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miércoles, 30 de octubre de 2013

JUAN XXIII Y EL AÑO DE LA FE

Faltan muy pocos días para que culmine el Año de la Fe (24 de Noviembre 2013), teniendo en cuenta este año que celebramos en la Iglesia Católica he decidido mostrar la imagen del Papa Beato Juan XXIII y su pontificado en relación con el año de la fe que ha sido convocado por el Sumo Pontífice Emérito Benedicto XVI.


Quizas se pregunten que relación tiene el Beato Juan XXIII con este año de la fe (2012 - 2013) cuando ya pasaron mas de 50 años de su pontificado. 
En esta entrada compartiré con ustedes algunos datos sobre su pontificado que nos ayudaran a comprender esta relación. Al  preparar esta entrada he decidido llamarlo cariñosamente "El Revolucionario de la Fe", al finalizar la misma descubrirán porque esta denominación. 





Para comenzar: sin lugar a duda Angelo Giuseppe Roncalli (JUAN XXII) desde su niñez ha sido un hombre de Fe debido a que nació en el seno de una familia campesina muy católica y muy humilde en Sotto il Monte, cerca de Bérgamo - Italia. 

Un tío llamado Zaverio fue el guía espiritual del pequeño Angelo desde el día del bautismo hasta su ingreso en el seminario. 
La idea de hacerse sacerdote lo motivó desde su infancia. Cuando su padre le reprochaba su poca dedicación a los trabajos del campo, prefiriendo esconderse entres las viñas a leer y estudiar, Angelo contestaba: "Quiero ser sacerdote". El padre, aun siendo un hombre de fe profunda y sincera, se oponía a la vocación del hijo porque le parecía una excusa para dejar de trabajar.
Fue el tío Zaverio, quien lo respaldó en su vocación y consiguió la manera de hacerlo estudiar hasta entrar en el seminario de Bérgamo a la edad de 11 años.
Luego de una primera etapa en el Seminario de Bérgamo, Angelo Roncalli, junto con otros dos estudiantes, es enviado a Roma para proseguir sus estudios en el Seminario Romano del Apollinare.
En el 1901 desde allí escribe a sus familiares:

"El Señor me quiere sacerdote; por eso me ha colmado de beneficios, hasta mandarme aquí a Roma... No me hago cura por cumplido, para hacer dinero, para hallar comodidades, honores, placeres, sino solamente para hacer el bien, de cualquier modo, a la gente pobre." 

Nacido en la pobreza, su opción de vida, será siempre desde los pobres, contra la pobreza material y espiritual, confiado en la voluntad de Dios.
Antes de su ordenación el diácono escribe en su "Diario del alma":

"¿Qué será de mí en el porvenir? ¿Seré un buen teólogo, un jurista insigne, o bien un simple cura? ¿Qué me importa a mí todo eso? No debo ser nada más que todo eso, según los designios de Dios."

---Cabe destacar el ambiente religioso donde vivió, el acompañamiento de su tío en su camino vocacional y que en sus palabras ya expresaba ser un gran hombre de Fe obediente a la voluntad de Dios---

Ordenación Sacerdotal 

 El 10 de agosto de 1904 fue ordenado sacerdote en la basílica de Santa María de Monte Santo, en la Piazza del Popolo.2 En 1905, fue nombrado secretario del obispo de Bérgamo, Giacomo Radini Tedeschi.
Durante la Primera Guerra Mundial, ejerció primero como sargento médico y más tarde como capellán militar. En 1921, fue llamado desde Roma por el papa Benedicto XV para ocupar el cargo de presidente para Italia del Consejo Central de la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe.

---Acá quiero detenerme, pues no parece casualidad que este gran hombre de Fe fuera  convocado para presidir el Consejo Central de la Obra Pontifica de la Propagación de la Fe (Renombrada por Juan Pablo II como: "Congregación para la Evangelización de los Pueblos"). Pues sin lugar a duda podemos decir que el Espíritu Santo iluminó en ese momento al Papa Benedicto XV al elegir a Angelo Roncali para llevar adelante esta tarea.---

Consagración Episcopal y Delegado Apostolico

El 19 de marzo de 1925 Angelo Giuseppe Roncalli fue consagrado arzobispo titular de Areopoli; eligió como su lema episcopal "Obedientia et Pax" (Obediencia y Paz). 
En Bulgaria, realizó su labor apostólica visitando las comunidades católicas y estableciendo relaciones de respeto y estima con otras comunidades cristianas, en especial de la Iglesia Ortodoxa. En una ocasión en Bulgaria fue a visitar a unos heridos internados en un hospital católico que trataba gratuitamente a todas las personas, independientemente de su religión. Estos heridos fueron víctimas de un atentado contra el rey Boris III en una catedral ortodoxa de Sofía, siendo ortodoxos que frecuentaban su lugar de culto. 
El rey búlgaro quedó tan impresionado que lo recibió en audiencia privada, siendo un acto inédito porque los visitadores apostólicos no gozaban de ningún estatuto diplomático y las relaciones entre la minoría católica y la mayoría ortodoxa eran muy tensas. Hechos como este constituyeron las bases de la futura delegación apostólica. En efecto, su labor fue tan fructífera que se lo designó delegado apostólico para Bulgaria el 16 de octubre de 1931.
El 12 de enero de 1935 fue nombrado delegado apostólico para Turquía. El mismo día se lo designó Delegado Apostólico para Grecia, atendiendo desde Estambul los asuntos relativos a ambos países.
Durante la segunda guerra mundial intervino para socorrer a miles de judíos durante las persecuciones nazi.

---En este párrafo podemos ver que no solo era un gran hombre de Fe sino también un hombre de mente y corazón abierto para todos, se hacia cercano de los que sufrían y también de aquellos con los que había diferencias---

Cardenal y Patriarca de Venecia 

El 12 de enero de 1953 el papa Pío XII lo crea Cardenal, siendo designado tres días después como patriarca de Venecia. Como patriarca de Venecia, solía navegar por los canales de la ciudad sin la vestimenta de cardenal, y detenerse para hablar con los gondoleros, las prostitutas y menesterosos, quienes le contaban sus problemas. Su forma de ejercicio del poder se caracterizó por el servicio y el perdón.

--- En este breve párrafo vemos que era una pastor cercano a sus fieles y era un verdadero servidor de Dios. Fe y Servicio van de la mano.---

Pontificado 

El 28 de octubre de 1958, contando con casi 77 años, Roncalli fue elegido Papa.
Enseguida empezó una nueva forma de ejercer el papado. Visitaba personalmente las parroquias de su diócesis. Al cabo de dos meses de haber sido elegido, dio ejemplo de obras de misericordia: por Navidad visitó los niños enfermos de los hospitales Espíritu Santo y Niño Jesús; al día siguiente fue a visitar los prisioneros de la cárcel Regina Coeli. 

En su primera medida de gobierno vaticano, que le enfrentó con el resto de la curia, redujo los altos estipendios (y la vida de lujo que, en ocasiones, llevaban los obispos y cardenales). Asimismo, dignificó las condiciones laborales de los trabajadores del Vaticano.

Tres meses después de su elección, el 25 de enero de 1959, en la Basílica de San Pablo Extramuros y ante la sorpresa de todo el mundo anunció el XXI Concilio Ecuménico -que posteriormente fue llamado Concilio Ecuménico Vaticano II-, el I Sínodo de la Diócesis de Roma y la revisión del Código de Derecho Canónico.

