Primer domingo de Cuaresma
Génesis 2,7-9.3,1-7. / Salmo 51(50),3-4.5-6a.12-13.14.17. / Romanos 5,12-19.
Evangelio según San Mateo 4,1-11.
Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre. Y el tentador, acercándose, le dijo: "Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes". Jesús le respondió: "Está escrito: El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo, diciéndole: "Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra". Jesús le respondió: "También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios". El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: "Te daré todo esto, si te postras para adorarme". Jesús le respondió: "Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto". Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo.
REFLEXIONES EN TORNO A LA CUARESMA - MONSEÑOR ANGELELLI, FEBRERO 1975
HERMANOS:
Dice San Agustín: “con ustedes comparto la dignidad de cristiano; para ustedes tengo la grave responsabilidad de ser el obispo”. Esta responsabilidad pastoral me exige, hoy, hacerles algunas reflexiones en torno a la Cuaresma que iniciamos, con la gracia de Dios.
El Miércoles de Ceniza abriremos este nuevo tiempo litúrgico. Daremos comienzo a la Cuaresma. Tiempo saludable para la conversión y la búsqueda esperanzada de ser verdaderamente “hombres nuevos” en Cristo. Tiempo que reclama, con mayor urgencia, la “reconciliación”; esta reconciliación deberá ser: consigo mismo; con los otros; con la naturaleza y con Dios.
El Miércoles de Ceniza nos sacudirá interiormente un llamado con la fuerza de una sentencia: “conviértete y cree en el Evangelio de Jesús, y no te olvides que eres polvo y en polvo te convertirás”. Lejos de ser un llamado pesimista es un nuevo grito de esperanza y de vida. Si quisiéramos reducir a una frase todo el contenido de la Cuaresma, lo podríamos hacer con la frase de Pablo VI: “La reconciliación es el camino para la paz”. Cuaresma es un tiempo especial (diríamos tiempo fuerte), para la reflexión y las decisiones personales y comunitarias. Es para todos sin excepción alguna. Todos debemos entrar en este clima y cuestionamiento cuaresmal. La escala de valores de una sociedad de consumo “tener más” y no “ser más”, nos dirá que la cuaresma es asunto del pasado, asunto perimido. En el fondo es también una concepción que no respeta al pueblo. En cambio la sabiduría de nuestro pueblo que se ha nutrido y se sigue nutriendo de la Palabra de Dios, nos enseña que es una necesidad impostergable. Si ponemos el oído a Cristo, nos seguirá diciendo “sean perfectos como mi Padre Celestial...”.
Necesitamos convertir la vida, así como la llevamos. Necesitamos reencontrar a Jesucristo, como la Gran Respuesta de nuestro Padre del cielo a nosotros los hombres. Necesitamos anunciar a Jesucristo con sencillez y coraje a esta sociedad que tiene cambiado los valores del Evangelio. Necesitamos romper toda dicotomía (separación) de la vida concreta por un lado y la fe cristiana por otro. Aquí nacen muchos desencuentros y tensiones entre hermanos de una misma fe.
Necesitamos ser reevangelizados; todos, cada uno en la condición y responsabilidad en que nos encontremos. Por eso, ya lo anunciamos en las fiestas de San Nicolás; este año “75” - Año Santo Universal - seguirá siendo para nosotros, como diócesis, el año de la búsqueda de mayor profundidad e interioridad de la vida cristiana; no es otra cosa que profundizar la Fe, la Esperanza y el Amor. Tanto repetirlo puede hasta fastidiar. Sin embargo esto es lo necesario y fundamental. Todo esto nos es necesario para darle mayor profundidad a nuestras opciones pastorales que hemos hecho diocesana y corresponsablemente.
La Carta del Santo Padre, que dimos a la opinión pública en las fiestas de San Nicolás, iluminará la vida y la acción pastoral de la diócesis; reafirmará mejor los objetivos allí señalados; será una guía para que, especialmente en esta cuaresma, hagamos una evaluación evangélica de todo el Cuerpo Eclesial Diocesano. A propósito de la Carta del Papa, y a título simplemente informativo, debe decirles que no han faltado voces y actitudes en La Rioja y fuera de ella, que buscan restarle su importancia, desvirtuarla para que no produzca los frutos que el mismo Santo Padre desea que logre. Debemos comprender y explicarnos estas actitudes y seguir orando por los que no alcanzan a ver lo que el Señor quiere a través de la Palabra del Papa. De todo esto ya ha sido informado el Santo Padre y las mismas fuentes que originan estas actitudes. Que San Nicolás los ayude.
