DÉCIMO CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Ezequiel 2, 2-5
2° Corintios 12, 7-10
Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: "¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?". Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. Por eso les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa". Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente.
EL PROFETA ES INSTRUMENTO DE DIOS
Yo creo que aquí es donde se explayan más
las divinas Escrituras que se han leído hoy.
a) Breve explicación del
"profetismo": anuncia el pensamiento de otro
Siempre existió el profetismo, era una
necesidad de toda religión sentir hombres intérpretes de la voluntad de sus
dioses aunque fueran falsas religiones. Hubo también profetas -falsos, tal vez-
aunque muchas veces -ya lo hemos repetido aquí- la salvación no es exclusiva de
la Biblia ni de la Iglesia. Dios tiene mil caminos más, aún valiéndose de las
religiones naturales, para llevar, por medio de los hombres inspirados, el
mensaje que fue salvación para muchos que no fueron bautizados y que sin duda
disfrutarán el cielo, tal vez, hasta más alto que muchos bautizados, porque
fueron fieles a escuchar lo que la voz del Espíritu hablaba por medio de esos
hombres. Pero aquí nos referimos de manera especial a los profetas clásicos, a
los que Dios llamó y nos consta en la Sagrada Biblia: el instrumento de Dios.
b) Dios sigue siendo el principal
Efectos del Espíritu
- Pone en pie al Hijo de Hombre
Miremos como se presenta Ezequiel hoy:
"El Espíritu entró en mí y me puso en pie". Este es el primer efecto.
El hombre no es más que hijo de Adán, barro, criatura, mezclado con las
mentiras de l atierra. Si Dios llama a un hijo de la tierra para que abra su
capacidad de recibir el Espíritu de Dios, lo primero que este barro siente es
que se pone en pie, que se eleva, que hay una dimensión vertical que lo une con
un Dios en nombre del cual tiene que hablar.
- Otro efecto: puede decir: "Esto dice
el Señor". Presencia de Dios.
El profeta, lleno de Espíritu de Dios, va
al mundo y realiza lo que hemos dicho como tema de esta homilía: la presencia
de Dios en la sociedad, en la historia, en el mundo. Ya no podrán decir que
Dios no les ha hablado: "Esto dice el Señor". Te atiendan o no te atiendan,
tú eres presencia del Dios en medio de la sociedad -Dios muchas veces estorba-.
No tengas miedo. Pero el pueblo dirá: "Hubo un profeta que nos anunció la presencia
de Dios".
- Capacitado para la misión.
El profeta,
barro de la tierra que mira la misión que Dios le manda, por ejemplo, cuando
Dios le dice a Moisés: "Vete al Faraón, que deje salir a mi pueblo de
Egipto". ¡Qué pequeño se sintió Moisés: "Señor, pero ¿quién soy yo
para presentarme al gobernante y sacar a mi pueblo?". son misiones
imposibles, son misiones que exceden exageradamente, infinitamente, algo que
sólo Dios puede hacer. Cuando Dios le dice a Jonás: "Vete a predicar
a Nínive", el profeta prefiere huirse. Es tan grande la misión. Y Dios lo
lleva a la fuerza para cumplir la misión de predicar a Nínive. La primera
impresión que el profeta siente es su pequeñez, su pequeñez ante la grandeza de
la misión. Sin embargo, Dios le dice: "No digas que no puedes. Yo iré
contigo". Nadie se podrá oponer a esta presencia que va con el profeta.
- Eso, naturalmente, trae un peligro de
vanidad, y aquí la segunda lectura nos habla cómo el profeta conjura el peligro
de la vanidad. Es tan idéntica su misión con el mensaje de Dios que muchas
veces, como a Juan Bautista, creen que él es el Redentor. A Pablo lo querían
adorar, a Pedro le querían ofrecer víctimas, y ellos tenían que decir: "No,
cuidado, somos hombres simplemente. Adoren a Dios, obedezcan a Dios, que es el que
por medio de nosotros, sus instrumentos inadecuados, es el que habla. No
termine en nosotros, persona humana, el homenaje, el respeto, la obediencia;
diríjanselo a Dios".
- "Una espina en mi carne"
San Pablo, defendiendo su causa profética,
en la segunda carta a los Corintios, hoy, dice que tuvo visiones maravillosas
que lo hacen sentirse muy superior a todos los hombres.
Ha visto tan cerca la majestad de Dios, el
desenlace de la historia, el fin terrible de los malos y desenlace de los
buenos. Él conoce mejor que nadie esto y se puede sentir casi un Dios; y, sin
embargo, dice: "Para que no me engría, para que no me envanezca, para que
no me crea más de lo que soy, barro de la tierra, entonces el Señor puso en mi carne,
ha metido en mi carne, una espina, un emisario de Satanás que me apalea para que
no sea soberbio". Es una de las frases más difíciles de la
Biblia. ¿Qué era esta espina de la carne?. Según los comentaristas más modernos
se trata de alguna enfermedad, una enfermedad crónica. Quién sabe si un dolor
de vista, ataques que le daban, algún mal de estómago, algo que lo hacía
sentirse tan inútil para poder decir: "Lo que se está haciendo no es obra
mía, es de Dios; y para que no sea tan soberbio me ha puesto esa espina".
