jueves, 29 de noviembre de 2018

¿En qué Dios yo creo? - P. Sergio Romera

Queridos amigos, muy pronto vamos a comenzar el Adviento, el camino hacia la celebración del nacimiento de nuestro salvador, a continuación les comparto un texto muy interesante del P. Sergio Romera que puede ayudarnos a reflexionar como vamos a transitar esté camino de fe.


C
on absoluta claridad recuerdo como si ayer fuera aquellas clases de filosofía donde al estudiar a los sabios de la antigua Grecia se nos citaba al célebre filósofo Aristóteles quien decía y escribía: “yo soy amigo de Platón, pero soy más amigo de la Verdad”. Esto era para mostrarnos la inmensa discrepancia que en el orden gnoseológico hay entre uno y otro: mientras que para Platón el conocimiento encuentra su fuente en el mundo de las ideas (episteme), para Aristóteles la musa inspiradora del verdadero conocimiento estaría en los sentidos: “nada hay en el entendimiento que no haya pasado por los sentidos”.

Después de varios años –y ya no como seminarista y estudiante de filosofía, sino como cura y aparente estudiante eterno– atino a pensar en arriesgada analogía que podríamos decir: “nada asciende o llega de los hombres a Dios que previamente no haya descendido o pasado de Dios a los hombres”. Dicho de otro modo, todo aquello que podemos o debemos ofrecerle a Dios, en realidad no nos es propio sino de Dios, viene de Él y a Él retorna. Todo aquello que en apariencia le pedimos o le damos a Dios, en realidad viene de Él, le pertenece a Él, y lo vive Él. Nada es propiedad privada frente a Dios, todo es pura gratuidad, todo es gracia y dádiva. Esto no es un dato menor, es fontal para quienes somos, o al menos intentamos, ser cristianos. Si todo lo que le ofrecemos a Dios es en realidad devolución de un don anticipado ¿qué don he recibido cuando le ofrezco a Dios mis sufrimientos y mi cruz? ¿Qué gracia me ha concedido cuando le entrego mis tristezas, amarguras y lágrimas? ¿Cuál es el regalo que de Dios recibo cuando le imploro y le ofrezco mis indigencias a causa de la injusticia, la decepción, el egoísmo, la persecución? Más aún, ¿qué hace Dios frente a tanto dolor? ¿Qué hace Dios cuando la ofrenda de la entera humanidad es el grito desgarrador de un corazón destrozado por la injusticia, la guerra, la enfermedad y la muerte?  

Y la respuesta a borbotones emerge desde lo más profundo de mi corazón. Una respuesta que no puedo musitar, sino que debo gritar a cuatro vientos (por ello se grita también en este espacio cibernético llamado Facebook o blog): todos esos sufrimientos, cruces, tristezas, lágrimas e injusticias las vivió y las vive Dios. El padre sufre, llora, se conmueve y padece en y con nosotros. Dios sufre con nuestros sufrimientos, llora con nuestras lágrimas, es pasible con nuestros padecimientos. Si nuestro dolor suele durar un instante, el sufrimiento de Dios es eterno. Si nuestros llantos parecen ser ineficaces e irremediables, sus lágrimas son la medicina divina que nos cura y nos salva. Si su trascendencia pareciera ser inalcanzable, su inmanencia está más cerca que nuestro propio yo freudiano. Allí donde hay un refugiado sin hogar, allí está Dios sufriendo con él y por él. Allí donde hay un niño desnutrido sin comer, allí está Dios muriéndose de hambre. Allí donde están todas nuestras dolencias, allí está Dios.

Esto que para algunos puede tener sabor a irrelevante, para otros, olor a palabrerío innecesario, y para otros tantos color a locura y estupidez, para mí hoy es fontal. Esto me lleva a pensar en qué Dios creo, en quién profeso y a quién me entrego. Por ello hoy me declaro ateo de ese Dios que equivocadamente tantas veces prediqué y enseñé: el Dios metafísico, inconmutable, inmenso, incomprensible, inconmensurable y de tantos “in” más. Ese Dios inmutable y todopoderoso que ajeno y desde lejos del mundo y del hombre pareciera no moverle un mísero pelo de su supuesta compasión frente a tanto sufrimiento y dolor. Me declaro ateo de ese Dios retrógrado y escolástico que era accesible a la razón pero que jamás penetraba en la entraña del corazón. No quiero creer en ese Dios adusto que no se conmueve, que no puede cambiar, como si no le afectaran las cosas del mundo y la historia.  No puedo creer en el Dios idealista y abstracto de “descartes”, necesito creer en el Dios real y concreto, de aquí y ahora, de hoy y de mañana. El Dios eterno y cotidiano.

Sí creo en el Dios compasivo, que se conmueve, que sufre y que llora, cercano y amigo. Creo más en el Dios omni-debilidad que omni-potente, en el Dios todo-fragilidad que todo-poderoso. Creo más en el Dios en devenir de Hegel, que en el Dios inmutable de Tomás. Elijo con Pascal el Dios que tiene corazón y sentimientos, y no el Dios descorazonado e insensible de la escolástica. Creo más en el Dios muerto de Nietzsche que en el Dios vivo de los monarcas medievales. Prefiero el Dios libre de la postmodernidad que el imperativo Dios kantiano. Creo en el Dios del mundo entre los hombres y no creo en el Dios intocable  e inaccesible del cielo. Creo en Dios que no es una pasión inútil, sino una pasión apasionada.  Rechazo el Dios del más allá y proclamo el Dios del más acá: vivo, cercano, pasible, posible y amigo. Profeso el misterioso Dios de paradojas y no el de fórmulas, recetas y dogmas. Aunque suene fuerte y atrevido, sí, prefiero el Dios relativo pero real, que el Dios definido e ideal. Prefiero el Dios de los ateos auténticos que el Dios de los creyentes y piadosos hipócritas. Prefiero el Dios dionisiaco: poeta, bohemio, loco y trasnochado que el Dios apolíneo de los perfectos y pietista de devociones y máscaras espirituales.


