lunes, 27 de junio de 2016

EL SEÑOR ES NUESTRO DIOS, Y NOSOTROS SU PUEBLO, EL REBAÑO QUE ÉL GUÍA - SAN AGUSTÍN



EL SEÑOR ES NUESTRO DIOS, Y NOSOTROS SU PUEBLO, EL REBAÑO QUE ÉL GUÍA


Las palabras que hemos cantado expresan nuestra convicción de que somos rebaño de Dios: Él es nuestro Dios, creador nuestro. El es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. Los pastores humanos tienen unas ovejas que no han hecho ellos, apacientan un rebaño que no han creado ellos. En cambio, nuestro Dios y Señor, porque es Dios y creador, se hizo él mismo las ovejas que tiene y apacienta. No fue otro quien las creó y él las apacienta, ni es otro quien apacienta las que él creó.

Por tanto, ya que hemos reconocido en este cántico que somos sus ovejas, su pueblo y el rebaño que él guía, oigamos qué es lo que nos dice a nosotros, sus ovejas. Antes hablaba a los pastores, ahora a las ovejas. Por eso nosotros lo escuchábamos, antes, con temor, vosotros, en cambio, seguros. ¿Cómo lo escucharemos en estas palabras de hoy? ¿Quizás al revés, nosotros seguros y vosotros con temor? No, ciertamente. En primer lugar porque, aunque somos pastores, el pastor no sólo escucha con temor lo que se dice a los pastores, sino también lo que se dice a las ovejas. Si escucha seguro lo que se dice a las ovejas, es porque no se preocupa por las ovejas. Además, ya os dijimos entonces que en nosotros hay que considerar dos cosas: una, que somos cristianos, otra, que somos guardianes. Nuestra condición de guardianes nos coloca entre los pastores, con tal de que seamos buenos. Por nuestra condición de cristianos, somos ovejas igual que vosotros. Por lo cual, tanto si el Señor habla a los pastores como si habla a las ovejas, tenemos que escuchar siempre con temor y con ánimo atento.

Oigamos, pues, hermanos, en qué reprende el Señor a las ovejas descarriadas y qué es lo que promete a sus ovejas. Y vosotras -dice-, mis ovejas. En primer lugar, si consideramos, hermanos, qué gran felicidad es ser rebaño de Dios, experimentaremos una gran alegría, aun en medio de estas lágrimas y tribulaciones. Del mismo de quien se dice: Pastor de Israel, se dice también: No duerme ni reposa el guardián de Israel. El vela, pues, sobre nosotros, tanto si estamos despiertos como dormidos. Por esto, si un rebaño humano está seguro bajo la vigilancia de un pastor humano, cuán grande no ha de ser nuestra seguridad, teniendo a Dios por pastor, no sólo porque nos apacienta, sino también porque es nuestro creador.

Y vosotras -dice-, mis ovejas, así dice el Señor Dios: Yo mismo juzgaré entre oveja y oveja y entre carneros y machos cabríos. ¿A qué vienen aquí los machos cabríos en el rebaño de Dios? En los mismos pastos, en las mismas fuentes, andan mezclados los machos cabríos, destinados a la izquierda, con las ovejas, destinadas a la derecha, y son tolerados los que luego serán separados. Con ello se ejercita la paciencia de las ovejas, a imitación de la paciencia de Dios. El es quien separará después, unos a la izquierda, otros a la derecha.




De los Sermones de san Agustín, obispo.
(Sermón 47, Sobre las ovejas, 1. 2. 3. 6: CCL 41, 572-573. 575-576)

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domingo, 26 de junio de 2016

EVANGELIO DOMINICAL (XIII) - "Ser discípulo de Cristo"



Evangelio según San Lucas 9,51-62.


Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: "Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?". Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo. Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: "¡Te seguiré adonde vayas!". Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza". Y dijo a otro: "Sígueme". El respondió: "Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre". Pero Jesús le respondió: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios". Otro le dijo: "Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos".
Jesús le respondió: "El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios".

520 Toda su vida, Jesús se muestra como nuestro modelo (cf. Rm 15,5; Flp 2, 5): él es el "hombre perfecto" (GS 38) que nos invita a ser sus discípulos y a seguirle: con su anonadamiento, nos ha dado un ejemplo que imitar (cf. Jn 13, 15); con su oración atrae a la oración (cf. Lc 11, 1); con su pobreza, llama a aceptar libremente la privación y las persecuciones (cf. Mt 5, 11-12).

1816 El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella, sino también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla: "Todos vivan preparados para confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirle por el camino de la cruz en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia" (LG 42; cf DH 14). El servicio y el testimonio de la fe son requeridos para la salvación: "Por todo aquél que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos" (Mt 10,32-33).

2233 Hacerse discípulo de Jesús es aceptar la invitación a pertenecer a la familia de Dios, a vivir en conformidad con su manera de vivir: "El que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, éste es mi hermano, mi hermana y mi madre" (Mt 12,49).

