Soy Magda, una joven polaca de 22 años. Este 14 de febrero del 2015, el Día de los Enamorados, quiero compartir contigo unas pocas palabras sobre lo que yo entiendo por el amor y cómo lo estoy viviendo.
No sé tú, pero yo, después de tres relaciones rotas, una vez por todas me pregunté: ¿Con quién quiero estar? ¿Cómo deseo que sea el muchacho perfecto? Antes que nada: perfecto es solo Dios, me comentó mi novio. Es una de estas frases suyas que me dejan sin palabras y me enamoran de él aún más.
Al principio, formando pareja con alguien por primera vez, uno está todo feliz y contento por el solo hecho de experimentar lo que llaman amor y mariposas en el estómago. Luego, te vuelves exigente: quiero que sea alto, que sonría así de lindo como mi actriz favorita... en fin. ¿Serán estos los requisitos a tener en cuenta? Tal vez en un comienzo sí, pero luego ya no es suficiente complacerse del aspecto físico de nuestro enamorado. Das un paso más maduro cuando te preguntas: ¿Hablamos de temas profundos? ¿Me escucha? ¿Respeta mi cuerpo? ¿Es creyente? Sin embargo, el cúspide sería: ¿Me lleva más cerca de Dios? ¿Le importa mi santidad?
Desde mi punto de vista los que queremos darle el primer lugar a Dios necesitamos de una persona que nos ayude en ello. Puede ser un amigo, un familiar o un hermano de la comunidad... Pero yo apuntaría también allí donde quieres construir algo para toda la vida. Si te sientes llamado/a a la vida familiar, no dudes en ponerle el listón muy alto a tu futuro/a esposo/a.
No quiero decir con eso que hay que descalificar definitivamente a los no creyentes, a los adictos, a los que se comportan que te daría vergüenza salir con uno de ellos... No. Todos tenemos nuestra historia y conocemos apenas un pedazo de la historia de los demás. Necesitamos observar los frutos que dan las relaciones con otros. He tenido un novio al que le debo lo que hoy día es el eje de mi vida: el Camino Neocatecumenal. ¿Pero sabes? Pudo haber sido él o cualquier otra persona porque somos todos herramientas en las manos de Dios. En mi caso, se sirvió de alguien a quien empezaba a querer. Con mucha tristeza debo admitir que la actitud del que en poco tiempo se convirtió en mi novio resultó no corresponer nada a lo que yo esperaba de alguien enamorado de Cristo y buscando siempre su voluntad. Hasta ahora estoy curando las heridas que se abrieron por haber formado una relación de dos y no de tres: Dios y los enamorados. ¿Conclusión? No nos dejemos seducir por las apariencias. Miremos los frutos y fijemos nuestra mirada en Dios quien realmente anhela dar fundamentos duros a nuestras relaciones si solo se lo permitimos.
A lo mejor también te ha pasado: ya te has establecido la jejarquía, no buscas a cualquiera... Pero no aparece ningún candidato serio. ¿Es motivo para sollozar o para pegarse una hoja en la frente diciendo: busco novio creyente para ya? ¡Para nada! Es tiempo para ti. Todo el que no tiene pareja, está invitado a formarse en todas las dimensiones de su ser: como patriota, trabajador, estudiante, hijo, hermano , amigo... Enriquecer tu interior es lo más hermoso que podrás regalar a tu futuro/a novio/a cuando venga tiempo para ello. Y cuando menos lo esperes... Te enamorarás.
A mí me ha pasado. Lo recuerdo ahora muy sonriente porque ese día me sentí obsequiada sobremanera. Y esta sensación no desaparece: cada vez que me dice que me ama lo tomo con un poquito de incredulidad. ¿De verdad, me amas a mí? ¿Quién soy yo para merecer tu amor? Pero es una incredulidad sana, que embellece y ennoblece el amor mismo. El amor que es decisión y no sentimiento. Joey, mi novio, me ama no porque lo mereciera. Él decidió amarme... con mi dificultad de expresar lo que siento, con mi falta de amor propio, con mi historia. Si fuera cuestión de sentimiento, algo efímero por definición, no me habría atrevido a contrarle lo que le había contado, por miedo de ser rechazada o burlada. Y no es así. Le hablo y me escucha. Tan sencilla la frase anterior, ¿verdad? Pero lo que indica para nosotros es un verdadero milagro. Dios sabe cómo son nuestros caracteres. Ambos nos superamos: yo, para echar de mí todos los pensamientos, las inquietudes que no me dejan vivir en paz, echar toda la basura que se iba acumulando durante años; él, para tenerme paciencia y dejarme desahogarse, pero también apoyar con una sugerencia, con el testimonio de su vida. No tienen ni idea cuántos gracias ya le había dado por eso. Y lo más asombrante es que no me responde con un no hay de qué o no fue nada. En vez de ello oigo: ...a Dios, Magdis. Yo fui solo una herramienta que Él usó para ayudarte. En esos momentos el corazón no me cabe en el pecho...
Con eso quisiera terminar. Falta muchísimo por añadir... Pero lo más importante que quiero que recuerden siempre es que el amor, si de verdad lo es, te hace crecer plenamente y enseña renunciar a algo tuyo a favor de algo de los dos. Te hace vencer tus miedos e imaginaciones falsas de quién es tu novio/a y de cómo eres tú. Siempre, sin excepciones, pone a Dios ante todo y todos. Te amo con todas mis fuerzas, le dije un día a Joey. Entiendo que querías decir lo mucho que me amas, pero yo no usaría esa expresión de esta manera. Está reservada únicamente para Dios. «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas», me respondió. El amor sabe, pues, corregir de manera no hiriente y lo hace para tu bien.
Le doy gracias a Dios por poner en mi camino a Joey. Mañana, el 15 de febrero, serán dos meses desde que somos novios. No es mucho todavía, pero en el etapa en el que estamos me alegran enormemente dos hechos. Uno, es que no preguntamos: ¿Qué puedes hacer por mí?, sino ¿Qué puedo hacer por ti?. Y segundo, es la prudencia para hacer planes para el futuro y en el tema de la castidad. Joey, quiero que caminemos juntos hacia la santidad. ¡Te amo!
MUCHAS GRACIAS MAGDALENA!!!
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