El Santo Padre Francisco ha recibido ayer (6 de Marzo) en audiencia al Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos y ha autorizado a la Congregación a promulgar los Decretos concernientes los milagros atribuidos a la intercesión del Beato Pablo VI y del Beato Óscar Arnulfo Romero.
Hoy podemos decir que se cumplieron las
palabras de Monseñor Pedro Casaldáliga (El 31 de mayo de 1952 fue
ordenado sacerdote en Montjuïc (Barcelona) y se unió a la congregación de los
claretianos. En junio de 1968 se trasladó como misionero al estado del
Mato Grosso en Brasil. El 23 de octubre de 1971 fue ordenado obispo de São
Felix do Araguaia. Ha sido siempre un defensor de los derechos de los menos
favorecidos. El pasado 16 de Febrero cumplió 90 años) quien escribió un poema que se titula "San Romero de
América, Pastor y Mártir nuestro"
publicado en el libro "Cantares de la Eterna Libertad" en el año
1984. A continuación podrán leer este poema:
El ángel del Señor anunció en la víspera...
El corazón de El Salvador marcaba
24 de marzo y de agonía.
Tú ofrecías el Pan,
el Cuerpo Vivo
-el triturado cuerpo de tu Pueblo;
Su derramada Sangre victoriosa
-¡la sangre campesina de tu Pueblo en masacre
que ha de teñir en vinos de alegría la aurora conjurada!
El ángel del Señor anunció en la víspera,
y el Verbo se hizo muerte, otra vez, en tu muerte;
como se hace muerte, cada día, en la carne desnuda de tu Pueblo.
¡Y se hizo vida nueva
en nuestra vieja Iglesia!
Estamos otra vez en pie de testimonio,
¡San Romero de América, pastor y mártir nuestro!
Romero de la paz casi imposible en esta tierra en guerra.
Romero en flor morada de la esperanza incólume de todo el Continente.
Romero de la Pascua latinoamericana.
Pobre pastor glorioso, asesinado a sueldo, a dólar, a divisa.
Como Jesús, por orden del Imperio.
¡Pobre pastor glorioso,
abandonado
por tus propios hermanos de báculo y de Mesa...!
(Las curias no podían entenderte:
ninguna sinagoga bien montada puede entender a Cristo).
Tu pobrería sí te acompañaba,
en desespero fiel,
pasto y rebaño, a un tiempo, de tu misión profética.
El Pueblo te hizo santo.
La hora de tu Pueblo te consagró en el kairós.
Los pobres te enseñaron a leer el Evangelio.
Como un hermano herido por tanta muerte hermana,
tú sabías llorar, solo, en el Huerto.
Sabías tener miedo, como un hombre en combate.
¡Pero sabías dar a tu palabra, libre, su timbre de campana!
Y supiste beber el doble cáliz del Altar y del Pueblo,
con una sola mano consagrada al servicio.
América Latina ya te ha puesto en su gloria de Bernini
en la espuma-aureola de sus mares,
en el retablo antiguo de los Andes alertos,
en el dosel airado de todas sus florestas,
en la canción de todos sus caminos,
en el calvario nuevo de todas sus prisiones,
de todas sus trincheras,
de todos sus altares...
¡En el ara segura del corazón insomne de sus hijos!
San Romero de América, pastor y mártir nuestro:
¡nadie hará callar tu última homilía!
Pedro Casaldáliga
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