La Cuaresma, como toda actitud verdaderamente cristiana, no nos llama a ser vaticinadores de “calamidades” y a ver todo negativo y sin solución. El llamado es a la ESPERANZA y a hacer crecer la VIDA como don de Dios. Pero para ser consecuentes con esta actitud, y sin caer en una concepción “pesimista” de la vida, es necesario, también, poner los pies en la tierra y tomar mayor conciencia de la crudeza de nuestra realidad cotidiana. Cada uno de nosotros la vivimos en nuestro propio ambiente. Esta toma de mayor conciencia es para ser “hijos de la luz” y de la “esperanza”; y no hijos del “miedo”, de la “cobardía” y del “cálculo egoísta”. Todos debemos buscar la “reconciliación” para lograr el fruto de la paz.
Pero no lograremos el fruto de la PAZ que prepara y hace fructificar la verdadera “reconciliación” entre nosotros los hombres, si aún constatamos:
1. si se sigue instrumentando la violencia a todo nivel y en todas sus formas, como norma para hacer feliz a un pueblo.
2. si el “negociado”, la “coima”, la “deshonestidad” en todas sus gamas y grados, va constituyéndose como norma para conservar un efímero “status social”: conseguir mayor poder y dominio sobre los demás con fines de lucro u otros apetitos descontrolados.
3. si cada mañana, el ama de casa sigue constatando que existen menos cosas para la canasta familiar; interrogándose: “dónde están”; “quienes las tienen”... “seguiremos así...”
4. si la familia - nuestros hogares argentinos - es sacudida en sus mismos cimientos, con una sistemática e inteligente propaganda que lejos de ayudarla a crecer y protegerla, la sigue destruyendo.
5. si partiendo de una escala de valores, inteligentemente instrumentada y manejada por quienes se dicen “ilustrados”, ridiculizan o intentan destruir los valores evangélicos de nuestro pueblo sencillo y casi sin voz, pero que con fidelidad los guarda y los convierte en sabiduría de la vida.
6. si la justicia es violada; el amor, comercializado; el “machismo” como norma de vida; la mujer, sin restarle nada de su propia responsabilidad, es objeto de instintos descontrolados y de comercio.
7. si la sangre derramada y los dolores acumulados de un pueblo no nos hace, a todos nosotros argentinos, escuchar la voz de Dios que nos habla en estos acontecimientos, y no nos mueven a reordenar la vida privada y pública.
8. si hasta la misma fe cristiana, muchas veces, con dolor lo decimos, es “utilizada” como medio, no para seguir construyendo el Reino de Dios, sino para lograr otros fines incalificables... etcétera.
Lamentablemente podríamos sumar más hechos que obstaculizan la verdadera reconciliación como camino para la paz. Son hechos que no quisiéramos que fueran ciertos. A todos nos obliga a reflexionarlos seriamente. Todos debemos sumar nuestros esfuerzos para hacer el camino de la vida juntos. Alguien podrá decir que es una utopía. No lo creo. Es difícil; sí. Pero entonces deberemos no autoengañarnos en la búsqueda de la tan anhelada paz. Ella es fruto de un cambio radical de vida. Buscando sólo el “tener más” no conseguiremos, ni reconciliarnos ni tener paz en nosotros y con los otros. Con coraje deberemos “ser más”. Ser los hombres nuevos a que nos invita la PASCUA DE CRISTO a todos los argentinos. Esta Pascua supone, para que sea verdadera, hacer el camino a que nos invita la cuaresma y la Cruz del Viernes Santo.
Seguiremos reflexionando, y tomando las decisiones que nos exige la verdadera reconciliación.
Aprovechemos esta cuaresma para que en cada uno de nosotros; en cada hogar; en cada comunidad parroquial y en cada grupo humano, reencontrarnos a Cristo que nos hace un apremiante llamado a la conversión de la vida y a vivir la condición de “hombre nuevo” que Él nos trajo. Que María y San Nicolás nos ayuden y nos bendigan.
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