2470 El discípulo de Cristo acepta "vivir en la verdad", es decir, en la simplicidad de una vida conforme al ejemplo del Señor y permaneciendo en su Verdad. "Si decimos que estamos en comunión con él, y caminamos en tinieblas, mentimos y no obramos conforme a la verdad" (1 Jn 1,6).

2475 Los discípulos de Cristo se han "revestido del Hombre Nuevo, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad" (Ef 4,28). "Desechando la mentira" (Ef 5,25), deben "rechazar toda malicia y todo engaño, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias" (1 P 2,1).

2621 En su enseñanza, Jesús instruye a sus discípulos para que oren con un corazón purificado, una fe viva y perseverante, una audacia filial. Les insta a la vigilancia y les invita a presentar sus peticiones a Dios en su Nombre. El mismo escucha las plegarias que se le dirigen.


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martes, 21 de junio de 2016

CANTARÉ ETERNAMENTE LAS MISERICORDIAS DEL SEÑOR



Hoy celebramos a SAN LUIS GONZAGA, religioso. 

Nació el año 1568 cerca de Mantua, en Lombardía, hijo de los príncipes de Castiglione. Su madre lo educó cristianamente y muy pronto dio indicios de su inclinación a la vida religiosa. Renunció a favor de su hermano al título de príncipe, que le correspondía por derecho de primogenitura, e ingresó en la Compañía de Jesús, en Roma. Cuidando enfermos en los hospitales, contrajo él mismo una enfermedad que lo llevó al sepulcro el año 1591. 






CANTARÉ ETERNAMENTE LAS MISERICORDIAS DEL SEÑOR

Pido para ti, ilustre señora, que goces siempre de la gracia y del consuelo del Espíritu Santo. Al llegar tu carta, me encuentro todavía en esta región de los muertos. Pero un día u otro ha de llegar el momento de volar al cielo, para alabar al Dios eterno en la tierra de los que viven. Yo esperaba poco ha que habría realizado ya este viaje antes de ahora. Si la caridad consiste, como dice san Pablo, en alegrarse con los que se alegran y llorar con los que lloran, ha de ser inmensa tu alegría, madre ilustre, al pensar que Dios me llama a la verdadera alegría, que pronto poseeré con la seguridad de no perderla jamás.

Te he de confesar, ilustre señora, que al sumergir mi pensamiento en la consideración de la divina bondad, que es como un mar sin fondo ni litoral, no me siento digno de su inmensidad, ya que él, a cambio de un trabajo tan breve y exiguo, me invita al descanso eterno y me llama desde el cielo a la suprema felicidad, que con tanta negligencia he buscado, y me promete el premio de unas lágrimas, que tan parcamente he derramado.

Considéralo una y otra vez, ilustre señora, y guárdate de menospreciar esta infinita benignidad de Dios, que es lo que harías si lloraras como muerto al que vive en la presencia de Dios y que con su intercesión puede ayudarte en tus asuntos mucho más que cuando vivía en este mundo. Esta separación no será muy larga; volveremos a encontrarnos en el cielo, y todos juntos, unidos a nuestro Salvador, lo alabaremos con toda la fuerza de nuestro espíritu y cantaremos eternamente sus misericordias, gozando de una felicidad sin fin. Al morir, nos quita lo que antes nos había prestado, con el solo fin de guardarlo en un lugar más inmune y seguro, y para enriquecernos con unos bienes que superan nuestros deseos.

Todo esto lo digo solamente para expresar mi deseo de que tú, ilustre señora, así como los demás miembros de mi familia, consideréis mi partida de este mundo como un motivo de gozo, y para que no me falte tu bendición materna en el momento de atravesar este mar hasta llegar a la orilla en donde tengo puestas todas mis esperanzas. Así te escribo, porque estoy convencido de que ésta es la mejor manera de demostrarte el amor y respeto que te debo como hijo.

De una Carta de san Luis Gonzaga, dirigida a su madre
(Acta Sanctorum Iunii 5, 878)

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lunes, 20 de junio de 2016

Congreso Eucarístico Nacional - Homilia Cardenal Poli

Congreso Eucarístico Nacional 2016
"María anima la Evangelización del Pueblo Argentino"
Homilía del 18 de junio



Cuando el último libro de la Biblia nos dice: «Se abrió el Templo de Dios que está en el cielo y quedó a la vista el Arca de la Alianza» (Ap 11, 19), no podemos dejar de pensar en María, «la sagrada y viviente arca del Dios vivo, la cual llevó en su seno virginal a su Creador» 1. Con su sí en la anunciación, la sombra del Espíritu divino hizo que «el arca de su cuerpo fuese albergue de Dios y fuente de vida»2; hoy, en este sábado, al celebrar ala Virgen misionera en la Argentina, y mientras esperamos el Día del Señor, queremos mirar a Aquella que «nos ha procurado todos los bienes. En ella Dios se ha hecho hombre, y el hombre ha venido a ser Dios: ¿qué puede haber más extraordinario y maravilloso?»3.