El 11 de octubre de 1962 el papa Roncalli abrió el Concilio Vaticano II en San Pedro. Este Concilio cambiaría el rostro del catolicismo: una nueva forma de celebrar la liturgia (más cercana a los fieles), un nuevo acercamiento al mundo y un nuevo ecumenismo. Respecto de esto último, Juan XXIII había creado en 1960 el Secretariado para la promoción de la unidad de los cristianos, una comisión preparatoria al Concilio que más tarde permanecería bajo el nombre de Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos. Era la primera vez que la Santa Sede creaba una estructura consagrada únicamente a temas ecuménicos. 
Desde la apertura del Concilio, el papa Juan XXIII enfatizó la naturaleza pastoral de sus objetivos: no se trataba de definir nuevas verdades ni condenar errores, sino que era necesario renovar la Iglesia para hacerla capaz de transmitir el Evangelio en los nuevos tiempos (un aggiornamento), buscar los caminos de unidad de las Iglesias cristianas, buscar lo bueno de los nuevos tiempos y establecer diálogo con el mundo moderno centrándose primero "en lo que nos une y no en lo que nos separa".

---Como venimos leyendo en todo su caminar Angelo Roncalli demostró ser un hombre de Fe y para culminar su labor sacerdotal fue elegido como Sumo Pontífice (como decimos en mi país: La frutilla del postre) y como Papa no solo afirmo ser un hombre de Fe sino que mostró ser un hombre firme en sus convicciones y decisiones, de hecho por esa misma fe que tenia y al ver que en la Iglesia se necesitaba realizar algunos cambios tomo estas tres decisiones muy importantes (Concilio Ecuménico Vaticano II, Sínodo de los Obispos de Roma y la revisión del Código de Derecho Canónico) y también cabe destacar que ahora como Papa de la Iglesia muestra nuevamente su acercamiento e intención de dialogo y unidad con todos los cristianos.---

Muerte y Beatificación


El 23 de mayo de 1963 se anunció públicamente la enfermedad del papa: cáncer de estómago. 
Después de sufrir esa grave enfermedad, el papa Juan XXIII murió en Roma el 3 de junio de 1963, lamentablemente no pudo ver concluida su obra mayor (Concilio Vaticano II), a la que él mismo consideró "la puesta al día de la Iglesia". 

El Santo Padre Francisco visitando la tumba de Juan XXIII

Juan XXIII fue beatificado por Juan Pablo II el 3 de septiembre de 2000, junto con el papa Pío IX.
Su fiesta litúrgica quedó fijada el 11 de octubre, día de la apertura del Concilio Vaticano II.

Canonización

El Beato Juan XXIII será canonizado el próximo 27 de abril de 2014 junto con el Beato Juan Pablo II.


A continuación les comparto un vídeo que resume la vida de este gran hombre de fe


En la memoria de muchos, el papa Juan XXIII ha quedado como "el papa bueno" o como "el papa más amado de la historia". La Iglesia de Inglaterra lo considera santo y tanto los anglicanos como los protestantes conmemoran a Juan XXIII como "renovador de la iglesia".

---Para mi sera recordado cariñosamente como "El Revolucionario de la Fe", recordemos el significado de Revolución: (del latín revolutio, "una vuelta") es un cambio social fundamental en la estructuras de poder. Sus orígenes pueden tener motivos de diversa índole, un cambio tecnológico, un cambio social o un nuevo paradigma basta para que una sociedad cambie radicalmente su estructura y gobierno.
Yo no soy un especialista en Historia o Sociología y menos aun en Historia de las Revoluciones pero tomando este concepto de revolución pues me animo a decir que el pontificado de Juan XXIII ha sido una revolución, obviamente pacifica, se produjo una "vuelta" en la Iglesia, un cambio en una estructura de poder a nivel internacional, un cambio que tocó muy de cerca a todo el mundo pero lo mas importante para nosotros una revolución  que cambio la forma de transmitir la Fe y que abrió las puertas de la Iglesia Católica al mundo. De hecho estos cambios siguen vigentes y para hacerlos presentes el Santo Padre Emérito Benedicto XVI ha iniciado el Año de la Fe el día 11 de Octubre 2012, al cumplirse los 50 años del Concilio Vaticano II-- 

Por todo esto, respetuosamente decido recordar a este gran hombre de Fe, Juan XXIII como: "El Revolucionario de la Fe"


Sitio Oficial del Año de la Fe: http://www.annusfidei.va/content/novaevangelizatio/es.html
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domingo, 27 de octubre de 2013

EVANGELIO DEL DÍA - REFLEXIÓN

Domingo XXX. Ciclo C.

EVANGELIO DEL DÍA - LUCAS 18, 9 - 14


Y refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola: 
"Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. 
El fariseo, de pie, oraba así: 'Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. 

Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas'. 
En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: '¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!'. 
Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado". 



REFLEXIÓN - "CANTIDAD + CALIDAD"

La parábola que Jesús nos presenta esta semana nos invita a profundizar nuestra reflexión respecto de la parábola de la viuda insistente que escuchábamos el domingo pasado. La oración no debe ser solo persistente, debemos tener persistencia en la profundidad de la misma, no basta la cantidad sino la calidad.
Se nos proponen dos imágenes, nuevamente, la del fariseo y la del pecador. Podemos decir que ambos “pronunciaban” sus oraciones insistentemente pero no eran los dos quienes rezaban a Dios. Mientras que el fariseo se “autojustificaba” diciendo que no era pecador como los otros y cumplía con todos los ritos de la Ley, el publicano sabiéndose pecador imploraba al Padre perdón y no se consideraba digno de su amor.
El primero no rezaba, sino que tranquilizaba su conciencia, el “sagrario del hombre” como gustaba llamarla el Beato Juan Pablo II, acallando las voces que podían cuestionar su incoherencia entre su decir y su obrar, al tiempo que llenando el espacio de una oración vacía, fría, superficial. El segundo por su parte, lejos de faltar a la caridad como el fariseo al juzgar a los otros, le entregaba a Dios lo más profundo de sí, puesto que consideraba que todos sus actos eran malos.
Uno era cumplidor de la Ley, el otro simplemente “no iba a misa”; el primero le hablaba a su propio ego, el segundo rezaba a Dios. En ocasiones nos parece que existen categorías de católicos de acuerdo a la cantidad de horas y de ritos cumplidos, no hay creyentes de primera y de segunda; lo que Dios mira es la profundidad del corazón, la sinceridad y el amor que solo brotan de un alma transparente, llena de Dios y no de sí mismos.-



EMILIO RODRIGUEZ ASCURRA / contactoconemilio@gmail.com









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miércoles, 23 de octubre de 2013

MARÍA EN EL CONCILIO VATICANO II





Queridos amigos hoy el Santo Padre Francisco en su catequesis nos habló de la Virgen María en torno al Concilio Vaticano II.

"Queridos hermanos y hermanas:

En la catequesis de hoy, y siguiendo el Concilio Vaticano II, quiero reflexionar sobre María como modelo «de la Iglesia en el orden de la fe, de la caridad y de la unión perfecta con Cristo»."


El Sumo Pontífice Emerito Benedicto XVI ha iniciado el año de la FE el 11 de Octubre 2012, este año litúrgico culminara el día 24 de Noviembre 2013, Solemnidad de Cristo Rey. 
Para invitarnos a vivir este año de la Fe Benedicto XVI ha escrito una carta apostólica denominada PORTA FIDEI (Puerta de la Fe) en esta carta el sumo pontífice nos recomienda leer en este año de la Fe los documentos del Concilio Vaticano II (C.V II).

