Evangelio según
San Mateo 18,15-20.
Jesús dijo a sus discípulos: Si tu
hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu
hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el
asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a
hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la
comunidad, considéralo como pagano o publicano. Les aseguro que todo lo
que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en
la tierra, quedará desatado en el cielo. También les aseguro que si dos de
ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se
lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy
presente en medio de ellos.
Catecismo de la Iglesia Católica
2842 Este "como" no es el único en
la enseñanza de Jesús: "Sed perfectos 'como' es perfecto vuestro Padre
celestial" (Mt 5, 48); "Sed misericordiosos, 'como' vuestro Padre es
misericordioso" (Lc 6, 36); "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis
los unos a los otros. Que 'como' yo os he amado, así os améis también vosotros
los unos a los otros" (Jn 13, 34). Observar el mandamiento del Señor es imposible
si se trata de imitar desde fuera el modelo divino. Se trata de una participación,
vital y nacida "del fondo del corazón", en la santidad, en la misericordia,
y en el amor de nuestro Dios. Sólo el Espíritu que es "nuestra Vida "verdaderamente
la irradiación del Padre (Liturgia bizantina, Kontakion de la Fiesta de la
Transfiguración,) (Ga 5, 25) puede hacer nuestros los mismos sentimientos que
hubo en Cristo Jesús (cf Flp 2, 1. 5). Así, la unidad del perdón se hace
posible, "perdonándonos mutuamente
'como' nos perdonó Dios en Cristo" (Ef 4, 32).
2843 Así, adquieren vida las palabras del
Señor sobre el perdón, este Amor que ama hasta el extremo del amor (cf Jn 13,
1). La parábola del siervo sin entrañas, que culmina la enseñanza del Señor
sobre la comunión eclesial (cf. Mt 18, 23-35), acaba con esta frase: "Esto
mismo hará con vosotros mi Padre celestial si no perdonáis cada uno de corazón
a vuestro hermano". Allí es, en efecto, en el fondo "del
corazón" donde todo se ata y se desata. No está en nuestra mano no sentir
ya la ofensa y olvidarla; pero el corazón que se ofrece al Espíritu Santo
cambia la herida en compasión y purifica la memoria transformando la ofensa en intercesión.
2844 La oración cristiana llega hasta el
perdón de los enemigos (cf Mt 5, 43-44). Transfigura al discípulo
configurándolo con su Maestro. El perdón es cumbre de la oración cristiana; el
don de la oración no puede recibirse más que en un corazón acorde con la
compasión divina. Además, el perdón da testimonio de que, en nuestro mundo, el
amor es más fuerte que el pecado. Los mártires de ayer y de hoy dan este
testimonio de Jesús. El perdón es la condición fundamental de la reconciliación
(cf 2 Co 5, 18-21) de los hijos de Dios con su Padre y de los hombres entre sí
(cf Juan Pablo II, DM 14).
2845 No hay límite ni medida en este perdón,
esencialmente divino (cf Mt 18, 21-22; Lc 17, 3-4). Si se trata de ofensas (de
"pecados" según Lc 11, 4, o de "deudas" según Mt 6, 12), de
hecho nosotros somos siempre deudores: "Con nadie tengáis otra deuda que
la del mutuo amor" (Rm 13, 8). La comunión de la Santísima Trinidad es la
fuente y el criterio de verdad en toda relación (cf 1 Jn 3, 19-24). Se vive en
la oración y sobre todo en la Eucaristía (cf Mt 5, 23-24):
Dios no acepta el sacrificio de los que provocan la
desunión, los despide del altar para que antes se reconcilien con sus hermanos:
Dios quiere ser pacificado con oraciones de paz. La obligación más bella para
Dios es nuestra paz, nuestra concordia, la unidad en el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo de todo el pueblo fiel (San Cipriano, Dom. orat. 23: PL 4, 535C-536A).
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