Sí, la Virgen es la Nueva Arca de la Alianza: hay en este merecido título mariano, antiguas y deslumbrantes resonancias bíblicas, como el eco que nos trajo la primera lectura del segundo libro de Samuel, cuando el rey David trasladó el Arca de la Alianza a la ciudad santa de Jerusalén a través de las montañas de Judá. David y todo Israel llevaban el Arca rodeados de una gran alegría, porque representaba la presencia de Dios en medio de su pueblo. «El Arca de la Alianza, toda recubierta de oro, en la cual había un cofre de oro con el maná, la vara de Aarón que había florecido y las tablas de la Alianza» (Hb 9, 4). Fue venerada por el pueblo durante su peregrinación en el desierto, y finalmente ocupó el centro del culto en el bellísimo templo que le construyó el rey Salomón. Con todo, el Arca de la Antigua Alianza desaparece en época del profeta Jeremías y el pueblo judío esperaba encontrarla al fin de los tiempos.

Pero Dios adelantó su promesa, porque en María, desde el mismo instante del anuncio angélico, su vientre –como el común de las madres primerizas–, «calladamente se deformó en cántaro a la presión continua del misterio»4. Será en la joven hebrea de Nazaret, en quien va a habitar la presencia del Señor: «Ella es en persona la hija de Sión, el arca de la Alianza, el lugar donde reside la Gloria del Señor: ella es "la morada de Dios entre los hombres" (Ap 21, 3)» (CEC 2676). Las figuras antiguas eran signos y dejan paso a nuevas realidades, porque en su seno virginal –morada «llena de gracia»–, «la Palabra se hizo carne» (Jn 1,14) y en él habita quien ha dicho: «Yo soy el Pan de vida» (Jn 6, 35.48) ofreciendo un sacrificio perfecto como «mediador de una nueva Alianza entre Dios y los hombres» (Hb 9, 15). Para custodiar ese valioso cofre viviente, Dios eligió a un varón íntegro, justo y casto: José de Nazaret, el Carpintero, el que hizo las veces de padre de Jesús.

Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, quien se hizo semejante a nosotros y se presentó como uno de tantos (cfr. Flp 2,7)), no solo tomó de la Virgen su carne y su sangre, con la que se entregó por nosotros en la Cruz, sino que también asumió el linaje humano que lo emparentó con patriarcas y reyes (cfr. genealogía de San Mateo) y hasta con el primer Adán (cfr. genealogía de San Lucas). Así, la persona y la obra redentora de Jesús, al establecer una Alianza definitiva entre Dios y los hombres, fue decisiva para la historia de su pueblo Israel y para la humanidad entera. María, en la visitación, es portadora de este misterio de amor.

El Evangelio de San Lucas nos regala una imagen sorprendente: «María partió y fue sin demora a un pueblo de las montañas de Judá» (Lc 1,39). Nuevamente el Arca se puso en movimiento, obedeciendo al impulso del Espíritu que inspiró su decisión, esta vez para anunciar a su parienta la Buena Noticia esperada por siglos: lleva al Mesías de Dios. Así comenzó la misión de la Virgen, porque como lo sugiere San Agustín, María tuvo que aprender que su relación con Jesús como discípula es tan importante como su relación como madre. Ella no se quedó tejiendo escarpines, sino que «sin demora» salió a los caminos porque tenía que dar a conocer el don recibido.

La Virgen de la visitación es el ícono más auténtico de una Iglesia que sale para anunciar la verdad y belleza del Evangelio de Jesús. En ese repentino viaje de la Madre del Señor parece repetirse el itinerario que hizo el Arca rescatada por David a los filisteos, a través del territorio de Judá. Y hasta la exclamación de Isabel: «¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme?» (Lc 1,43), guarda notable coincidencia con el sentimiento de David: ¿Cómo va a entrar en mi casa el Arca del Señor? (2Sam 6,9). El encuentro de una joven virgen y una anciana estéril –María del «Sol naciente» e Isabel del «Profeta del Altísimo»–, trazan un puente y dan unidad al Antiguo y Nuevo Testamento. La casa de Zacarías se llenó de la irradiación que María difunde de manera contagiosa. Desde ese momento la Virgen será siempre para todos los cristianos «causa de nuestra.

En aquel encuentro feliz, «los beneficios de María y los dones de la presencia del Señor se manifestaron en seguida, pues, así que Isabel oyó el saludo de María, su criatura saltó de gozo en su seno y ella quedó llena del Espíritu Santo. Ellas proclaman la gracia, ellos, viviéndola interiormente, logran que sus madres se aprovechen de este don hasta tal punto que, con un doble milagro, ambas empiezan a profetizar por inspiración de sus propios hijos»5. Así, las aclamaciones de Isabel: «Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre» (Lc 1, 42), dan cuenta de que ya no hubo secretos entre primas. En aquel familiar intercambio, la Virgen –no sin inspiración de lo alto–, elevó un torrente de alabanzas con el Magníficat. Ambas se convirtieron en madres por intervención divina y fueron testigos de un signo esperanzador para todos los hombres.

