sábado, 16 de junio de 2018

"FELIZ DÍA DEL PADRE" - MONSEÑOR ANGELELLI






   El obispo diocesano, monseñor Enrique Angelelli – que inmediatamente después de concluida la misa radial de ayer en la Iglesia Catedral se trasladó al distrito San Antonio (Arauco) para participar en sus fiestas patronales – dedicó la homilía a formular diversas consideraciones sobre la celebración del Día del Padre. Comenzó señalando que “a todos nos toca muy de cerca esta celebración. Quienes sentimos y tenemos esta responsabilidad y misión de ser ‘padres’ en el espíritu y en la carne, sentimos la necesidad de abrirle el corazón a nuestros hijos para decirles algo de lo que vivimos como padres. Sentimos la necesidad de comenzar la celebración de este día con alguna reflexión sobre todo lo que encierra este nombre – Padre – porque no queremos que pase como uno de los tantos días inventados por la sociedad de consumo para comercializar sentimientos tan grandes y sagrados como este Día del Padre o como lo es, también, el Día de la Madre”. La Misión de ser Padre “Esta reflexión – prosiguió – nos ayudará, también para hacer un examen de conciencia porque no es fácil realizar en la vida la misión de ser ‘padres’ como lo quiere Dios. Amigos que, en nuestra comunidad riojana, tenemos esta responsabilidad, a unos Dios los llamó para ser padres en la carne y a otros padres en el espíritu o en la fe si hablamos en cristiano. La fuente de la Paternidad es la misma: Dios que es Padre. Esta misión que tenemos es profunda, estupenda y difícil. Para entenderla debemos meternos en el corazón de Dios para descubrir allí a un Padre que es la misma Vida y el mismo Amor. Necesitamos tener la misma actitud que le inculcamos a nuestros hijos cuando les enseñamos cómo deben dirigirse a Dios descubriéndolo Padre; la misma actitud con que acompañamos al hijo cuando le enseñamos la oración que Cristo nos dejó: Padre Nuestro que estás en los Cielos”.

Monseñor Angelelli continuó diciendo: “Amigo y hermano, Ud. que es padre: no es suficiente para vivir plenamente esta paternidad poner un acto y un gesto biológico para que nazca una nueva vida a la que llamamos hijo. Si así fuere, le quitaríamos lo más grande, estupendo, responsable y casi misterioso que tiene la paternidad. Pensemos, cada uno de nosotros, que somos padres en el espíritu o en la carne. Es Dios quien nos ha llamado y nos ha convocado para esta misión. El es el Padre. Así se reveló en el Antiguo Testamento y así nos lo reveló Jesús en el Nuevo Testamento. Aprendamos de Jesús esa permanente relación cariñosa y filial que tuvo para con el Padre de los Cielos. Por eso nos dijo: ‘Cuando se dirijan a Dios díganle así: Padre Nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, que ven tu reino, que se haga tu voluntad, que no nos falte el pan de cada día, que perdones nuestros pecados como nosotros perdonamos, que no caigamos en el mal y en la tentación”.

La paternidad humana y divina Más adelante puntualizó: “Hoy, a nuestra condición de padre la tenemos que iluminar desde esta oración que nos enseñó Jesús: Padre Nuestro. Necesitamos, nosotros padres, considerarnos hijos. El es el Padre Nuestro también. Recuperemos esta dimensión religiosa y filial por si la tenemos olvidada, perdida o la consideramos sin mayor importancia para la vida. Nuestra paternidad adquiere todo su sentido en la paternidad de Dios. ¡Se dan cuenta! Dios, que es la Fuente de la Vida. Nos ha llamado a transmitirla en la carne o en el espíritu. Nos ha prestado su nombre de padre, para que nuestros hijos nos llamen padre. ¡Qué exigencias tiene la preparación para ser padre! ¡Qué responsabilidad debe tener quien debe cumplir esta misión de padre!. El hijo que nace como fruto de esa paternidad, ya sea en la carne como en la fe, es hijo de Dios y es hijo nuestro, juntos. Tanto en la carne como en la fe hacemos florecer la vida; hacemos que la vida crezca, que madure como maduran los frutos del árbol y que esa vida sea feliz y ayude a hacer felices a los demás. ¿No les parece que en esto hay mucho para pensar?”.

La relación Padre-Hijo

Por otro lado, precisó que “existen dos extremos que empequeñecen la paternidad y causan daño: una paternidad ejercida como ‘paternalismo’ y ‘autoritarismo’ volcando una superprotección en el hijo, y el otro extremo que llamaría: ‘papi bueno’ que, para no tener problemas o no saber cómo afrontarlos, le da al hijo todo lo que se le antoja, porque así se irá haciendo ‘hombre’. Si en el primer caso es ‘superprotección’, en el segundo caso es ‘abandono’. Si lo analizamos bien, en ambos casos nos encontramos con dos respuestas que no son fruto de un Amor Verdadero. Debemos estar muy atentos a revisarnos como padres, porque debemos entregar a nuestros hijos en la carne o en la fe una imagen que refleje la imagen de Dios Padre. Si analizamos la formación que vivimos cuando niños, encontraremos la raíz para comprender las reacciones o deformaciones que tenemos de Dios y de la Fe. Si somos cristianos, estamos llamados a ser educadores de la fe de nuestros hijos. No cumplimos nuestra misión con procurar que nuestro hijos ‘tengan más’, como la gran meta de la vida, sino cuando procuramos que ‘sean más’ hombres y más cristianos, si somos creyentes. De lo contrario, no habremos logrado moldear el fruto de la paternidad que tenemos como misión. Todo esto no es nada fácil. Debemos ayudarnos a caminar juntos y clarificar bien nuestra misión de padres”.

