¡Qué hermosas son las lecturas
de esta fiesta de la Santísima Trinidad!
Ellas nos deben ayudar a
reflexionar con mucha sinceridad de corazón.
Comienza por introducirnos
así: “bendito sea Dios Padre y su Hijo Unigénito Jesucristo y el Espíritu
Santo, porque ha tenido misericordia de nosotros los hombres. Reconoce, pues,
hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios allá arriba en el
cielo y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los mandamientos que yo te
prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos y prolongues tus días en el
suelo que el Señor tu Dios te da para siempre. (Deuteronomio 4, 39-40). Dichosa la Nación cuyo
Dios es el Señor. Hermanos, alégrense y trabajen por perfeccionarse; anímense
mutuamente; tengan un mismo sentir y vivan en paz. Y el Dios del amor y de la
paz estará con ustedes. Salúdense mutuamente con un beso santo. Así la gracia
de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre Dios y la comunión del Espíritu
Santo estará siempre con ustedes... (2 Corintios 13, 11-13).
Desde niños, amigos, hemos
aprendido a confesar, invocar, adorar y bendecir a Dios, desde la mañana cuando
despertamos hasta la noche antes de entregarnos al sueño y al descanso. Lo
hacemos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Y en el
Nombre de la Santísima Trinidad bendecimos nuestros trabajos; nuestras obras al
iniciarlas; nuestro pan de cada día; nuestros enfermos; nuestros niños;
nuestros ancianos. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo
bautizamos a nuestros hijos; hacemos los testigos de la Fe cristiana en la
Confirmación; perdona la Iglesia los pecados, por el poder recibido de
Jesucristo y con la fuerza del Espíritu Santo; consagramos el amor de los
nuevos hogares; celebramos la Eucaristía; ungimos a nuestros enfermos;
despedimos a nuestros muertos. En el Nombre de la Santísima Trinidad tenemos
modelos de vida santa e intercesores en el cielo en los santos; colocamos la
cruz en cada cuna y en cada tumba; en el nombre de la Santísima Trinidad se
fundó nuestra ciudad de todos los Santos de la Nueva Rioja; consagramos nuevos
sacerdotes y consagran sus vidas nuestras hermanas religiosas; nuestros laicos
asumen la responsabilidad de hacer una sociedad nueva según el Evangelio de
Cristo. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, al señalar el
rostro de cada hombre con las aguas bautismales y la unción del óleo santo
reconocemos la dignidad de cada hombre, hecho a imagen de la Trinidad y templo
vivo de Dios. En el nombre de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo trabajamos para
hacer de nuestra tierra una tierra de justicia y de paz; una tierra de hermanos
y de esperanza; una tierra que haga felices a todos sus hijos. El sello de Dios
está en cada hombre; no importa su raza, su manera de pensar y de vivir. En el
nombre de Dios Padre fuimos creados para ser hermanos, hijos de un mismo Padre
e iguales entre nosotros; así salimos de las manos de Dios, aún cuando no le
reconozcamos ni alcancemos a distinguir su rostro en el rostro de los demás.
Es bueno que recordemos estas
verdades fundamentales en el día de la Patria. Nos hace mucha falta. Porque
podemos estar buscando con las palabras la ansiada paz, la justicia y la
fraternidad y con las obras concretas de cada día no ser consecuentes. Es hora
de profunda reflexión y de gran sinceridad ante Dios y ante nosotros mismos.
Porque cuando a diario constatamos nuestra realidad, encontramos también que el
Templo vivo de la Santísima Trinidad que es el hombre argentino, está profanado
de muchas maneras y situaciones. Y recibimos el mandato de Cristo, que nos
trajo la vida de Dios a los hombres: “vayan por todo el mundo; hagan discípulos
en toda la tierra; bauticen en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo; enséñenles a guardar todo lo que les he mandado. Y sepan que estoy con
