El próximo 19 de Noviembre celebraremos la
Jornada Mundial de los Pobres, a continuación les comparto algunos párrafos de
la exhortación apostólica Evangelii Gaudium (La alegría del Evangelio) del papa Francisco (26 de Noviembre de 2013) que nos
invitan a la inclusión social de los pobres.
La
inclusión social de los pobres (Evangelii Gaudium)
186. De nuestra fe en Cristo hecho
pobre, y siempre cercano a los pobres y
excluidos, brota la preocupación por el desarrollo integral de los más
abandonados de la sociedad.
187. Cada cristiano y cada comunidad
están llamados a ser instrumentos de
Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan
integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor
del pobre y socorrerlo. Basta recorrer las Escrituras para descubrir cómo
el Padre bueno quiere escuchar el clamor de los pobres: «He visto la aflicción
de mi pueblo en Egipto, he escuchado su clamor ante sus opresores y conozco
sus sufrimientos. He bajado para librarlo […] Ahora, pues, ve, yo te envío… » (Ex
3,7-8.10), y se muestra solícito con sus necesidades: « Entonces los
israelitas clamaron al Señor y Él les suscitó un libertador» (Jc 3,15).
Hacer oídos sordos a ese clamor, cuando nosotros somos los instrumentos de
Dios para escuchar al pobre, nos sitúa fuera de la voluntad del Padre y de su
proyecto, porque ese pobre «clamaría al Señor contra ti y tú te cargarías con
un pecado» (Dt 15,9). Y la falta de solidaridad en sus necesidades
afecta directamente a nuestra relación con Dios: «Si te maldice lleno de
amargura, su Creador escuchará su imprecación» (Si 4,6). Vuelve siempre
la vieja pregunta: «Si alguno que posee bienes del mundo ve a su hermano que
está necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede permanecer en él el amor
de Dios?» (1 Jn 3,17). Recordemos también con cuánta contundencia el
Apóstol Santiago retomaba la figura del clamor de los oprimidos: «El salario
de los obreros que segaron vuestros campos, y que no habéis pagado, está gritando. Y los gritos de los
segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos».
188. La Iglesia ha reconocido que la
exigencia de escuchar este clamor brota de la misma obra liberadora de la
gracia en cada uno de nosotros, por lo cual no se trata de una misión reservada
sólo a algunos: «La Iglesia, guiada por el Evangelio de la misericordia y por
el amor al hombre, escucha el clamor por la justicia y quiere responder
a él con todas sus fuerzas». En
este marco se comprende el pedido de Jesús a sus discípulos: «¡Dadles vosotros
de comer!» (Mc 6,37), lo cual implica tanto la cooperación para resolver
las causas estructurales de la pobreza y para promover el desarrollo integral de los pobres, como los gestos más
simples y cotidianos de solidaridad ante las miserias muy concretas que
encontramos. La palabra «solidaridad» está un poco desgastada y a veces se la
interpreta mal, pero es mucho más que algunos actos esporádicos de generosidad.
Supone crear una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad, de
prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de
algunos.
189. La solidaridad es una reacción
espontánea de quien reconoce la función social de la propiedad y el destino
universal de los bienes como realidades
anteriores a la propiedad privada. La posesión privada de los bienes se
justifica para cuidarlos y acrecentarlos de manera que sirvan mejor al bien
común, por lo cual la solidaridad debe vivirse como la decisión de devolverle
al pobre lo que le corresponde. Estas convicciones y hábitos de solidaridad,
cuando se hacen carne, abren camino a otras transformaciones estructurales y
las vuelven posibles. Un cambio en las estructuras sin generar nuevas
convicciones y actitudes dará lugar a que esas mismas estructuras tarde o
temprano se vuelvan corruptas, pesadas e ineficaces.
190. A veces se trata de escuchar el
clamor de pueblos enteros, de los
pueblos más pobres de la tierra, porque «la paz se funda no sólo en el respeto
de los derechos del hombre, sino también en el de los derechos de los pueblos». Lamentablemente, aun los
derechos humanos pueden ser utilizados como justificación de una defensa
exacerbada de los derechos individuales o de los derechos de los pueblos más
ricos. Respetando la independencia y la cultura de cada nación, hay que
recordar siempre que el planeta es de toda la humanidad y para toda la
humanidad, y que el solo hecho de haber nacido en un lugar con menores recursos
o menor desarrollo no justifica que algunas personas vivan con menor dignidad.
Hay que repetir que «los más favorecidos deben renunciar
a algunos de sus derechos para poner con mayor liberalidad sus bienes al
servicio de los demás». Para hablar adecuadamente de nuestros derechos
necesitamos ampliar más la mirada y abrir los oídos al clamor de otros pueblos
o de otras regiones del propio país. Necesitamos crecer en una solidaridad que
«debe permitir a todos los pueblos llegar a ser por sí mismos artífices de su
destino», así como «cada hombre está llamado a
desarrollarse».
191. En cada lugar y circunstancia,
los cristianos, alentados por sus Pastores, están llamados a escuchar el clamor de los pobres, como
tan bien expresaron los Obispos de Brasil: «Deseamos asumir, cada día, las
alegrías y esperanzas, las angustias y tristezas del pueblo brasileño,
especialmente de las poblaciones de las periferias urbanas y de las zonas
rurales —sin tierra, sin techo, sin pan, sin salud— lesionadas en sus derechos.
Viendo sus miserias, escuchando sus clamores y conociendo su sufrimiento, nos
escandaliza el hecho de saber que existe alimento suficiente para todos y que
el hambre se debe a la mala distribución de los bienes y de la renta. El
problema se agrava con la práctica generalizada del desperdicio».
192. Pero queremos más todavía,
nuestro sueño vuela más alto. No hablamos sólo de asegurar a todos la comida,
o un «decoroso sustento», sino de que tengan «prosperidad sin exceptuar
bien alguno». Esto implica educación, acceso al cuidado de la salud y
especialmente trabajo, porque en el trabajo libre, creativo, participativo y
solidario, el ser humano expresa y acrecienta la dignidad de su vida.
El salario justo
permite el acceso adecuado a los demás bienes que están destinados al uso
común.
Pagina oficial de la I JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES
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