Amigo, si hasta aquí has llegado en la lectura de mi loca confesión, que aún no termina,  me gustaría pedirte dos cosas para que esto no sea en vano.  Primero, no te apresures, no me juzgues y mucho menos me condenes. Quizá, aún no creemos en el mismo Dios, pero lo bello y reconfortante es saber que en el misterio, Dios es infinitamente mucho más que esto y que ese mismo Dios es capaz de unir lo que nuestras razones y criterios dividen. Y segundo: ya que llegaste al final de este texto, que sirva para que te animes a preguntarte ¿en qué Dios crees vos?


P. Sergio Romera, Arquidiócesis de San Juan de Cuyo
(Las Hurdes, España, 30-10-2016)

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domingo, 25 de noviembre de 2018

Homilía de Cristo Rey - Mons. Angelelli



Samuel 5,1-3. / Salmo 122(121),1-2.4-5. / Colosenses 1,12-20.

Evangelio según San Lucas 23,35-43.

El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: "Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!". También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: "Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!". Sobre su cabeza había una inscripción: "Este es el rey de los judíos". Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: "¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros". Pero el otro lo increpaba, diciéndole: "¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él?Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo".
Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino". 
El le respondió: "Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso".

Homilía de Monseñor Enrique Angelelli (22 de noviembre de 1970
Misa Radial):

Saludos: a los Músicos de la banda y a cuantos se dedican a este noble arte, a las Enfermeras de toda la Provincia que con abnegación sirven nuestros enfermos en hospitales, clínicas y casas particulares, a los chicos que han finalizado su Primaria.

Hoy celebra la Iglesia la Fiesta Litúrgica de Cristo Rey y pone fin a todo el tiempo llamado después de Pentecostés, que nos ha llevado a meditar sobre la Iglesia y su misión en el mundo hoy.

En los textos leídos en la Biblia nos da el alimento para nuestra meditación dominical, Jesús le dice a Pilato que él es Rey que anuncia el Reino de Dios entre los hombres, que el Reino ya ha comenzado con El desde su Encarnación en el Seno de María, la Virgen. Conocer a Jesús es conocer el Reino del Padre de los cielos. Este Reino es: Reino de Verdad, de Vida, de Paz, de Justicia, de Amor. No es de este mundo ¿por qué?, porque su contenido lo trae del Padre, es la misma vida de Dios participada a nosotros los hombres. Es la Vida, la Comunión, el Amor, la Misión salvadora que Jesús trae del Seno de la Santísima Trinidad. Es para todos los hombres y para cada hombre, sin distinción alguna. Para eso vino al mundo, para ser Rey, no para dominar, sino para servir.

Amigos: el Papa Pablo VI nos decía a más de seiscientos obispos latinoamericanos el 24 de noviembre de 1965, sobre nuestra Misión Pastoral: "América Latina presenta una sociedad en movimiento, sujeta a cambios rápidos y profundos. En el Pastor se determina una primera actitud: defender lo que existe; pero esto no basta, ya sea porque lo que existe no es adecuado a toda la población y todas las necesidades, ya sea también porque aún lo que existe está compenetrado y arrastrado por el movimiento y la transformación. El Pastor debe advertir -continúa el Papa que no faltan lamentablemente, quienes permanezcan cerrados al soplo renovador de los tiempos y que se muestran faltos no sólo de sensibilidad humana, sino aún de una visión cristiana de los problemas que se agitan a su alrededor". ...Se diría que la Fe del pueblo latinoamericano debe alcanzar todavía una plena madurez de desarrollo...

"El Pastor debe advertir que el momento es propicio; el Concilio ha suscitado un fuerte despertar de energías que hay que saber alimentar y poner en acción; ha producido una esperanza ardiente que es preciso no defraudar; deberá tener siempre abiertos los ojos sobre el mundo, porque la observancia y la vigilancia evangélica deben continuar, porque el mundo cambia y es necesario satisfacer las crecientes exigencias e interpretar las nuevas necesidades. El sabrá servirse de la ayuda de especialistas en la reflexión teológica y sociológica. El Pastor hará uso amplio e inteligente de los datos sociológicos y elaborados acerca de las condiciones religiosas de su diócesis. Invitará a sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos con espíritu de fraternal entendimiento a la renovación querida por el Concilio partiendo del exacto conocimiento de las situaciones y de la urgencia del trabajo... La conciencia de ser y de querer ser hombre de nuestro tiempo nos hará conocer también la necesidad imperiosa y la medida exacta de nuestra participación humilde, pero sincera, en la solución de los problemas humanos y de la hora actual".

Y como decíamos el domingo pasado, el mismo Pablo VI nos despedía a los Obispos aquel 8 de diciembre del 65 para que cargados cada uno con el fruto de las deliberaciones conciliares, lleváramos la doctrina católica auténtica del Concilio, confirmada por la asistencia del Espíritu Santo, a nuestras diócesis para que fuera alimento y fermento de un nuevo rejuvenecer de la Iglesia en el mundo actual. Mediamos y medimos la responsabilidad de sucesores de los apóstoles y de maestros auténticos de la Fe, en comunión con los demás obispos y con Pedro.

