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miércoles, 30 de noviembre de 2016

HEMOS ENCONTRADO AL MESÍAS



HEMOS ENCONTRADO AL MESÍAS

Andrés, después de haber estado con Jesús y haber aprendido de él muchas cosas, no guardó para sí este tesoro, sino que se apresuró a acudir a su hermano, para hacerle participe de su dicha. Fijémonos en lo que dice a su hermano: «Hemos encontrado al Mesías» (traducido, quiere decir «Cristo»). ¿Te das cuenta cómo empieza, ya desde este momento, a enseñar lo que en breve tiempo había aprendido? Con ello demuestra la eficacia del Maestro, que tan convencidos los había dejado, y su propio interés y diligencia, manifestada ya desde el primer momento. Este mensaje, en efecto, es propio del alma que anhela ardientemente la llegada del Señor, que espera su venida del cielo, que se llena de gozo con su aparición y que se apresura a anunciar a los demás algo tan grande. Ésta es la prueba del verdadero y sincero amor fraternal, el mutuo intercambio de bienes espirituales.

También es digna de notar la docilidad y prontitud de ánimo de Pedro. Al momento, sin dilación, acude a Jesús. Y lo presentó -dice- a Jesús. Pero no debemos extrañarnos de esta facilidad de Pedro, que acude sin previo examen. Lo más verosímil es que su hermano le explicara todas estas cosas con detalle; pero es que los evangelistas lo explican siempre todo de manera resumida, por razón de brevedad. Por lo demás, tampoco dice que hubiese creído al instante, sino: Y lo presentó a Jesús, para ponerlo en sus manos y para que fuese él quien le enseñase; pues estaba ahí en calidad de un discípulo más y a eso venía.

En efecto, si Juan Bautista -cuando dijo: Es el Cordero, y: Bautiza con el Espíritu- dejó a Cristo la ulterior explicación de estas palabras, con mayor razón lo hizo Andrés, ya que él no se consideraba capaz de explicarlo todo, y por esto condujo a su hermano a la fuente de la luz, a la que éste acudió con prisa y alegría, sin perder un instante.

De las Homilías de san Juan Crisóstomo, obispo, sobre el evangelio de san Juan
(Homilía 19, 1: PG 59, 120-121)



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jueves, 17 de noviembre de 2016

PRESBITEROS Y MÁRTIRES



Hoy recordamos a los santos: ROQUE GONZÁLEZ, ALFONSO RODRÍGUEZ Y JUAN DEL CASTILLO, presbíteros y mártires.


Los «Mártires Rioplatenses» evangelizaron en tierras de las Misiones guaraníticas. Roque nació en Asunción en 1576. Ordenado presbítero en 1598 por Hernando de Trejo, obispo de Córdoba, fue santo párroco en la Catedral de Asunción e integró el primer Sínodo del Río de la Plata, siendo sacerdote diocesano. Movido de vocación misionera ingresó en la Compañía de Jesús con 33 años. Trabajó incansablemente en civilizar a los nativos, reuniéndolos en las Reducciones e instruyéndolos en la fe y la vida cristiana. Un profundo amor a la Eucaristía y a María nutrió su espíritu multifacético de catequista, obrero y enfermero, al igual que de inspirado promotor de la religiosidad popular y la Liturgia. Fundó las actuales ciudades de San Ignacio Guasú y Encarnación, en Paraguay, y Posadas, en Argentina. Fue muerto por la profesión de la fe, el 15 de noviembre de 1628. A su martirio siguió el de dos jóvenes sacerdotes españoles: Alfonso y Juan. Éste había estudiado en Chile y había defendido intrépidamente a los indígenas ante sus opresores. En 1988, Juan Pablo II canonizó a los tres jesuitas en Asunción. 



ESTA CRUZ HA DE SER PRINCIPIO DE QUE SE LEVANTEN OTRAS MUCHAS

Yo procuré volver con mucha brevedad. Acomodéme, en una chozuela junto al río, hasta que algo después me dieron otra choza pajiza algo mayor. Y poco más de dos meses después envió el padre Rector al padre Diego de Boroa. Llegó a aquel puesto segundo día de Pascua del Espíritu Santo, y ambos nos consolamos harto de vemos, por amor de Dios nuestro Señor, en partes tan remotas y apartadas. Acomodámonos en la choza ambos con unos apartadijos de caña, y con lo mismo estaba atajada una capillita poco más ancha que el altar, donde decíamos misa. Y con la virtud de este soberano y divino sacrificio de la santa cruz en que se ofreció y estaba allí triunfando, los demonios que antes se les aparecían a los indios, no se atrevieron a aparecer más, y así lo dijo un indio. En aquella casita estuvimos con no pequeña necesidad en todo, porque el frío, como no tenía defensa, era tanto, que nos quitaba el sueño. La comida, unas veces un poco de maíz cocido otras, harina de mandioca que comen los indios; y aun porque solíamos enviar al campo a buscar unas hierbas de que comen bien los papagayos, los indios por gracia dijeron que lo éramos.

