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domingo, 29 de marzo de 2020

5° Domingo de Cuaresma - “CREO EN JESUCRISTO, CREO EN LA VIDA”- MONSEÑOR ANGELELLI



Queridos amigos en este quinto domingo de Cuaresma, queremos compartir con todos ustedes una propuesta para vivir un momento de oración en casa (Descargar aquí).  (Material elaborado por la editorial "Alégrense" el grupo "Encontrarnos")

También te compartimos el Evangelio del día y una homilía de Monseñor Enrique Angelelli, obispo y mártir.

Al final esta publicación encontraras  una canción "Lázaro de Betana" del P. Eduardo Meana.

Feliz y bendecido domingo para todos!!!


Lecturas del día:

Ezequiel 37,12-14. / Salmo 130(129),1-2.3-4ab.4c-6.7-8. / Romanos 8,8-11.

Evangelio según San Juan 11,1-45.

Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta. María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo. Las hermanas enviaron a decir a Jesús: "Señor, el que tú amas, está enfermo". Al oír esto, Jesús dijo: "Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella". Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando oyó que este se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Después dijo a sus discípulos: "Volvamos a Judea". Los discípulos le dijeron: "Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte, ¿quieres volver allá?". Jesús les respondió: "¿Acaso no son doce las horas del día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de noche tropieza, porque la luz no está en él". Después agregó: "Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo". Sus discípulos le dijeron: "Señor, si duerme, se curará".
Ellos pensaban que hablaba del sueño, pero Jesús se refería a la muerte. Entonces les dijo abiertamente: "Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo". Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: "Vayamos también nosotros a morir con él". Cuando Jesús llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días. Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas". Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará". Marta le respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día". Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?". Ella le respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo". Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: "El Maestro está aquí y te llama". Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro. Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que esta se levantaba de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí. María llegó a donde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto". Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado, preguntó: "¿Dónde lo pusieron?". Le respondieron: "Ven, Señor, y lo verás". Y Jesús lloró. Los judíos dijeron: "¡Cómo lo amaba!". Pero algunos decían: "Este que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podría impedir que Lázaro muriera?". Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima, y dijo: "Quiten la piedra". Marta, la hermana del difunto, le respondió: "Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto". Jesús le dijo: "¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?". Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: "Padre, te doy gracias porque me oíste. Yo sé que siempre me oyes, pero lo he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado". Después de decir esto, gritó con voz fuerte: "¡Lázaro, ven afuera!". El muerto salió con los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: "Desátenlo para que pueda caminar". Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él.

Homilía de Monseñor Enrique Angelelli (16 de marzo de 1975):

Estamos en el quinto domingo de cuaresma. Los textos de hoy son: Ezequiel (37, 12-14). Carta a los Romanos (8, 8-11). Evangelio de Juan (11, 1- 45). El recorrido austero y penitente de la Cuaresma llega a su término. Estamos en vísperas de la Semana Santa. Nuevamente el misterio central del cristiano: la Muerte y la Resurrección de Cristo. La Semana Santa nos vuelve a hacer como un desafío al recordarnos la PASIÓN – MUERTE - RESURRECCIÓN de Cristo en su genuino valor. No recordamos solamente, sino que lo debemos vivir, actualizado, hoy, en nosotros y para nosotros. Así lo vivirán en cada comunidad parroquial y en ese el encuentro cristiano que se hace cada año en el “Señor de la Peña”.

Hoy, seguimos repitiendo de diversas maneras, la pregunta angustiada de Marta a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no hubiera muerto...”. Jesús, también a nosotros, nos sigue diciendo: “YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA”, quien cree en Mí, aunque haya muerto, vivirá... el que está vivo y cree en Mí, no morirá para siempre... ¿CREES ESTO? nos pregunta Jesús. Nosotros, con Marta y María lo queremos decir: “creemos, Señor, que eres la resurrección y la vida”. Y Jesús nos continúa diciendo: “Yo soy el Pan de la Vida” ( Jn. 6,35). “Yo soy la Luz del Mundo” ( Jn. 8,12); “Yo soy la puerta para las ovejas” ( Jn. 10,7). “Yo soy el Buen Pastor” ( Jn. 10). “Yo soy la verdadera vid” ( Jn. 15); “El que es de Dios, escucha la Palabra de Dios: si ustedes no la escuchan, es porque no son de Dios” ( Jn. 8,47); “El que es fiel a mi palabra, no morirá jamás” ( Jn. 8,52). Y con el ciego de nacimiento le decimos: “Creo Señor...” ( Jn. 9,35-38).

Hoy, todos nos deberíamos hacer estas preguntas:

¿Qué es creer? ¿Qué es tener la fe cristiana?
¿Qué es creer en Jesucristo Muerto y Resucitado por nosotros los hombres?
¿Qué es ser hijo de la Iglesia de Jesucristo?
¿Creemos que Jesucristo es la Resurrección y la Vida?
¿Qué significa hoy para nosotros, el bautismo, la confirmación, la comunión, la confesión de nuestros pecados, el matrimonio sacramental, el sacerdocio, la unción de los enfermos?
¿Qué sentido tiene para nosotros la vida y la muerte? ¿No nos preocupa?
¿Somos indiferentes? ¿Tenemos temor de afrontar estas preguntas?
¿Creemos que son inventos de los curas?, ¿Entretenimientos piadosos de nuestras madres y abuelas? ¿Nos sentimos hombres creyentes u hombres incrédulos?
¿Qué tiene que ver la fe cristiana con la vida de todos los días?
¿Es un asunto solamente para las fiestas patronales y las fiestas de San Nicolás?

La incredulidad no se manifiesta solamente por la simple indiferencia. La incredulidad manifestada en los fariseos del evangelio, quiere la muerte de aquel que proclama la verdad. La oposición a la verdad no pertenece sólo al plano teórico, sino que es activa y pretende eliminar la luz. Las tinieblas luchan contra la luz. Dice Jesús: “en esto consiste el juicio; la luz vino al mundo y los hombres no la recibieron, prefirieron las tinieblas, porque sus obras eran malas. Todo el que obra el mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz y de ese modo manifiesta que sus obras han sido hechas en Dios” ( Jn. 3, 19-21). Todo lo que venimos diciendo nos ayuda mejor a comprender lo que se nos dijo el Miércoles de Ceniza: “CONVIÉRTETE Y CREE EN EL EVANGELIO”. Creer en el Evangelio es creer que JESÚS ES LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA, que nos hace testigos de la resurrección y de la vida a nosotros cuando nos hizo cristianos por el bautismo. Cuando bautizamos un niño, hacemos un testigo de la resurrección y de la vida, como Jesús. Lo importante es examinarnos si lo somos en nuestra conducta diaria, ahora que somos grandes. No sólo cuando vamos a las novenas y a las fiestas patronales, sino en el hogar, en el trabajo, en las relaciones entre nosotros.

En este pasaje del Evangelio, en el cual Jesús llama a su amigo Lázaro de la muerte a la vida, debemos acrecentar el deseo ardiente de que somos llamados para construir la vida; que la construimos con la esperanza de cada día; con la fuerza del caminar juntos; buscando juntos las razones porque vivimos, creemos y esperamos. Lo importante es reflexionar si pretendemos construir la vida con una escala de valores, que lejos de construirla, la destruye.

¿Cuáles son nuestros criterios para vivir? ¿Aprovecharnos de los demás o ser serviciales, amigos, hermanos, generosos, solidarios los unos de los otros? ¿Ayudamos a los que más necesitan o nos aprovechamos de ellos porque son débiles, sin voz y sin fuerza? ¿Esto es lo que quiere Cristo al habernos llamado a ser cristianos? Esta es la voluntad de nuestro Padre Dios: “que todos los hombres tengan vida y la tengan en abundancia”. Esta VIDA nos viene por Jesucristo. Decir creo en Jesucristo es decir: CREO EN LA VIDA. La esperanza en la vida es seguridad, confianza, ánimo, coraje, optimismo. Esta esperanza cristiana exige la cruz. Nace cuando humanamente todo se quiebra y oscurece, como en la Pasión y Muerte de Jesús. Por eso no es nada cómoda ni fácil. Supone “constancia”, “virilidad”, “perseverancia”. El Espíritu Santo la afirma en nosotros como virtud activa y creadora. Una Iglesia que grita la esperanza y la vida es una Iglesia que anuncia lo definitivamente “nuevo”. Por lo mismo, lo definitivamente “justo”. Una Iglesia que anuncia y grita la esperanza es una Iglesia que sigue creyendo en la fuerza transformadora del Evangelio. Es una Iglesia comprometida en el servicio integral de su pueblo. Hoy, cuando analizamos nuestra realidad concreta de todos los días, se hace más urgente levantar la voz de la esperanza y seguir anunciando que lo definitivamente valedero es construir la vida. Vivir en la esperanza es creer fuertemente en el Señor, en su presencia y acción, y luchar evangélicamente por cambiar algo todos los días.

No construimos la vida, cuando:
- impedimos que los hombres sean hermanos,
- nos constituimos en mensajeros de la calumnia, la mentira, la injuria,
- marginamos a nuestros hermanos en provecho propio,
- no asumimos las responsabilidades del hogar como esposos, padres e hijos,
- impedimos que nuestros hermanos más pobres y necesitados económicamente tengan acceso a la educación, a la salud, a una vida digna, a un conocimiento verdadero de la Fe Cristiana,
-  usufructuamos de las responsabilidades que se nos han confiado para provecho de nuestros intereses, especialmente económicos,
-  impedimos la verdadera liberación, según Dios, de un pueblo,
- somos sembradores de desconfianza, de intrigas, de resentimientos, etcétera.
-  quitamos la vida de nuestros hermanos más indefensos, porque aún están en el seno materno, por medio del “aborto”,
- utilizamos todo tipo de violencias, físicas y morales.


Amigos: El texto evangélico de la resurrección de Lázaro, nos debe hacer pensar a todos. ¿Ayudamos a que nazca y crezca la vida o la impedimos y la hacemos morir? Hablamos no sólo de la vida biológica y material, sino de todo tipo de manifestación de vida. Alguien ha escrito: “Existen en el corazón de muchos hombres tesoros prodigiosos de amor. Hay que descubrirlos. Seguiré creyendo que la vida del hombre, la sonrisa de un hombre es más importante y vale mucho más que todas las conquistas del espacio. Seguiré creyendo en el hombre y en el amor que lo hará libre. Continuaré en la lucha todos los días, con todas las fuerzas, con todo el corazón, para que haya en este mundo menos injusticias sociales, menos dolor y menos infelicidad”. (R.F. “La dignidad del hombre”). Decía un médico español de 49 años, casado con cuatro hijos: a la pregunta de si se consideraba feliz, respondía: “me considero feliz. Feliz porque no estoy contento conmigo mismo. Feliz porque quiero hacer algo para que el mundo sea mejor. Feliz porque creo que mis hijos serán mejores que yo. Feliz porque sé que existe un Salvador, Cristo. Feliz porque creo, porque espero, porque sufro, porque amo o intento amar por lo menos.” Que estas reflexiones nos guíen nuestra semana en la reflexión.






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