El Papa Francisco, al comentar este pasaje, nos enseñó: «Elegida para ser la Madre del Hijo de Dios, María estuvo preparada desde siempre por el amor del Padre para ser Arca de la Alianza entre Dios y los hombres. Custodió en su corazón la divina misericordia en perfecta sintonía con su Hijo Jesús. Su canto de alabanza, en el umbral de la casa de Isabel, estuvo dedicado a la misericordia que se extiende “de generación en generación”. También nosotros estábamos presentes en aquellas palabras proféticas de la Virgen María» (Lc 1,50)6.

«Su misericordia se extiende de generación en generación» (Lc 50). Es cierto, la Virgen hizo presente el Evangelio de su Hijo, iluminando los primeros pasos de la Evangelización de América. Ella también comprometió su presencia cuando se gestaba nuestra Nación. Hace doscientos años, cuando los congresales provenientes de provincias lejanas, llegaban «a la benemérita y muy digna ciudad de San Miguel de Tucumán», consagraron su primera jornada para pedir a Dios inspiración y sabiduría en la causa que los apasionaba, como consta en las antiguas crónicas: «A las 9 de la mañana se reunieron los Señores Congresales en la casa congresal, y de allí se dirigieron en cuerpo al templo de San Francisco donde asistieron a la misa del Espíritu Santo, que se cantó para implorar sus divinas luces, y auxilios, protestando con esto el deseo del acierto en sus deliberaciones».

Era el día 25 de marzo de 1816, «que consagra nuestra madre la Iglesia a la memoria del adorable misterio de la Encarnación del Hijo de Dios»7. De ese modo, con la fiesta de la Anunciación, en la que se celebra el bendito día en que María se convirtió en Arca de la Nueva Alianza entre Dios y los hombres, comenzó la labor parlamentaria que llegó a su culmen con la declaración de la Independencia.

Procesión con el Señor del Milagro, Señor de Mailín y la Cruz de Matarå



Con la participación de numerosos congresistas a las 15hs del segundo día (17/06) del congreso eucarístico nacional se realizó una procesión con las imágenes del Señor del Milagro(Salta), el Señor de Mailín(Santiago del Estero) y la cruz de Matará (Cruz más antigua de la evangelización en Argentina). Fue una procesión muy efusiva cargada de la emotividad y alegría de todos los congresistas que caminaban como así también de todos los tucumanos que se encontraban con el paso de las imágenes. Más información: http://www.portaldesalta.gov.ar/milagro.htm



Un regalo del Obispo Fray Francisco de Victoria, quien era Obispo del Tucumán, estuvo presente en la fundación de Salta en 1582. Terminado su servicio pastoral, ya en España, mandó dos cajones para América: uno con la imagen de la Virgen del Rosario para Córdoba y otro con el Señor Crucificado para la Iglesia Matriz de Salta. Es en el puerto del Callao (en Perú) donde acontece el primer prodigio: cuando la gente salió al puerto divisó los cajones flotando sobre las aguas. Sacados ambos del océano, los abrieron y se dieron con la grata sorpresa de las dos imágenes que enviaba el antiguo Obispo del Tucumán. Nunca se supo del navío que las traía ni de su tripulación.


La historia cuenta que un día de 1780 el anciano Juan Serrano se sorprendió al observar una potente luz al pie de un algarrobo. Con curiosidad se acercó al lugar y descubrió una cruz de madera con la imagen pintada de Cristo, con una calavera bajo sus pies. Esto ocurrió en las inmediaciones de la actual población de Mailín, Santiago del Estero, donde se construyó un templete para este Cristo que con el tiempo fue denominado popularmente Señor de los Milagros de Mailín.
A comienzos del siglo XIX se levantó una capilla para celebrar los oficios religiosos, y en 1870, por iniciativa del General Antonio Taboada, comenzó la edificación de la iglesia mayor. En 1904 se iniciaron los trabajos para construir el actual templo donde se conserva la imagen del Cristo, protegida en una caja de oro y plata.