Teniendo en cuenta esta recomendación de Benedicto XVI y la catequesis de Francisco del día de hoy he decidido preparar esta entrada que consiste en un compilado de párrafos de las distintas constituciones, declaraciones y decretos del Concilio Vaticano II que se refieren a nuestra madre la Virgen María. 



LUMEN GENTIUM
CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA SOBRE LA IGLESIA

CAPÍTULO VIII
LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA, MADRE DE DIOS,
EN EL MISTERIO DE CRISTO Y DE LA IGLESIA

I. Introducción

52. Queriendo Dios, infinitamente sabio y misericordioso, llevar a cabo la redención del mundo, «al llegar la plenitud de los tiempos, envió a su Hijo, nacido de mujer, ... para que recibiésemos la adopción de hijos» (Ga 4, 4-5). «El cual, por nosotros los hombres y por nuestra salvación, descendió de los cielos y por obra del Espíritu Santo se encarnó de la Virgen María».
Este misterio divino de la salvación nos es revelado y se continúa en la Iglesia, que fue fundada por el Señor como cuerpo suyo, y en la que los fieles, unidos a Cristo Cabeza y en comunión con todos sus santos, deben venerar también la memoria «en primer lugar de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo»

53. Efectivamente, la Virgen María, que al anuncio del ángel recibió al Verbo de Dios en su alma y en su cuerpo y dio la Vida al mundo, es reconocida y venerada como verdadera Madre de Dios y del Redentor. 



Redimida de modo eminente, en previsión de los méritos de su Hijo, y unida a El con un vínculo estrecho e indisoluble, está enriquecida con la suma prerrogativa y dignidad de ser la Madre de Dios Hijo, y por eso hija predilecta del Padre y sagrario del Espíritu Santo; con el don de una gracia tan extraordinaria aventaja con creces a todas las otras criaturas, celestiales y terrenas. Pero a la vez está unida, en la estirpe de Adán, con todos los hombres que necesitan de la salvación; y no sólo eso, «sino que es verdadera madre de los miembros (de Cristo)..., por haber cooperado con su amor a que naciesen en la Iglesia los fieles, que son miembros de aquella Cabeza». Por ese motivo es también proclamada como miembro excelentísimo y enteramente singular de la Iglesia y como tipo y ejemplar acabadísimo de la misma en la fe y en la caridad, y a quien la Iglesia católica, instruida por el Espíritu Santo, venera, como la madre amadísima, con afecto de piedad filial.





54. Por eso, el sagrado Concilio, al exponer la doctrina sobre la Iglesia, en la que el divino Redentor obra la salvación, se propone explicar cuidadosamente tanto la función de la Santísima Virgen en el misterio del Verbo encarnado y del Cuerpo místico cuanto los deberes de los hombres redimidos para con la Madre de Dios, Madre de Cristo y Madre de los hombres, especialmente de los fieles, sin tener la intención de proponer una doctrina completa sobre María ni resolver las cuestiones que aún no ha dilucidado plenamente la investigación de los teólogos. Así, pues, siguen conservando sus derechos las opiniones que en las escuelas católicas se proponen libremente acerca de aquella que, después de Cristo, ocupa en la santa Iglesia el lugar más alto y a la vez el más próximo a nosotros.

II. Función de la Santísima Virgen en la economía de la salvación

55. Los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento y la Tradición venerable manifiestan de un modo cada vez más claro la función de la Madre del Salvador en la economía de la salvación y vienen como a ponerla delante de los ojos. En efecto, los libros del Antiguo Testamento narran la historia de la salvación, en la que paso a paso se prepara la venida de Cristo al mundo Estos primeros documentos, tal como se leen en la Iglesia y tal como se interpretan a la luz de una revelación ulterior y plena, evidencian poco a poco, de una forma cada vez más clara, la figura de la mujer Madre del Redentor. Bajo esta luz aparece ya proféticamente bosquejada en la promesa de victoria sobre la serpiente, hecha a los primeros padres caídos en pecado (cf. Gen 3, 15).
Asimismo, ella es la Virgen que concebirá y dará a luz un Hijo, que se llamará Emmanuel (cf. Is 7,14; comp. con Mi 5, 2-3; Mt1, 22-23). Ella sobresale entre los humildes y pobres del Señor, que confiadamente esperan y reciben de El la salvación. Finalmente, con ella misma, Hija excelsa de Sión, tras la prolongada
espera de la promesa, se cumple la plenitud de los tiempos y se instaura la nueva economía, al tomar de ella la naturaleza humana el Hijo de Dios, a fin de librar al hombre del pecado mediante los misterios de su humanidad.

56. Pero el Padre de la misericordia quiso que precediera a la encarnación la aceptación de la Madre predestinada, para que de esta manera, así como la mujer contribuyó a la muerte, también la mujer contribuyese a la vida. Lo cual se cumple de modo eminentísimo en la Madre de Jesús por haber dado al mundo la Vida misma que renueva todas las cosas y por haber sido adornada por Dios con los dones
dignos de un oficio tan grande. Por lo que nada tiene de extraño que entre los Santos Padres prevaleciera la costumbre de llamar a la Madre de Dios totalmente santa e inmune de toda mancha de pecado, como plasmada y hecha una nueva criatura por el Espíritu Santo. Enriquecida desde el primer instante de su concepción con el resplandor de una santidad enteramente singular, la Virgen Nazarena, por orden de
Dios, es saludada por el ángel de la Anunciación como «llena de gracia» (cf. Lc 1,28), a la vez que ella responde al mensajero celestial: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38).
Así María, hija de Adán, al aceptar el mensaje divino, se convirtió en Madre de Jesús, y al abrazar de todo corazón y sin entorpecimiento de pecado alguno la voluntad salvífica de Dios, se consagró totalmente como esclava del Señor a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo con diligencia al misterio de la redención
con El y bajo El, con la gracia de Dios omnipotente. Con razón, pues, piensan los Santos Padres que María no fue un instrumento puramente pasivo en las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres con fe y obediencia libres. Como dice San Ireneo, «obedeciendo, se convirtió en causa de salvación para sí misma y para todo el género humano». Por eso no pocos Padres antiguos afirman gustosamente con él en su predicación que «el nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María; que lo atado por la virgen Eva con su incredulidad, fue desatado por la virgen María mediante su fe»; y comparándola con Eva, llaman a María «Madre de los vivientes», afirmando aún con mayor frecuencia que «la muerte vino por Eva, la vida por María».

57. Esta unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte. En primer lugar, cuando María, poniéndose con presteza en camino para visitar a Isabel, fue proclamada por ésta bienaventurada a causa de su fe en la salvación prometida, a la vez que el Precursor saltó de gozo en el seno de su madre (cf. Lc 1, 41-45); y en el
nacimiento, cuando la Madre de Dios, llena de gozo, presentó a los pastores y a los Magos a su Hijo primogénito, que, lejos de menoscabar, consagró su integridad virginal. Y cuando hecha la ofrenda propia de los pobres lo presentó al Señor en el emplo y oyó profetizar a Simeón que el Hijo sería signo de contradicción y que una espada atravesaría el alma de la Madre, para que se descubran los pensamientos de
muchos corazones (cf. Lc 2, 34-35). Después de haber perdido al Niño Jesús y haberlo buscado con angustia, sus padres lo encontraron en el templo, ocupado en las cosas de su Padre, y no entendieron la respuesta del Hijo. Pero su Madre conservaba todo esto en su corazón para meditarlo (cf. Lc 2, 41-51).

