2. La muerte del obispo
Las personas cercanas al obispo sabían que éste recibía
permanentes amenazas. Consta en las actas de reuniones del Consejo Presbiteral que
él los puso al tanto de esos anónimos. A veces llamados telefónicos, a veces
panfletos con un ataúd. Según sus allegados, con ocasión de la muerte de
Angelelli el mensaje era: “el próximo sos
vos”. En los archivos de la CEA pudo encontrarse una carta firmada por
todos los sacerdotes de San Nicolás dirigida a monseñor Tortolo, por entonces
presidente de la CEA (y con copia a los dos vicepresidentes y al nuncio Pío
Laghi) en la que le expresan que recurren a él “como hermano de nuestro Pastor” para manifestarle “una seria inquietud que nos preocupa y nos
angustia: nuestro obispo ha sido amenazado de muerte y lo es ya reiteradamente”,
pidiéndole que la Iglesia busque una solución ya que “uno de sus Pastores sufre la ola de violencia que nos envuelve”.
Leer hoy esa carta, a la luz del fatal desenlace de Ponce hace inevitable la
referencia al poema que Casaldáliga le dedica a monseñor Romero: ¡Pobre pastor glorioso, abandonado por sus
propios hermanos de báculo y mesa!
Los informes secretos sobre Ponce de León
Entre los documentos de inteligencia militar que pudieron
rescatarse en tiempos de democracia, hay algunos sobre Ponce de León que fueron
recogidos en la nueva investigación judicial. En ellos puede verse claramente
que estaba marcado. Entre ese
material, se destaca un informe de catorce páginas firmado por el propio
teniente coronel Manuel Fernando Saint Amant.
En la actualidad, gracias a los juicios de lesa humanidad en
los que Saint Amant fue condenado por varios crímenes, se conocen detalles del
accionar de este jefe militar. Era el hombre fuerte en una zona difícil, un
hombre de acción, de modales marciales y férreo catolicismo. Han sido probados
cerca de 150 secuestros en su zona y casi todos tenían informes secretos
firmados por él. Según cuentan testigos le gustaba participar de todas las
fases de la represión ilegal, incluidos los “interrogatorios”.[1]
Experto en “lucha antiguerrillera” llegó a San Nicolás en
1975 para neutralizar la avanzada obrera en la zona. Esta ciudad, como todas
las del eje que va desde Villa Constitución hasta Campana, constituía por ese
entonces un creciente polo industrial con importantes empresas siderúrgicas
como Somisa o Acindar, cada una de las cuales estaba rodeada de empresas
satélites. Esto hacía que en la zona haya una notable presencia obrera. En gran
parte se trataba de trabajadores venidos de las otras provincias atraídos por
la posibilidad de un buen trabajo. La geografía de estas ciudades veía aparecer
barrios obreros cotidianamente. De ahí la importancia que las autoridades
militares le asignaban a la región. Recordemos que en 1975 se produjo en Villa
Constitución el llamado Operativo Serpiente Roja del Paraná en el que fueron
arrestados, desaparecidos y asesinados trabajadores sindicalizados de Acindar. Muchos
de ellos vivían el San Nicolás, por lo cual el obispo Ponce de León se hizo eco
de sus situaciones y apoyaba el reclamo de sus familiares. Este es uno de los
tantos “pecados” que le achacan en el informe de inteligencia.
El fantasma del marxismo
El informe secreto de Saint Amant sobre Ponce de León está
fechado el 16 de diciembre de 1976, apenas siete meses antes de su muerte. Lo
dirige al Comandante del Primer Cuerpo del Ejército, Carlos Guillermo Suarez
Mason, respondiendo a una orden de éste. La sola existencia de ese informe
demuestra que la Iglesia de San Nicolás estaba siendo cuidadosamente seguida
por la inteligencia militar. Una lectura corrida de esas catorce páginas
resulta entre surrealista y espeluznante. Duele comprobar en manos de quiénes
estaban la vida y la muerte de tantos argentinos. En una prosa inflamada
describe una colección de hechos –reales o inventados- hilvanados en una
convicción: el enemigo principal es el marxismo, que se infiltró en la Iglesia
de esta diócesis y que tiene como su mejor aliado al obispo Ponce de León.
En uno de sus párrafos introductorios dice: “Este informe se ha preparado en función de
la prioridad fundamental que tiene nuestra Institución, en este momento
histórico: la guerra contra la subversión. Prioridad declarada fundamental, al
menos desde el punto de vista inmediato, pues se juega en ella el ser o no ser
de la Patria. Para ganar dicha batalla, que estamos librando exitosamente, hay
que atacar al enemigo en todos sus frentes. El enemigo no es un grupo
minoritario de jóvenes guerrilleros, hoy en triste y escandalosa retirada, sino
el MARXISMO que lo caracteriza”.