Toda la Iglesia, por fidelidad a su pasado, a su historia y a la Tradición Viva a través de los siglos, debía entrar en una profunda, equilibrada y madura revisión y renovación interior en todos y cada uno de los cristianos, sus hijos, para que aparezca como Signo de Salvación puesto por Dios entre los hombres. Este hecho auspicioso y cargado de esperanzas, traería y trae consigo el precio de toda verdadera renovación y rejuvenecimiento: la CRUZ, el Dolor purificante de toda redención capaz de engendrar vida nueva, que es la VIDA DE LA PASCUA DEL SEÑOR.

El Concilio no trae sólo cambios de métodos sino algo mucho más profundo, cambios de mentalidad, de actitudes, actitudes nuevas, que respondan mejor a un genuino espíritu evangélico, actitudes que lleven a una Fe adulta, responsable de los compromisos asumidos en el Bautismo.

Porque la Iglesia no sigue los criterios y los módulos humanos, sino aquello de Pablo: en la debilidad y en la escoria construye su Reino. Doce hombres pescadores, son elegidos para hacerlos fundamentos de su Iglesia: son débiles, el que será cabeza le negara tres veces; esperan un Reino Temporal; son miedosos ante el escándalo de la Cruz, huyen, son incultos. Pero para hacer brillar la fuerza que viene de Dios, los confirmará con el Espíritu Santo y hará de ellos, testigos, hombres comprometidos, que sellarán su testimonio de anunciadores de la Muerte y Resurrección del Señor con la propia vida.

Se necesita, AMIGOS, ser muy sencillos de corazón para entender a Jesús, que se proclama Rey, este Jesús no condena a la Pecadora si los otros no le tiran la primera piedra. Acoge a Nicodemo y le habla que tiene que nacer de nuevo en el Espíritu Santo; no teme echar a los mercaderes del Templo; denuncia la hipocresía de los fariseos. Alaba al publicano; siente todo el peso de la Pasión que se avecina. A Pedro lo reprende como hombre de poca Fe; a la Samaritana le describe toda su historia personal pero al mismo tiempo la llama a que tome el agua viva que salta hasta la vida eterna. ¿Qué les dice a los de Emaús?, que son tardos y duros de entender las Escrituras y que ¿no entienden que el Cristo tiene antes que morir en la Cruz para resucitar?

Que si el grano no muere no da fruto. Que a quién a vosotros escucha, a Mi me escucha. Quién a vosotros persigue a Mí me persigue. Que llora sobre Jerusalén porque no recibe al Señor, le sobrevendrán ruinas y destrucción. Que condena a quienes cuelan el mosquito y por dentro son sepulcros blanqueados y lobos rapaces. Que nos describe la Paternidad de Dios y su gran Misericordia en la acogida del hijo pródigo y no aprueba la conducta arrogante, mezquina y cerrada al hermano, en el hijo mayor de la parábola. Que deja a las noventa y nueve ovejas para ir a buscar a la perdida para que sea acogida con gozo y alegría por quienes están en el corral.

Así Jesús anuncia su Reino. Reino de Verdad y de Vida, Reino de Paz y Justicia. Reino de Amor. No teme hacerse hombre, mezclarse con los hombres, tomar todo lo nuestro menos el pecado, pero cargará el pecado de los hombres, que lo acusarán de endemoniado y amigo de juntarse con pecadores y publicanos. Es decir hombres mal vistos por quienes creían tener el monopolio de la verdad y de la virtud. Y por amor al Hombre, para y por el hombre herido por el pecado, irá hasta la muerte y muerte de Cruz. Esta es la prueba más estupenda del amor y el servicio al amigo. Nos convoca a ser perfectos como el Padre de los cielos.

Amigos: las características del Reino traído por Cristo, debe hacernos reflexionar seriamente a todos nosotros. No podemos construir el Reino del Señor, hacerlo crecer entre nuestros hermanos, si excluimos, condenamos, nos alimentamos con el comentario fácil, superficial. "Temo al Señor que pasa" decía San Agustín. Es hora de despertar de nuestro letargo, si la Fe nuestra ya no nos hace hacer opciones en la vida. La Fe es operante, transformante, comprometedora, signo de contradicción.



Mientras muchos hermanos nuestros riojanos se debaten en la extrema necesidad material, espiritual y moral, no escandalicemos con nuestras actitudes que contradicen a la Verdad, a la Vida de Dios, a la Paz, a la Justicia y al Amor, característica del Reino de Dios. Padres y Madres de Familias: piensen en sus hijos cuando asumen determinadas actitudes ¿son verdaderamente cristianas, justas, fruto de la caridad?

Démosle a nuestra juventud y a nuestros niños el testimonio de que vivimos una Fe sincera y madura.
Amigo, usted que me escucha, si ama a su Iglesia y la quiere de verdad, no mezclemos criterios puramente humanos y personales con los criterios que da la FE CRISTIANA para discernir cualquier acontecimiento de la vida diaria; escandalizamos y cerramos la puerta de quienes con corazón recto y comprometidos con la suerte de sus hermanos buscan descubrir el rostro y la Voz de Dios en el clamor justo y legítimo de los que sufren, de los que tienen hambre de pan, de cultura y de Dios; abramos los ojos y dilatemos el corazón para saber percibir que una sociedad nueva se está gestando y que la Iglesia, nosotros los cristianos, debemos acompañar este doloroso alumbramiento para que nazca con el sello de Dios. ¿No le parece, amigo, que no hay tiempo que perder?