58. En la vida pública de Jesús aparece reveladoramente su Madre ya desde el principio, cuando en las bodas de Caná de Galilea, movida a misericordia, suscitó con su intercesión el comienzo de los milagros de Jesús Mesías (cf. Jn 2, 1-11). A lo largo de su predicación acogió las palabras con que su Hijo, exaltando el reino por encima de las condiciones y lazos de la carne y de la sangre, proclamó bienaventurados (cf. Mc 3, 35; Lc 11, 27-28) a los que escuchan y guardan la palabra de Dios, como ella lo hacía fielmente (cf. Lc 2,29 y 51). Así avanzó también la Santísima Virgen en la peregrinación de la fe, y mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz, junto a la cual, no sin designio divino, se mantuvo erguida (cf. Jn 19, 25), sufriendo profundamente con su Unigénito y asociándose con entrañas de madre a su sacrificio, consintiendo amorosamente en la inmolación de la víctima que ella misma había engendrado; y, finalmente, fue dada por el mismo Cristo Jesús agonizante en la cruz como madre al discípulo con estas palabras: «Mujer, he ahí a
tu hijo» (cf. Jn19,26-27).

59. Por no haber querido Dios manifestar solemnemente el misterio de la salvación humana antes de derramar el Espíritu prometido por Cristo, vemos que los Apóstoles, antes del día de Pentecostés, «perseveraban unánimes en la oración con algunas mujeres, con María, la Madre de Jesús, y con los hermanos de éste» (Hch 1, 14), y que también María imploraba con sus oraciones el don del Espíritu, que en la Anunciación ya la había cubierto a ella con su sombra. Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el decurso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina universal con el fin de que se asemejase de
forma más plena a su Hijo, Señor de señores (cf. Ap 19, 16) y vencedor del pecado y de la muerte.

III. La Santísima Virgen y la Iglesia

60. Uno solo es nuestro Mediador según las palabra del Apóstol: «Porque uno es Dios, y uno también el Mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó a sí mismo para redención de todos» (1 Tm 2, 5-6). Sin embargo, la misión maternal de María para con los hombres no oscurece ni disminuye en modo alguno esta mediación única de Cristo, antes bien sirve para demostrar su poder.
Pues todo el influjo salvífico de la Santísima Virgen sobre los hombres no dimana de una necesidad ineludible, sino del divino beneplácito y de la superabundancia de los méritos de Cristo; se apoya en la mediación de éste, depende totalmente de ella y de la misma saca todo su poder. Y, lejos de impedir la unión inmediata de los creyentes con Cristo, la fomenta.

61. La Santísima Virgen, predestinada desde toda la eternidad como Madre de Dios juntamente con la encarnación del Verbo, por disposición de la divina Providencia, fue en la tierra la Madre excelsa del divino Redentor, compañera singularmente generosa entre todas las demás criaturas y humilde esclava del Señor. Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al Padre en el templo, padeciendo con su Hijo cuando moría en la cruz, cooperó en forma enteramente impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por eso es nuestra madre en el orden de la gracia.

62. Esta maternidad de María en la economía de gracia perdura sin cesar desde el momento del sentimiento que prestó fielmente en la Anunciación, y que mantuvo sin vacilar al pie de la cruz hasta la consumación perpetua de todos los elegidos. Pues, asunta a los cielos, no ha dejado esta misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna. Con su amor materno se cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada. Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora. Lo cual, embargo, ha de entenderse de tal manera
que no reste ni añada a la dignidad y eficacia de Cristo, único Mediador.
Jamás podrá compararse criatura alguna con el Verbo encarnado y Redentor; pero así como el sacerdocio Cristo es participado tanto por los ministros sagrados cuanto por el pueblo fiel de formas diversas, y como la bondad de Dios se difunde de distintas maneras sobre las criaturas, así también la mediación única del Redentor no excluye, sino que suscita en las criaturas diversas clases de cooperación, participada de la única fuente. La Iglesia no duda en confesar esta función subordinada de María, la experimenta continuamente y la recomienda a la piedad de los fieles, para que, apoyados en esta protección maternal, se unan con mayor intimidad al Mediador y Salvador.

63. La Virgen Santísima, por el don y la prerrogativa de la maternidad divina, que la une con el Hijo Redentor, y por sus gracias y dones singulares, está también íntimamente unida con la Iglesia. Como ya enseñó San Ambrosio, la Madre de Dios es tipo de la Iglesia en el orden de la fe, de la caridad y de la unión perfecta con Cristo. Pues en el misterio de la Iglesia, que con razón es llamada también madre y virgen, precedió la Santísima Virgen, presentándose de forma eminente y singular como modelo tanto de la virgen como de la madre. Creyendo y obedeciendo, engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre, y sin conocer varón, cubierta con la sombra del Espíritu Santo, como una nueva Eva, que presta su fe exenta de toda
duda, no a la antigua serpiente, sino al mensajero de Dios, dio a luz al Hijo, a quien Dios constituyó primogénito entre muchos hermanos (cf. Rm 8,29), esto es, los fieles, a cuya generación y educación coopera con amor materno.

64. La Iglesia, contemplando su profunda santidad e imitando su caridad y cumpliendo fielmente la voluntad del Padre, se hace también madre mediante la palabra de Dios aceptada con fidelidad, pues por la predicación y el bautismo engendra a una vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por obra del Espíritu
Santo y nacidos de Dios. Y es igualmente virgen, que guarda pura e íntegramente la fe prometida al Esposo, y a imitación de la Madre de su Señor, por la virtud del Espíritu Santo, conserva virginalmente una fe íntegra, una esperanza sólida y una caridad sincera.

65. Mientas la Iglesia ha alcanzado en la Santísima Virgen la perfección, en virtud de la cual no tiene mancha ni arruga (cf. Ef 5, 27), los fieles luchan todavía por crecer en santidad, venciendo enteramente al pecado, y por eso levantan sus ojos a María, que resplandece como modelo de virtudes para toda la comunidad de los
elegidos. La Iglesia, meditando piadosamente sobre ella y contemplándola a la luz del Verbo hecho hombre, llena de reverencia, entra más a fondo en el soberano misterio de la encarnación y se asemeja cada día más a su Esposo. Pues María, quepor su íntima participación en la historia de la salvación reúne en sí y refleja en
cierto modo las supremas verdades de la fe, cuando es anunciada y venerada, atrae a los creyentes a su Hijo, a su sacrificio y al amor del Padre. La Iglesia, a su vez, glorificando a Cristo, se hace más semejante a su excelso Modelo, progresando continuamente en la fe, en la esperanza y en la caridad y buscando y obedeciendo en todo la voluntad divina. Por eso también la Iglesia, en su labor apostólica, se fija con
razón en aquella que engendró a Cristo, concebido del Espíritu Santo y nacido de la Virgen, para que también nazca y crezca por medio de la Iglesia en las almas de los fieles. 
La Virgen fue en su vida ejemplo de aquel amor maternal con que es necesario que estén animados todos aquellos que, en la misión apostólica de la Iglesia, cooperan a la regeneración de los hombres.