La misión del hijo

“Y siguiendo con nuestra reflexión – expresó posteriormente el obispo -, les quiero decir lo siguiente: Nadie pone en duda que el padre consciente de su misión, quiere lo mejor para sus hijos. Más aún, si en el hogar existen hijos que sufren más que otros, les prodigará los mejores cuidados con el mayor de los sacrificios. ¡Cuántas lágrimas y cuántos dolores escondidos están guardados en el corazón de cada padre por amor a sus hijos! Ustedes, hijos, sepan comprender y descubrir todo esto en esto que se llama ‘padre’. Ayúdenle a que pueda cumplir mejor su misión de ‘papá’. Usted amigo papá, déjese ayudar por sus hijos. Ellos lo quieren. Necesitan que usted realice su misión paterna con toda la riqueza que tiene de ser padre, que es entregar a los hijos todo eso que le ha dado Dios. Si todo eso es exigencia en la paternidad según la carne, lo es de la misma manera según la fe. Quienes fuimos llamados para cumplir esta misión sagrada y estupenda de ser padres en la fe, también queremos para nuestros hijos lo mejor. Y cuando existen hijos en nuestro gran hogar, que es la comunidad diocesana, que sufren y son rechazados por otros hermanos que son hijos nuestros también, no podemos quedarnos indiferentes y callar. Pablo VI, cuando dijo que la Iglesia es la ‘voz de los sin voz’, nos indicó que debemos ser el padre de los ‘hijos’ que en la sociedad y en la comunidad, no son tratados fraternalmente por el resto de sus hermanos”.


Afirmó que “esta celebración del Día del Padre debe iluminar a nuestra comunidad para comprender bien la misión de la Iglesia de La Rioja, nacida Ella de la paternidad de Dios Padre. Cuando llamamos a la ‘reconciliación’ en este Año Santo, es para ejercer y cumplir esta misión de padre en la fe. Cuando llamamos a nuestros hijos para que se renueven en sus mentes y en sus corazones, es para que nuestro gran hogar diocesano sea más feliz. Cuando llamamos a que se viva más la justicia y el amor, es para que nuestro pueblo sea más feliz. Nada puede sernos indiferente en la vida de nuestra comunidad. Nada es ajeno a la misión de la Iglesia, que es cumplir la misión dada por nuestro Padre Dios por Jesucristo, el Señor”.

“En este Día del Padre – dijo Monseñor Angelelli – queremos dejarle a toda la comunidad nuestro mejor saludo y cariño, pero especialmente a quienes están más necesitados, no tienen lo suficiente para la vida, sufren por el egoísmo de sus hermanos, son tratados por sus mismos hermanos con la calumnia y la injuria. Queremos estar muy cerca de quienes tienen el papá en el Cielo. Queremos sentir muy cerca esta paternidad en la fe y en el afecto de quienes, por esos caminos inescrutables de Dios, no conocen al papá para darle hoy un beso, o ese papá que, por razones que no debemos analizarlas, no están ahora junto a sus hijos. Les pediría a ustedes, hijos que viven este día en esas condiciones, que abran el corazón grande y no guarden ningún sentimiento que pueda hacernos perder la paz y lo lindo de la vida. Si no pueden descubrir en el rostro de papá, el rostro de Dios Padre, descubran que ese Dios Padre está muy cerca de ustedes y que tienen hoy el cariño y el afecto de quienes Dios ha puesto junto a ustedes para ser padre en la fe.”

Y concluyó señalando: “Amigos padres, hermanos. Muchas cosas podríamos señalar que les impiden ser, muchas veces, buenos padres. Permítanme que les diga esto: Que nada de lo que digan y sean, pueda, mañana, entristecer a sus hijos. Miren a esa mujer que tienen a su lado; ella es esposa y madre. Con ella caminen muy juntos en la vida. Ambos son llamados por Dios para hacer feliz a ese hogar. Pensemos todo lo que nos pide Dios Padre hoy para hacer de nuestra Rioja un Gran Hogar, donde todos nos sintamos hermanos e hijos de un mismo Padre que está en los cielos. No reaccionemos cuando volcamos nuestros esfuerzos para hacer de esta tierra, una tierra feliz; no una tierra resignada, porque existen hermanos que no tienen voz en su propio hogar, no pueden comer el mismo pan en la mesa común y no reciben el mismo afecto y trato que otros hermanos. Que San Nicolás bendiga a nuestros hogares riojanos.” (El texto de esta homilía fue publicado en el diario “El Independiente”, lunes 17 de junio de 1974, págs. 6 y 8. No se cuenta con el original mecanografiado por el Obispo Angelelli)


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