizaba varias veces a la semana momentos de oración en adoración eucarística, en una oportunidad, alguien le preguntó como rezaba frente a Jesús Eucaristía y él respondió: “No hablo con muchas palabras, sólo me recuesto sobre su pecho, como lo hizo san Juan, el discípulo amado, en la última cena”.
- La segunda imagen bíblica que te
invito a contemplar es a Jesús crucificado acompañado por María y el discípulo amado (Juan 19,25-27)
En primer lugar cabe destacar que
el discípulo amado permanece junto a
Jesús crucificado y estamos llamados a unir los dolores, y las cruces diarias de
nuestra vida a la cruz de Jesús, siempre cercanos a nuestra madre María, regalo
de la maternidad que Jesús dio para toda la humanidad en la imagen del discípulo
amado, como él sepamos acoger a María en nuestra casa, en nuestros corazones.
«¡Te saludo, te adoro a ti Jesús!… Y siempre quiero estar en el
Calvario bajo la cruz»[3]
«Querido Jesús, te quiero mucho y quiero hacer aquello que Tú quieras
que haga, quiero abandonarme en Tus manos […] quiero permanecer siempre bajo la
Cruz contigo»[4]
La pequeña Antonietta le recomendó
a su madre contemplar a María al pie de la cruz en el calvario.[5]
Para terminar quiero destacar una frase de Orígenes de Alejandría (citado por Juan Pablo II en la encíclica “REDEMPTORIS MATER”) que nos ayuda a contemplar estas dos imágenes bíblicas:
“Los Evangelios son las primicias de toda la Escritura, y el Evangelio
de Juan es el primero de los Evangelios; ninguno puede percibir su significado
si antes no ha posado la cabeza sobre el pecho de Jesús y no ha recibido de
Jesús a María como Madre”[6]
En este día que celebramos a San
Juan evangelista, aquel que experimento el gran amor de Jesús, le pidamos que
también nosotros tengamos un corazón abierto a los misterios de Dios para
acoger su gran amor manifestado en Jesús, que se hizo hombre y se quedó entre
nosotros en la Eucaristía.
San Juan, ruega por nosotros!
Diego Olivera
[1] (Ronald Rolheiser - “Escuchando los latidos del corazón de Cristo)
[2] (Nicola
Gori – “Un genio de la informática en el
Cielo”)
[3]
Carta 128, 31 de Enero de 193
[4]
Carta 151, 30 de Marzo de 1937
[5] P.
JUAN RETAMAR SERVER, CVMD, “Antonietta
Meo, La sabiduría de los pequeños”
[6] Comm. in Ioan., 1, 6: PG 14,
31; cf. S. Ambrosio, Expos. Evang. sec. Luc., X, 129-131: CSEL, 32/4, 504 s.
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