IV. El culto de la Santísima Virgen en la Iglesia


66. María, ensalzada, por gracia de Dios, después de su Hijo, por encima de todos los ángeles y de todos los hombres, por ser Madre santísima de Dios, que tomó parte en los misterios de Cristo, es justamente honrada por la Iglesia con un culto especial. 
Y, ciertamente, desde los tiempos más antiguos, la Santísima Virgen es venerada con el título de «Madre de Dios», a cuyo amparo los fieles suplicantes se acogen en todos sus peligros y necesidades. Por este motivo, principalmente a partir del Concilio de Efeso, ha crecido maravillosamente el culto del Pueblo de Dios hacia
María en veneración y en amor, en la invocación e imitación, de acuerdo con sus proféticas palabras: «Todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi maravillas el Poderoso» (Lc 1, 48-49). Este culto, tal como existió siempre en la Iglesia., a pesar de ser enteramente singular, se distingue esencialmente del culto de adoración tributado al Verbo encarnado, lo mismo que al Padre y al Espíritu Santo, y lo favorece eficazmente, ya que las diversas formas de piedad hacia la Madre de Dios que la Iglesia ha venido aprobando dentro de los limites de la doctrina sana y ortodoxa, de acuerdo con las condiciones de tiempos y lugares y teniendo en cuenta el temperamento y manera de ser de los fieles, hacen que, al ser honrada la Madre, el Hijo, por razón del cual son todas las cosas (cf. Col 1, 15-16) y en el que plugo al Padre eterno «que habitase toda la plenitud» (Col 1,19), sea mejor conocido, amado, glorificado, y que, a la vez, sean mejor cumplidos sus mandamientos.

67. El santo Concilio enseña de propósito esta doctrina católica y amonesta a la vez a todos los hijos de la Iglesia que fomenten con generosidad el culto a la Santísima Virgen, particularmente el litúrgico; que estimen en mucho las prácticas y los ejercicios de piedad hacia ella recomendados por el Magisterio en el curso de los siglos y que observen escrupulosamente cuanto en los tiempos pasados fue decretado acerca del culto a las imágenes de Cristo, de la Santísima Virgen y de los santos. Y exhorta encarecidamente a los teólogos y a los predicadores de la palabra divina a que se abstengan con cuidado tanto de toda falsa exageración cuanto de una excesiva mezquindad de alma al tratar de la singular dignidad de la Madre de Dios.
Cultivando el estudio de la Sagrada Escritura, de los Santos Padres y Doctores y de las liturgias de la Iglesia bajo la dirección del Magisterio, expliquen rectamente los oficios y los privilegios de la Santísima Virgen, que siempre tienen por fin a Cristo, origen de toda verdad, santidad y piedad. En las expresiones o en las palabras eviten cuidadosamente todo aquello que pueda inducir a error a los hermanos separados o a
cualesquiera otras personas acerca de la verdadera doctrina de la Iglesia. Recuerden, finalmente, los fieles que la verdadera devoción no consiste ni en un sentimentalismo estéril y transitorio ni en una vana credulidad, sino que procede de la fe auténtica, que nos induce a reconocer la excelencia de la Madre de Dios, que
nos impulsa a un amor filial hacia nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes.

V. María, signo de esperanza cierta y de consuelo para el pueblo peregrinante de Dios

68. Mientras tanto, la Madre de Jesús, de la misma manera que, glorificada ya en los cielos en cuerpo y en alma, es imagen y principio de la Iglesia que habrá de tener su cumplimiento en la vida futura, así en la tierra precede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue el día del Señor (cf. 2 P 3,10).

69. Es motivo de gran gozo y consuelo para este santo Concilio el que también entre los hermanos separados no falten quienes tributan el debido honor a la Madre del Señor y Salvador, especialmente entre los Orientales, que concurren con impulso ferviente y ánimo devoto al culto de la siempre Virgen Madre de Dios. 
Ofrezcan todos los fieles súplicas apremiantes a la Madre de Dios y Madre de los hombres para que ella, que ayudó con sus oraciones a la Iglesia naciente, también ahora, ensalzada en el cielo por encima de todos los ángeles y bienaventurados, interceda en la comunión de todos los santos ante su Hijo hasta que todas las
familias de los pueblos, tanto los que se honran con el título de cristianos como los que todavía desconocen a su Salvador, lleguen a reunirse felizmente, en paz y concordia, en un solo Pueblo de Dios, para gloria de la Santísima e indivisible Trinidad.

CONSTITUCIÓN
SACROSANCTUM CONCILIUM
SOBRE LA SAGRADA LITURGIA

103. En la celebración de este círculo anual de los misterios de Cristo, la santa Iglesia venera con amor especial a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María,unida con lazo indisoluble a la obra salvífica del su Hijo; en Ella, la Iglesia admira y ensalza el fruto más espléndido de la Redención y la contempla gozosamente, como una purísima imagen de lo que ella misma, toda entera, ansía y espera ser.

DECLARACIÓN
NOSTRA AETATE
SOBRE LAS RELACIONES DE LA IGLESIA
CON LAS RELIGIONES NO CRISTIANAS


La religión del Islam

3. La Iglesia mira también con aprecio a los musulmanes que adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y todo poderoso, Creador del cielo y de la tierra, que habló a los hombres, a cuyos ocultos designios procuran someterse con toda el alma como se sometió a Dios Abraham, a quien la fe islámica mira con complacencia. Veneran a Jesús como profeta, aunque no lo reconocen como Dios; honran a María, su Madre virginal, y a veces también la invocan devotamente. Esperan, además, el día del juicio, cuando Dios remunerará a todos los hombres resucitados. Por ello, aprecian además el día del juicio, cuando Dios remunerará a todos los hombres resucitados. Por tanto, aprecian la vida moral, y honran a Dios sobre todo con la oración, las limosnas y el ayuno.

La religión Judía 

4. ... La Iglesia tiene siempre ante sus ojos las palabras del Apóstol Pablo sobre sus hermanos de sangre, "a quienes pertenecen la adopción y la gloria, la Alianza, la Ley, el culto y las promesas; y también los Patriarcas, y de quienes procede Cristo según la carne" (Rom., 9,4-5), hijo de la Virgen María. Recuerda también que los Apóstoles, fundamentos y columnas de la Iglesia, nacieron del pueblo judío, así como muchísimos de aquellos primeros discípulos que anunciaron al mundo el Evangelio de Cristo.

DECRETO
PRESBYTERORUM ORDINIS
SOBRE EL MINISTERIO Y LA VIDA DE LOS PRESBÍTEROS

 III. RECURSOS PARA LA VIDA DE LOS PRESBÍTEROS

Recursos para fomentar la vida espiritual

18. ... Los ministros de la gracia sacramental se unen íntimamente a Cristo Salvador y Pastor por la Santísima Virgen María encuentran siempre un ejemplo admirable de esta docilidad, pues ella, guiada por el Espíritu Santo, se entregó totalmente al misterio de la redención de los hombres; veneren y amen los presbíteros con filial devoción y veneración a esta Madre del Sumo y Eterno Sacerdote, Reina de los Apóstoles y auxilio de su ministerio.
fructuosa recepción de los sacramentos, sobre todo en la frecuente acción sacramental de la Penitencia, puesto que, preparada con el examen diario de conciencia, favorece tantísimo la necesaria conversión del corazón al amor del Padre de las misericordias. A la luz de la fe, nutrida con la lectura divina, pueden buscar cuidadosamente las señales de la voluntad divina y los impulsos de su gracia en los varios aconteceres de la vida, y hacerse, con ello, más dóciles cada día para su misión recibida en el Espíritu Santo.





