Hoy el Padre Luis desde la Arquidiócesis de Tucumán nos regala esta hermosa reflexión:
Antes de introducirnos en un buen examen de conciencia, creo que tenemos que detenernos en el pecado. Siempre me gusta explicar que todos tenemos un pecado dominante, a vos y a mi nos domina un pecado, y uno puede decir: ¿cómo puedo reconocer que tengo un pecado si tengo millones?.
Creo que te puede ayudar la figura del árbol: un árbol tiene hojas, ramas, tronco, raíz.
Cuando me refiero a las hojas me refiero a esos pecados externos, a todos los pecados que te prendes a vos mismos, si no tenes una confesión frecuente o hace mucho que no te acercas a tu interior te creerás que tenes millones de pecados, hasta pones el nombre de pecado a cosas que no son pecados, es más vos mismo te tiras porquerías a vos mismo. Los llamo hojas porque crees que son varias pero en el fondo es producto de todo un proceso y toda hoja tarde o temprano cae, se renueva, cambia y también se seca, si recurrís a una confesión frecuente y a un acompañamiento te aseguro que esos pecados son los primeros que caerán.
Por otra parte tenemos las ramas, son menos que las hojas, son esos pecados que no cometes cotidianamente pero pero tienen más firmeza en tu vida, los pecados de las hojas aparecen según circunstancias y varían, en cambio aqui son pecados que aparecen en el transcurso de tu vida y basta en hacer una mirada a tu historia de vida para darte cuenta que ese pecado está. A ello se los debe ir trabajando de apoco, pues no es tan sencillo para dejarlo pero si se inicia un camino a través de la oración y de los sacramentos, pueden ser quebrados y cuando una rama es quebrada no produce, lo mismo pasa aquí, si podes controlar ese pecado que aparece en toda la historia de tu vida te llevará a evitar caer en otros pecados.
Luego viene el tronco, donde trabajando tu interior logras comprender que hay un s´polo pecado fuerte que te domina, ese pecado que te domina es uno de los siete pecados capitales, lo repasemos: