La
celebración del “Día del Trabajador”, tiene una larga y dolorosa historia.
No sólo en nuestra Patria sino en el mundo entero. Se ha ido manifestando desde luchas puramente reivindicativas hasta ir haciendo madurar un verdadero sentido de pueblo; conciencia de ser el pueblo el protagonista de su propio destino y lograr que la justicia sea cada vez más vivida y no sólo declamada y las naciones elaborando legislaciones sociales.
No sólo en nuestra Patria sino en el mundo entero. Se ha ido manifestando desde luchas puramente reivindicativas hasta ir haciendo madurar un verdadero sentido de pueblo; conciencia de ser el pueblo el protagonista de su propio destino y lograr que la justicia sea cada vez más vivida y no sólo declamada y las naciones elaborando legislaciones sociales.
Nuestra Patria cuenta con un historial rico en este proceso de los trabajadores. Más allá de las situaciones dolorosas en que vivimos, debemos decir que tenemos una avanzada madurez como pueblo y una legislación social que abre caminos esperanzadores hacia el futuro.
También es bueno recordar que la Iglesia, en la historia de los movimientos sociales del mundo, ha ido aportando su sabiduría de siglos iluminando desde el Evangelio estos movimientos para poder discernir bien todo aquello que ayude al hombre a su promoción integral. A modo de cita, recordamos las ENCÍCLICAS PAPALES: “RERUM NOVARUM” de León XIII; “QUADRAGESIMO ANNO” de Pio XI; “MATER ET MAGISTRA” de Juan XXIII y “PACEM IN TERRIS” del mismo Papa; “OCTOGESIMA ADVENIENS” de Pablo VI; “POPULORUM PROGRESSIO” del mismo Papa. Los “Documentos de Medellín” y el mismo “Concilio Vaticano II”.
Si queremos comprender en profundidad este doloroso camino de los trabajadores, es preciso iluminarlos con las páginas del primer capítulo del Libro del Génesis: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza... que domine la tierra... que crezca y se multiplique... que llene la tierra y la domine... y que descanse el día séptimo...”. En el mismo mandato de dominar la tierra, le entrega el Señor el mandato de capacidad de trabajar para que complete la creación y sea feliz. Este trabajo tendrá desde el comienzo todo el aspecto doloroso como precio a su infidelidad a Dios: “Ganarás el pan con el sudor de tu rostro... y la tierra te producirá abrojos...”. El hombre es el Señor de la creación; no ha sido creado para ser esclavo sino libre y señor de las cosas; es el pecado del hombre que rompe la armonía de la creación y convierte la tierra en “babel” que quiere decir confusión.
Somos nosotros los hombres quienes convertimos la tierra en desencuentro de hermanos; en luchas fratricidas; en explotación del hombre por el hombre; en tierra, muchas veces de desolación, en vez de convertirla en tierra de paz, de libertad, de justicia y de fraternidad. La Carta de San Pablo que hoy hemos escuchado (Col. 3, 14-15) constituye el gran mensaje que el Señor nos entrega a todos nosotros, hermanos trabajadores de La Rioja. Este gesto que estamos haciendo, aquí, y desde aquí, en esta celebración eucarística, no es llenar un número más de un programa, sino el alma y la fuente que le da sentido a toda la celebración del trabajo. Creo que constituye un ejemplo para el resto de la Argentina. Podemos decir una vez más, esta es La Rioja; así vive, así piensa y así celebra su pueblo todos sus acontecimientos. No es sectarismo, pero sí es reafirmar su propia personalidad, su historia con sus valores y su capacidad de ser protagonista de su destino; abierta a lo universal y consustanciada con todos nuestros hermanos argentinos.
Celebrar la Eucaristía, desde la Catedral con todo el pueblo de La Rioja, es haber asumido ese mandato divino del Génesis y traérselo hoy al mismo Dios y Padre de todos, nuestra vida, como es en concreto; con aciertos y desaciertos; con frutos y también con abrojos; con alegrías y con dolores; es traer ese mismo pan que nos mandó ganar con sudor, para hacer de él, con su mandato y con el ministerio sacerdotal que Él entregó a su pueblo para que fuéramos hombres nuevos en el CRISTO, hermano y Señor de la Historia, la EUCARISTÍA, vale decir, la GRAN ACCIÓN DE GRACIAS y la gratitud que como pueblo le debemos.
Aún nos falta mucho para que la Rioja sienta que todos sus hijos somos felices y señores de las cosas. Se hace muy doloroso ganar el pan de cada día; nos cuesta arrancar del corazón el egoísmo para hacernos plenamente hermanos; nos cuesta mucho poder sumar todas las manos, como pueblo, para construir juntos esta tierra de bendición.
Hermanos trabajadores: Cristo, Nuestro Señor, ha santificado con su Cruz y con su Resurrección el trabajo nuestro de cada día para que podamos llevar el pan a nuestros hogares. Cristo, le da sentido redentor y liberador a nuestro esfuerzo fraternal y a nuestro trabajo para hacer feliz a La Rioja. Cristo quiere una Rioja, no resignada sino plenamente libre y feliz. La Rioja reclama de todos nosotros, gobernantes y pueblo, superar toda división y todo egoísmo individual y de grupos para hacerla una tierra donde el amor no sea una palabra para enamorados simplemente, sino la meta de nuestro trabajo concienzudo por lograr ser verdaderamente un pueblo que se quiere, es solidario y nadie abusa del otro.
Los beatos y mártires Mons. Angelelli y Wenceslao Pedernera junto a su esposa coca |
En estos momentos los tenemos presentes a todos ustedes, hombres y mujeres de La Rioja que trabajan para hacerla feliz. Pensamos especialmente en ustedes hermanos riojanos que en el silencio y quizás olvidados, están en los obrajes con el hacha; en ustedes hombres campesinos que trabajan la tierra; en ustedes que levantan viviendas; en ustedes que asisten a nuestros enfermos y ancianos; en ustedes que construyen nuestras rutas; quizás solitarios y añorando el hogar las conservan; en ustedes hermanos de nuestros talleres, de nuestras oficinas públicas; en ustedes hermanos trabajadores de la cultura; hermanos de la prensa, escrita, radial y televisada; pensamos en ustedes los más olvidados y marginados por el egoísmo humano.
Pensamos en ustedes hermanos dirigentes sindicales; la vida de ustedes tendrá pleno sentido cuando cada día la brinden y la jueguen para que sus compañeros y los hogares de los trabajadores puedan ser más felices. Pensamos en ustedes, hermanos gobernantes; no se cansen de brindarle a este pueblo que los ha elegido toda la capacidad, el esfuerzo y la creatividad para hacer cada vez más de este pueblo un pueblo protagonista de su propio destino y felicidad. Pensamos en ustedes, hermanas mujeres riojanas, en este año internacional de la “mujer” para que ustedes aporten a nuestra comunidad el insustituible aporte que como mujeres deben brindar a la comunidad. Hermanos trabajadores riojanos: iluminados y guiados por el ejemplo y la intercesión de ese varón justo y fiel, San José Obrero, cuya fiesta celebramos, sigamos caminando con esperanza.
1 de mayo de 1975 – Mons.
Enrique Angelelli
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