La Cruz de Matará es una cruz tallada en madera por un miembro de la tribu nativa de Matará en la Argentina, evangelizada en el siglo XVI. Los misterios fundamentales de nuestra fe están tallados en la Cruz: la creación, simbolizada por el sol y la luna, el nacimiento de Cristo, simbolizado por la Estrella de Belén, los instrumentos de la Pasión de Cristo y la Crucifixión, la Eucaristía, la Santísima Virgen María representada como una reina española, y las llamas del purgatorio. Es una de las más antiguas cruces que se han encontrado en Argentina y que manifiesta la evangelización del Nuevo Mundo. Más información sobre la cruz de Matará(simbolos): http://www.servidorasdelsenor.org/es/cruz-de-matará



domingo, 19 de junio de 2016

EVANGELIO DOMINICAL (XII) y Catecismo - TOMAR LA PROPIA CRUZ Y SEGUIR A JESÚS



Evangelio según San Lucas 9,18-24. 
Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado". "Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro, tomando la palabra, respondió: "Tú eres el Mesías de Dios". Y él les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie. "El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día". Después dijo a todos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará.

1435 La conversión se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de reconciliación, la atención a los pobres, el ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho (Am 5,24; Is 1,17), por el reconocimiento de nuestras faltas ante los hermanos, la corrección fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia, la dirección espiritual, la aceptación de los sufrimientos, el padecer la persecución a causa de la justicia. Tomar la cruz cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia (cf Lc9,23).


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sábado, 18 de junio de 2016

2º día Congreso Eucarístico Nacional - El Cardenal Re con los seminaristas




A las 12hs del segundo día del congreso eucarístico se realizó el encuentro de seminaristas con el Cardenal Giovanni Battista Re, legado pontificio
  (representante del Santo Padre Francia)
En este encuentro estuvieron presentes 450 seminaristas que participan en este congreso,  de un total de 850 seminaristas argentinos. El Cardenal los invito a crecer durante los años de seminario en tres aspectos: Humano Cultural y Espiritual.

Aspecto Humano

"Los años de seminario les deben ayudar a ser cada vez mejores personas. "

 "Deben mejorar su carácter y su personalidad. "

"El sacerdote debe ser un hombre verdadero,  íntegro y equilibrado"




Aspecto Cultural

"Deben utilizar los años de seminario para estudiar,  esto les ayudará en el apostolado. "


viernes, 17 de junio de 2016

1º Día Congreso Eucarístico Nacional - Mons. Zecca, Celebración Eucarística



Este jueves 16 de Junio se vivió con gran alegría la apertura del Congreso Eucarístico Nacional.
La celebración eucarística estuvo presidida por el Arzobispo de Tucumán, Monseñor Alfredo Zecca, al tiempo que estuvieron presentes los cardenales Battista Re (representante del Santo Padre Francisco) y Mario Poli (Arzobispo de la Arquidiócesis de Buenos Aires y primado de la Argentina)

Mons. Zecca en la homilía mencionó diversos temas: Reconciliación con el pasado para ser una verdadera patria, símbolos patrios desigualdad e Inclusión,  Justicia y Misericordia, ajustes económicos y política, la corrupción-trata de personas y jueces,  la responsabilidad de todos en atención a los pobres y más desfavorecidos. Fue interrumpido con aplausos en varias oportunidades.  Algunas frases de su homilía:

"Es necesario que los argentinos volvamos a valorar los signos distintivos: la bandera,  el himno, la escarapela. Patria es lo recibido por nuestros padres y lo que queremos dejar a las nuevas generaciones"

martes, 14 de junio de 2016

CONGRESO EUCARISTICO NACIONAL 2016



¿Qué es un Congreso Eucarístico?

Es un regalo de Dios, un momento de gracia, donde celebramos la fe en torno a Jesús Eucaristía.
La Iglesia como Pueblo de Dios celebra a Jesús Eucaristía desde hace veinte siglos, “desde la salida del sol hasta su ocaso”, en sus templos, y de un modo más manifiesto, en las plazas y calles de nuestras ciudades, para gozo de las multitudes creyentes y para sostén de su esperanza en el diario caminar de la vida.
Una de esas circunstancias en un Congreso Eucarístico. En esta ocasión es muy significativo para la Argentina porque celebraremos el bicentenario de nuestra Independencia declarada en Tucumán, junto a una Iglesia viva y presente, comprometida con la historia de la Patria.

¿Quién convoca un Congreso Eucarístico?

Lo convoca Jesús por medio de los pastores. En esta oportunidad, a través de la Conferencia Episcopal Argentina. Para tratar el tema “Jesucristo, Pan de Vida y Comunión para nuestro Pueblo”, y bajo el lema “Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos”.

¿Quiénes participan?

Todos estamos convocados, aun aquellos que están alejados y que no conocen todavía a Jesús, a compartir la fe recibida y el milagro de la presencia de Dios en la Eucaristía.

¿Cuál es el fin?

Reconocer a Jesús en la Eucaristía, para adorarlo, celebrarlo y renovar nuestro compromiso de anunciarlo y testimoniarlo, en el hoy de nuestra Patria, de manera personal y comunitaria. Su sentido más profundo es glorificar a Cristo.


