-La Iglesia reconoce el indispensable aporte de la mujer en la sociedad, con una sensibilidad, una intuición y unas capacidades peculiares que suelen ser más propias de las mujeres que de los varones. Por ejemplo, la especial atención femenina hacia los otros, que se expresa de un modo particular, aunque no exclusivo, en la maternidad. Reconozco con gusto cómo muchas mujeres comparten responsabilidades pastorales junto con los sacerdotes, contribuyen al acompañamiento de personas, de familias o de grupos y brindan nuevos aportes a la reflexión teológica. Pero todavía es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia. Porque «el genio femenino es necesario en todas las expresiones de la vida social; por ello, se ha de garantizar la presencia de las mujeres también en el ámbito laboral» y en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes, tanto en la Iglesia como en las estructuras sociales.- (103 - "Evangelii Gaudium" - Año 2013)
-Las reivindicaciones de los legítimos derechos de las mujeres, a partir de la firme convicción de que varón y mujer tienen la misma dignidad, plantean a la Iglesia profundas preguntas que la desafían y que no se pueden eludir superficialmente. El sacerdocio reservado a los varones, como signo de Cristo Esposo que se entrega en la Eucaristía, es una cuestión que no se pone en discusión, pero puede volverse particularmente conflictiva si se identifica demasiado la potestad sacramental con el poder. No hay que olvidar que cuando hablamos de la potestad sacerdotal «nos encontramos en el ámbito de la función, no de la dignidad ni de la santidad». El sacerdocio ministerial es uno de los medios que Jesús utiliza al servicio de su pueblo, pero la gran dignidad viene del Bautismo, que es accesible a todos. La configuración del sacerdote con Cristo Cabeza —es decir, como fuente capital de la gracia— no implica una exaltación que lo coloque por encima del resto. En la Iglesia las funciones «no dan lugar a la superioridad de los unos sobre los otros». De hecho, una mujer, María, es más importante que los obispos. Aun cuando la función del sacerdocio ministerial se considere «jerárquica», hay que tener bien presente que «está ordenada totalmente a la santidad de los miembros del Cuerpo místico de Cristo». Su clave y su eje no son el poder entendido como dominio, sino la potestad de administrar el sacramento de la Eucaristía; de aquí deriva su autoridad, que es siempre un servicio al pueblo. Aquí hay un gran desafío para los pastores y para los teólogos, que podrían ayudar a reconocer mejor lo que esto implica con respecto al posible lugar de la mujer allí donde se toman decisiones importantes, en los diversos ámbitos de la Iglesia.- (104 - "Evangelii Gaudium" - Año 2013)
-En esta breve mirada a la realidad, deseo resaltar que, aunque hubo notables mejoras en el reconocimiento de los derechos de la mujer y en su participación en el espacio público, todavía hay mucho que avanzar en algunos países. No se terminan de erradicar costumbres inaceptables. Destaco la vergonzosa violencia que a veces se ejerce sobre las mujeres, el maltrato familiar y distintas formas de esclavitud que no constituyen una muestra de fuerza masculina sino una cobarde degradación.
La violencia verbal, física y sexual que se ejerce contra las mujeres en algunos matrimonios contradice la naturaleza misma de la unión conyugal. Pienso en la grave mutilación genital de la mujer en algunas culturas, pero también en la desigualdad del acceso a puestos de trabajo dignos y a los lugares donde se toman las decisiones.
La historia lleva las huellas de los excesos de las culturas patriarcales, donde la mujer era considerada de segunda clase, pero recordemos también el alquiler de vientres o «la instrumentalización y mercantilización del cuerpo femenino en la actual cultura mediática».
Hay quienes consideran que muchos problemas actuales han ocurrido a partir de la emancipación de la mujer. Pero este argumento no es válido, «es una falsedad, no es verdad. Es una forma de machismo». La idéntica dignidad entre el varón y la mujer nos mueve a alegrarnos de que se superen viejas formas de discriminación, y de que en el seno de las familias se desarrolle un ejercicio de reciprocidad. Si surgen formas de feminismo que no podamos considerar adecuadas, igualmente admiramos una obra del Espíritu en el reconocimiento más claro de la dignidad de la mujer y de sus derechos.- (54 - "Amoris Laetitia" - Año 2016)
-En diversas partes del planeta las mujeres se enfrentan a diferentes problemas y desafíos. En el mundo occidental todavía sufren, a veces, la discriminación en el campo laboral; a menudo se ven obligadas a elegir entre trabajo y familia; su vida de novias, esposas, madres, hermanas, abuelas, no pocas veces conoce, por desgracia, la violencia. En los países en vías de desarrollo y en los más pobres son las mujeres las que llevan sobre sus hombros el mayor peso; ellas son las que recorren kilómetros al día en busca de agua; las que muy a menudo mueren al dar a luz a un hijo; las que son secuestradas para fines de explotación sexual u obligadas a casarse en edad demasiado joven o en contra de su voluntad; a veces incluso se les niega el derecho a la vida sólo por ser mujeres. Todas estas problemáticas se reflejan en las propuestas de los «Objetivos para el desarrollo sostenible» que actualmente se están discutiendo en las Naciones Unidas.
A vosotros que estáis comprometidos con la defensa de la dignidad de las mujeres y la promoción de sus derechos, os pido que os dejéis guiar por el espíritu de humanidad y compasión en el servicio al prójimo. Que la competencia profesional sea la primera cualidad esencial, pero sin individualismo, sin mero activismo, sino con compromiso generoso. Así haréis que emerjan los dones inconmensurables con los que Dios ha enriquecido a la mujer, haciéndola capaz de comprensión y diálogo para conciliar los conflictos grandes y pequeños, de sensibilidad para sanar las heridas y cuidar de cada vida, incluso a nivel social, y de misericordia y ternura para mantener unidas a las personas. Estos aspectos, junto con otros, son parte del «genio femenino» que es necesario que se pueda manifestar plenamente en beneficio de toda la sociedad.-
(MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO CON OCASIÓN DE LA CONFERENCIA INTERNACIONAL "MUJERES HACIA LA AGENDA DE DESARROLLO POST-2015: LOS DESAFÍOS DE LOS OBJETIVOS DE DESARROLLO SOSTENIBLE" [ROMA, 22-24 DE MAYO DE 2015]) Leer mensaje
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