Miren cómo se ve la enfermedad, el dolor, la humillación cuando se tiene fe:
espina de Satanás, porque es el único que puede poner obstáculos al reino de
Dios.
- La fuerza de la debilidad: "Te basta
mi gracia"
Entonces Pablo cuenta, en el pasaje de hoy,
que en vista de esta debilidad y de este estorbo, tres veces le dijo al Señor
que le retirara ese estímulo de Satanás y el señor no se lo quitó, sino que le
dijo: "Te basta mi gracia, la fuerza se realiza en la debilidad".
¡Qué revelación más bella para un profeta!.
No es necesaria la salud. Así, todo achacoso, eres el instrumento que yo
quiero, porque cuanto más débil e inútil parezcas, más lucirá la majestad y la
potencia del Señor.
- Alegría de sufrir por Cristo
"Por eso -concluye San Pablo
humildemente- muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí
la fuerza de Cristo. Por eso vivo contento en medio de mis debilidades, de los
insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por
Cristo". Hermanos, ¡qué hermosa experiencia es tratar de seguir un poquito
a Cristo y a cambio de eso, recibir en el mundo la andanada de insultos, de
desconfianzas, de calumnias: las pérdidas de amistades, el tenerlo uno por
sospechoso!. Todo eso está profetizado y
Pablo gozaba como se goza todo aquel que goza de su debilidad. Cuanto más
inútil aparezca para los hombres, cuanto más despreciable me haga la
persecución, cuánto más inútil sea para aquellos que tal vez me creyeron grande
y ahora me creen juguete, basura, hoy me lleno de alegría -dice Pablo- porque
así residirá en mí la fuerza de Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy
fuerte. ¡Qué paradojas las del profeta!. ¡Cuando soy débil, entonces soy
fuerte!.
La Iglesia, una misión profética
Es obra de Dios, y por eso no tenemos miedo
a la misión profética que el Señor nos ha encomendado. Ya me imagino que alguno
dice: "¡Ah, se está creyendo profeta!". No es que me crea profeta, es
que ustedes y yo somos un pueblo profético, es que todo bautizado ha recibido
participación en la misión profética de Cristo.
- Cristo lo entrega a los apóstoles y estos
a sus sucesores
Cristo, el gran profeta que vino a traer la
consumación de la misión profética, se constituye en el mensajero, en el que
envía a los mensajeros, a los apóstoles y, estos, a sus sucesores, para que el
encargo de Cristo llegue hasta el último confín del mundo. Pero no sólo es la jerarquía, sino que
también el Concilio Vaticano II, y quiero que reflexionen, queridos hermanos,
esta palabra tan hermosa para ustedes: "...El Pueblo Santo de Dios
participa también de la función profética de Cristo, difundiendo su testimonio
vivo, sobre todo con la vida de fe y caridad, y ofreciendo a Dios el sacrificio
de alabanza que es fruto de los labios que confiesan su nombre. La totalidad de
los fieles que tienen la unción del Santo no pueden equivocarse cuando creen, y
esta prerrogativa peculiar suya la manifiesta mediante el sentido sobrenatural
de la fe de todo el pueblo, cuando desde el obispo hasta el último laico,
presta su consentimiento universal a las cosas de fe y costumbre". Quiere
decir que en ustedes, pueblo de Dios, todo eso que es: obispos, sacerdotes,
religiosas, instituciones católicas, fieles, familias cristianas, formamos el
pueblo de Dios y Cristo, profeta, nos ha hecho participantes de su misión
profética. El Espíritu de Cristo nos ha ungido desde el día de nuestro bautismo
y formamos entonces un pueblo que no se puede equivocar en creer. ¡Qué consuelo
me da esto, hermanos!. Ustedes no se equivocan cuando escuchan a un obispo y
cuando acuden -con una constancia que a mí me emociona- a la Catedral, a
escuchar mi pobre palabra; y no hay un rechazo, sino al contrario, siento que
se acrecienta más en el corazón del pueblo la credibilidad a la palabra de su
obispo. Siento que el pueblo es mi profeta, a mí me está enseñando con la
unción que el espíritu ha hecho en su bautismo y que los hace incapaces de
aceptar una doctrina equivocada o errónea; ustedes como pueblo la rechazarían,
como rechaza el organismo esos cuerpos extraños que se le meten a veces.
Fragmento de la homilía de Monseñor Romero del día 8 de Julio de 1979
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