Oración del Congreso Eucarístico NacionalTucumán 2016
Jesucristo, Señor de la Historia te necesitamos.
Tú eres el Pan de Vida para nuestro pueblo peregrino.
Conscientes de tu presencia real en el Santísimo Sacramento
te alabamos y adoramos,
te celebramos y proclamamos,
te recibimos y compartimos.
En el bicentenario de la independencia de nuestra Patria
agradecemos tu presencia constante en nuestra historia,
pedimos tu gracia para forjar el presente guiados por tu Evangelio.
Ponemos en tus manos nuestro futuro con esperanza y compromiso.
Con la alegría que nos da tu Palabra
salimos al encuentro de todos los argentinos, sin excluir a nadie,
para gestar juntos una cultura del encuentro en la Patria,
siendo auténticos discípulos misioneros.
Con nuestra Madre, la Virgen María,
y unidos a los santos que son nuestros modelos
nos ponemos en camino dejándonos conducir
por la Providencia del Padre
y animados por el fuego del Espíritu Santo.
Amén.

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viernes, 10 de junio de 2016

EVANGELIO DOMINICAL (XI) y Catecismo - LA PURIFICACIÓN DEL CORAZÓN



Evangelio según San Lucas 7,36-50.8,1-3. 


Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa. 
Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume. Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: "Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!". Pero Jesús le dijo: "Simón, tengo algo que decirte". "Di, Maestro!", respondió él. "Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?". Simón contestó: "Pienso que aquel a quien perdonó más". Jesús le dijo: "Has juzgado bien". Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de besar mis pies. Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies. Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor". Después dijo a la mujer: "Tus pecados te son perdonados". Los invitados pensaron: "¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?".  Pero Jesús dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado, vete en paz". Después, Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes. 

LA PURIFICACION DEL CORAZON

2517 El corazón es la sede de la personalidad moral: "de dentro del corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones" (Mt 15,19). La lucha contra la codicia de la carne pasa por la purificación del corazón: Mantente en la simplicidad, la inocencia y serás como los niños pequeños que ignoran el mal destructor de la vida de los hombres (Hermas, mand. 2,1).

2518 La sexta bienaventuranza proclama: "Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios" (Mt 5,8). Los "corazones limpios" designan a los que han ajustado su inteligencia y su voluntad a las exigencias de la santidad de Dios, principalmente en tres dominios: la caridad (cf 1 Tm 4,3-9; 2 Tm 2,22), la castidad o rectitud sexual (cf 1 Ts 4,7; Col 3,5; Ef 4,19), el amor de la verdad y la ortodoxia de la fe (cf Tt 1,15; 1 Tm 3-4; 2 Tm 2, 23-26). Existe un vínculo entre la pureza del corazón, del cuerpo y de la fe: Los fieles deben creer los artículos del Símbolo "para que, creyendo, obedezcan a Dios; obedeciéndole, vivan bien; viviendo bien, purifiquen su corazón; y purificando su corazón, comprendan lo que creen" (S. Agustín, fid. et symb.10,25).

2519 A los "limpios de corazón" se les promete que verán a Dios cara a cara y que serán semejantes a él (cf 1 Co 13,12; 1 Jn 3,2). La pureza de corazón es el preámbulo de la visión. Ya desde ahora esta pureza nos concede ver según Dios, recibir a otro como un "prójimo"; nos permite considerar el cuerpo humano, el nuestro y el del prójimo, como un templo del Espíritu Santo, una manifestación de la belleza divina.

Sólo Dios perdona el pecado

1441 Sólo Dios perdona los pecados (cf Mc 2,7). Porque Jesús es el Hijo de Dios, dice de sí mismo: "El Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra" (Mc 2,10) y ejerce ese poder divino: "Tus pecados están perdonados" (Mc 2,5; Lc 7,48). Más aún, en virtud de su autoridad divina, Jesús confiere este poder a los hombres (cf Jn 20,21-23) para que lo ejerzan en su nombre.

1442 Cristo quiso que toda su Iglesia, tanto en su oración como en su vida y su obra, fuera el signo y el instrumento del perdón y de la reconciliación que nos adquirió al precio de su sangre. Sin embargo, confió el ejercicio del poder de absolución al ministerio apostólico, que está encargado del "ministerio de la reconciliación" (2 Cor 5,18). El apóstol es enviado "en nombre de Cristo", y "es Dios mismo" quien, a través de él, exhorta y suplica: "Dejaos reconciliar con Dios" (2 Co 5,20).

Reconciliación con la Iglesia

1443 Durante su vida pública, Jesús no sólo perdonó los pecados, también manifestó el efecto de este perdón: a los pecadores que son perdonados los vuelve a integrar en la comunidad del pueblo de Dios, de donde el pecado los había alejado o incluso excluido. Un signo manifiesto de ello es el hecho de que Jesús admite a los pecadores a su mesa, más aún, él mismo se sienta a su mesa, gesto que expresa de manera conmovedora, a la vez, el perdón de Dios (cf Lc 15) y el retorno al seno del pueblo de Dios (cf Lc 19,9).


