Evangelio según San Lucas 3,10-18.
La gente le preguntaba: "¿Qué debemos hacer entonces?". El les respondía: "El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto". Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le preguntaron: "Maestro, ¿qué debemos hacer?". El les respondió: "No exijan más de lo estipulado". A su vez, unos soldados le preguntaron: "Y nosotros, ¿qué debemos hacer?". Juan les respondió: "No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo". Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: "Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible". Y por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia.
Homilía de Mons. Enrique Angelelli.
Nos estamos aproximando a celebrar
la venida de Jesús al mundo: la Navidad.
Hoy comenzamos
la tercera semana de adviento, de preparación para ese advenimiento: el Hijo de
Dios se hace Hombre para que los hombres se hagan más hermanos, porque esa es
la voluntad de Dios Padre. Nos preparamos para el gran advenimiento: “el Señor
viene” y “está muy cerca”. Viene a reconciliarnos en el amor, porque El es
amor.
La Navidad es el paso de Dios. Dios
pasa entre nosotros, dejándonos un mensaje que alegra nuestra vida, que da
esperanza a nuestra marcha de peregrinos y que inspira confianza en medio de
nuestra debilidad e impotencia.
Por
eso, el adviento es hacer realidad las palabras del profeta Isaías; “preparen
los caminos del Señor”... porque el Señor Dios pasa y nos trae su mensaje. Por
esto el Apóstol San Pablo nos insiste: “Alégrense en el Señor en todo tiempo.
les repito: alégrense”... “Entonces la paz de Dios, que es mucho mayor de lo
que se puede imaginar, les guardará su corazón y sus pensamientos en Cristo
Jesús”...
Prepararnos a recibir al Señor Dios
que pasa y a escuchar su mensaje, implica y exige un cambio de vida. Es una
ruptura con el hombre viejo, con el hombre que ha crecido deformado por el
pecado, por el egoísmo que lo ha tornado indiferente ante sus hermanos, por la
ambición de dinero y de poder que lo ha llevado a subestimar la persona de los
otros hombres, el afán de tener más, a costa de cualquier precio, en lugar de
ser más.
El
Adviento es clima propicio para hacer una revisión personal, pensando que Dios
es testigo de nuestros pasos y actitudes, de nuestras palabras y pensamientos.
No se trata de una justificación ante los hombres, a quienes podemos engañar
fácilmente. El Adviento nos pide sincerarnos ante Dios, para que cambiemos el
corazón de Piura en un corazón de carne.
“Rellénense
todas las quebradas, aplánense todos los cerros, los caminos con curvas serán
enderezados. Y los ásperos suavizados”... grita el Profeta Isaías. Es una forma
gráfica, pero terminante, que usa el profeta para explicar que la conversión o
el cambio de vida tiene que llevarse a cabo sin pérdida de tiempo y sin
retaceos ni mezquindades.
Nosotros
también podemos preguntar como lo hicieron quienes llegaban a Juan Bautista
pidiendo el bautismo: “¿qué debemos hacer?...” Y el Precursor,Juan, les
contestaba: “el que tenga dos vestidos, dé uno al que no tiene y quien tenga
qué comer haga lo mismo”... “No cobren más de debido”... “No molesten a nadie,
no hagan denuncias falsas y conténtense con lo que les pagan”...
Sí,
¿qué debemos hacer para convertirnos, para cambiar de vida?... ¿Cómo
disponernos a descubrir el paso del Señor Dios?... ¿Qué tenemos que hacer hoy y
aquí, en nuestra Rioja? ... ¿Existen el respeto al otro y, como consecuencia,
la armonía a nivel de familiar, de barrio, de pueblo, de provincia?...
¿Buscamos la verdad, como fruto del diálogo o más bien recurrimos a la mentira,
a la calumnia, para encubrir la ambición de poder y de dinero. ... Si creemos
estar en lo cierto, ¿tomamos una postura valiente conversando con quien o
quienes juzgamos equivocados?... ¿O más bien nos escondemos en la cobardía, lanzando los dardos de la difamación, atacando impunemente el honor de las personas? ...
¿Queremos una sociedad más humana, más fraterna y más justa? ... O permitiremos
que el egoísmo y el odio, la envidia y la murmuración se enquisten en nuestras
familias, en nuestros barrios y pueblos, en nuestra provincia, para que “el
hombre sea lobo del hombre?”... ¿Anhelamos la paz o la guerra?... ¿Deseamos
vivir alegremente porque respondemos sirviendo al Cristo que está en cada
hermano? ...¿o preferimos ser esclavos de las pasiones, abusando,
extorsionando, delatando o denunciando falsamente, con el pretexto de una
felicidad, que es aparente y que, luego, se transformará en tortura y en
amargura?...
El
hombre y la mujer, el anciano, el joven y el niño, el funcionario y el empleado,
el ilustrado y el que no lo es, el que vive holgadamente y el que sufre la
estrechez económica... todos tenemos una misma raíz: somos hijos de Dios. Y
todos caminamos hacia un mismo fin: dar cuentas a Dios de la propia vida. Entre
el origen y el fin de nuestra existencia hay un camino, que no lo hacemos
solos, hay una historia en la que no estamos abandonados; sino que Dios camina
con nosotros y con nosotros hace la Historia. Y para que ese camino no sea
tortuoso ni la historia esté protagonizada por el pecado que destruye y divide, Dios deja oír
su voz llamándonos a la conversión: “no te fijes en la paja que hay en el ojo
de tu hermano, sino en la viga que hay en tu ojo”... “es más fácil que un
camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de los
cielos”... “muchos que ahora son los primeros, serán entonces los últimos, y
muchos que ahora son últimos, serán los primeros”... “Guías ciegos: cuelan el
mosquito, pero tragan el camello”...
Dios
deja oír su voz llamándonos al cambio de vida: que dejemos el odio, para vivir
el amor; que practiquemos la justicia, contribuyendo a la realización personal
de nuestros hermanos; que seamos los constructores de la paz desde una actitud
servidora y desinteresada.
El
Señor Dios está cerca. Pronto será Navidad. Está muy próximo el Encuentro del
Niño Alcalde y San Nicolás. Nos encontramos celebrando el Año Santo. No
cerremos nuestros oídos al Dios que nos habla. La conversión es costosa, porque
somos débiles y orgullosos, porque somos limitados y soberbios. Por eso nos
aconseja el apóstol Pablo: “...recurran a la oración y a la súplica”... Está en
juego nuestra liberación. Jesús vendrá por segunda vez. San Lucas nos escribe
que Jesús tiene en sus manos “la zaranda para limpiar el trigo y recogerlo
después en su granero; pero, la paja la quemará en el fuego que no se apaga”...
La conversión provoca la verdadera
alegría y nos introduce en lo que afirma San Pablo; “Y sea tal la perfección de
su vida, que toda la gente lo pueda notar”.
Misas Radiales. Editorial Tiempo Latinoamericano, Córdoba. Tomo 3,214 s
La Rioja, 16 de diciembre de 1973
Tercer domingo de Adviento C
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