DECRETO
APOSTOLICAM ACTUOSITATEM
SOBRE EL APOSTOLADO DE LOS LAICOS

CAPÍTULO I

VOCACIÓN DE LOS LAICOS AL APOSTOLADO

La espiritualidad seglar en orden al apostolado

4. ... El modelo perfecto de esa vida espiritual y apostólica es la Santísima Virgen María, Reina de los Apóstoles, la cual, mientras llevaba en este mundo una vida igual que la de los demás, llena de preocupaciones familiares y de trabajos, estaba constantemente unida con su Hijo, cooperó de un modo singularísimo a la obra del Salvador; más ahora, asunta el cielo, "cuida con amor maternal de los hermanos de su Hijo, que peregrinan todavía y se debaten entre peligros y angustias, hasta que sean conducidos a la patria feliz". Hónrenla todos devotísimamente y encomienden su vida y apostolado a su solicitud de Madre.

DECRETO
UNITATIS REDINTEGRATIO
SOBRE EL ECUMENISMO

I. CONSIDERACIÓN PARTICULAR DE LAS IGLESIA ORIENTALES

La tradición litúrgica y espiritual de los orientales

15. ... En este culto litúrgico los orientales ensalzan con hermosos himnos a María, siempre Virgen, a quien el Concilio Ecuménico de Efeso, proclamó solemnemente Santísima Madre de Dios, para que Cristo fuera reconocido como Hijo de Dios e Hijo del hombre, según las Escrituras, y honran también a muchos santos, entre ellos a los Padres de la Iglesia universal. Puesto que estas Iglesias, aunque separadas, tienen verdaderos sacramentos y, sobre todo por su sucesión apostólica, el sacerdocio y la Eucaristía, por los que se unen a nosotros con vínculos estrechísimos, no solamente es posible, sino que se aconseja, alguna comunicación con ellos en las funciones sagradas en circunstancias oportunas y aprobándolo la autoridad eclesiástica.... 

II. LAS IGLESIAS Y COMUNIDADES ECLESIALES SEPARADAS EN OCCIDENTE


La confesión de Cristo

20. Nuestra atención se dirige, ante todo, a los cristianos que reconocen públicamente a Jesucristo como Dios y Señor y Mediador único entre Dios y los hombres, para gloria del único Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Sabemos que existen graves divergencias entre la doctrina de estos cristianos y la doctrina de la Iglesia católica aun respecto a Cristo, Verbo de Dios encarnado, de la obra de la redención y, por consiguiente, del misterio y ministerio de la Iglesia y de la función de María en la obra de la salvación. Nos gozamos, sin embargo, viendo a los hermanos separados tender hacia Cristo, como fuente y centro de la comunión eclesiástica. Movidos por el deseo de la unión con Cristo, se sienten impulsados a buscar más y más la unidad y también a dar testimonio de su fe delante de todo el mundo.


Para leer los textos completos del Concilio Vaticano II visita este link: http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/index_sp.htm

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Entradas Relacionadas:

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JUAN XXIII - CONCILIO VATICANO II

lunes, 21 de octubre de 2013

Reflexión del Evangelio del día Domingo - Nuevo Columnista



Queridos amigos en esta entrada quiero contarles que vamos a tener un nuevo columnista en el blog.

Los dias 27, 28 y 29 de Septiembre del corriente año participe del II Seminario de Equipos Diocesanos de Comunicación Social y conocí a Emilio, un joven seminarista de la diócesis de Chascomús que sera un columnista de este blog, de hecho el primer columnista en sumarse a este blog Vivamos juntos el año de la Fe
Emilio escribira y compartira a a través de este blog la reflexión del Evangelio de cada Domingo comenzando por el Domingo 27 de Octubre.

Ahora les presento a este nuevo columnista:



EMILIO RODRIGUEZ ASCURRA, nació en General Belgrano (Bs As) el 08 de mayo de 1989. 
Curso sus estudios primarios en la escuela "Jesús de Nazaret" y sus estudios secundarios en la escuela "Regimientos de Patricios" ambas de General Belgrano - Provincia de Buenos Aires. 

Al finalizar estos estudios decidió ingresar al seminario para consagrar su vida a Dios.



Como seminarista ha estudiado filosofía en el Seminario Mayor "Santo Cura de Ars" recibiendose de Experto en filosofia con trayecto en filosofia de la religión. 
Actualmente continua su formación  en Teología en dicho seminario ubicado en Mercedes-Lujan, Buenos Aires - Argentina , al mismo tiempo que se esta especializando en filosofía en la Universidad católica de La Plata, para la que esta preparando su tesis de licenciatura.



Es autor de muchos artículos; para la Editorial SAN PABLO desde 2008, a los que se suman los sitios yocreo.com, la Parroquia Mater Admirabilis (Recoleta - Bs As), Religión Digital (España) y Autores Católicos (México-Miami).
Ha entrevistado a numerosas personas reconocidos como: Monseñor Hesayne, Monseñor Frassia, P. "Pepe" Di Paola; al tiempo que ha tenido contacto con el por entonces Monseñor Jorge M. Bergoglio, hoy Papa Francisco, Anselm Grün y Jacques Phillippe, entre otros.



BIENVENIDO EMILIO!!!




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jueves, 17 de octubre de 2013

CONCILIO VATICANO II


El Santo Padre Emérito Benedicto XVI nos ha convocado a vivir el año de la Fe, dando inicio al mismo el día 11 de Octubre de 2012, día que se cumplió el aniversario numero 50 de la apertura del Concilio Vaticano II y nos invita a acercarnos a este Concilio mediante la lectura de los documentos conclusivos  pero seguramente tenemos muchos interrogantes sobre el Concilio Vaticano II, ahora les comparto información textual como así también imágenes, vídeos e incluso un comics sobre este Concilio y también encontraran los links para descargar las cuatros constituciones conciliares (Dei Verbum, Lumen Gentium, Sacrosanctum Concilium y Gaudium et Spes)

¿Que es el Concilio Vaticano II (CV II)?


El Concilio Vaticano II fue un concilio ecuménico de la Iglesia católica convocado por el papa Juan XXIII, quien lo anunció el 25 de enero de 1959.


El Concilio constó de cuatro sesiones: la primera de ellas fue presidida por el mismo papa en el otoño de 1962. Él no pudo concluir este Concilio ya que falleció un año después, (el 3 de junio de 1963). Las otras tres etapas fueron convocadas y presididas por su sucesor, el papa Pablo VI, hasta su clausura en 1965. La lengua oficial del Concilio fue el latín. 

Estuvieron presentes unos dos mil padres conciliares procedentes de todas las partes del mundo. Asistieron además miembros de otras confesiones religiosas cristianas. 
El Concilio Vaticano I, desarrollado casi un siglo antes, había sido interrumpido cuando el ejército italiano entró en Roma en los momentos finales de la unificación italiana. Sólo habían concluido las deliberaciones relativas al papel del papado, dejando sin resolver los aspectos pastorales y dogmáticos concernientes al conjunto de la Iglesia.



Durante la celebración de la fiesta de la Conversión de san Pablo el 25 de enero de 1959, en un consistorio que el Papa Juan XXIII tuvo con los cardenales tras la celebración en la basílica de san Pablo Extramuros, anunció su intención de convocar un concilio ecuménico.