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domingo, 5 de junio de 2016

EVANGELIO DOMINICAL (X) y Catecismo - "Joven, yo te lo ordeno, levántate".



Evangelio según San Lucas 7,11-17. 

Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba. Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: "No llores". Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: "Joven, yo te lo ordeno, levántate". El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre. Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: "Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo". El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina.


Resurección de Cristo y Milagros de Vida

646 La Resurrección de Cristo no fue un retorno a la vida terrena como en el caso de las resurrecciones que él había realizado antes de Pascua: la hija de Jairo, el joven de Naim, Lázaro. Estos hechos eran acontecimientos milagrosos, pero las personas afectadas por el milagro volvían a tener, por el poder de Jesús, una vida terrena "ordinaria". En cierto momento, volverán a morir. 
La resurrección de Cristo es esencialmente diferente. En su cuerpo resucitado, pasa del estado de muerte a otra vida más allá del tiempo y del espacio. En la Resurrección, el cuerpo de Jesús se llena del poder del Espíritu Santo; participa de la vida divina en el estado de su gloria, tanto que San Pablo puede decir de Cristo que es "el hombre celestial" (cf. 1 Co 15, 35-50).

Jesús es la Resurección

994 Pero hay más: Jesús liga la fe en la resurrección a la fe en su propia persona: "Yo soy la resurrección y la vida" (Jn 11, 25). Es el mismo Jesús el que resucitará en el último día a quienes hayan creído en él. (cf. Jn 5, 24-25; 6, 40) y hayan comido su cuerpo y bebido su sangre (cf. Jn 6, 54). En su vida pública ofrece ya un signo y una prenda de la resurrección devolviendo la vida a algunos muertos (cf. Mc 5,21-42; Lc 7, 11-17; Jn 11), anunciando así su propia Resurrección que, no obstante, será de otro orden. De este acontecimiento único, El habla como del "signo de Jonás" (Mt 12, 39), del signo del Templo (cf. Jn 2, 19-22): anuncia su Resurrección al tercer día después de su muerte (cf. Mc 10, 34).

El sentido cristiano de la muerte

1681 El sentido cristiano de la muerte es revelado a la luz del Misterio pascual de la muerte y de la resurrección de Cristo, en quien radica nuestra única esperanza. 
El cristiano que muere en Cristo Jesús "sale de este cuerpo para vivir con el Señor" (2 Co 5,8).

1682 El día de la muerte inaugura para el cristiano, al término de su vida sacramental, la plenitud de su nuevo nacimiento comenzado en el Bautismo, la "semejanza" definitiva a "imagen del Hijo", conferida por la Unción del Espíritu Santo y la participación en el Banquete del Reino anticipado en la Eucaristía, aunque pueda todavía necesitar últimas purificaciones para revestirse de la túnica nupcial.

1683 La Iglesia que, como Madre, ha llevado sacramentalmente en su seno al cristiano durante su peregrinación terrena, lo acompaña al término de su caminar para entregarlo "en las manos del Padre". La Iglesia ofrece al Padre, en Cristo, al hijo de su gracia, y deposita en la tierra, con esperanza, el germen del cuerpo que resucitará en la gloria (cf 1 Co 15,42-44). Esta ofrenda es plenamente celebrada en el Sacrificio eucarístico; las bendiciones que preceden y que siguen son
sacramentales.




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sábado, 4 de junio de 2016

Sagrado Corazón de Jesús - Catecismo



SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

La Iglesia celebra la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús el viernes posterior al II domingo de pentecostés. Todo el mes de junio está, de algún modo, dedicado por la piedad cristiana al Corazón de Cristo. S.S. Juan Pablo II estableció que en esta solemnidad se celebre en la Iglesia la Jornada mundial por la santificación de los sacerdotes.


Evangelio según San Lucas 15,3-7. 

Jesús les dijo entonces esta parábola: "Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido". Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse". 

Textos del Catecismo de la Iglesia Católica:

Dios misericordioso y clemente

210 Tras el pecado de Israel, que se apartó de Dios para adorar al becerro de oro (cf. Ex 32), Dios escucha la intercesión de Moisés y acepta marchar en medio de un pueblo infiel, manifestando así su amor (cf. Ex 33,12-17). A Moisés, que pide ver su gloria, Dios le responde: "Yo haré pasar ante tu vista toda mi bondad (belleza) y pronunciaré delante de ti el nombre de YHWH" (Ex 33,18-19). Y el Señor pasa delante de Moisés, y proclama: "YHWH, YHWH, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad" (Ex 34,5-6). Moisés confiesa entonces que el Señor es un Dios que perdona (cf. Ex 34,9).

