A lo largo de la historia hemos
oído habla de San José siempre de la mano de Jesús y de María. La humidad
que lo caracteriza es tan grande que ha brillado por esta virtud a pesar de
haber pasado su vida en lo escondido, en segundo plano como nos dice el Papa
Francisco, pues ni en las Sagradas Escrituras se lo escuchó pronunciar palabra
alguna.
En este año tan particular, en el que celebramos los 150
años de su declaración como “Patrono de la Iglesia” por el Papa Pio IX, quiero
mostrar una de las tantas imágenes y facetas con la que se conoce a San José,
el padre de la Sagrada Familia. En esta oportunidad quiero presentar a San
José, como Depósito.
Hacemos un paréntesis aquí para explicar este término,
Depósito. Esta palabra comúnmente la utilizamos para hacer referencia a un
lugar de nuestra casa o de algunas construcciones, a ese sitio donde guardamos
lo que ya no se usa, lo que está roto, lo que tiene que ser reparado o algo que
no cabe en el lugar donde vivimos y creemos que en algún momento puede llegar a
tener utilidad. Pero veamos ahora el sentido bíblico que tiene esta palabra y
porque decimos que San José fue el depósito de Jesús y de María.
Leemos en la Historia Sagrada que,
el Augusto Templo de Jerusalén era el lugar del depósito de los judíos; lugar
en el que depositaban sus tesoros confiándolos al cuidado sus sacerdotes. Esta
referencia nos quiere enseñar el sentido religioso que tenía para ellos la
acción de depositar en ese lugar lo valioso, sus tesoros no podían estar mejor
colocados que en el lugar donde se honra a la Divinidad y en las manos de los
consagrados por Dios.
Así, en su providencia infinita,
Dios Padre confía en las manos de San José el depósito de María y Jesús, tal es
este depósito que la casa de José se convierte en un templo, donde el mismo
Dios se digna habitar. José debió ser consagrado para guardar ese Sagrado Tesoro.
En efecto, él lo fue, en su cuerpo por la continencia y en su alma por medio de
todos los dones de la gracia.
Rescatamos de una Homilia de Jacobo
Bossuet:
“El
primero de todos los depósitos que ha sido confiado a su fe (entiendo el
primero en el orden del tiempo) es la santa virginidad de María, que él debe
conservar intacta bajo el velo sagrado de su matrimonio, y que él siempre cuidó
santamente como un depósito sagrado que no le estaba permitido tocar. Éste es
el primer depósito. El segundo es el más augusto, es la persona de Jesucristo,
al cual el Padre celestial deja en sus manos, para que sirva de padre a este
Santo Niño que no puede no tener uno en la tierra. Cristianos, ya veis dos
grandes y dos ilustres depósitos confiados al cuidado de José. Pero yo señalo
todavía un tercero, que encontraréis admirable, si puedo explicároslo
claramente. Para entenderlo, es necesario señalar que el secreto es como un
depósito. Traicionar el secreto de un amigo es violar la santidad del depósito;
y las leyes nos enseñan, que si divulgáis el secreto del testamento que os
confío, puedo luego obrar contra vosotros, como por haber faltado al depósito:
Depositi actione tecum agí posse, como hablan los jurisconsultos. La razón es
evidente, porque el secreto es como un depósito. Por donde podéis comprender
fácilmente que José es depositario del Padre eterno, porque Él le ha dicho su
secreto. ¿Qué secreto? El secreto admirable es la encarnación de su Hijo.
Porque, fieles, no ignoráis, que ésa era la voluntad de Dios, no manifestar a
Jesucristo al mundo antes de que llegase
la hora; y San José fue escogido no solamente para conservarlo, sino también
para ocultarlo.” (Jacobo Boeeut, Sermones sobre San José, 1657)
Reflexionando sobre esta imagen y
admirable virtud de nuestro Patrono San José, animémonos a depositar en él
todas nuestras alegrías y tristezas, nuestros deseos y anhelos más profundos,
nuestros mayores tesoros, sabiendo que él los custodiará con gran amor y
dedicación como lo hizo con María y Jesús.
Que San José, quien supo guardar lo
que se le había confiado, guarde nuestras vidas y las preserve de todo mal, nos
enseñe su modo delicado y silencioso de ser depósito de los tesoros que se nos
confían: nuestras familias, amigos, compañeros, alumnos, pacientes, hermanos,
pueblo fiel.
Que en este año, San José nos
regale la gracia de caminar junto a su Hijo Jesús, que podamos experimentar
también nosotros el ser depósito de ese gran tesoro y conservarlo en nuestro
corazón.
Hna. Gabriela V. García, op
Hnas. Dominicas de San José
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