Y como el demonio vio que la cosa iba tan adelante, o por sí mismo hablándoles o por medio de sus ministros, temiendo perder lo que había ganado en tantos años si la Compañía de Jesús entraba en estas tan extendidas provincias; y así sembraron por todo el Paraná que éramos espías y sacerdotes falsos, y que en los libros traíamos la muerte, y esto en tanto grado, que, estando por medio de unas estampas declarándoles el padre Boroa a unos infieles los misterios de nuestra santa fe, se recelaban de llegar cerca de las imágenes no se les pegase la muerte. Pero poco a poco se van desengañando y viendo con sus ojos los indios cómo los nuestros les son verdaderos padres, dándoles con amor de tales cuanto piden como lo haya en casa, y siéndoles médicos no sólo de sus almas -que es lo principal-, sino de sus cuerpos, ayudándoles en todas sus enfermedades y trabajos de noche y de día.

En viendo cómo los indios nos cobraron amor, tratamos de hacer una pequeña iglesia, y con serlo baja y cubierta de paja, estos pobrecitos lo son tanto, que les parecían palacios reales, y mirando hacia el techo, hacían milagros, y ambos embarrábamos a ratos para enseñar a los indios, que aun eso no sabían. Acabóse para el día de nuestro santo padre Ignacio del año pasado de seiscientos y quince. En el cual dijimos la primera misa, procurando celebrar aquella santa fiesta con la renovación de nuestros votos y con otros regocijos exteriores según el poco posible de la tierra; procuramos imponer una danza, pero los muchachos están todavía tan montaraces, que no salieron con ello. Púsose una campana en un campanario de madera, que no causó poca admiración, como cosa no vista ni oída en aquella tierra. Y lo que fue de mucha admiración es que los indios levantaron una cruz delante de la iglesia; y habiéndoles dicho la razón por que los cristianos la adoramos, nosotros y ellos la adoramos todos de rodillas; y aunque es la última que hay en estas partes, espero en nuestro Señor ha de ser principio de que se levanten otras muchas.

De las Cartas del beato Roque González, presbítero y mártir
(Cartas annuas del padre Roque González al provincial Pedro de Oñate, año 1615 [s.d.]: Documentos para la historia argentina, 20, Buenos Aires 1929, pp. 24.25)


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sábado, 12 de noviembre de 2016

EVANGELIO DOMINICAL (XXXIII) y Catecismo - "La Perseverancia en la Fe"




Evangelio según San Lucas 21,5-19. 

Como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: "De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido". Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?". Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: 'Soy yo', y también: 'El tiempo está cerca'. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin". Después les dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo." Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas.»

La perseverancia en la fe

162 La fe es un don gratuito que Dios hace al hombre. Este don inestimable podemos perderlo; S. Pablo advierte de ello a Timoteo: "Combate el buen combate, conservando la fe y la conciencia recta; algunos, por haberla rechazado, naufragaron en la fe" (1 Tm 1,18-19). Para vivir, crecer y perseverar hasta el fin en la fe debemos alimentarla con la Palabra de Dios; debemos pedir al Señor que la aumente (cf. Mc 9,24; Lc 17,5; 22,32); debe "actuar por la caridad" (Ga 5,6; cf. St 2,14-26), ser sostenida por la esperanza (cf. Rom 15,13) y estar enraizada en la fe de la Iglesia.

La fe, comienzo de la vida eterna

163 La fe nos hace gustar de antemano el gozo y la luz de la visión beatífica, fin de nuestro caminar aquí abajo. Entonces veremos a Dios "cara a cara" (1 Cor 13,12), "tal cual es" (1 Jn 3,2). La fe es pues ya el comienzo de la vida eterna:

Mientras que ahora contemplamos las bendiciones de la fe como el reflejo en un espejo, es como si poseyéramos ya las cosas maravillosas de que nuestra fe nos asegura que gozaremos un día ( S. Basilio, Spir. 15,36; cf. S. Tomás de A., s.th. 2-2,4,1).

164 Ahora, sin embargo, "caminamos en la fe y no en la visión" (2 Cor 5,7), y conocemos a Dios "como en un espejo, de una manera confusa,...imperfecta" (1 Cor 13,12). Luminosa por aquel en quien cree, la fe es vivida con frecuencia en la oscuridad. La fe puede ser puesta a prueba. El mundo en que vivimos parece con frecuencia muy lejos de lo que la fe nos asegura; las experiencias del mal y del sufrimiento, de las injusticias y de la muerte parecen contradecir la buena nueva, pueden estremecer la fe y llegar a ser para ella una tentación.