211 El Nombre Divino "Yo soy" o "El es" expresa la fidelidad de Dios que, a pesar de la infidelidad del pecado de los hombres y del castigo que merece, "mantiene su amor por mil generaciones" (Ex 34,7). Dios revela que es "rico en misericordia" (Ef 2,4) llegando hasta dar su propio Hijo. Jesús, dando su vida para librarnos del pecado, revelará que él mismo lleva el Nombre divino: "Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo soy" (Jn 8,28)

El amor de Cristo

478
Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros: "El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Ga 2, 20). Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por esta razón, el sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación (cf. Jn 19, 34), "es considerado como el principal indicador y símbolo...del amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres" (Pio XII, Enc."Haurietis aquas": DS 3924; cf. DS 3812).

Dios tiene la iniciativa del amor redentor universal

604 Al entregar a su Hijo por nuestros pecados, Dios manifiesta que su designio sobre nosotros es un designio de amor benevolente que precede a todo mérito por nuestra parte: "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1 Jn 4, 10; cf. 4, 19). "La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros" (Rm 5, 8).

605 Jesús ha recordado al final de la parábola de la oveja perdida que este amor es sin excepción: "De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno de estos pequeños" (Mt 18, 14). Afirma "dar su vida en rescate por muchos" (Mt 20, 28); este último término no es restrictivo: opone el conjunto de la humanidad a la única persona del Redentor que se entrega para salvarla (cf. Rm 5, 18-19). La Iglesia, siguiendo a los Apóstoles (cf. 2 Co 5, 15; 1 Jn 2, 2), enseña que Cristo ha muerto por todos los hombres sin excepción: "no hay, ni hubo ni habrá hombre alguno por quien no haya padecido Cristo" (Cc Quiercy en el año 853: DS 624).

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viernes, 3 de junio de 2016

EN TI ESTA LA FUENTE DE LA VIDA



Hoy celebramos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.

La devoción al Corazón de Jesús existió ya en los primeros tiempos de la Iglesia, pero en el siglo diecisiete, Nuestro Señor Jesucristo se apareció a Santa Margarita María de Alacoque, en Paray-le-Monial, Francia, solicitando, que se le venerase. Su Corazón estaba rodeado de llamas de amor, coronado de espinas, con una herida abierta de la cual brotaba sangre y, del interior de su corazón, salía una cruz, entre tanto le dijo: «He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres no recibe nada más que ingratitud, irreverencia y desprecio, en este sacramento de amor.» 



EN TI ESTA LA FUENTE DE LA VIDA

Y tú, hombre redimido, considera quién, cuál y cuán grande es éste que está pendiente de la cruz por ti. Su muerte resucita a los muertos, su tránsito lo lloran los cielos y la tierra, y las mismas piedras, como movidas de compasión natural, se quebrantan. ¡Oh corazón humano, más duro eres que ellas, si con el recuerdo de tal víctima ni el temor te espanta, ni la compasión te mueve, ni la compunción te aflige, ni la piedad te ablanda!

Para que del costado de Cristo dormido en la cruz se formase la Iglesia y se cumpliese la Escritura que dice: Mirarán a quien traspasaron, uno de los soldados lo hirió con una lanza y le abrió el costado. Y fue permisión de la divina providencia, a fin de que, brotando de la herida sangre y agua, se derramase el precio de nuestra salud, el cual, manando de la fuente arcana del corazón, diese a los sacramentos de la Iglesia la virtud de conferir la vida de la gracia, y fuese para los que viven en Cristo como una copa llenada en la fuente viva, que brota para comunicar vida eterna.

Levántate, pues, alma amiga de Cristo, y sé la paloma que labra su nido en los agujeros de la peña; sé el pájaro que encuentra su casa y no deja de guardarla; sé la tórtola que esconde los polluelos de su casto amor en aquella abertura sacratísima. Aplica a ella tus labios para que bebas el agua de las fuentes del Salvador. Porque ésta es la fuente que mana en medio del paraíso y, dividida en cuatro ríos que se derraman en los corazones amantes, riega y fecunda toda la tierra.

Corre con vivo deseo a esta fuente de vida y de luz quienquiera que seas, ¡oh alma amante de Dios!, y con toda la fuerza del corazón exclama:

«¡Oh hermosura inefable del Dios altísimo, resplandor purísimo de la eterna luz! ¡Vida que vivificas toda vida, luz que iluminas toda luz y conservas en perpetuo resplandor millares de luces, que desde la primera aurora fulguran ante el trono de tu divinidad!

¡Oh eterno e inaccesible, claro y dulce manantial de la fuente oculta a los ojos mortales, cuya profundidad es sin fondo, cuya altura es sin término, su anchura ilimitada y su pureza imperturbable!

De ti procede el río que alegra a la ciudad de Dios. Recrea con el agua de este deseable torrente los resecos labios de los sedientos de amor, para que con voz de regocijo y gratitud te cantemos himnos de alabanza, probando por experiencia que en ti está la fuente de la vida y tu luz nos hace ver la luz.»



De las Obras de san Buenaventura, obispo
(Opúsculo 3, El árbol de la vida, 29-30. 47: Opera omnia 8, 79)


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