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domingo, 1 de abril de 2018

MENSAJE PASCUAL, Mons. Angelelli: "CRISTO RESUCITÓ ¡ALELUIA! ¡FELICES PASCUAS!"



HERMANOS:

Resuene en toda la diócesis, con alegría y esperanza, este anuncio que les hago, como obispo de ustedes: CRISTO RESUCITÓ ¡ALELUIA! ¡FELICES PASCUAS!

En medio de los problemas y dificultades de la vida, hemos encendido el CIRIO PASCUAL, símbolo del Cristo resucitado. Él es el verdadero HOMBRE NUEVO. Cristo es la luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.

Por el bautismo fuimos hechos luz en el Señor. “En un tiempo ustedes eran tinieblas, pero ahora son la luz en el Señor. Y los frutos de la luz son la verdad, toda justicia y toda bondad” (Ef. 5, 8-9). ¡“Alégrese la tierra inundada de tanta luz, alégrese también nuestra madre la Iglesia... estas son la fiestas pascuales, en las que se inmola el verdadero Cordero (Cristo) con cuya Sangre son consagradas las puertas de los fieles”. Así canta la Iglesia en su liturgia; así resplandece la PASCUA DEL SEÑOR.

Porque la Pascua es un canto a la VIDA; es un canto a la esperanza que tiene por fundamento a Cristo resucitado. Como cristianos nos sentimos convocados a ser: ¡HOMBRES DE LUZ! “La Luz de la fe que nos hace testigos, el Agua del Bautismo que nos hace hijos, el Pan de la Eucaristía, que nos hace hermanos”.

Esta alegría pascual no es fruto de una ilusión sin sentido y sin fundamento; es la alegría que nace de QUIEN sabemos por qué creemos y por qué confiamos. Se ha escrito: “Pascua es madurez de silencio y fecundidad de cruz”. 

Porque es preferible tener el alma dolorida de tanto buscarla, que tenerla en una paz fingida por haber renunciado a su búsqueda.

Este anuncio de la Pascua que hacemos, no está dirigido a un mundo irreal; ni a hombres que ya pasaron. Es hecho a nuestro mundo en cambio, tensionado y en búsqueda. Es hecho a hombres concretos; hermanos nuestros. Es hecho a nuestra diócesis que no es una isla de lo que viven otros hombres; es hecho a compatriotas con quienes vivimos una hora muy significativa para la Patria. Anunciar la Pascua de Cristo es convocarnos para construir la vida en todas sus manifestaciones y dimensiones. Desde esta Pascua miramos el futuro con esperanza. Somos conscientes de los graves problemas que tenemos que superar; la reconciliación que debemos lograr; el sentido redentor que debemos darle al sufrimiento para que podamos gozar de la PAZ.

Al comienzo de la cuaresma hicimos algunas reflexiones de “cómo se mata la vida”. Buscábamos desentrañar lo que nos decía la liturgia cuaresmal: “CONVIÉRTETE Y CREE EN EL EVANGELIO”.

Hoy, haremos estas reflexiones de “cómo se construye la vida”, para desentrañar: CRISTO RESUCITÓ, CRISTO ES LA VIDA.

CÓMO SE CONSTRUYE LA VIDA:

- Cuando obramos como administradores de la vida y no como dueños de la vida propia y ajena.
- Cuando respetamos la vida propia y ajena y la hacemos crecer conforme a lo que Dios quiere de la misma.
- Cuando somos solidarios, amigos, hermanos y servidores los unos de los otros.
- Cuando habiendo acogido en nosotros el don de la FE la hacemos crecer en nosotros mismos y ayudamos que crezca en los demás.
- Cuando somos justos, honestos, veraces, responsables de nuestros deberes y obligaciones.
- Cuando tendemos nuestra mano amiga y fraternal al que sufre y necesita, material o espiritualmente.
- Cuando alimentamos la vida con la oración y con la gracia sacramental.
- Cuando alimentamos diariamente la vida con la Palabra de Dios.
- Cuando ordenamos nuestra vida y ayudamos a ordenarla a nuestros hermanos con una escala de valores que responda a “SER MÁS” y no sólo ni principalmente a “TENER MÁS”.
- Cuando somos pobres de espíritu; limpios de corazón; misericordiosos; pacificados interiormente; con hambre y sed de justicia; constructores de paz; compasivos; perseguidos por causa del bien y en todo esto nos sentimos felices.
- Cuando somos sal de la tierra y luz del mundo; cuando somos realizadores de las “obras de la misericordia” según la Biblia.
- Cuando disponemos buena tierra en nuestro corazón para que fructifique la semilla de la Palabra de Dios.
- Cuando renunciamos cada vez a ser avaros, soberbios, sensuales, envidiosos, mentirosos.
- Cuando anunciamos el Evangelio de Cristo para que la Pascua se realice en cada hombre y en nuestro pueblo.
- Cuando trabajamos generosa y noblemente por la salud de nuestro pueblo; por extirpar las lacras morales que matan la vida moral de un pueblo y aún la vida física.
- Cuando trabajamos por hacer crecer el nivel de instrucción y la educación de nuestros niños y de nuestra juventud.
- Cuando trabajamos por la justa distribución de los bienes que Dios nos ha dado para todos.
- Cuando vivimos la Fe, la Esperanza y el Amor conforme al Evangelio.
- Cuando somos consecuentes con la Fé que recibimos en nuestro bautismo en el cumplimiento nuestras propias responsabilidades.
- Cuando somos hijos responsables de la Madre Iglesia y ayudamos a nuestros hermanos que vivan de la misma manera.
- Cuando convertimos nuestros hogares en “pequeñas Iglesias domésticas”.
- Cuando participamos cada vez de la Eucaristía y la realizamos en la vida.
- Cuando nos acercamos al sacramento de la reconciliación sacramental.

Estas son algunas de las reflexiones que nos ayudan a vivir y ayudar a construir la vida en nosotros y en nuestros hermanos. Así construiremos la Pascua de Cristo en nosotros y en nuestra diócesis. “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” nos dice Jesús.

Ustedes lo recuerdan; cuando comenzamos la Misión Diocesana de San Nicolás, dijimos que solamente buscábamos, y ¡nada menos! que hacer de cada hijo de esta tierra y de cada uno de sus pueblos, un hombre y un pueblo que viva la “Pascua del Señor”. Así lo vivió y así lo anunció San Nicolás a su pueblo de Mira. Esperamos no encontrar dificultades en este año para poder continuar la “misión” con los objetivos ya señalados.


Con la confianza puesta en el Señor, que nos llama a vivir su Pascua, sigamos construyendo la Vida. Esto equivale a ser solidarios; hombres de esperanza y de alegría profunda; aportar nuestro esfuerzo para seguir caminando juntos; ser factores de unidad eclesial; hacer operante nuestro amor cristiano, especialmente con los que sufren más y mirar el futuro con optimismo cristiano. CRISTO RESUCITADO NOS DÉ SU PAZ Y NOS BENDIGA A TODOS.

 18 de abril de 1976

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