165 Entonces es cuando debemos volvernos hacia los testigos de la fe: Abraham, que creyó, "esperando contra toda esperanza" (Rom 4,18); la Virgen María que, en "la peregrinación de la fe" (LG 58), llegó hasta la "noche de la fe" (Juan Pablo II, R Mat 18) participando en el sufrimiento de su Hijo y en la noche de su sepulcro; y tantos otros testigos de la fe: "También nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone, fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe" (Hb 12,1-2).

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domingo, 6 de noviembre de 2016

EVANGELIO DOMINICAL (XXXII) y Catecismo - "El Purgatorio y la Resurección"



Evangelio según San Lucas 20,27-38. 

Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: "Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos.  El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. 
Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?". Jesús les respondió: "En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección. Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él". 

LA PURIFICACION FINAL O PURGATORIO

1030 Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.

1031 La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820: 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1 Co 3, 15; 1 P 1, 7) habla de un fuego purificador: Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquél que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro (San Gregorio Magno, dial. 4, 39).

1032 Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: "Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado" (2 M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos: Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su Padre (cf. Jb 1, 5), ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos (San Juan Crisóstomo, hom. in 1 Cor 41, 5).

LA RESURECCIÓN

997 ¿Qué es resucitar? En la muerte, separación del alma y el cuerpo, el cuerpo del hombre cae en la corrupción, mientras que su alma va al encuentro con Dios, en espera de reunirse con su cuerpo glorificado. Dios en su omnipotencia dará definitivamente a nuestros cuerpos la vida incorruptible uniéndolos a nuestras almas, por la virtud de la Resurrección de Jesús.


sábado, 5 de noviembre de 2016

Mons. Lozano asumió como arzobispo coadjutor de la arquidiocesis de San Juan de Cuyo



En el día de ayer asumió Monseñor Jorge Eduardo Lozano como arzobispo coadjutor de la arquidiócesis de San Juan de Cuyo.

Designación de Mons. Jorge Lozano

El día 31 de Agosto del corriente año en las primeras horas del día llegaba la noticia de la designación realizada por el santo padre Francisco de Mons. Lozano como arzobispo coadjutor de la arquidiócesis de Cuyo. (Siendo hasta ese momento obispo de la diócesis de Gualeguaychu)




Breve biografía de Mons. Lozano

-Jorge Lozano nació en Buenos Aires el 10 de febrero de 1955; ordenado sacerdote el 3 de diciembre de 1982 en el Estadio Obras Sanitarias, de la ciudad de Buenos Aires por el cardenal Juan Carlos Aramburu, arzobispo de Buenos Aires; elegido obispo de Fornos Mayor y auxiliar de Buenos Aires el 4 de enero de 2000 por Juan Pablo II; ordenado obispo el 25 de marzo de 2000 en la catedral de Buenos Aires por Mons. Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires (co-consagrantes: Mons. Raúl Omar Rossi, obispo de San Martín y Mons. Mario José Serra, obispo auxiliar de Buenos Aires); trasladado como obispo de Gualeguaychú el 22 de diciembre de 2005, tomó posesión de esta sede e inició su ministerio pastoral como cuarto obispo de Gualeguaychú el 11 de marzo de 2006. En la Conferencia Episcopal es el presidente de la Comisión de Pastoral Social.-

Espacio Joven y peregrinación

Las celebraciones del día de ayer comenzaron a las 18Hs en la Parroquia Ntra Señora de La Merced donde se convocó una gran cantidad de jóvenes, niños y adultos para recibir al arzobispo coadjutor. Los jóvenes cantaron y bailaron con mucha alegría.

Al llegar Mons. Lozano junto con Monseñor Delgado (Arzobispo Titular de la diócesis) y Mons. Emil Paul Tscherrig (Nuncio apostólico en Argentina) fueron recibidos con mucha efusividad, fue un momento muy emocionante, algunos jóvenes le dirigieron unas palabras presentando a la juventud sanjuanina, le regalaron un báculo y compartieron un mate con él.




Mons. Lozano dijo a los jóvenes:

“Anímense a soñar, vuelen alto. No se conformen con la chatura”

“Con los sueños de ustedes todos podemos plasmar la vida en plenitud, un mundo en paz, justicia y solidaridad”

“Vivimos tiempos de aridez espiritual, el papa Benedicto XVI decía que es mundo muchas veces  se parece a un desierto y el santo padre Francisco nos dice que tenemos que ser un oasis de misericordia en el desierto. En el desierto tenemos dos peligros: Uno es el espejismo que nos engaña diciéndonos que está delante lo que en realidad está ausente y nos hace correr y gastar fuerzas para llegar y encontrar solamente arena. Cuídense de los espejismos y falsas ilusiones que este mundo muchas veces nos quiere vender. Otro riesgo en el desierto es encontrar agua podrida, parece que nos calma pero nos termina matando. Cuídense del agua que no sacia y no da vida, Jesucristo tienen el agua viva, la fuerza del Espíritu Santo y quiere que en cada una de nuestras comunidades podamos brindar oasis de misericordia para todos los que andan buscando la vida en plenitud”

“Gracias por venir, sigamos caminando juntos y que Dios los bendiga”.