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lunes, 12 de noviembre de 2018

Fui homeless y me echaste de tus ciudades - P. Quique Bianchi


Al celebrarse la 2° Jornada Mundial de los Pobres el próximo 18 de Noviembre, les comparto unas palabras del padre Enrique Ciro Bianchi, que nos pueden ayudar a reflexionar el lugar de los pobres en nuestra ciudad, en nuestra sociedad:


Hay quienes dicen que en el espacio público de algunas ciudades argentinas ya puede verse una de las últimas tendencias en diseño urbanístico. Se la conoce como “arquitectura hostil”. Expresión llamativa que anuncia una paradoja y nos impulsa, casi en un acto reflejo, a consultar al gran oráculo moderno (Google). El primer resultado remite a la sabiduría de Wikipedia: “arquitectura hostil es una tendencia de diseño urbano en la que los espacios públicos se construyen o alteran con el fin de desalentar su utilización indebida” (consulta: octubre 2018).  

Si la definición terminara ahí no llamaría demasiado la atención. Cualquiera que transita por las grandes ciudades conoce la importancia de la buena organización del espacio público y lo difícil que es su preservación. Sobre todo los parques y las plazas, que son lugares donde la vida bulle, necesarios para las actividades recreativas, deportivas, artísticas, culturales, etc. En ellos nos encontramos y nos reconocemos como sociedad. Son un ámbito privilegiado de creación de la identidad colectiva. Además, resultan indispensables para que la vida en la ciudad no se torne insalubre. Hasta puede decirse que la calidad estética de estos espacios está en relación directa con nuestra calidad de vida.  

Pero parece que el concepto de arquitectura hostil no termina en el loable propósito del buen uso del espacio público. Su sabor a eufemismo lleva a intuir una intención vergonzante. Lo confirma la segunda parte de la formulación de Wikipedia: “esta tendencia está más típicamente asociada como medio de repeler a las personas sin hogar, por ejemplo, en la forma de "pinchos anti homeless", los cuales son colocados en superficies planas para impedir su uso como lugar de descanso”.  



Con esta referencia a la explícita intención “anti pobres” de esta tendencia urbanística el panorama se presenta más completo. Un repaso por algunas fotos genera una sombría perplejidad. Se trata, por ejemplo, de bancos de plaza con apoyabrazos intercalados de modo que sea imposible acostarse. 




En casos más explícitos son unas puntas de acero en los umbrales de los edificios, sobre todo en los rincones o lugares en que el reparo del frío puede atraer a quienes no tienen donde pasar la noche.  



Es entonces cuando uno repasa los argumentos sobre el uso racional del espacio público y los vuelve a sopesar con el telón de fondo de ese linyera que tiene que ir a dar con sus huesos a algún sucio rincón porque le fue negado el banco de una plaza. Si estos lugares son para el uso de la totalidad de la sociedad, quienes no tienen un techo, ¿no son parte de nuestra sociedad? ¿No tienen derecho a usarlo? ¿Qué es más urgente, mi derecho a solazarme en una plaza limpia y bella o el dolor de quien no tiene lo básico para vivir? ¡Es culpa de ellos! No lo sabemos. Lo cierto es que son parte de nuestra sociedad y nosotros todos los días nos sentamos a una mesa en la que no hay un lugar para ellos.  

¿Y si para tomar una postura frente a estas “respuestas” a los problemas sociales nos ponemos ante Dios? Pero ante Dios en serio, ¿qué nos dice el fondo de nuestro corazón? ¿Es solución arrinconar de este modo a los más pobres entre los pobres? Los cristianos creemos que ante Dios somos todos iguales en dignidad -y por tanto hermanos- y que si alguno sufre estamos llamados a escuchar y socorrer ese dolor. ¿Podemos barrer ese clamor debajo de la alfombra? ¿En qué nos convierte esa actitud? Nuestra cómoda indiferencia, ¿no guarda cierto parentesco con la terrible frase de Caín: “acaso soy yo el guardián de mi hermano”? (Gn 4,9). No puede dejar de interpelarnos la pregunta del homeless londinense que, parado sobre las púas de acero sostiene un cartel que dice: ¿en qué clase de sociedad vivimos que las necesidades de los sin techo se soluciona con pinchos? 



Es tan complejo el problema de la pobreza en nuestras sociedades que podemos sentir cierta impotencia al constatar lo poco que podemos hacer individualmente. O simplemente no sabemos qué hacer. Evadirnos del problema siempre va a ser una tentación. Aunque las grandes soluciones escapen a nuestro ámbito siempre hay algo que está a nuestro alcance. El primer paso es vigilar para que no se nos naturalicen los mecanismos de esconder y estigmatizar a los pobres. No dejarnos anestesiar con el gas venenoso de la indiferencia que -como dice el papa Francisco- se ha globalizado “para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta” (Evangelii Gaudium 54). ¿Cómo está la salud de mi corazón si ni siquiera veo este drama y sólo lo percibo como un problema de higiene urbana? 

Además, nuestro Dios para rescatarnos de una vida sin sentido se hizo hombre en Jesucristo. En su misterio de amor eligió hacerse hombre y pobre. Nació en un pesebre, vivió y -sobre todo- murió como pobre. Nos mostró que ellos ocupan un lugar de preferencia en el corazón de Dios. Hasta se identificó con ellos al enseñarnos que cuando tengamos que dar cuenta sobre cómo usamos el regalo de la vida se nos preguntará sobre nuestro amor a los pobres (“Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo… porque estuve sin techo y me alojaron… ¿cuándo te vimos sin techo y te alojamos?… cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” cf. Mt 25, 35-40).

