San Ambrosio
Nació en Tréveris, hacia el año 340, de una familia romana. Estudió en Roma y comenzó una brillante carrera en Sirmio. El año 374, mientras vivía en Milán, fue inesperadamente elegido obispo de aquella ciudad y fue ordenado el día 7 de diciembre. Cumplió con toda fidelidad su ministerio, ejercitándose principalmente en la caridad para con todos, como verdadero pastor y maestro de sus fieles. Protegió con valentía los derechos de la Iglesia; con sus escritos y con sus obras, defendió, contra los arrianos la fe verdadera. Murió en Sábado santo, el día 4 de abril del año 397
Evangelio según San Mateo 11,28-30. (7 de Diciembre)
Jesús tomó la palabra y dijo: "Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana."
-Ir hacia los demás tal como el Señor viene hacia nosotros.-
La moderación es, sin duda, la más bella de todas las virtudes… Es tan sólo a ella que la Iglesia, adquirida al precio de la sangre del Señor, debe su expansión; ella es imagen del favor celestial de la redención universal… Por eso, el que se dedica a corregir los defectos de la debilidad humana debe soportar, y en cierta manera cargar esta debilidad sobre sus propios hombros, en lugar de rechazarlos. Porque leemos que el pastor del Evangelio llevó la oveja cansada, no que la rechazó (Lc 15,5)… En efecto, la moderación debe temperar a la justicia. De no ser así ¿cómo alguno hacia quien muestras desagrado –alguien que pensaría ser para su médico objeto de desprecio y no de compasión- podría venir hacia ti para ser curado?.
Por eso el Señor ha dado muestras de compasión hacia nosotros. Su deseo era el de llamarnos para que fuéramos hacia él y no hacernos huir asustándonos. La dulzura marca su venida; su venida está marcada por la humildad. Por otra parte, dijo: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”. Así pues, el Señor reconforta, no excluye a nadie, no rechaza jamás. Con razón escogió como discípulos a unos hombres que, fieles intérpretes de la voluntad del Señor, reunirían al pueblo de Dios, en lugar de rechazarlo.
San Ambrosio (c. 340-397), obispo de Milán y doctor de la Iglesia
La Penitencia, I, 1
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