ustedes hasta el fin del mundo”. Esto nos hace exclamar: “Señor, qué admirable
es tu Nombre en toda la tierra” (Sal. 8). Todo esto que estamos reflexionando
nos hace comprender mejor nuestra fe cristiana, nuestras celebraciones
sacramentales; nuestros santos patronos; nuestro hambre y necesidad de paz,
justicia, fraternidad, esperanza y alegría de vivir; la Iglesia; su misión y la
pascua de Cristo que entrega a los hombres y la misma vida de los hombres,
tiene como fundamento y como fuente de VIDA en plenitud, a Dios Padre, Hijo y
E. Santo. San Pablo nos dice: “en Dios, existimos, nos movemos y somos”.
La celebración del “Corpus
Christi”
El jueves próximo celebraremos
la fiesta del Corpus Christi. Por exigencia de nuestra fe cristiana y siendo,
también fieles a nuestra tradición, esta celebración tiene el sentido público
como pueblo de reconocimiento, adoración, alabanza y acción de gracias a Dios,
Padre, Hijo y Espíritu Santo, por Jesucristo, verdaderamente presente en el
Santísimo Sacramento. Cristo mismo nos lo acaba de decir: “estaré con ustedes
hasta el fin del mundo”. Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, se hizo hombre
como nosotros, por eso podemos conocer a Dios trinitario, tener la misma Vida
de Dios en nosotros, y reconocernos los hombres como hermanos. Por Jesucristo
sabemos que somos el templo vivo de Dios y que la Santísima Trinidad ha puesto
su casa en el corazón del hombre. Celebrar el Corpus Christi es celebrar la
plenitud de la VIDA NUEVA traída por Cristo a los hombres por su Cruz y su
Pascua. Es celebrar la reconciliación con Dios y entre nosotros. Es celebrar el
encuentro como pueblo, redimido, santificado y enviado a reconstruir la vida en
los hombres siendo testigos de la ALEGRÍA y de la Esperanza de su Evangelio.
El Papa Pablo VI, acaba de
darle al mundo un estupendo documento sobre la “alegría cristiana” como fruto
del Espíritu Santo en este Pentecostés que acabamos de celebrar. Celebrar la
Eucaristía así, no debe ser sólo para la fiesta del Corpus Christi, sino que lo
debe ser cada vez que la celebramos en nuestras parroquias, capillas, o lugares
apropiados para ello. La Eucaristía, que es la Santa Misa, no es ni puede ser
propiedad de una persona particular o de una familia; la eucaristía es la
celebración de toda una comunidad y el encuentro fraternal de quienes confesando
la misma fe, al mismo Señor Jesús; de quienes nos traen a la mesa del altar la
vida de una comunidad con sus alegrías y sus dolores para unirlos a Cristo y
ofrecerlo a nuestro Padre Dios. En ella, también, pedimos por nuestros muertos.
En la Eucaristía no celebramos la muerte sino la Vida, aunque la celebremos por
nuestros muertos. En este sentido, deberemos ayudarles a comprender y vivir
mejor las celebraciones de las misas que se celebran en la diócesis. Toda
Eucaristía que se celebre en la diócesis debe ser siempre el signo de la unión
de todos y no signo de división. Quienes tenemos el ministerio sacerdotal
deberemos estar muy atentos a esto para que ella sea verdaderamente el
encuentro y la celebración de la fraternidad de un pueblo que se quiere y
camina unido buscando la felicidad de todos, como la gran tarea a realizar cada
día.
La fiesta de nuestros santos
patronos será completa, cuando en ella celebremos la Eucaristía y participemos
en ella reconciliados con Dios y entre nosotros. Así lo vivieron nuestros
santos patronos, así lo quiere Dios y nuestra Madre la Virgen, así recogeremos
mejor el fruto cristiano en nuestras fiestas y el compromiso de vivir
fraternalmente construyendo una Rioja nueva. Sobre esto tendremos ocasión, Dios
mediante, de seguir reflexionándolo. La Iglesia quiere y enseña que nosotros
los cristianos conozcamos mejor la Misa, la celebremos participando plenamente
en ella y volvamos a la vida de cada día con un mayor compromiso de vivir con
lo demás lo que hemos celebrado en la mesa del altar.
La celebración del Corpus de
este año, deberá ser un gran encuentro con Cristo presente en el Santísimo Sacramento.
Tenemos mucho que agradecerle y también mucho que pedirle. Pero le pediremos,
especialmente, unidos a todas las diócesis del país, que nuestra tarea pastoral
del año sobre el “matrimonio y la familia” sea bendecida por nuestro Padre
Dios. Porque sentimos la necesidad de apuntalar nuestros hogares y preparar los
futuros, pongamos el sólido fundamento de la oración para que alcancemos los
frutos que esperamos de las familias riojanas y de toda la Patria.
Esperanzados y con una visión
más alegre y optimista de la vida, pongamos también ante la presencia
eucarística de Cristo a la Patria. Hoy, en nuestra fiesta Patria, le pedimos en
esta Eucaristía, que escuche y acoja el dolor y la esperanza de nuestro pueblo
argentino. Que lo que se está gestando con sangre y sufrimiento no sea en vano.
Que nos dé la fuerza y el coraje interior para que los argentinos seamos
artífices de un... Gloria al Padre…
Homilía de Monseñor Enrique Angelelli, 25 de mayo de 1975
Podes seguir este blog a través de facebook: AÑO DE LA FE. (Grupo) Vivamos juntos la Fe (FanPage), Instagram y en Twitter: @VivamoslaFe
No hay comentarios:
Publicar un comentario