"Pronuncio ante ustedes, cierto, temblando un poco de conmoción, pero al mismo tiempo con humilde resolución de propósito, el nombre y la propuesta de la doble celebración de un sínodo diocesano para la Urbe y de un concilio ecuménico para la iglesia universal" (Palabras de Juan XXIII)

¿Cuales fueron los objetivos del Concilio Vaticano II?


El Concilio se convocó con los siguientes fines:


-Promover el desarrollo de la fe católica.
-Lograr una renovación moral de la vida cristiana de los fieles.
-Adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestro tiempo.
-Lograr la mejor interrelación con las demás religiones, principalmente las orientales.

Se pretendió que fuera un aggiornamento o puesta al día de la Iglesia, renovando los elementos que más necesidad tuvieran de ello, revisando el fondo y la forma de todas sus actividades.

Pretendió proporcionar una apertura dialogante con el mundo moderno, actualizando la vida de la Iglesia sin definir ningún dogma, incluso con nuevo lenguaje conciliatorio frente a problemas actuales y antiguos.

¿Quienes participaron del Concilio Vaticano II?

-Teniendo en consideración las 4 sesiones, participaron más de 2450 obispos de la Iglesia católica. 
Fue el concilio más grande en cuanto a cantidad (a los efectos de comparar, el concilio de Calcedonia contó con unos 200 participantes y el concilio de Trento, unos 950) y en cuanto a catolicidad, pues fue la primera vez que participaron de modo sustancial los obispos no europeos (sobre todo africanos y asiáticos).

-Teólogos invitados del Papa como consultores, no como miembros plenos (Yves Congar, Karl Rahner, Henri de Lubac, Hans Küng, Gérard Philips).

-Consultores de Iglesias ortodoxas e Iglesias protestantes.

-Observadores católicos laicos.

-Periodistas. Se dio participación como observadores a los periodistas.

¿Cuantas sesiones se realizaron en el Concilio Vaticano II?

-La primera sesión (1962)

La primera sesión partió con la inauguración solemne en la Basílica de san Pedro el 11 de octubre de 1962. Juan XXIII presidió la Misa y ofreció un discurso programático, el Gaudet Mater Ecclesia, donde habló del puesto de los concilios en la historia de la Iglesia, de la situación del mundo y de algunos aspectos generales que debían tenerse en cuenta durante el concilio: se trata de custodiar el depósito de la fe católica enseñarlo de una manera adecuada a los tiempos empleando para ello los métodos más eficaces. También recordó que no era una actitud de condena de los errores sino de misericordia, lo que se esperaba del concilio. 

Discurso de Apertura del Concilio Vaticano II (Descargar)

-La segunda sesión (1963)


El 29 de septiembre, tras una sencilla ceremonia inaugural y un discurso de Pablo VI, los trabajos recomenzaron en San Pedro. 
Antes de la ceremonia conclusiva de la segunda sesión, Pablo VI anunció que se aumentaría el número de participantes en las comisiones. En el discurso conclusivo resumió los resultados, que consideraba positivos, de la sesión y anunció su intención de visitar Tierra Santa.

-La tercera sesión (1964)

La tercera sesión del concilio se inauguró el 14 de septiembre de 1964. 
La misa, ya aplicando la constitución Sacrosanctum concilium fue concelebrada por 24 padres conciliares con el Papa. El discurso de Pablo VI resultó esclarecedor de su posición dado que empleó la expresión colegio episcopal apoyando así la posición de la mayoría conciliar.

-La cuarta sesión (1965)


El 14 de septiembre de 1965 se reanudaron los trabajos en San Pedro. En el discurso de apertura, Pablo VI anunció la creación del sínodo de los obispos (que algunos inicialmente consideraron la aplicación de la colegialidad) y que visitaría la sede de la ONU para el XX aniversario de su creación.
Al día siguiente el Papa participó en la congregación general donde firmó el decreto de creación del sínodo.

El 7 de diciembre fue la última sesión pública solemne: se promulgó la constitución pastoral Gaudium et spes, los decretos Ad gentes y Presbyterorum ordinis, la declaración Dignitatis humanae. Asimismo se leyó la declaración común que retiraba las excomuniones recíprocas con la Iglesia ortodoxa.
El concilio concluyó con una misa presidida por Pablo VI el 8 de diciembre. 



¿Cuales fueron las conclusiones del Concilio Vaticano II?

DEI VERBUM (Sobre la Divina Revelación) - Descargar

LUMEN GENTIUM ( Constitución Dogmática Sobre la Iglesia) - Descargar

SACROSANCTUM CONCILIUM (Sobre la Sagrada Liturgia) - Descargar

GAUDIM ET SPES (Sobre la Iglesia en el Mundo actual) - Descargar

Para leer online estas constituciones conciliares, las declaraciones y decretos: http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/index_sp.htm


Vídeos del Concilio Vaticano II



El Sumo Pontífice Emérito Benedicto XVI 
nos explica el Concilio Vaticano II 

 

Benedicto XVI - Porta Fidei, N° 5
He pensado que iniciar el Año de la fe coincidiendo con el cincuentenario de la apertura del Concilio Vaticano II puede ser una ocasión propicia para comprender que los textos dejados en herencia por los Padres conciliares, según las palabras del beato Juan Pablo II, «no pierden su valor ni su esplendor. Es necesario leerlos de manera apropiada y que sean conocidos y asimilados como textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro de la Tradición de la Iglesia. […] Siento más que nunca el deber de indicar el Concilio como la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX. Con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza». Yo también deseo reafirmar con fuerza lo que dije a propósito del Concilio pocos meses después de mi elección como Sucesor de Pedro: «Si lo leemos y acogemos guiados por una hermenéutica correcta, puede ser y llegar a ser cada vez más una gran fuerza para la renovación siempre necesaria de la Iglesia».


Los amigos de ImparareRoma
nos explican de forma muy divertida
 el Concilio Vaticano II 

Les recomiendo que visiten el canal de ImparareRoma para conocer nuestra Fe de una manera amena y divertida. http://www.youtube.com/user/ImparareRoma


Comics del Concilio Vaticano II







Espero que les haya gustado todo lo que compartí en esta entrada y que les sea de utilidad. Saludos y Bendiciones.

Entradas Relacionadas:

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Catecismo y Concilio Vaticano II
Apertura Oficial del Año de la Fe



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sábado, 12 de octubre de 2013

JUAN XXIII - CONCILIO VATICANO II



Beato Juan XXIII (latín: Ioannes PP. XXIII), de nombre secular Angelo Giuseppe Roncalli (Sotto il Monte, Bérgamo, Lombardía, Italia, 25 de noviembre de 1881 - Ciudad del Vaticano, 3 de junio de 1963), fue el papa número 261 de la Iglesia católica entre 1958 y 1963.


Angelo Roncalli nació el 25 de noviembre de 1881 en Sotto il Monte, en Lombardía, Italia. Fue el cuarto hijo de un total de catorce, del matrimonio formado por Giovanni Battista Roncalli (1854–1935) y Marianna Giulia Mazzolla (1854–1939). Trabajaban como aparceros. El ambiente religioso de su familia y la vida parroquial bajo la guía del padre Francesco Rebuzzini, le proporcionaron a Angelo formación cristiana.