Quiera Dios, en su inmensa misericordia, despertarnos del sopor de nuestra indiferencia y que sólo sea una negra pesadilla la posibilidad de escuchar algún día palabras como estas: “Fui homeless y me echaste de tus ciudades”.


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sábado, 10 de noviembre de 2018

2° Jornada Mundial de los Pobres



Con motivo de la II Jornada Mundial de los Pobres, que se celebrará el próximo 18 de noviembre, la Santa Sede ha hecho público un mensaje del Papa Francisco con el lema Este pobre gritó y el Señor lo escuchó”. Los temas que se desarrollan en este mensaje son:

-Escuchar a los pobres.
-Responder a los pobres.
-Liberar a los pobres.
-Los pobres son los primeros en reconocer a Dios







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miércoles, 7 de noviembre de 2018

"Los mártires de La Rioja. Esperanza para la Argentina contemporánea" - P. Pablo Pastrone



En el día de hoy el padre Pablo Pastrone presentó un libro sobre Monseñor Angelelli y compañeros mártires, a continuación podrán leer la presentación del libro (de Monseñor Colombo, Arzobispo de Mendoza) y el prólogo escrito por el P. Pastrone


PRESENTACIÓN

Aquella mañana del 8 de junio de 2018 nuestra alegría no podía ser mayor. El papa Francisco nos comunicaba la buena noticia de la declaración del martirio de Mons. Enrique Angelelli, los sacerdotes Carlos Murias y Gabriel Longueville y el laico Pedernera, y en esa breve y emotiva llamada telefónica del Santo Padre, sentíamos el abrazo de toda la Iglesia que testimoniaba de modo formal e indeleble la naturaleza y características de la entrega de estos cuatro hombres, testigos crucificados del Reino de Dios.  
En estos días hemos conocido la fecha precisa en que tendrá lugar la beatificación en La Rioja; será el 27 de abril, en providencial coincidencia con la celebración de la fiesta de Santo Toribio de Mogrovejo, extraordinario pastor latinoamericano, arzobispo de Lima y evangelizador de nuestro continente en el siglo XVI.
Durante mis años de obispo de La Rioja, tuve la gracia de conocer numerosos testimonios sobre la vida y la misión de nuestros cuatro mártires, testimonios que me hablaban de una entrega generosa en respuesta al llamado evangélico del Señor: el ministerio episcopal, la vida consagrada, el ministerio presbiteral misionero y el compromiso con la comunidad a través del amor familiar y del trabajo. Cada año desde mi llegada en 2013 acompañé las celebraciones que los evocaban en toda la valía de su ser en el día de su muerte. Disfruté, canté, me emocioné y lloré junto a mi pueblo chayero en cada una de esas fiestas densamente riojanas. La oración litúrgica se hacía así, en Chamical, Sañogasta y Punta de los Llanos, memoria agradecida y compromiso con el duro presente a transformar según el proyecto de Dios.
En vistas a la preparación espiritual que nos pide la beatificación de Enrique, Carlos, Gabriel y Wenceslao, el P. Pablo Pastrone nos ofrece un trabajo original y encomiable. Poniendo en diálogo el contexto histórico general en que vivieron los mártires riojanos con sus propias vidas y muertes, propone una sencilla contemplación de la obra de Dios en ellos y a la vez nos ayuda a rezar desde las Bienaventuranzas con frases de nuestros mártires dichas en distintos momentos y hermosos textos de Mons. Angelelli en donde desbordaba su mirada de pastor bueno comprometido con la vida de su pueblo.  Si poner un oído en el Evangelio y el otro en el pueblo era el camino necesario que nos indicaba Mons. Angelelli con su vida y su palabra, esta pequeña obra nos pide poner un oído en el corazón de los cuatro mártires para dejar que Dios nos hable en sus latidos fuertes, serenos, valientes, fieles... Al modo de la caja riojana vibran expresando vida, vida en abundancia, justicia y paz.
La cercana aurora del 27 de abril de 2019 viene llegando para hablarnos de la entrega de los mártires riojanos. Mientras, abrimos nuestros ojos para contemplar el misterio de Dios en sus vidas y para profundizar en su testimonio de una Iglesia en salida, samaritana y fraterna, casa de todos, especialmente de los más pobres y excluidos.

Mendoza, 25 de octubre de 2018           
+Padre Obispo Marcelo Daniel Colombo








PRÓLOGO

                               
“Déjenme que les cuente
lo que me quema por dentro;
el Amor que se hizo carne
con chayas y dolor de pueblo”
(Mons. Angelelli) 

El libro que tienes en tus manos es una invitación a descubrir la Palabra que el Señor quiere decirte a través de estos testigos (Cf. Gaudete et exultate, n. 22). No te encontrarás, entonces, con un libro de estudio o de historia sino propiamente de vida cristiana y de oración, de contemplación y de apostolado. El camino recorrido por los padres Carlos y Gabriel, el laico Wenceslao y el obispo Enrique nos habla de una situación concreta: la Iglesia Particular de La Rioja perseguida en la época de la dictadura, pero, a la vez, proféticamente, manifiesta a nuestra Argentina contemporánea y también al mundo que es posible encarnar el Evangelio con parresía. La figura de estos “apóstoles” del siglo XX, como oportunamente dijo el entonces cardenal Jorge Bergoglio, “no puede ser una simple memoria encapsulada sino un desafío que hoy nos interpela a que miremos el camino de ellos, hombres que solamente miraron el Evangelio, hombres que recibieron el Evangelio y con libertad”.[1]

