Solemnidad del Santísimo Cuerpo y
Sangre de Cristo
Evangelio según
San Juan 6,51-58.
Jesús dijo a los judíos: "Yo
soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y
el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo". Los judíos
discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su
carne?". Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la
carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El
que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el
último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la
verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y
yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida,
vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este
es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El
que coma de este pan vivirá eternamente".
Catecismo de la Iglesia Católica
“La Eucaristía como pan espiritual”
1275 La iniciación
cristiana se realiza mediante el conjunto de tres sacramentos: el Bautismo, que
es el comienzo de la vida nueva; la Confirmación que es su afianzamiento; y la
Eucaristía que alimenta al discípulo con el Cuerpo y la Sangre de Cristo para
ser transformado en El.
1436 Eucaristía y Penitencia. La conversión y
la penitencia diarias encuentran su fuente y su alimento en la Eucaristía, pues
en ella se hace presente el sacrificio de Cristo que nos reconcilió con Dios;
por ella son alimentados y fortificados los que viven de la vida de Cristo;
"es el antídoto que nos libera de nuestras faltas cotidianas y nos
preserva de pecados mortales" (Cc. de Trento: DS 1638).
2837 "De cada día". La palabra
griega, "epiousios", no tiene otro sentido en el Nuevo Testamento.
Tomada en un sentido temporal, es una repetición pedagógica de "hoy"
(cf Ex 16, 19-21) para confirmarnos en una confianza "sin reserva". Tomada
en un sentido cualitativo, significa lo necesario a la vida, y más ampliamente
cualquier bien suficiente para la subsistencia (cf 1 Tm 6, 8). Tomada al pie de
la letra [epiousios: "lo más esencial"], designa directamente el Pan
de Vida, el Cuerpo de Cristo, "remedio de inmortalidad" (San Ignacio
de Antioquía) sin el cual no tenemos la Vida en nosotros (cf Jn 6, 53-56) Finalmente, ligado a lo que precede, el
sentido celestial es claro: este "día" es el del Señor, el del Festín
del Reino, anticipado en la Eucaristía, en que pregustamos el Reino venidero.
Por eso conviene que la liturgia eucarística se celebre "cada día". La
Eucaristía es nuestro pan cotidiano. La virtud propia de este divino alimento
es una fuerza de unión: nos une al Cuerpo del Salvador y hace de nosotros sus miembros
para que vengamos a ser lo que recibimos... Este pan cotidiano se encuentra,
además, en las lecturas que oís cada día en la Iglesia, en los himnos que se
cantan y que vosotros cantáis. Todo eso es necesario en nuestra peregrinación (San
Agustín, serm. 57, 7, 7).
El Padre del
cielo nos exhorta a pedir como hijos del cielo el Pan del cielo (cf Jn6, 51).
Cristo "mismo es el pan que, sembrado en la Virgen, florecido en la Carne,
amasado en la Pasión, cocido en el Horno del sepulcro, reservado en la Iglesia,
llevado a los altares, suministra cada día a los fieles un alimento
celestial" (SanPedro Crisólogo, serm. 71)
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