Angelo Roncalli entró en el seminario de Bérgamo en 1892. En 1896 fue admitido en la Orden Franciscana Seglar por el director espiritual del seminario de Bérgamo , el padre Luigi Isacchi. Hizo una profesión de esa Regla de vida el 23 de mayo de 1897. De 1901 a 1905 fue alumno en el Pontificio Seminario Romano. 
El 10 de agosto de 1904 fue ordenado sacerdote en la basílica de Santa María de Monte Santo, en la Piazza del Popolo.2 En 1905, fue nombrado secretario del obispo de Bérgamo, Giacomo Radini Tedeschi, y en el año siguiente fue el encargado de la enseñanza de Historia y Patrología en el seminario de Bérgamo. Ocupó estos puestos hasta la muerte de «su» obispo, como siempre recordaría a Radini Tedeschi, acaecida en 1914.

Durante la Primera Guerra Mundial, ejerció primero como sargento médico y más tarde como capellán militar. En 1921, fue llamado desde Roma por el papa Benedicto XV para ocupar el cargo de presidente para Italia del Consejo Central de la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe.
El papa Pío XI lo designó simultáneamente arzobispo de Areopoli y enviado oficial para Bulgaria el 3 de marzo de 1925. El 19 de marzo de 1925 Angelo Giuseppe Roncalli fue consagrado arzobispo titular de Areopoli; eligió como su lema episcopal "Obedientia et Pax". En Bulgaria, realizó su labor apostólica visitando las comunidades católicas y estableciendo relaciones de respeto y estima con otras comunidades cristianas, en especial de la Iglesia Ortodoxa. Su labor fue tan fructífera que se lo designó delegado apostólico para Bulgaria el 16 de octubre de 1931.
El 30 de noviembre de 1934 fue designado Arzobispo títular de Mesembria, y el 12 de enero de 1935 fue nombrado delegado apostólico para Turquía (vicario apostólico de Estambul, antigua Vicaría Apostólica de Constantinopla). El mismo día se lo designó Delegado Apostólico para Grecia,3 atendiendo desde Estambul los asuntos relativos a ambos países.
El 23 de diciembre de 1944, el papa Pío XII lo nombró nuncio apostólico de Francia. 
Contribuyó a normalizar la organización eclesiástica en Francia, desestabilizada por los numerosos obispos que habían colaborado con los alemanes. Gracias a su cortesía, su sencillez, su buen humor y su amabilidad pudo resolver los problemas y conquistar el corazón de los franceses y de todo el Cuerpo Diplomático.
El 12 de enero de 1953 el papa Pío XII lo crea Cardenal presbítero con el título de Santa Prisca, siendo designado tres días después como patriarca de Venecia.
Como patriarca de Venecia, solía navegar por los canales de la ciudad sin la vestimenta de cardenal, y detenerse para hablar con los gondoleros, las prostitutas y menesterosos, quienes le contaban sus problemas. Su forma de ejercicio del poder se caracterizó por el servicio y el perdón.

El 28 de octubre de 1958, contando con casi 77 años, Roncalli fue elegido papa ante la sorpresa de todo el mundo. Escogió el nombre de Juan (nombre de su padre y del patrón de su pueblo natal, aunque escogió este nombre por el evangelista de nombre Juan). Fue entronizado el 4 de noviembre (21 días antes de su cumpleaños 77) por el cardenal Nicola Canali.

Fue el primero desde 1870 que ejerció su ministerio de obispo de Roma visitando personalmente las parroquias de su diócesis. Al cabo de dos meses de haber sido elegido, dio ejemplo de obras de misericordia: por Navidad visitó los niños enfermos de los hospitales Espíritu Santo y Niño Jesús; al día siguiente fue a visitar los prisioneros de la cárcel Regina Coeli.

En su primera medida de gobierno vaticano, que le enfrentó con el resto de la curia, redujo los altos estipendios (y la vida de lujo que, en ocasiones, llevaban los obispos y cardenales). Asimismo, dignificó las condiciones laborales de los trabajadores del Vaticano, que hasta ese momento carecían de muchos de los derechos de los trabajadores de Europa, y además retribuidos con bajos salarios. Por primera vez en la historia nombra cardenales indios y africanos.
Tres meses después de su elección, el 25 de enero de 1959, en la Basílica de San Pablo Extramuros y ante la sorpresa de todo el mundo anunció el XXI Concilio Ecuménico -que posteriormente fue llamado Concilio Vaticano II. Este Concilio fue inspirado en la figura del papa Pío IX precursor del Concilio Vaticano I

Concilio Vaticano II

El 11 de octubre de 1962 el papa Roncalli abrió el Concilio Vaticano II en San Pedro. Este Concilio cambiaría el rostro del catolicismo: una nueva forma de celebrar la liturgia (más cercana a los fieles), un nuevo acercamiento al mundo y un nuevo ecumenismo. Respecto de esto último, Juan XXIII había creado en 1960 el Secretariado para la promoción de la unidad de los cristianos, una comisión preparatoria al Concilio que más tarde permanecería bajo el nombre de Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos. Era la primera vez que la Santa Sede creaba una estructura consagrada únicamente a temas ecuménicos. Para la presidencia de ese organismo el papa designó al cardenal Augustin Bea, quien luego se convertiría en una de las figuras determinantes del Concilio Vaticano II.
Desde la apertura del Concilio, el papa Juan XXIII enfatizó la naturaleza pastoral de sus objetivos: no se trataba de definir nuevas verdades ni condenar errores, sino que era necesario renovar la Iglesia para hacerla capaz de transmitir el Evangelio en los nuevos tiempos (un aggiornamento), buscar los caminos de unidad de las Iglesias cristianas, buscar lo bueno de los nuevos tiempos y establecer diálogo con el mundo moderno centrándose primero "en lo que nos une y no en lo que nos separa".
Al Concilio fueron invitados como observadores miembros de diversos credos, desde creyentes islámicos hasta indios americanos, al igual que miembros de todas las Iglesias cristianas: ortodoxos, anglicanos, cuáqueros, y protestantes en general, incluyendo, evangélicos, metodistas y calvinistas no presentes en Roma desde el tiempo de los cismas.


Muerte y Canonización 

El 23 de mayo de 1963 se anunció públicamente la enfermedad del papa: cáncer de estómago que, según su secretario Loris F. Capovilla, le fue diagnosticado en septiembre de 1962. El papa no quiso dejarse operar temiendo que el rumbo del Concilio se desviara de lo estipulado.
Al fin, después de sufrir esa grave enfermedad, el papa Juan XXIII murió en Roma el 3 de junio de 1963, a las dos y cincuenta. Finalizó sus días sin ver concluida su obra mayor, a la que él mismo consideró "la puesta al día de la Iglesia". En la memoria de muchos, el papa Juan XXIII ha quedado como "el papa bueno" o como "el papa más amado de la historia".

Fue sucedido por Pablo VI, quien en 1965 iniciaría el proceso de beatificación del propio Juan XXIII después de la clausura del Concilio Vaticano II. Juan XXIII fue beatificado por Juan Pablo II el 3 de septiembre de 2000, junto con el papa Pío IX. Su fiesta litúrgica quedó fijada el 11 de octubre, día de la apertura del Concilio Vaticano II.

Cuando su cuerpo fue exhumado en el año 2000, corrió el rumor de que se hallaba incorrupto, pero fuentes del Vaticano lo negaron, recordando que había sido embalsamado. Sus restos actualmente descansan en la Basílica de San Pedro, en Roma.

Será canonizado en una misma celebración junto con Juan Pablo II, el 27 de abril de 2014.

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