Eran los tiempos de la llamada “guerra fría” entre Estados
Unidos y Rusia, que tenía su reflejo en el debate ideológico entre capitalismo
y marxismo. Guerra fría que entre nosotros fue bien caliente. En toda la
geografía latinoamericana fueron apareciendo dictaduras militares que, bajo la
excusa de luchar contra el marxismo y mediante el terrorismo de Estado,
implantaron una economía de mercado que derivó en pocos años en una deuda externa
astronómica. Hoy está comprobado que Estados Unidos articulaba y apoyaba esas
dictaduras a través, por ejemplo, del Plan Cóndor.[2]
Como parte de esta lucha de intereses económicos, se
favoreció una ideología que, bajo un ropaje de patriotismo, infundía frente a palabras
como marxismo o comunismo un sentimiento de santo odio similar al de los
inquisidores medievales ante la palabra herejía. El enemigo es el marxismo y hay que combatirlo en todos sus frentes.
Llama la atención que en el informe se considere a la guerrilla ya vencida
siendo que fue redactado apenas a nueve meses del golpe militar y la represión
duró varios años más. Una prueba más de la crueldad innecesaria de la dictadura
y de que el objetivo principal no era con terminar con los grupos guerrilleros
sino de otra índole…
También resulta llamativo el nivel de detalle con el que
describe algunos hechos. Da a pensar que, o bien fueron inventados, o bien se
seguía muy de cerca las actividades del obispo y sus sacerdotes, con
informantes en el riñón de la institución eclesial. Por ejemplo, cuenta que los
“curas marxistas” almorzaban todos los miércoles en la Catedral y que “en dichas reuniones han celebrado
públicamente y alborozados la caída de Vietnam del Sur en manos del comunismo”.
En todo el informe, la idea que hay del marxismo es la de
una especie de demonio camaleónico que está al acecho en todos lados: “El marxismo se vale indistintamente de la
pornografía, del liberalismo, del capitalismo, de los medios de comunicación,
del freudismo, de los partidos políticos, de la pobreza, de la explotación de
las injusticias, de la UNESCO, de la declaración de los derechos humanos, etc.”.
Con respecto a la Iglesia Católica lo que busca como fin último es aplastarla, “pero como el enfrentamiento abierto y
desembozado le ha resultado en muchos países perjudicial, el marxismo (y la
llamada ‘subversión’) acude a la infiltración”. Un instrumento de esa infiltración del marxismo en la Iglesia –según el
informe- es el Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo (MSTM), que tendría
prácticamente copada la diócesis de San Nicolás. Es notorio el contraste de
esta afirmación con los estudios históricos actuales sobre el MSTM, donde puede
verse que no hubo ni un solo sacerdote de San Nicolás con un rol destacado en
ese movimiento tercermundista.[3]
Un obispo marcado
La imagen del
obispo que presenta el informe es contradictoria. Por momentos lo describe aislado,
“casi desconocido en la ciudad”, perdido
en su desgobierno, aferrado a los privilegios del cargo y no tomado en serio
por nadie. Pero en otros párrafos habla del respaldo que tendría de parte de
los curas y algunos obispos si el gobierno precipitara su salida y del
prestigio que ganó entre la gente por su apoyo a la subversión.
Reconoce que “se habla de que recibe permanentemente
amenazas, en sus sermones hace alusión siempre a dichas amenazas”. Por eso
lo describe como alguien que “ahora vive
atemorizado”. Sobre su prédica dice que “hasta hace alrededor de dos años hablaba
como tradicional y gobernaba (incluso con su desgobierno) como subversivo”.
También denuncia que alguna vez llegó a referirse a la muerte de Angelelli “insinuando que dicha muerte fue provocada”.
Si en el ejercicio
de la lectura del informe hacemos una composición de lugar e intentamos leerlo en
el contexto del aire envenenado de esos tiempos hay párrafos que resultan
escalofriantes: “ES EVIDENTE QUE LA IGLESIA OPERA EN LA
DIÓCESIS DE SAN NICOLÁS BAJO LA DIRECCIÓN DE MONSEÑOR PONCE DE LEON COMO UNA
RESULTANTE DE FUERZAS ENROLADAS SUSTANCIALMENTE EN LAS FILAS DEL ENEMIGO” (las
mayúsculas son del original). En su descripción de la situación, Saint Amant no
escatima dramatismo sobre la real amenaza que representaba la Iglesia de San
Nicolás para el régimen militar: “Cuando
a esta ‘fuerza’ puedan unirse posibles representantes de partidos políticos,
cierto resentimiento peronista subsistente, grupos marxistas no destruidos y
los infaltables idiotas útiles, tontos y democráticos que pidan elecciones,
ESTA FUERZA, QUE ES LA ÚNICA INSTITUCIÓN A LA QUE EL GOBIERNO LE PERMITE SACAR
UNA MULTITUD A LA CALLE CONTRA EL GOBIERNO, será la principal fuerza enemiga”.
Desde su concepción integrista del catolicismo, cree que la infiltración
marxista en la Iglesia, tal como ve en San Nicolás, es la peor amenaza que
tiene por el momento el gobierno. Advierte, por ejemplo, que si bien el
Ejército está resultando “triunfante
contra las armas subversivas guerrilleras”, todavía no está “SUFICIENTEMENTE AVISADO DE LO QUE ES LA
SUBVERSIÓN DE VALORES OPERADA EN LA IGLESIA, en particular en San Nicolás”.
Pero tal vez el párrafo más terrible sea el que le dedica a
reflexionar teóricamente sobre la figura del obispo: “Según la Doctrina Católica, el Obispo es el sucesor directo de los
Apóstoles; la unión de la Iglesia se hace mediante la unión con el Obispo y
fuera de la Iglesia ‘no hay salvación”. Por eso –argumenta Saint Amant- “los católicos de convicción, sacerdotes o
no, al cuestionarse la actuación del Obispo, de los sacerdotes o del Papa,
piensan que ponen en juego su salvación eterna”. De lo que concluye, que: “Hace falta lucidez intelectual y cierto
coraje para entender que un Obispo es traidor a la Iglesia, y para obrar sin el
respeto que la doctrina enseña para con el sacerdote, cuando éste está destruyendo
su patria y su fe”.
El planteo global del informe es claro: el enemigo de la
Patria no tiene mejor camino para destruirnos que infiltrarse en la Iglesia y
hay que tener la lucidez y el coraje para extirpar eso de raíz. En San Nicolás
–zona sensible por la gran presencia obrera- el peligro es muy grande porque
hasta el obispo es “traidor a la Iglesia”.
A modo de respuesta de su afiebrado informe, Saint Amant
recibe una carta del Director General de Culto, el teniente coronel José Luis Picciuolo,
antiguo compañero de promoción en la escuela militar. La misiva está fechada el
14 de febrero de 1977 y encabezada: “Estimado compañero y amigo”. Allí se
muestra alarmado por el informe e intenta poner paños fríos al temperamento de
Saint Amant que seguramente conoce. Le recomienda que mantenga “una prudente actitud mientras se actúa por
la vía política”. También pide cualquier detalle ampliatorio que haya
sucedido los últimos días.
El 8 de marzo, apenas cuatro meses antes de la muerte de
Ponce, Saint Amant le responde al Director de Culto con una carta de tres
páginas en las que detalla la situación presente. Comienza mostrándose
sorprendido por “el nivel al que llegó el
informe presentado sobre la situación existente en el obispado de San Nicolás”.
Este nuevo informe pone el foco en la situación del sacerdote Luis Efraín López
Molina, párroco de Ramallo, detenido desde el año anterior. Si bien ahora está
fuera de la jurisdicción de Saint Amant, él sabe que Ponce gestionó activamente
por este sacerdote ante las más altas autoridades del gobierno militar y que le
darían el beneficio del destierro. La conclusión es palmaria: “La acción desarrollada por el obispo Ponce
de León posibilita: 1. Aumentar su prestigio en deterioro del accionar de las
FF.AA. 2. Facilitar la acción del MSTM al ver éstos la impunidad con la cual
pueden moverse”. Ante este panorama, y siguiendo “lo aconsejado de mantener una prudente actitud”, recomienda que “mediante la negociación se retire al obispo
Ponce de León de la Diócesis, a cambio del salvoconducto para López Molina”.
No sabemos qué rumbos tuvieron esas negociaciones. Lo que se sabe es que Ponce
de León llevó a López Molina hasta la escalerilla del avión que lo sacaría del
país el 30 de mayo y que luego no pidió el traslado de la diócesis. ¿Fue el
fracaso de ese intercambio la gota que colmó el vaso que se rompió el 11 de
julio?
Hay una carta más entre estos militares antes de la muerte
de Ponce. Con fecha del 13 de mayo de 1977 el Director de Culto le cuenta a
Saint Amant que la situación de la diócesis de San Nicolás fue planteada ante
el Vaticano y ante el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, el
cardenal Primatesta. Lamentablemente hasta el momento ni en los archivos de la
CEA ni en los de la Santa Sede se encontró un documento que certifique este
contacto.