Los mártires riojanos muestran y demuestran permanentemente un espíritu tanto de contemplación como de compromiso y acción: una vida traspasada por el Amor de Dios y del prójimo. Así, por ejemplo, con profunda sensibilidad espiritual, decía de sí mismo el Angelelli poeta: “Mi vida fue como el cardón sacudida por los vientos y agarrada a Ti Señor (…) es misterio que se hizo camino”. Expresa, al mismo tiempo, la espesura de sus sufrimientos que, sin quedarse ahogado en sus propias penas, se entrega a los demás, especialmente a los pobres: “Mi vida fue como el arroyo… anunciar el aleluya a los pobres y pulirse en el interior; canto rodado con el pueblo y silencios de encuentros contigo…solo…Señor (…) “Cuando la vida se esconde entre espinas siempre florece una flor”. Podemos decir que esta espiritualidad caracterizó a los cuatro testigos.

Por estas razones, nuestras páginas contienen sencillamente sólo algunas referencias biográficas de cada uno –“sin entretenernos en detalles” (Cf. G. E. 22)– aquellas que entendemos pueden despertar el hambre de un mayor conocimiento de su vida y obra y, sobre todo, fomentar en nosotros la renovación espiritual de nuestra propia vida. Ofrecemos, por ello, en la segunda parte del presente volumen, un recurso predominantemente práctico. Se trata de un itinerario de oración vinculando frases de Mons. Angelelli: poesías, mensajes y homilías con las Bienaventuranzas de Jesús. La guía que proponemos no es de ninguna manera excluyente de otras, sino una simple orientación. ¡Tómalo con total libertad! Bien se puede hacerlo en grupo o individualmente, servir de meditación o de lectura espiritual, de animación o de vía crucis… Puedes agregar o quitar letra y hasta, incluso, creativamente, ponerle música o silencios siempre y cuando todo te lleve al encuentro con el otro, a la periferia, al que necesita de Dios y de ti. Pues “cada valle es un misterio y cada marcha un despego, el arriero silba en el monte, la luz le sale al encuentro. ¡Aleluya! Cantan los cerros, ¡Aleluya! Canta el arriero. La Luz se hace silencio con música de cencerros” (Mons. Angelelli).
  
                                                     Pablo Pastrone
                                                                              Villa Elisa, 15 de octubre de 2018



[1] J. Bergoglio, Homilía en el 30 Aniversario del martirio de Mons. Angelelli, La Rioja, 4 de agosto de 2006. 





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martes, 6 de noviembre de 2018

La Iglesia dice SI a la ESI




En estos últimos meses se ha generado un debate en la sociedad Argentina sobre la reforma a Ley 26.150 (Sancionada: Octubre 4 de 2006 y Promulgada: Octubre 23 de 2006), la misma propone un programa nacional de Educación Sexual Integral.

En este debate se ha creado un “mito” que afirma que la Iglesia se opone a la Educación Sexual Integral, pero a continuación podrán leer que la Iglesia siempre se manifestó a favor de la Educación Sexual afirmando que la misma debe ser Integral y progresiva (Se citan párrafos de algunos documentos desde el año 1965 incluyendo también la publicación de la Conferencia Episcopal Argentina realizada el 3 de Octubre del corriente año bajo el titulo “Si a la Educación Sexual”)

Hay que ayudar, pues, a los niños y a los adolescentes, teniendo en cuenta el progreso de la psicología, de la pedagogía y de la didáctica, para desarrollar armónicamente sus condiciones físicas, morales e intelectuales, a fin de que adquieran gradualmente un sentido más perfecto de la responsabilidad en la cultura ordenada y activa de la propia vida y en la búsqueda de la verdadera libertad, superando los obstáculos con valor y constancia de alma. Hay que iniciarlos, conforme avanza su edad, en una positiva y prudente educación sexual. Hay que prepararlos, además, para la participación en la vida social, de forma que, bien instruidos con los medios necesarios y oportunos, puedan participar activamente en los diversos grupos de la sociedad humana, estén dispuestos para el diálogo con los otros y presten su fructuosa colaboración gustosamente a la consecución del bien común.  (N° 1 GRAVISSIMUM EDUCATIONIS, Concilio Vaticano II 1965)
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La educación para el amor como don de sí mismo constituye también la premisa indispensable para los padres, llamados a ofrecer a los hijos una educación sexual clara y delicada. Ante una cultura que «banaliza» en gran parte la sexualidad humana, porque la interpreta y la vive de manera reductiva y empobrecida, relacionándola únicamente con el cuerpo y el placer egoísta, el servicio educativo de los padres debe basarse sobre una cultura sexual que sea verdadera y plenamente personal. En efecto, la sexualidad es una riqueza de toda la persona —cuerpo, sentimiento y espíritu— y manifiesta su significado íntimo al llevar la persona hacia el don de sí misma en el amor. 

La educación sexual, derecho y deber fundamental de los padres, debe realizarse siempre bajo su dirección solícita, tanto en casa como en los centros educativos elegidos y controlados por ellos. En este sentido la Iglesia reafirma la ley de la subsidiaridad, que la escuela tiene que observar cuando coopera en la educación sexual, situándose en el espíritu mismo que anima a los padres.

