Evangelio según
San Mateo 21,28-32.
Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: "¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: 'Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña'. El respondió: 'No quiero'. Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: 'Voy, Señor', pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?". "El primero", le respondieron. Jesús les dijo: "Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios. En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él".
Catecismo de la Iglesia Católica
2822 La voluntad de nuestro Padre es
"que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la
verdad" (1 Tm 2, 3-4). El "usa de paciencia, no queriendo que algunos
perezcan" (2 P 3, 9; cf Mt 18, 14). Su mandamiento que resume todos los
demás y que nos dice toda su voluntad es que "nos amemos los unos a los
otros como él nos ha amado" (Jn 13, 34; cf 1 Jn 3; 4; Lc 10, 25-37).
2823 El nos ha dado a "conocer el
Misterio de su voluntad según el benévolo designio que en él se propuso de
antemano: hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza a él por quien entramos en
herencia, elegidos de antemano según el previo designio del que realiza todo
conforme a la decisión de su Voluntad" (Ef 1, 9-11). Pedimos con
insistencia que se realice plenamente este designio benévolo, en la tierra como
ya ocurre en el cielo.
2824 En Cristo, y por medio de su voluntad
humana, la voluntad del Padre fue cumplida perfectamente y de una vez por
todas. Jesús dijo al entrar en el mundo: "He aquí que yo vengo, oh Dios, a
hacer tu voluntad" (Hb 10, 7; Sal 40, 7). Sólo Jesús puede decir: "Yo
hago siempre lo que le agrada a él" (Jn 8, 29). En la oración de su
agonía, acoge totalmente esta Voluntad: "No se haga mi voluntad sino la
tuya" (Lc 22, 42; cf Jn 4, 34; 5, 30; 6, 38). He aquí por qué Jesús
"se entregó a sí mismo por nuestros pecados según la voluntad de
Dios" (Ga 1, 4). "Y en virtud de esta voluntad somos santificados,
merced a la oblación de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo" (Hb
10, 10).
2825 Jesús, "aun siendo Hijo, con lo
que padeció, experimentó la obediencia" (Hb 5, 8). ¡Con cuánta más razón
la deberemos experimentar nosotros, criaturas y pecadores, que hemos llegado a
ser hijos de adopción en él! Pedimos a nuestro Padre que una nuestra voluntad a
la de su Hijo para cumplir su voluntad, su designio de salvación para la vida
del mundo. Nosotros somos radicalmente impotentes para ello, pero unidos a
Jesús y con el poder de su Espíritu Santo, podemos poner en sus manos nuestra
voluntad y decidir escoger lo que su Hijo siempre ha escogido: hacer lo que
agrada al Padre (cf Jn 8, 29):
Adheridos a
Cristo, podemos llegar a ser un solo espíritu con él, y así cumplir su voluntad:
de esta forma ésta se hará tanto en la tierra como en el cielo (Orígenes, or.
26).
Considerad cómo
Jesucristo nos enseña a ser humildes, haciéndonos ver que nuestra virtud no
depende sólo de nuestro esfuerzo sino de la gracia de Dios. El ordena a cada
fiel que ora, que lo haga universalmente por toda la tierra. Porque no dice
'Que tu voluntad se haga' en mí o en vosotros 'sino en toda la tierra': para que
el error sea desterrado de ella, que la verdad reine en ella, que el vicio sea destruido
en ella, que la virtud vuelva a florecer en ella y que la tierra ya no sea diferente
del cielo (San Juan Crisóstomo, hom. in Mt 19, 5).
2826 Por la oración, podemos "discernir
cuál es la voluntad de Dios" (Rm 12, 2; Ef 5, 17) y obtener
"constancia para cumplirla" (Hb 10, 36). Jesús nos enseña que se entra
en el Reino de los cielos, no mediante palabras, sino "haciendo la
voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mt 7, 21).
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