Hola queridos amigos, comenzamos el mes de noviembre y queremos contarle que se suma una nueva redactora al equipo de redacción de Vivamos juntos la Fe, ella es Laura Pimentel, tiene 19 años y es de Venezuela. A lo largo de todo este mes nos acompañará con escritos sobre la santidad. En este primer artículo, Laura nos invita a valorar el testimonio de santidad de todas las mujeres, mencionando tan solo cuatro ejemplos de una larga lista de mujeres que vivieron esta aventura de la santidad.
-“La mujer no tiene protagonismo dentro de la iglesia”. Seguro que alguna vez habrás escuchado o leído esta frase, pues existe la idea de que dentro de la espiritualidad católica la mujer siempre está oculta bajo las sombras, silenciada, casi inexistente. Sin embargo, a lo largo de la historia y en contextos en dónde la figura femenina era considerada “inferior”, han existido mujeres que no han tenido miedo de «hacer lío» y han dedicado su vida a trabajar bajo la dirección del Espíritu Santo marcando un antes y un después, y que hoy, la Iglesia reconoce como ejemplos de santidad para todos nosotros. En esta ocasión, en torno al Día de Todos los Santos, te compartimos cuatro testimonios de mujeres que apostaron por la santidad.
La Virgen María
Si hablamos de revolucionar la historia no podemos dejar de mencionar a María, es el ejemplo por excelencia de un corazón valiente y dispuesto a responder un sí a la voluntad divina.
María fue un Sagrario vivo en donde Jesús se alojó, para que Dios se manifestará como humano, un Dios hecho hombre. María supo que se le hacía un llamado muy especial y gracias a las escrituras sabemos que su respuesta fue «Hágase en mí según su palabra». María no se negó a ser instrumento, no dijo que primero tenía que pensarlo, o antepuso las consecuencias sociales que podría sufrir al estar embarazada fuera del matrimonio.
La valentía de saberse confiada en la voluntad de Dios fue lo que dio paso a un hecho muy importante: el nacimiento de Jesús. Y si algo tienen en común todos aquellos que han alcanzado la santidad, es llegar a abandonarse por completo (incluso con temores y dudas) en las manos de Dios.
Santa Teresa de Ávila
Reconocida como la primera doctora de la Iglesia, supo sostenerse con la oración para luchar con temple ante las adversidades. Dios le otorgó grandes experiencias místicas que plasmó en sus escritos y contra el pronóstico de la época, fue reformadora de la Iglesia, fundando una nueva orden de Carmelitas.
Las acciones de Teresa abrieron, quizás, muchos de los espacios para mujeres que hoy tenemos.
Chiara Corbella
Si crees que la santidad es cosa de siglos anteriores, te presentamos la historia de esta mujer, nacida en Italia en el año 1984.
La esencia de Chiara radica en descubrir la voz de Dios desde varios lugares:
Al comienzo, desde un noviazgo que parecía un poco complicado, se convertiría luego en un matrimonio que lucharían por vivir la santidad; más adelante descubriría lo que el Señor le pedía como madre al tener las pérdidas terrenales de sus dos hijos recién nacidos y finalmente, desde la decisión de no luchar contra el cáncer para preservar la vida de su tercer hijo que se gestaba en su vientre al momento de ser diagnosticada de carcinoma.
Chiara murió en el año 2012 y aunque todavía no tiene el título de Santa dentro la iglesia, la entrega de su vida desde el amor valiente que incluso puede parecer sobrehumano y la enorme aceptación de su propia cruz nos hace ver que cada paso de su vida está lleno de santidad.
Beata Sandra Sabattini
Como último testimonio tenemos la historia de Sandra, quien fue beatificada recientemente en el mes de octubre de este año y considerada como “La primera novia beata”, puesto que al momento de su partida física estaba comprometida y esperando para casarse con su novio.
Sandra fue una joven italiana que dedicó su vida a encontrar el rostro de Jesús a través de los más necesitados, aquellos que solía llamar «Los últimos».
Su paso por este mundo estuvo marcado por la caridad y entrega; salía del «yo» para pensar en los demás, siempre iba al encuentro de los pobres y enfermos, donaba su tiempo y dones para ayudarles. Escribió en su diario, días después de una experiencia misionera: “Nos hemos roto los huesos, pero esa es gente a la que nunca abandonaré”, esta forma de vivir marcó la vida de quienes vivieron más cercanos a ella y de todos aquellos que conocieron su historia luego de que falleciera a los 22 años de edad.
Estas y todas aquellas mujeres que decidieron (y deciden) ser valientes, nos muestran que en ocasiones el Espíritu Santo puede inspirarnos a ir en contra de la corriente que el mundo ofrece. A esto podríamos llamarlo como una Santa Rebeldía, que no consiste en más que dejarnos conducir por Dios, amarle a través de los demás y encontrar su misericordia en medio de nuestras pequeñeces; y es justo en la elección de ser testimonios vivos de su amor, cuando encontramos el camino hacia la verdadera santidad.
"En épocas en que las mujeres fueron más relegadas, el Espíritu Santo suscitó santas cuya fascinación provocó nuevos dinamismos espirituales e importantes reformas en la Iglesia. Podemos mencionar a santa Hildegarda de Bingen, santa Brígida, santa Catalina de Siena, santa Teresa de Ávila o santa Teresa de Lisieux. Pero me interesa recordar a tantas mujeres desconocidas u olvidadas quienes, cada una a su modo, han sostenido y transformado familias y comunidades con la potencia de su testimonio." (Francisco - N° 12 Gaudium et Exsultate)
Autora: Laura Pimentel
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