Conclusión sobre los informes
En un estudio reciente sobre la represión a miembros de la
Iglesia durante la dictadura militar se muestra (desde documentos de
inteligencia) que los militares se habían arrogado el derecho de defender la
“ortodoxia” católica. Al punto tal, que a la hora de condenar al MSTM no lo
hacían porque estos sacerdotes pongan en riesgo la “seguridad nacional” sino en
nombre de la doctrina católica.[4] Homologaban
naturalmente “herejía” con “subversión”. Angelelli lo había denunciado en una
carta al episcopado en que decía: “no
dejemos que Generales del Ejército usurpen la misión de velar por la Fe
Católica”.[5] La misiva,
fechada el 25 de febrero de 1976, concluía con una profética premonición de su
martirio: “Por ahí se me cruza por la
cabeza el pensamiento de que el Señor anda necesitando la cárcel o la vida de
algún obispo para despertar y vivir más profundamente nuestra colegialidad
episcopal”.[6] También
puede verse en esta investigación de M.S. Catoggio que San Nicolás estaba
especialmente en la mira. Fue la diócesis donde hubo más sacerdotes diocesanos
que sufrieron acciones de terrorismo de Estado (siete sacerdotes, le sigue La
Rioja con seis sacerdotes apremiados).[7]
Esta misma actitud de cruzados de la “civilización occidental y
cristiana” puede verse en la exaltada correspondencia entre Saint Amant y sus
superiores. Estaban dispuestos a cualquier cosa con tal de purificar la Iglesia
y la Patria. La sola etiqueta de “subversivo” o “marxista” sobre un religioso
tenía un efecto desacralizador que lo hacía merecedor de que sobre él “se obre sin respeto”, incluso en el
caso de un obispo.
Leída hoy esta documentación, puesta en el contexto de todo
lo que sabemos de la dictadura, es innegable que una sentencia de muerte pendía
sobre la cabeza del obispo Ponce de León. Sólo era cuestión de tiempo…
Si llegó a ejecutarse esa condena
o si el azar anticipó los tiempos es algo que tendrá que dictaminar algún día
la justicia. Por fuera de eso, sólo podemos mostrarnos sorprendidos por la
cantidad de indicios. Podríamos enumerar muchos, de entre ellos llama la
atención por ejemplo que la camioneta que embistió al obispo haya estado a
nombre de una empresa llamada Agropolo S.A. con dirección a pocos metros del temible
Batallón de Inteligencia 601 en Buenos Aires, verdadero cerebro de la
represión, siendo que todos los edificios vecinos eran por entonces controlados
por ese batallón. También resulta llamativo que quien manejaba la F100, Luis
Antonio Martínez, declaró que tuvo que hacer esa maniobra brusca porque delante
de él frenó un colectivo sobre la ruta para levantar un pasajero, pero en la
causa no hay ningún testigo que certifique la presencia del colectivo ni se
constató la existencia de huellas de neumáticos en el pavimento. Además, en la
primera causa judicial consta que el conductor de la camioneta dio una versión
de lo sucedido, que luego al ampliarla lo hace con contradicciones, pero como
en ambos relatos su responsabilidad era indudable no se profundizó en las
causas de las divergencias. Tampoco está claro qué pasó entre el momento del
choque y la muerte del obispo. No se sabe quién lo llevó al hospital de
Ramallo. No hubo tampoco antes del sepelio una autopsia o un informe médico que
certifique que las heridas que le causaron la muerte son compatibles con el
choque automovilístico. A esto se suma que un reconocido perito en
accidentología, el ingeniero Jorge Gueretto, estudió el caso haciendo una
simulación informática y concluyó que la camioneta tendría que haber estado
detenida transversalmente o moviéndose a muy poca velocidad para producir un
impacto como el que se ve en la foto (la marca de los faros del R4 en el
lateral de la F100 es bastante nítida). Apuntemos como
último indicio el sugerente hecho de que en el momento del asesinato de
Angelelli el responsable del Batallón de La Rioja era el coronel Osvaldo Pérez
Battaglia. Este militar, de quien puede suponerse que conocía el modus operandi de simular un accidente,
era nicoleño por adopción y en esos tiempos visitaba a su familia en San
Nicolás asiduamente y tenía fluido diálogo con Saint Amant.
P. Quique Bianchi
Leer: PONCE DE LEÓN, OBISPO Y MÁRTIR (1° Parte)
[1] Cf. Infojus: El ex militar Saint Amant y su
“guerra santa” contra la “subversión”, www.avestruz.com.ar/infojus/2014.
[2] Para una somera aproximación a lo que
significó el Plan Cóndor puede verse el artículo en Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Operaci%C3%B3n_C%C3%B3ndor.
[3] Cf. J. P. Martín,
El Movimiento de Sacerdotes para el
Tercer Mundo: un debate argentino, Ed UNGS, 2010. J. P. Martín, Ruptura ideológica del catolicismo
argentino: 36 entrevistas entre 1988 y 1992, Ed UNGS, 2013.
[5] Ibíd.
p.111.
[6] Ibíd.
[7] Cf.
ibíd. p.154.
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