Después de estas palabras se realizó una peregrinación hacia la catedral, en esta caminata Mons. Lozano se mostró cercano a niños (camino algunas cuadras de la mano de una niña), jóvenes y adultos, a los que se acercaba para abrazarlos.





jueves, 3 de noviembre de 2016

Entrevista al P. Pablo Pastrone - (Escritor sobre Mons. Angelelli)

Queridos amigos, a continuación les comparto una entrevista realizada al Padre Pablo Pastrone, quien hace tres meses estuvo de visitas en la diócesis de La Rioja para celebrar la memoria y homenaje a Mons. Angelelli al cumplirse los 40 años de su asesinato. 
El P. Pastrone escribió sobre Mons. Enrique Angelelli, asesinado el 4 de Agosto de 1976, siendo obispo de la diócesis de La Rioja.
En la siguiente entrevista el mismo padre Pablo nos cuenta detalles de su vida y sus escritos.




Hola Padre Pablo, muchas gracias por brindar tu tiempo para esta entrevista.

¿Cómo nació tu vocación al sacerdocio? ¿Qué edad tenías?

Antes que nada, quiero agradecerles profundamente por invitarme a compartir con ustedes mi experiencia, que aunque modesta, a alguno podrá serle útil. Los primeros signos de vocación los percibí de niño. Frecuentaba una capilla de mi barrio, en José C. Paz, provincia de Buenos Aires, y, en la cotidianeidad de la vida, en esa comunidad, me di cuenta, en virtud de la insistencia, de que lo que sentía no era un simple juego infantil. Pasó el tiempo. Y, ahora en pleno ejercicio del ministerio pastoral, vuelvo una y otra vez a recrear en la memoria y el corazón aquellos primeros gestos del amor de Dios, que siempre nos “primerea” como le gusta decir a nuestro querido papa Francisco.

Actualmente ¿En qué parroquia estás sirviendo? ¿Alguna actividad que están realizando en la parroquia y quieras compartirla?

Desde el mes de abril de este año, el arzobispo de La Plata, Mons. Aguer, me encomendó la atención pastoral de la Parroquia Nuestra Señora de los Milagros de Villa Elisa. Ésta es una comunidad verdaderamente familiar en la que niños, jóvenes, adultos y ancianos parecerían tener el mismo “élan” vital. Con ellos nos hemos embarcado en la Misión de la Misericordia en adhesión al Año Jubilar, que consiste en llevar a Cristo centrífugamente, desde los más cercanos hacia los más lejanos, poniendo el acento en los más necesitados. Por otra parte, también trabajo apostólicamente con los adolescentes en varios colegios, entre ellos: María Teresa de Pereyra (una localidad cercana a la Parroquia), la Anunciación de Ringuelet, San José de Devoto, y, de vez en cuando, en la Inmaculada de La Plata. Estos son ámbitos sumamente propicios y fértiles para la siembra apostólica.

¿Qué le dirías a un joven que tienen inquietudes vocacionales?

En primer lugar, lo que haría es aplaudir estridentemente al muchacho o muchacha que se pregunta por su vocación, sea a la vida matrimonial, misionera, ministerial o consagrada. Interrogarse por el llamado de Dios es ya en sí mismo una bendición y un logro. En segundo lugar, si el candidato/a siente que está verdaderamente convocado/a a realizar una misión específica en la Iglesia, lo/a alentaría a seguir adelante, pues el camino del Señor es hermoso, independientemente de que sea “estrecho” como él mismo lo describió en los Evangelios. Dios regala el “ciento” por “uno”. 

Además de tu ministerio sacerdotal también te dedicas a escribir, ¿verdad?

Efectivamente. Me dedico a la investigación y a la docencia, especialmente de temas eclesiales, históricos y teológicos, y, algunas veces, me agarra algún berretín poético, o de otros géneros literarios: ensayos, cuentos, fábulas y demás yerbas.


Escribiste algunos libros sobre Monseñor Enrique Angelelli:
¿Cuáles son estos libros? ¿Cómo nació tu interés por este pastor?   ¿Qué hechos o palabras de su vida fueron significativos para vos?   ¿Qué características en particular destacarías de Mons. Angelelli?