En este contexto es del todo irrenunciable la educación para la castidad, como virtud que desarrolla la auténtica madurez de la persona y la hace capaz de respetar y promover el «significado esponsal» del cuerpo. Más aún, los padres cristianos reserven una atención y cuidado especial —discerniendo los signos de la llamada de Dios— a la educación para la virginidad, como forma suprema del don de uno mismo que constituye el sentido mismo de la sexualidad humana.

Por los vínculos estrechos que hay entre la dimensión sexual de la persona y sus valores éticos, esta educación debe llevar a los hijos a conocer y estimar las normas morales como garantía necesaria y preciosa para un crecimiento personal y responsable en la sexualidad humana.

Por esto la Iglesia se opone firmemente a un sistema de información sexual separado de los principios morales y tan frecuentemente difundido, el cual no sería más que una introducción a la experiencia del placer y un estímulo que lleva a perder la serenidad, abriendo el camino al vicio desde los años de la inocencia. (N° 37 FAMILIARIS CONSORTIO, Juan Pablo II, 1981)
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ORIENTACIONES EDUCATIVAS SOBRE EL AMOR HUMANO, Pautas de educación sexual, 1983 (Sagrada Congregación para la Educación Católica):

54. Las dificultades que la educación sexual encuentra a menudo en el seno de la familia, requieren una mayor atención por parte de la comunidad cristiana y, en particular de los sacerdotes, para lograr la educación de los bautizados. En este campo están llamados a cooperar con la familia, la escuela católica, la parroquia y otras instituciones eclesiales.

63. Una sólida preparación catequística de los adultos, sobre el amor humano, pone las bases para la educación sexual de los niños. Así se asegura la posesión de la madurez humana iluminada por la fe, que será decisiva en el diálogo que los adultos deben establecer con las nuevas generaciones. Además de las indicaciones concernientes a los métodos a usarse, dicha catequesis favorecerá un oportuno cambio de ideas sobre problemas particulares, hará conocer mejor el material a utilizar y permitirá eventuales encuentros con expertos, cuya colaboración podría ser particularmente útil en los casos difíciles.

67. Hay que destacar, además, que por la misma evolución tecnológica se hace menos fácil el realizar oportunamente el necesario control. De aquí la urgencia, aun con miras a una recta educación sexual, de que «los destinatarios, sobre todo los jóvenes, procuren acostumbrarse a ser moderados y disciplinados en el uso de estos instrumentos (medios de comunicación social); pongan, además, empeño en entender bien lo oído, visto y leído; dialoguen con educadores y peritos en la materia y aprendan a formar recto juicio».

94. La educación sexual debe conducir a los jóvenes a tomar conciencia de las diversas expresiones y de los dinamismos de la sexualidad, así como de los valores humanos que deben ser respetados. El verdadero amor es capacidad de abrirse al prójimo en ayuda generosa, es dedicación al otro para su bien; sabe respetar su personalidad y libertad; no es egoísta, no se busca a sí mismo en el prójimo, es oblativo, no posesivo. El instinto sexual, en cambio, si abandonado a sí mismo, se reduce a genitalidad y tiende a adueñarse del otro, buscando inmediatamente una satisfacción personal.
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SEXUALIDAD HUMANA: VERDAD Y SIGNIFICADO Orientaciones educativas en familia, 1995 (Pontificio Consejo para la Familia):

84. Una ulterior dificultad aparece cuando los niños reciben una información sexual prematura por parte de los mass-media o de coetáneos descarriados o que han recibido una educación sexual precoz. En esta circunstancia, los padres habrán de comenzar a impartir una información sexual limitada, normalmente, a corregir la información inmoral errónea o controlar un lenguaje obsceno.

117. Se recomienda a los padres seguir con atención cualquier forma de educación sexual que se imparte a los hijos fuera de casa, y retirarlos cuando no corresponda a sus principios. Esta decisión de los padres nunca deberá ser motivo de discriminación para los hijos.8 Por otra parte, los padres que retiran los hijos de dicha instrucción tienen el deber de darles una adecuada formación, apropiada al estado de desarrollo de cada niño o joven.
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EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL AMORIS LAETITIA DEL SANTO PADRE FRANCISCO, 2016

Sí a la educación sexual

280. El Concilio Vaticano II planteaba la necesidad de «una positiva y prudente educación sexual» que llegue a los niños y adolescentes «conforme avanza su edad» y «teniendo en cuenta el progreso de la psicología, la pedagogía y la didáctica». Deberíamos preguntarnos si nuestras instituciones educativas han asumido este desafío. Es difícil pensar la educación sexual en una época en que la sexualidad tiende a banalizarse y a empobrecerse. Sólo podría entenderse en el marco de una educación para el amor, para la donación mutua. De esa manera, el lenguaje de la sexualidad no se ve tristemente empobrecido, sino iluminado. El impulso sexual puede ser cultivado en un camino de autoconocimiento y en el desarrollo de una capacidad de autodominio, que pueden ayudar a sacar a la luz capacidades preciosas de gozo y de encuentro amoroso.

281. La educación sexual brinda información, pero sin olvidar que los niños y los jóvenes no han alcanzado una madurez plena. La información debe llegar en el momento apropiado y de una manera adecuada a la etapa que viven. No sirve saturarlos de datos sin el desarrollo de un sentido crítico ante una invasión de propuestas, ante la pornografía descontrolada y la sobrecarga de estímulos que pueden mutilar la sexualidad. Los jóvenes deben poder advertir que están bombardeados por mensajes que no buscan su bien y su maduración. Hace falta ayudarles a reconocer y a buscar las influencias positivas, al mismo tiempo que toman distancia de todo lo que desfigura su capacidad de amar. Igualmente, debemos aceptar que «la necesidad de un lenguaje nuevo y más adecuado se presenta especialmente en el tiempo de presentar a los niños y adolescentes el tema de la sexualidad».

