Hace unos meses un amigo que participó en Roma del Jubileo de los Evangelizadores Digitales me trajo de regalo un libro escrito por el fraile menor Fabio Nardelli titulado “Misioneros todos: Un viaje por el mundo digital” donde en su prólogo señala “La misión digital no es una moda ni una estrategia, sino una expresión concreta y contemporánea del impulso misionero que acompaña a la Iglesia desde sus orígenes”.
En este trabajo, editado por el Dicasterio para la
Comunicación del Vaticano, se reafirma que la misión es constitutiva de nuestra
identidad y, por lo tanto, tarea compartida por todos los bautizados. La
misión no es para un puñado de especialistas, la misión es una vocación común
que nos involucra a todos.
Los ambientes digitales hoy, son tierra de misión,
son tierra habitada por personas que requieren de una Iglesia cercana,
samaritana y maternal. No se trata solo de crear contenidos religiosos sino de
encarnar a Cristo a través de experiencias que abracen las heridas y brinden
esperanza. Por eso, como bien lo expresa Nardelli: evangelizar en el mundo
digital no es un acto técnico, sino que es un acto profundamente espiritual y
relacional.
En este sentido, recuerdo cuando Antonio
Spadaro S.J en su reflexión sobre la misión digital durante el Jubileo de
los Misioneros digitales decía que cada uno debería preguntarse “¿Cómo puedo
convertirme en presencia real en este mundo que respira a través de una
pantalla? Y la respuesta nunca será técnica. Siempre será espiritual”.
El llamado a reparar las redes que nos hace
el Papa León XIV nos interpela a poner el amor en juego, es al
amor que al tocar nuestra vida nos transforma, nos repara, para salir a reparar
a otros. Dios nos misericordea primero y nos enseña a ser
misericordiosos con los demás. Para que todos se sientan amados por el y parte
valiosa de la familia que es la Iglesia.
Con quienes nos encontramos en el mundo
digital no son algoritmos, son almas y junto a ellas está nuestra misión más profunda dando prioridad a los
procesos de escucha y acompañamiento. Anunciar la buena noticia y procurar
encarnar la vivencia de Cristo en el encuentro que abraza más allá de las
pantallas. Como lo menciona Nardelli la misión es compartir el Evangelio
y comunicar la amistad con Cristo y no hay nada más bello que encontrarlo y
regalarlo a todos.
¡Qué hermosa misión! Vivamos este llamado con un
corazón ardiente y agradecido. Ser discípulos en esta tierra que hoy necesita
ser sembrada con semillas de esperanza es una tarea que nos requiere compromiso
y amor. Pidamos a María que esta vocación nos encuentre disponibles, creativos
y apasionados para poder entregarnos sin mezquindades a la misión.
Amén
María Claudia Enríquez @clauchitaaaa
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