282. Una educación sexual que cuide un sano pudor tiene un valor inmenso, aunque hoy algunos consideren que es una cuestión de otras épocas. Es una defensa natural de la persona que resguarda su interioridad y evita ser convertida en un puro objeto. Sin el pudor, podemos reducir el afecto y la sexualidad a obsesiones que nos concentran sólo en la genitalidad, en morbosidades que desfiguran nuestra capacidad de amar y en diversas formas de violencia sexual que nos llevan a ser tratados de modo inhumano o a dañar a otros.

283. Con frecuencia la educación sexual se concentra en la invitación a «cuidarse», procurando un «sexo seguro». Esta expresión transmite una actitud negativa hacia la finalidad procreativa natural de la sexualidad, como si un posible hijo fuera un enemigo del cual hay que protegerse. Así se promueve la agresividad narcisista en lugar de la acogida. Es irresponsable toda invitación a los adolescentes a que jueguen con sus cuerpos y deseos, como si tuvieran la madurez, los valores, el compromiso mutuo y los objetivos propios del matrimonio. De ese modo se los alienta alegremente a utilizar a otra persona como objeto de búsquedas compensatorias de carencias o de grandes límites. Es importante más bien enseñarles un camino en torno a las diversas expresiones del amor, al cuidado mutuo, a la ternura respetuosa, a la comunicación rica de sentido. Porque todo eso prepara para un don de sí íntegro y generoso que se expresará, luego de un compromiso público, en la entrega de los cuerpos. La unión sexual en el matrimonio aparecerá así como signo de un compromiso totalizante, enriquecido por todo el camino previo.

284. No hay que engañar a los jóvenes llevándoles a confundir los planos: la atracción «crea, por un momento, la ilusión de la “unión”, pero, sin amor, tal unión deja a los desconocidos tan separados como antes». El lenguaje del cuerpo requiere el paciente aprendizaje que permite interpretar y educar los propios deseos para entregarse de verdad. Cuando se pretende entregar todo de golpe es posible que no se entregue nada. Una cosa es comprender las fragilidades de la edad o sus confusiones, y otra es alentar a los adolescentes a prolongar la inmadurez de su forma de amar. Pero ¿quién habla hoy de estas cosas? ¿Quién es capaz de tomarse en serio a los jóvenes? ¿Quién les ayuda a prepararse en serio para un amor grande y generoso? Se toma demasiado a la ligera la educación sexual.

285. La educación sexual debería incluir también el respeto y la valoración de la diferencia, que muestra a cada uno la posibilidad de superar el encierro en los propios límites para abrirse a la aceptación del otro. Más allá de las comprensibles dificultades que cada uno pueda vivir, hay que ayudar a aceptar el propio cuerpo tal como ha sido creado, porque «una lógica de dominio sobre el propio cuerpo se transforma en una lógica a veces sutil de dominio sobre la creación [...] También la valoración del propio cuerpo en su femineidad o masculinidad es necesaria para reconocerse a sí mismo en el encuentro con el diferente. De este modo es posible aceptar gozosamente el don específico del otro o de la otra, obra del Dios creador, y enriquecerse recíprocamente». Sólo perdiéndole el miedo a la diferencia, uno puede terminar de liberarse de la inmanencia del propio ser y del embeleso por sí mismo. La educación sexual debe ayudar a aceptar el propio cuerpo, de manera que la persona no pretenda «cancelar la diferencia sexual porque ya no sabe confrontarse con la misma».

286. Tampoco se puede ignorar que en la configuración del propio modo de ser, femenino o masculino, no confluyen sólo factores biológicos o genéticos, sino múltiples elementos que tienen que ver con el temperamento, la historia familiar, la cultura, las experiencias vividas, la formación recibida, las influencias de amigos, familiares y personas admiradas, y otras circunstancias concretas que exigen un esfuerzo de adaptación. Es verdad que no podemos separar lo que es masculino y femenino de la obra creada por Dios, que es anterior a todas nuestras decisiones y experiencias, donde hay elementos biológicos que es imposible ignorar. Pero también es verdad que lo masculino y lo femenino no son algo rígido. Por eso es posible, por ejemplo, que el modo de ser masculino del esposo pueda adaptarse de manera flexible a la situación laboral de la esposa. Asumir tareas domésticas o algunos aspectos de la crianza de los hijos no lo vuelven menos masculino ni significan un fracaso, una claudicación o una vergüenza. Hay que ayudar a los niños a aceptar con normalidad estos sanos «intercambios», que no quitan dignidad alguna a la figura paterna. La rigidez se convierte en una sobreactuación de lo masculino o femenino, y no educa a los niños y jóvenes para la reciprocidad encarnada en las condiciones reales del matrimonio. Esa rigidez, a su vez, puede impedir el desarrollo de las capacidades de cada uno, hasta el punto de llevar a considerar como poco masculino dedicarse al arte o a la danza y poco femenino desarrollar alguna tarea de conducción. Esto gracias a Dios ha cambiado, pero en algunos lugares ciertas concepciones inadecuadas siguen condicionando la legítima libertad y mutilando el auténtico desarrollo de la identidad concreta de los hijos o de sus potencialidades.
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SI a la Educación Sexual – Conferencia Episcopal Argentina , 3/10/ 2018:






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